@fredalvarez
Muchas me preguntan mi posicionamiento sobre el asilo al ex presidente Morales....; estoy de acuerdo. Las razones humanitarias por encima de todo..
Veremos que pasa...; Ojalá que se use la misma política para los hermanos venezolanos y centroamericanos...
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Las columnas políticas, hoy martes 12 de noviembre de 2019...
Templo Mayor/ Reforma
UNO DE los mayores problemas que ha tenido Andrés Manuel López Obrador, en este primer año de gobierno, es tener que enfrentarse a la necia realidad que no se adapta al discurso presidencial.
NADIE podría realmente oponerse a que México, siguiendo una larga tradición de asilo y refugio, le abriera las puertas a Evo Morales... aunque eso hace que pierda sentido la cantaleta que tanto se ha escuchado en Palacio Nacional sobre el tema de Venezuela: somos respetuosos, no nos metemos, viva la autodeterminación.
SI HUBIERA concordancia entre el decir y el hacer, el gobierno habría dejado que los propios bolivianos decidieran qué hacer con el mandatario que perpetró un fraude electoral. Lo contrario se llama injerencia en asuntos ajenos.
ANTE ESTO hay una pregunta obvia: si al chileno Sebastián Piñera lo tumban las protestas populares, ¿también se le dará asilo o como es derechista invocarán la comodidad de la Doctrina Estrada? Ya lo dijo Benito Juárez, a los adversarios justicia a secas, a los amigos justicia, gracia y vuelo en jet ejecutivo. ¿O cómo era?
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Frentes Políticos /Excelsior
1. Consabida hospitalidad. Excesivo revuelo causó el que un avión de la Fuerza Aérea Mexicana haya ido por Evo Morales a Bolivia. No era para menos. La Secretaría de Relaciones Exteriores entregó al Senado la carta en que le avisa que el gobierno federal decidió otorgar el asilo político. Dirigida al presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado, Ricardo Monreal, precisa que la decisión asumida por la Cancillería fue consultada con la Segob y recuerda que el asilo político se sustenta en la Convención sobre Asilo Diplomático de 1954, la Convención sobre Asilo de 1928 y el artículo 68 y demás aplicables de la Ley sobre Refugiados, Protección Complementaria y Asilo Político. El documento lo firman Marath Baruch Bolaños, secretario particular del secretario de Relaciones Exteriores, y Marcelo Ebrard, el canciller. No se rasguen las vestiduras.
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Organizan protestas contra Evo en la CDMX
Bajo Reserva/el Universal
Nos cuentan que ante la llegada del expresidente de Bolivia Evo Morales a nuestro país, luego de aceptar asilo político, hoy, en un hotel del Centro Histórico de la capital un grupo de residentes bolivianos en México protestará por esta decisión. Nos dicen que con “peras y manzanas” los bolivianos explicarán la situación que se vive en el país sudamericano y por qué están de acuerdo con su renuncia como presidente y por qué no debería ser aceptado bajo la figura de asilado. Habrá que ver si la decisión de dar asilo político a don Evo, suma o resta puntos a la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien en las últimas semanas ha tenido que enfrentar algunas crisis en materia de seguridad.
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México y el efecto Evo Morales | Roberto Rock L.
Retrato Hereje
El Universal
En las primeras horas de este martes debió llegar a México el derrocado presidente boliviano Evo Morales. Atraerá protestas en su contra y manifestaciones de adhesión. Catalizará algunas de las tensiones y estridencias que nos tienen secuestrados desde hace años como sociedad. Pero lo relevante serán las lecciones que traerá para el país y para la región latinoamericana toda. De que las aprendamos dependerá que no caigamos en el tobogán del pasado creyendo que construimos el futuro.
Es difícil establecer el orden de los factores que han hundido a Bolivia en la actual crisis que la hace asomarse a un periodo de volatilidad con alto riesgo de violencia generalizada. Está a la vista un gobierno, el de Evo Morales, que torció todos los canales de legitimidad constitucional e institucional, lo que desembocó en un golpe de Estado con la participación del ejército, la policía y, sin duda alguna, la Casa Blanca, como quedó claro con los mensajes del presidente Trump.
El presidente boliviano encarnó durante casi 14 años la polarización política, racial y de clase social en su nación. En el barullo de este momento pocos recordarán y menos reconocerán que en dicho periodo la economía de ese país mejoró, lo mismo que sus niveles de salud, educación y disminución de pobreza, al tiempo que se defendían sus recursos naturales, históricamente saqueados incluso por naciones cercanas como Brasil y Argentina.
La defenestración de Evo Morales, empujado a la renuncia y el exilio (pertinentemente otorgado por México, lo que quizá colabore a una transición menos enconada), simboliza el principio del fin de los regímenes en los que un gobernante se presentó a sí mismo como imprescindible para una nación entera; que manipuló recursos públicos a fin de subsidiar programas de clientelismo, y aprovechó su base popular para desmantelar instituciones diseñadas con el propósito de ser contrapesos del poder presidencial, en particular los jueces, el Congreso, las entidades electorales y la prensa.
Ese modelo, con matices tropicalizados, se decantó hace 60 años en Cuba, se exportó a Venezuela, luego a la propia Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Es el concepto que genera ensoñación en el kirchnerismo recargado que asumió el poder en Argentina a través de Alberto Fernández, quien estuvo hace unos días en México en extraña coincidencia con Rafael Correa, el ex presidente de Ecuador. Ambos aprovecharon su estadía para hablar de un “frente progresista”, de confronta con Estados Unidos, lo que fue aplaudido desde Caracas por ese caricatura de gobernante que es Nicolás Maduro.
No hay indicio alguno, antes al contrario, de que el interpelado, el presidente Andrés Manuel López Obrador y su gobierno, hayan establecido compromiso alguno con este bloque de personajes. Lo ocurrido en Bolivia deberá razonablemente profundizar la distancia de Palacio Nacional sobre esa visión.
El desafío para López Obrador radica ahora en cómo administrar los impulsos de endurecimiento que florecen en el entorno de su equipo de trabajo (que manifestó su estridencia con el tema Bolivia), y confecciona una propuesta propia, con énfasis social, de ruptura con el pasado pero que lo aleje del voladero en el que han empezado a caer los demagogos autoritarios que se presentaron como indispensables para la salvación de sus respectivas patrias.
Apuntes:
Pugnas entre personajes del sector energético, irresponsabilidad en el manejo de sistema de seguridad cibernética y una crisis generalizada en materia de mantenimiento, volverá a poner a Pemex en episodio complejo en materia de abasto de gasolina, como quedó pronosticado ayer en un intenso cruce de tuits en el que participó, en un tono casi histérico, la titular de Energía, Rocío Nahle. El problema será si la atmósfera de incertidumbre atrae compras de pánico, que no resistirá inventario alguno. Ricardo Monreal, líder de la bancada de Morena, mayoritaria en el Senado, se tropezó con sus propios alardes de marrullería política, con mensajes contradictorios y datos propios de una red de espionaje sobre sus adversarios del PAN. Todo, en el atropellado contexto que marcará la llegada de la señora Rosario Piedra a la presidencia de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Por lo pronto, el titular saliente, Luis Raúl González Pérez, aceptó una invitación del director de la Facultad de Derecho de la UNAM, Raúl Contreras, para incorporarse como catedrático a partir del lunes.
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Les cayó como anillo al Evo /Carlos Loret de Mola
Historias de Reportero
El Universal
El presidente López Obrador llegó al poder con el mantra de que la mejor política exterior es la política interior. No meterse con nadie para que nadie se meta con nosotros, era su argumento. Sin embargo, su gobierno ha hecho tres grandes apuestas de política exterior que tienen gran impacto en la política interior. Al revés del mantra.
La más importante fue plegarse por completo a las exigencias migratorias del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y destinar la mayor parte de la apenas naciente Guardia Nacional a perseguir migrantes en lugar de atender la grave crisis de inseguridad en el país. Fue un giro de 180 grados a la política de puertas abiertas que postulaba al llegar al gobierno y el rompimiento de la tradicional postura mexicana frente a los migrantes indocumentados.
Las otras dos fueron la de apoyar en los hechos a la dictadura de Nicolás Maduro y la de reconocer antes que nadie, sólo con Cuba y Venezuela, el fraudulento triunfo electoral del boliviano Evo Morales para un cuarto mandato en el poder.
Desatada la crisis en Bolivia por las multitudinarias protestas contra el fraude electoral, la rebelión policial y la indeseable intervención política del Ejército para pedir la renuncia del presidente que lo arrinconó a dimitir, México dobló la apuesta, sostuvo su reconocimiento a Evo y finalmente concedió el asilo político.
Esta apuesta demuestra que la “no intervención” esgrimida para abstenerse de condenar a la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela era sólo un pretexto. La aplicación del citado principio de política exterior depende del filtro ideológico que le ponga el gobierno de López Obrador.
La decisión de recibir a Evo Morales es oxígeno puro para el gobierno del presidente AMLO que llevaba semanas en crisis por el llamado Culiacanazo, la inseguridad y la parálisis económica.
El anuncio del asilo se ha convertido en el tema que une a los defensores de la llamada 4T y los revitaliza cuando estaban de capa caída.
Del otro lado, quienes tenían la preocupación de que López Obrador mostrara sus tendencias “chavistas”, el apoyo a Morales les confirma sus peores miedos.
La polarización se profundiza y el debate se vuelve a dar en términos maniqueos: para unos, apoyar la salida de Evo es golpismo de derecha, para los otros, dar asilo a Morales es inscribirse en el bolivarianismo totalitario.
Veremos cómo se resuelve el vacío de poder en Bolivia y si se nombra un gobierno civil que convoque a elecciones o se profundiza la intervención política de los militares que históricamente tanto han dañado a las democracias del mundo.
El asilo a la persona de Evo Morales puede ser bien recibido. Pero no se puede pasar por alto que al avalar el fraude electoral, el gobierno de México no se detuvo a escuchar las denuncias del verdadero cochinero en el conteo de los comicios, que incluyó una caída del sistema tras la cual aparecieron los miles de votos que le faltaban a Morales para proclamarse vencedor sin necesidad de una segunda vuelta.
México tampoco tomó en cuenta el pequeño detalle de que antes Morales había perdido una consulta popular para cambiar la Constitución que le prohibía volverse a postular y que ante el resultado adverso, usó a sus leales para torcer la ley y ser candidato de nuevo contra viento y marea.
La supuesta adhesión mexicana a la “no intervención” fue tirada a la basura con el reconocimiento a la reelección de Morales.
El gobierno mexicano eligió cerrar los ojos durante todo el camino y abrirlos sólo cuando escuchó a Evo gritar ¡golpe de Estado!
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ALHAJERO/Marta Anaya /
El Heraldo de México
Simulación de la OEA y miseria del PAN
Tan patética y vergonzosa la actitud de simulación de la OEA sobre Bolivia, como la paupérrima y rencorosa visión del dirigente del PAN, Marko Cortés
iene razón el canciller Marcelo Ebrard, fue más que tardía la reacción de la Organización de Estados Americanos (OEA) ante el golpe de Estado en Bolivia.
“Fue muy tardía, debieron reaccionar desde que el Ejército pidió su renuncia y no un día después. Ayer (antier) era el momento…”, declaró, luego de que la OEA rechazara “cualquier salida inconstitucional a la situación”.
Lo cierto es que el organismo dirigido por Luis Almagro “reaccionó” ya cuando vio que la caída de Evo Morales luce irreversible (el mandatario ya presentó su renuncia por escrito). Salió, diríamos aquí, a “taparle el ojo al macho”.
Porque no cabe duda de que fue la propia OEA de Almagro (cuya cuna es mecida por la mano de Estados Unidos) la que propició en última instancia el golpe de Estado. Porque eso fue lo que ocurrió el domingo, digan lo que diga: un golpe de Estado.
Ya podrá discutirse si Evo abonó para crear el campo de cultivo del que se aprovecharon los golpistas (desde nuestro punto de vista sí que cometió graves errores al intentar extender su mandato una vez más y manejar de manera desaseada la elección), pero la salida institucional estaba dada: El Presidente había anunciado nuevas elecciones.
¿Por qué entonces ejército y policía pidieron su renuncia? ¿Por qué no le permitieron seguir el camino de la nueva elección? ¿Se trataba de derrumbarlo de una vez –su mandato concluía en enero próximo- y a la mala, para acabar con él?
Todo esto habrá de analizarse a fondo, sin duda. Pero lo que no puede hacerse es hacer la vista gorda ante un golpe de Estado, por más que nos desagrade tal o cual jefe de Estado.
Y la actitud de la OEA en ese sentido, volviendo al punto, no sólo fue patética, es vergonzosa.
Tan patética y vergonzosa, valga decirlo, como el pronunciamiento del dirigente nacional del PAN, Marko Cortés, repudiando el ofrecimiento de asilo del gobierno mexicano a Evo Morales.
Paupérrima visión de lo que acontece en el mundo, en nuestro continente, en América Latina, en Bolivia misma, cuando su visión –de corte mezquino, rencoroso, falto de humanismo- lo lleva a reducir el tema a que “es un error defender a un dictador y sus prácticas”.
Frente a los deplorables sucesos y la complicada situación que se vive en Bolivia, habría que darle la enhorabuena al retorno a la política de asilo de nuestro país. Hacía años que no escuchábamos hablar de esa figura de nuestra política exterior, como lo hizo ayer el Secretario de Relaciones Exteriores.
GEMAS: Obsequio de Marcelo Ebrard: “La Cancillería mexicana, previa opinión de la Secretaría de Gobernación, en voz de la Secretaria Olga Sánchez Cordero, ha decidido concederle asilo político al señor Evo Morales por razones humanitarias y en virtud de la situación de urgencia que se enfrenta en Bolivia, en donde su vida e integridad corren riesgo”.
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ARSENAL/Francisco Garfias
/Excélsior
Sí al asilo de Evo Morales
Desde que tengo uso de razón —y antes—, México ha sido país de asilo. Le ha abierto las puertas a perseguidos políticos, sin importar posiciones ideológicas.
A lo largo del siglo XX fue refugio de republicanos españoles perseguidos por Franco; cubanos anticastristas; chilenos antipinochetistas, argentinos antiVidela.
Pero también tupamaros uruguayos; nicaragüenses antiSomoza; centroamericanos amenazados por la violencia; figuras históricas como León Trotsky o dictadores como el sha de Irán.
El mismísimo Fidel Castro vivió exiliado en nuestro país antes de embarcarse en el Granma para hacer la revolución de Cuba.
Una apertura que nos pone por encima de muchas naciones. Algo para enorgullecer. Los refugiados pagaron con creces la oportunidad. La mayoría no vinieron a desplazar, sino a aportar.
Sólo por hablar de republicanos españoles. Allí está el poeta León Felipe, el publicista Eulalio Segundo Ferrer, los cineastas Luis Alcoriza y Luis Buñuel, el filósofo José Gaos, el arquitecto Félix Candela.
Aquí vivieron Hortensia Bussi, esposa del asesinado presidente de Chile, Salvador Allende, y su familia.
* El caso Evo Morales, sin embargo, dejó entrever que hay muchos mexicanos que no acompañan la decisión de la 4T.
Una pequeña muestra es el hashtag #EvoNoEresBienvenidoEnMexico. Fue tendencia en Twitter. A las 19 horas locales ya iban 24 mil.
El citado hashtag se multiplicó abruptamente después de que el canciller, Marcelo Ebrard, anunciara oficialmente que “por razones humanitarias” se le concedió refugio al expresidente de Bolivia.
El polémico expanista Javier Lozano se adelantó a los acontecimientos. “Ya nomás falta que le manden un avión de la Fuerza Aérea para traerlo. No tienen madre”.
Fue exactamente lo que ocurrió. El avión hizo escala en Lima. A las 18:30 horas locales despegó rumbo a Bolivia, según un comunicado del gobierno de Perú. Horas después, Evo informaba en redes su partida hacia México, aunque advertía: “Volveré con fuerza”.
Marko Cortés, presidente nacional el PAN, se opuso tajantemente a la decisión del gobierno de López Obrador. Argumenta que México debería estar comprometido con la defensa de la democracia y los derechos humanos.
Pero la bronca es otra. La vida de Evo Morales y la de su familia corre peligro. Saquearon su casa, quemaron la de su hermano. La policía está rebasada. Traerlo es congruente con lo que somos. Un país de asilo. Soy crítico, no adversario, de la 4T, pero en ésta sí aplaudo la opción del asilo.
* Antes de cambiar de tema quiero dejar muy claro que no estoy de acuerdo con las intenciones reeleccionistas de Evo Morales. Menos si fue fraudulenta, como afirma la OEA y refleja el enojo en las calles. Le ganó la ambición.
El expresidente de Bolivia, de origen indígena, no se quiso retirar a tiempo. Llevaba 13 años en el poder. Quería más.
Un comentario adicional. Antes de poner la mañanera, casi todos los días reviso las redes sociales. Me topé con un tuit de Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad de México, que me hizo brincar de la cama.
Escribió: “Angela Merkel tiene 14 años en el poder, pero como es Alemania nadie dice nada. Evo Morales tiene 13 años en la presidencia por decisión soberana de su pueblo, pero como es un país en desarrollo, lo acusan de dictador. El conservadurismo y su doble rasero”.
¡Gulp!
Martha Bárcena, embajadora de México en Estados Unidos, balconeó la ignorancia de la jefa de Gobierno, consentida de López Obrador, en otro tuit:
“Con una diferencia fundamental. Alemania es un país con un sistema parlamentario y Bolivia tiene un sistema presidencial. En Alemania, el gobierno de Angela Merkel ha sido de coalición. Un poco de sistemas políticos separados”.
El tuit de Bárcena causó molestia entre legisladores de Morena.
“Poco diplomático su comentario. Además, nada qué ver: la Comparación de Claudia Sheinbaum es diferencia de rasero que se mide”, escribió el diputado de Morena Javier Hidalgo.
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Evo: lo tiró la gente, no un golpe
Razones/JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ
Excelsior
• Estos gobiernos unipersonales terminan apoyándose en instituciones creadas a modo y para eso deben polarizar cada vez más a sus países. Al final, el único apoyo real son las fuerzas de seguridad.
No hubo en Bolivia un golpe militar. Ni el propio Evo Morales lo calificó así: habló de un golpe cívico (por la intensidad de las movilizaciones opositoras) que tuvo apoyo policial.
No habló, en su texto de renuncia, nunca de un golpe militar.
El golpe militar es la lectura que le han dado en México algunos funcionarios del gobierno federal, quizás hablando más de sus propios miedos que de la realidad.
Algunos llegaron a hacer, francamente, el ridículo comparando a Evo Morales con Angela Merkel (ambos han gobernado 14 años), sin tomar en cuenta pequeños detalles, como que el sistema alemán es parlamentario y el boliviano, presidencialista, o que el gobierno alemán ha sido producto de distintas coaliciones sin haber modificado la Constitución desde el fin de la Segunda Guerra Mundial; mientras que en Bolivia, Evo Morales fue electo para cuatro años, con posibilidad de una reelección y cambió a placer la Constitución para reelegirse una y otra vez, y modificar todas las instituciones a placer.
La última elección, la que provocó su renuncia, fue el producto, primero, de un referéndum que perdió al tratar de ampliar su mandato por cuarta vez. Como no ganó la consulta recurrió a la Suprema Corte, controlada por Morales, para que en virtud del “respeto a sus derechos humanos” se le permitiera volver a ser candidato, lo que el máximo tribunal insólitamente aceptó.
En las elecciones de octubre pasado perdió, no alcanzó la mayoría. El órgano electoral, también colocado por Morales e integrado por sus partidarios, primero suspendió el conteo rápido cuando perfilaba la derrota de Morales.
Después de dos días de silencio, sorpresivamente habían cambiado por completo las tendencias electorales y Evo resultaba con mayoría.
Eso fue lo que desató la mayor ola de protestas encabezadas, entre otros, por los mineros y los sindicatos bolivianos.
vo tuvo que aceptar que la OEA revisara los comicios y el fraude quedó al descubierto en forma inapelable. Cuando eso se confirmó, el fraude, después de tres semanas de movilizaciones cada vez más amplias, la policía se negó a reprimir a los manifestantes, como lo exigía Morales, quien entonces recurrió al ejército para que controlara a la policía y se encargara de la represión. Los militares también se negaron. Cuando quedó exhibido el fraude por la OEA, sin apoyo de la ciudadanía, de la policía y las fuerzas armadas, Morales renunció.
No fue un golpe de Estado, es una crisis constitucional que debe resolverse constitucionalmente.
La caída de Evo Morales es la historia de un dirigente social que quiso perpetuarse en el poder modificando una y otra vez la Constitución de su país.
Que creó organismos electorales y de justicia a modo, que arrasó con sus opositores, que se fue deshaciendo de sus aliados (entre ellos la izquierda tradicional y los sindicatos), que fue exitoso unos años por el alto precio de las materias primas y por el narcotráfico (Bolivia es uno de los principales productores de hoja de coca), con cuyos líderes estableció una suerte de acuerdo de paz para no combatirlos.
Cuando cayó el precio de las materias primas ya no alcanzó para dar los apoyos económicos que Evo repartía con generosidad, el sistema entró en crisis y finalmente cayó luego del fraude electoral certificado por la OEA, que demostró que por lo menos el 38 por ciento de las urnas usadas en la elección tenían más votos que electores.
La doble tentación de perpetuarse en el poder, y para eso construir instituciones a modo, es lo que ha llevado a distintos mandatarios latinoamericanos que llegaron al gobierno con apoyo popular a ir perdiéndolo en la misma medida en que maniobran para reelegirse una y otra vez.
El caso de Evo Morales en Bolivia no es diferente al de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, al de Daniel Ortega en Nicaragua o el de Cuba, con un gobierno que se mantiene inalterable desde 1959, cuando la mayoría de la población de ese país ni siquiera había nacido.
Lo que sucede es que estos gobiernos unipersonales terminan apoyándose en instituciones creadas a modo y para eso deben polarizar cada vez más a sus países. Al final, el único apoyo real son las fuerzas de seguridad.
Cuando pierden el apoyo de éstas, como sucedió en Bolivia, se desmoronan. El peligro es que han llegado en ese camino a tal nivel de polarización, que salir de la crisis sin venganzas y sin violencia termina siendo muy difícil. Por eso terminaron siendo tan valoradas las transiciones de España y Portugal en los años 80, lo mismo que las del Cono Sur tras las dictaduras.
Bolivia tendrá una salida constitucional a la crisis porque los principales actores políticos así lo aceptan y la salida deberá pasar por la convocatoria a nuevas elecciones.
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JUEGOS DE PODER/Leo Zuckermann /
Excélsior
Dos lecciones políticas de Bolivia
• La presidencia de Evo Morales en Bolivia fue exitosa. Nadie puede menospreciar los resultados positivos en el crecimiento económico, la disminución de la pobreza y la mayor integración social de grupos previamente marginados.
La primera: el agandallamiento político tiene un límite y los gobernantes deben entenderlo.
En muchos ámbitos, la presidencia de Evo Morales en Bolivia fue exitosa. Nadie puede menospreciar los resultados positivos en el crecimiento económico, la disminución de la pobreza y la mayor integración social de grupos previamente marginados, como los indígenas.
Al mismo tiempo, el presidente boliviano concentró el poder en su persona. Así lo describe Horst Grebe López en el artículo Evo en claroscuro de la revista Nexos de diciembre de 2018: “un presidencialismo exacerbado, muy cercano al autoritarismo; el sometimiento de todas las instituciones del Estado al Poder Ejecutivo, un sistema decisional altamente concentrado en un círculo estrecho de colaboradores y asesores, la cooptación de dirigentes sindicales mediante generosas prebendas y la onerosa campaña de entrega de obras, grandes y pequeñas, por parte del propio presidente”.
Morales, quien ganó su primera elección como presidente en 2005, promulgó una nueva Constitución en 2009 que él promovió y redactó.
De acuerdo con esta nueva ley fundamental, se llevaron a cabo nuevas elecciones presidenciales que volvió a ganar. La nueva Constitución le permitía una sola reelección al presidente. En 2014, Evo, de nuevo, triunfó en los comicios presidenciales.
En 2016, Morales dio ese paso que, públicamente, lo convirtió en un grosero gandalla. Organizó un referéndum para reformar la Constitución y permitir una reelección más. Perdió. No supo, sin embargo, reconocer la derrota y profundizó su gandallez.
Se fue al Tribunal Electoral, que él controlaba, y solicitó que lo dejaran participar en la elección de 2019, argumentando que se estaba violando su derecho humano a ser votado. “No quiero, pero no puedo decepcionar a mi pueblo”, dijo. Pero el pueblo, o por lo menos, la mayoría que había votado en el referéndum, ya lo había rechazado.
Escandalosamente, el Tribunal, en contra de lo que ordenaba la Constitución, le dio permiso de participar en las elecciones. El agandalle sancionado por el Poder Judicial.
El día de la elección, Morales no estaba teniendo la diferencia de diez puntos porcentuales necesaria para evitar una segunda vuelta. Sospechosamente, el sistema electoral se cayó y, cuando regresó, Evo ya tenía los votos para convertirse en presidente.
Fue la gota que derramó el vaso de tanto agandalle acumulado a lo largo de los años. La concentración del poder lo cegó al punto que no supo retirarse a tiempo. Vieja historia de la política. Pudo haberse retirado como uno de los mejores mandatarios bolivianos de la historia. Hoy, con la cola entre las patas, viene de asilado a México.
La lección es clara: el agandalle tiene un límite. La sociedad lo pone. Unos países son más tolerantes, otros menos, pero, al final, llega el día en que la mayoría de la población ya no aguanta el abuso del poder y actúa en consecuencia.
Segunda lección: los movimientos sociales no alcanzan si no se institucionalizan.
Cito de nuevo a Grebe López: “el nuevo texto constitucional [de 2009] estuvo más destinado a satisfacer las aspiraciones simbólicas de las bases sociales del Movimiento al Socialismo (el partido de Morales, conocido como el MAS) y menos a instaurar un nuevo orden constitucional con la arquitectura institucional correspondiente para la promoción efectiva de la igualdad política y jurídica sin discriminación; la vigencia plena de las garantías constitucionales y de los derechos humanos, así como el funcionamiento del Estado de Derecho y la independencia y coordinación de los poderes del Estado.
Para lograr esto habría que contar con una serie de capacidades institucionales, muy difíciles de conseguir con un gobierno de movimientos sociales que reemplaza al modelo tradicional de partidos políticos”.
Efectivamente, los gobiernos cimentados en movimientos sociales no suelen crear instituciones que aseguren el cambio político, económico y social de un país. El resultado es el paso efímero en el poder de un líder carismático, muy popular, con buenas intenciones, incluso con buenos resultados, pero sin fortalecer la autonomía y capacidad del Estado, al punto que los militares tienen que intervenir en la política.
Dos lecciones importantes. Hay, desde luego, muchas más. Quiero terminar, sin embargo, condenando el golpe de Estado en Bolivia. La intervención del Ejército no era la solución a este problema. Como hemos atestiguado muchas veces en América Latina, hay una cosa peor que el agandalle de los políticos civiles: el agandalle de los militares.
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ESTRICTAMENTE PERSONA/Raymundo Riva Palacio /
El Financiero
Bolivia y la trampa mexicana
La renuncia de Evo Morales a la presidencia de Bolivia, dejó al desnudo lo que es el gobierno mexicano. En 24 horas mostró protagonismo, improvisación y precariedad en análisis y oficio diplomático, al mismo tiempo que construyó una coartada para defender los intereses y el proyecto de nación del presidente Andrés Manuel López Obrador.
En lo que parecía una confusión sobre los sucesos en esa nación, el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, aseguró que lo que sucedió en Bolivia fue un golpe de Estado. Punto. Sin concesiones. ¿Cómo llegó a eso? Con un sofisma. En la conferencia de prensa de este lunes en Palacio Nacional, lo justificó de esta forma:
“Como ustedes saben, se dio a conocer un reporte de la Organización de Estados Americanos en relación al reciente proceso electoral. Después de ello, el presidente Evo Morales propuso que se realizaran nuevas elecciones, cosa que el gobierno de México vio muy bien… a fin de resolver por vía de unas elecciones los diferendos existentes.
Posterior a ello, el ejército de Bolivia pidió la renuncia del presidente y el presidente Evo Morales resolvió presentar su renuncia para evitar una guerra civil. Por consiguiente, es un golpe porque el ejército pidió la renuncia del presidente y eso violenta el orden constitucional en ese país”.
La manera como se presentó tiene errores, y omitieron análisis más sofisticados sobre los hechos –probablemente deliberados–, así como las acciones de otros gobiernos de la región, que los desnudó internacionalmente, pero arropó domésticamente. Como botones de muestra:
1.- Evo Morales renunció de palabra –hasta el lunes la entregó a la Asamblea Legislativa–, por lo cual, cuando expresaba México su posición, seguía siendo presidente y por tanto era apresurada. Junto con él renunciaron el vicepresidente, la líder del Senado y el líder de la Cámara de Diputados, quienes se encuentran en la línea de sucesión.
Por tanto, no hay quien asuma la presidencia para convocar nuevas elecciones. En la prelación constitucional podría subir la líder del partido de oposición Jeanine Añez Chávez, segunda vicepresidenta en el Senado, pero se le dificultará porque se requiere una mayoría calificada, imposible de alcanzar para ella porque está controlado por el Movimiento al Socialismo, el partido de Morales. Se puede argumentar que Morales creó una crisis constitucional al dejar un vacío de poder que ha sido llenado por el caos y la anarquía en Bolivia.
2.- El argumento del golpe de las Fuerzas Armadas no se sostiene. Las Fuerzas Armadas sólo pidieron que renunciara Morales, no todo el gobierno y el legislativo. No lo depusieron, ni instalaron una Junta Militar en su lugar, suspendieron garantías o impusieron a un títere.
No salieron a las calles para evitar caos y violencia, ni decretaron un estado de excepción, o tomaron control del gobierno, las comunicaciones, ni censuraron los medios de comunicación o prohibieron las reuniones. Esto no quita importancia a la ruptura del orden constitucional, pero no es un golpe.
3.- Ebrard se apresuró a ofrecerle asilo político a Morales. El presidente ha dicho que no se va a ir de Bolivia y está en Cochabamba, su tierra, quizás operando políticamente para ver cómo saca provecho de la crisis que detonó.
Nadie le ha pedido a México que lo asile, con lo cual pierde la fuerza política que, en caso de solicitarle que lo recibiera, capitalizaría su aportación para apaciguar la violencia y contribuir a la pacificación. Ebrard adelantó conclusiones, cuando apenas iniciaba la siguiente fase de la lucha política boliviana.
4.- Ebrard anunció el lunes que pedirían una reunión de emergencia en la Organización de Estados Americanos para analizar la situación en Bolivia. La decisión es correcta, y debió haber sido la única que formularan, pero no el lunes sino el domingo, como varias naciones latinoamericanas lo hicieron la víspera, tan pronto como se volvió ingobernable Bolivia.
La aparente confusión mexicana quedó confirmada de manera clara en los mensajes que se apuraron a escribir miembros del gabinete o cercanos a López Obrador. Pero lo mejor salió de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, quien afirmó en Twitter: “Angela Merkel tiene 14 años en el poder, pero como es Alemania nadie dice nada.
Evo Morales tiene 13 años en la presidencia por decisión soberana de su pueblo, pero como es un país en vías de desarrollo, lo acusan de ‘dictador’. El conservadurismo y su doble rasero”.
Optaron por ocultar, desde el Presidente para abajo, que la crisis constitucional boliviana fue detonada por Morales, al haber cometido lo que interna e internacionalmente se considera un fraude electoral, y haber rechazado cuatro días después de la elección la sugerencia de la OEA para convocar nuevas elecciones, como lo reafirmó el domingo pasado.
La principal crítica a Sheinbaum provino desde Washington, en la cuenta de la embajadora mexicana Martha Bárcena, quien respondió en Twitter: “Con una diferencia fundamental, Alemania es un país con un sistema parlamentario y Bolivia tiene un sistema presidencial. En Alemania el gobierno encabezado por Angela Merkel ha sido de coalición. Un poco de sistemas políticos comparados”.
La confusión mexicana impide que haya en México un debate racional a partir del conocimiento. Los pronunciamientos primitivos, por ignorantes y temerarios, distraen y obstruyen un análisis que permita tomar decisiones correctas. La ruptura del orden constitucional en Bolivia es un asunto muy serio, al igual el que las Fuerzas Armadas sean el árbitro de una crisis política.
Esto habla de la debilidad de las instituciones y de la necesidad de fortalecer los instrumentos democráticos. Pero quizás todo es deliberado, porque la caída de Evo Morales es un golpe directo al proyecto autoritario que está construyendo López Obrador en México. De esto hablaremos en la siguiente columna.
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¿Es un golpe o no?/Leonardo Kourchenko
El Globo
El Financiero
Los sucesos en Bolivia que condujeron a la renuncia del presidente Evo Morales han provocado un extenso debate en el continente y el mundo acerca de la ruptura del orden constitucional. ¿Existe o no un golpe militar para desplazarlo del poder? Técnicamente, no. Existe una presión clara –sugerencia explícita- del mando militar para que el presidente se retire y permita con ese hecho la pacificación del país. Y la policía juega también un papel determinante, porque las protestas encabezadas por esa fuerza, junto a la renuncia de su comandante, envían un claro mensaje de rechazo al presidente Morales.
¿Cómo empezó todo esto? ¿De dónde viene? Pero sobre todo ¿por qué las fuerzas armadas retiran su apoyo al presidente Morales?
Evo encabezó uno de los gobiernos más populares en la historia de Bolivia. Votado en tres ocasiones, presidente desde el 2006, pretendió en 2016 someter a consideración de la ciudadanía una presidencia atemporal, permanente, donde él se quedara sin necesidad de ir a elecciones. Ese es un punto de quiebre que provoca la fractura en el extenso apoyo popular a Evo.
No satisfecho con la derrota en el referéndum, solicita al Tribunal Supremo que le permita presentarse una vez más como candidato presidencial –su cuarta candidatura– en las elecciones del 2019. El Tribunal se lo concede a pesar de que el descontento se extendía. Hoy sabemos que ese órgano estaba repleto de simpatizantes y seguidores de Evo. Importante acotación para los presidentes que toman control de los órganos jurisdiccionales autónomos.
Después de unas elecciones complejas, competidas, de resultados confusos y aparentemente, con un señalado desaseo en el proceso de escrutinio, el Tribunal declara ganador a Evo, cuando todos los sondeos indicaban un resultado cerrado que obligaba por ley, la celebración de una segunda vuelta.
Señales múltiples al interior de Bolivia de que su presidente, otrora popular, querido, impulsor de un importante crecimiento económico, quería quedarse en el poder.
La OEA (Organización de Estados Americanos) es convocada como organismo internacional defensor de las democracias y los derechos ciudadanos, a realizar una auditoría a las elecciones. Después de 10 días de protestas, manifestaciones, inconformidad social creciente, la auditoría concluye en que el proceso debe ser repuesto, dado que hubo significativas irregularidades.
Ese es el punto de quiebre para los militares. Cuando se comprueba que hubo manoseo en los conteos, urnas, votos y resultados –suspendieron 24 horas con el 84% de los votos ya registrados, para dar después a Evo como ganador– retiran su respaldo al presidente y le sugieren renunciar para permitir que la paz y el orden vuelvan al país.
Pero con él, renuncian muchos de sus seguidores e incondicionales: la presidenta del Tribunal –detenida horas después portando un disfraz de hombre; la presidenta del Senado; el presidente de la Cámara de Diputados; el Comandante de la policía. Muchos señalados como partícipes del fraude que otorgó ilegalmente la victoria a Morales.
Hoy el conflicto constitucional es que el vicepresidente –quien también renunció– debiera asumir las funciones interinas y convocar a elecciones. O en su ausencia, el presidente del senado o de diputados. No hay, todos se fueron. La Asamblea Legislativa deberá designar un presidente interino que convoque a elecciones en 90 días, según la constitución.
La clave es mantener el marco constitucional y jurídico, tener un presidente en 24 horas y pacificar al país.
¿Si los militares le retiran el apoyo a un presidente se rompe el orden constitucional? Evo no fue depuesto, renunció, aunque ciertamente, bajo la presión de los militares. Entonces tal vez, como señalaron expertos argentinos, se trate de un golpe militar-policial-ciudadano porque decenas de miles de personas, exigían en las calles, la renuncia de Evo.
Hechos incontrovertibles: hubo fraude electoral, y las autoridades judiciales lo avalaron. Todos son responsables. El presidente denunció la orquestación de un golpe en su contra, cuando aparecen claras señalas de que no habría obediencia absoluta si se demostraba el fraude; líderes regionales como Luis Fernando Camacho de Santa Cruz, fueron opositores clave a la imposición de otro período presidencial.
Es complejo. Los militares defendieron la democracia y evitaron el triunfo de un acto ilegal; pero lo hicieron cometiendo otro al empujar al presidente a la renuncia forzada.
Carlos Mesa candidato presidencial opositor ha llamado a la Asamblea a retomar el orden jurídico y designar un interino, para remover la sombra de golpe y que Evo se declare víctima. Habrá que esperar y ver si las instituciones son más fuertes que las personas y los individuos, se logra restituir la paz con una figura de neutralidad política que convoque a elecciones extraordinarias.
Adiós a un líder extraordinariamente popular, que contra viento y marea, forzando la ley, cometiendo fraude, quiso quedarse en el poder. Lo rechazó la ciudadanía, los militares, la policía. Se va dos meses antes de cumplir 14 años en el cargo con méritos importantes. La obsesión por quedarse más allá de sus tiempos y periodos pierde a más de un mandatario latinoamericano –como demuestra en tiempos recientes, Nicaragua, Venezuela, Ecuador, y hasta Brasil, aunque por vía electoral.
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Un avión para Evo
Bitácora del director/PASCAL BELTRÁN DEL RÍO
Excelsior,
En febrero pasado, el Congreso de la Unión aprobó –a petición del presidente López Obrador– una reforma al artículo 19 de la Constitución para castigar con prisión preventiva oficiosa una serie de conductas delictivas, entre ellas la de fraude electoral.
La denuncia de dicha conducta ha sido parte central de la carrera política del hoy Presidente. Por su inconformidad con los resultados electorales hizo el Éxodo por la Democracia en 1991 –una caminata de Villahermosa a la Ciudad de México– y bloqueó Paseo de la Reforma en 2006.
Dados estos antecedentes, resulta extraño que su gobierno haya sido el primero en ofrecer asilo político a Evo Morales, apenas se había anunciado su renuncia a la Presidencia de Bolivia. Ayer, Morales informó a la Cancillería que aceptaba la invitación. Poco después, despegaba un avión de la Fuerza Aérea Mexicana para ir a traerlo de Bolivia.
Digo que es extraño porque Evo Morales está acusado de haber recurrido al fraude electoral para evitar la realización del balotaje en las elecciones presidenciales, cuya primera vuelta se celebró el 20 de octubre. Más aún, ni siquiera debió ser candidato a la reelección, pues un referéndum en 2016 le negó el derecho a un cuarto mandato.
Para no ir a segunda vuelta, Morales tenía que sacar al menos 10 puntos al segundo lugar. Cuando ya fluían los resultados, el Presidente boliviano no alcanzaba esa diferencia. Pero luego vino una extraña caída del sistema de cómputo. Cuando fue solucionada, mágicamente había superado el umbral.
Eso y mucho más fue evidenciado por el Grupo de Análisis de las Elecciones de Bolivia, de la Organización de Estados Americanos (OEA), que el domingo recomendó realizar nuevos comicios.
El país sudamericano ya llevaba tres semanas de protestas multitudinarias que se volvieron violentas cuando Morales, exhibido por la OEA, aceptó que se repitieran las elecciones presidenciales y cambiar la composición del órgano electoral, que había sido capturado por el oficialismo.
Ante la violencia callejera, las Fuerzas Armadas sugirieron a Morales renunciar al cargo. Entre otros hechos, varias casas de funcionarios públicos y legisladores habían sido quemadas.
Ayer el periódico español El País informó que la petición de renuncia vino de parte de una cúpula militar con la que Morales había llevado una extraordinaria relación, al punto de que el comandante Williams Kaliman se había desbordado en elogios, llamándolo su “presidente favorito”.
“Uno de los factores clave de la caída de Evo Morales –publicó El País– fue el papel que adoptaron los militares, que decidieron ‘no enfrentarse al pueblo’ y luego pidieron la renuncia del presidente (...) Las fuerzas armadas fueron sistemáticamente cortejadas por Morales y su gobierno, que las potenció financieramente; les cedió sectores de administración del Estado, como la aeronáutica; aumentó su presupuesto, y mantuvo excelentes relaciones con sus comandantes, incluido el último, (el general) Williams Kaliman” .
n otra nota, el propio diario dijo que los soldados aceptaron todas las excentricidades solicitadas por Morales, como que se declarara la condición “antiimperialista” de las Fuerzas Armadas y el uso de la bandera indígena whipala y el grito castrista de “patria o muerte” en su ceremonial.
El hecho de que los soldados bolivianos hayan rehusado enfrentarse a los manifestantes y le hayan sugerido renunciar para detener la violencia ha sido usado como pretexto para hablar de un “golpe de Estado”, dejando de lado el fraude cometido por Morales y sus secuaces y señalado por la OEA.
Morales, como lo hizo Porfirio Díaz, en 1911, renunció a la Presidencia y se fue al exilio para no ser responsable de un baño de sangre provocado por su pretensión de eternizarse en el poder mediante un fraude electoral.
Así que al otorgar refugio a Evo Morales, México asilará a un defraudador electoral, el cual tendría que ir a la cárcel, sin derecho a fianza, si se le aplicara la ley mexicana.
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¡Cardenas asiló a victimas de dictadores; AMLO al dictador!
ITINERARIO POLÍTICO/RICARDO ALEMÁN
El Debate,
El gobierno de López Obrador, sus leales, colaboradores y hasta su partido Morena suelen presumir que son la mismísima representación de la izquierda mexicana, con todo lo que eso signifique.
Sin embargo, la terca realidad se ha encargado de demostrar --en once meses--, que la congruencia y el pensamiento lógico no existen en el diccionario del partido Morena, tampoco del presidente Obrador y menos de los aplaudidores y simpatizantes lopistas.
¿Por qué?
Porque la historia los aplasta, los exhibe, los ridiculiza y los deja ver como lo que siempre han sido; una caricatura del poder.
¿Lo dudan?
1.- Hace casi nueve décadas que el entones presidente Cárdenas abrió la puerta de México al llamado “exilio español”, a los Republicanos perseguidos de la dictadura de Franco.
Hoy, los hijos y hasta nietos de muchos de esos exiliados españoles son algunos de los más fanáticos aplaudidores del gobierno dictatorial de López Obrador, de un gobierno dizque de izquieda, que abre las puertas no a las víctimas de la dictadora de Evo Morales, sino que le suplica al dictador que acepte el asilo político de México.
2.- Cuauhtémoc Cárdenas vivió por décadas de las glorias del ex presidente, su padre. Sin embargo, hasta la tarde de ayer guardaba silencio sobre el despropósito de gobierno mexicano de asilar políticamente al dictador Evo Morales. Y claro, el nieto de Cárdenas, Lázaro Cárdenas Batel, es el jefe de gabinete de López Obrador; es el operador del asilo al dictador.
3. El populista Luís Echeverría, que persiguió a la izquierda mexicana, que fue el artífice de las masacres del 2 de octubre de 1968 y del 10 de junio de 1971, asiló a no pocas víctimas de las dictaduras latinoamericanas. Hoy, el también populista López Obrador, supuesto epítome de la izquierda, asila al dictador Evo Morales, no a sus víctimas.
4.- Otro López, en éste caso López Portillo, dió asilo y financiamiento a la guerrilla Sandinista, que peleaba contra el dictador Somosa. A la caída del sástrapa Somosa, el populista López Portillo alardeó el apoyo a los Sandinistas, cuyo líder, Daniel Ortega, terminó en otro dictador sátrapa que tiraniza a Nicaragua. Hoy, el López moderno, López Obrador, también apoya a Daniel Ortega, ya convertido en dictador y hasta promete regalarle el dinero de los mexicanos.
5.- Fueron memorables las marchas, movilizaciones y protestas de la izquierda mexicana contra dictaduras rapaces y sátrapas como las de Pinochet en Chile, Stroessner en Paraguay y Videla en argentina, entre otras, que reclamaban que México asilara a las víctimas de esas dictaduras.
Lo mejor de muchos de esos países hoy está en México; eran perseguidos políticos a los que México abrió los brazos y las puertas. Sin embargo, hoy el dizque gobierno de izquierda, de AMLO, suplica al dictador Evo Morales para darle asilo político. Llega a México la escoria del continente.
6.- Las víctimas de las dictaduras de Venezuela, Nicaragua y Cuba hoy son perseguidos políticos en México; mientras que los grupos parlamentarios del partido Morena --en el Congreso mexicano--, tienen entre sus asesores a golpistas españoles, a seguidores del franquismo y adoradores de Nicolás Maduro.
7.- Durante 12 años, López Obrador y sus partidos –primero el PRD y luego Morena--, se dijeron víctimas de sendos fraudes electorales en las elecciones de 2006 y 2012.
Hoy, Morena, sus militantes, la llamada izquierda mexicana guardó silencio cuando su aliado, Evo Morales, cometió el más grande fraude que haya conocido Bolivia, para perpetuar en el poder precisamente al sátrapa Evo Morales, a quien los bolivianos echaron de una patada en el trasero y a quien AMLO le otorga asilo político.
8.- Por décadas, López Obrador pregonó que “el pueblo manda” y que “el pueblo pone y quita”. Sin embargo hoy, cuando millones de bolivianos salieron a la calle para rechazar el fraude electoral de Evo Morales; cuando el pueblo sacó a patadas al sátrapa dictador Morales, el partido Morena, el gobierno de Obrador y la dizque izqueirda mexicana guardan silencio ante el fraude y salen en defensa del dictador.
La realidad, la incongruencia y la incapacidad de ver más allá de sus ambiciones sin límite, han llevado a la dizque izquierda mexicana al más lamentable de los ridículos.
l problema, cuando todo esto termine; cuando acabe la fiebre y la locura lopista, qué le dirán a sus hijos y nietos los traidores a la padtria que hoy siguen siegos, sordos y fanáticos las locuras de AMLO.
La historia los colocará en el bote de basura.
Al tiempo.
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Bolivia: una historia inconclusa | Leopoldo Gómez
Tercer Grado
Milenio
A diferencia de lo que se ha visto en otros países de la región, las protestas en Bolivia que desembocaron en golpe de Estado no tienen raíces económicas. Con un crecimiento promedio de 5 por ciento anual en la última década y una importante reducción de la pobreza, la de Evo Morales es una historia de éxito incuestionable.
Las causas de las protestas en Bolivia se encuentran en el ámbito político. Al cambiar las reglas del juego para reelegirse una y otra vez, Morales alimentó la percepción de que se eternizaría en el poder. El problema no fue haber gobernado 14 años, pues eso ocurre hasta en las democracias más avanzadas, sino el cambio reiterado de las reglas del juego, con el que Morales mandó la señal de que la alternancia por la vía electoral sería imposible.
Pero la historia aún no termina. El nuevo gobierno deberá pacificar un país dividido y enfrentar una situación económica más complicada. Su margen de maniobra para convocar a los muy decepcionados seguidores de Evo y, a la vez, satisfacer las expectativas de quienes ya no lo querían en el poder será muy estrecho, sobre todo porque la inestabilidad afectará las perspectivas económicas de Bolivia.
Sin espacio para endeudarse más por el elevado déficit en las finanzas públicas —superior a 8% del PIB— y sin la bonanza en el mercado mundial de materias primas, el crecimiento conseguido por ese país en los últimos años difícilmente será replicable. En tal escenario, el legado económico y social de Evo se verá aún más grande.
Por ello, no sería extraño que, después de un tiempo de asilo y pese al intento de perpetuarse en el poder que acusa una parte de la ciudadanía boliviana, Evo regresara triunfante a su país. Ahí está de vuelta el peronismo en Argentina, después del fracaso de Macri para echar a andar la economía.
No olvidemos que Evo Morales es uno de esos líderes latinoamericanos capaces de generar movimientos que perduran por décadas. Simboliza al hombre fuerte, carismático, que dio voz y representación a quienes habían sido marginados, como en su momento lo hizo Cárdenas en México, Perón en Argentina o Chávez en Venezuela.
Evo es uno de esos caudillos que con el tiempo se convierten en leyenda.
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Bienvenido, presidente Evo Morales | Ricardo Monreal Ávila
Antilogía
Milenio
Hace dos semanas escribíamos en este espacio sobre la oleada de movimientos democráticos que están cruzando la América Latina.
“En Colombia, Brasil, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina, una nueva ciudadanía toma las calles y las plazas para hacer valer sus demandas y exigencias de dignidad y respeto a sus derechos.
“La mayor parte de estas protestas es por las llamadas políticas económicas neoliberales que han dejado una cordillera de desigualdad, marginación y estancamiento en los países andinos.
“Solo en uno de estos países, Bolivia, gobernado por un mandatario y un programa de izquierda, las protestas son por el ‘fraude electoral’. En el resto, las movilizaciones populares y las demandas ciudadanas son contra la corrupción gubernamental y la desigualdad social”.
Evo Morales llegó a la presidencia de Bolivia en 2005, con 54 por ciento de los votos. Poseía tres cualidades que le dieron un impulso electoral inusitado: su origen indígena (se le comparaba con nuestro Benito Juárez), su formación política como dirigente sindical de los cocaleros (se le equiparaba con el polaco Lech Walesa) y promovía un programa de gobierno de izquierda, de corte social y justicialista.
Desarrolló un partido de masas, MAS, con presencia nacional, apoyado en liderazgos regionales y cuadros jóvenes, que le permitió ganar por segunda ocasión la presidencia de Bolivia en 2009, con 64% de la votación.
El gobierno de Evo Morales le dio a Bolivia una década de crecimiento económico con tasas promedio de 5%. Se le llamó “el milagro económico boliviano”, el cual se fincó en la nacionalización de los hidrocarburos en 2006; las exportaciones cuantiosas de gas natural a Argentina y Brasil; un impuesto directo a la energía, que le permitió fortalecer la hacienda pública; significativas inversiones en infraestructura pública (carreteras, presas y electrificación), y un notable gasto social en las zonas marginadas e indígenas del país.
Esto le permitió ir a una tercera postulación en 2014 y obtener 61% de la votación, pero ya con las primeras resistencias políticas.
Este año, el presidente Evo Morales contendió por cuarta ocasión en condiciones de mayor rispidez partidista y de coyunturas económicas adversas, que impidieron a MAS obtener claramente una ventaja superior a 10% sobre el segundo competidor, Carlos Mesa, para evitar una segunda vuelta electoral.
Cuatro eventos precipitaron el desenlace político que hoy conocemos: la caída del sistema de conteo rápido del Tribunal Supremo Electoral; los resultados de la auditoría electoral realizada por la OEA, revelando “irregularidades importantes”; las movilizaciones “clasemedieras” de la oposición, y la “sugerencia” del alto mando de las fuerzas armadas para que el presidente renunciara a su mandato.
Apegado a una de sus mejores tradiciones diplomáticas, México ofreció asilo político al mandatario boliviano, y éste aceptó. Bienvenido a México, presidente Evo Morales, porque solo un estadista antepone la vida y la seguridad de sus compatriotas ante cualquier intento de militarismo golpista, solo un demócrata solicita una auditoría electoral a un organismo internacional y solo un estratega del juego político da un paso atrás para preparar dos más adelante.
ricardomonreala@yahoo.com.mx
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De la ambición del poder al golpe de Estado
EN PRIVADO/JOAQUÍN LÓPEZ DÓRIGA
Milenio
¡A Evo…! Florestán.
Desde el fin de semana, el presidente López Obrador estuvo al tanto de la crisis boliviana por Marcelo Ebrard. Y tomó la decisión de condenar el golpe de Estado, porque fue un golpe de Estado, y ofrecer asilo diplomático a Evo Morales, quien el domingo renunció a la presidencia de su país por la sugerencia de las Fuerzas Armadas que le retiraron su apoyo mientras en la calle se enfrentaban seguidores y opositores desde el pasado día 21, tras la maniobra en su PREP.
Durante 18 días, los bolivianos salieron a protestar por esa manipulación electoral que antes del parón, llevaba a Morales a una segunda vuelta, y al reiniciarlo se invirtió y lo colocó ganador en esa primera vuelta, lo que era su tercera reelección, hasta el 22 enero de 2025.
Morales era el presidente más longevo del continente, con trece años, 8 meses y 18 días y ahora lo es Daniel Ortega, en Nicaragua, quien en enero cumplirá trece años en el cargo y va por más.
Evo se equivocó al querer alargar su Gobierno por tiempo indefinido. Inició el 22 de enero de 2006 y volvió a ganar cinco años después. Modificó la Constitución, que solo permitía una reelección para que fueran dos, y en 2015 logró su tercer mandato. En 2016 hizo una consulta popular para reformar la Constitución y abrir la tercera reelección, pero perdió. No obstante, operó con el Tribunal Supremo, que controlaba, y fue por otro quinquenio, lo que fue apoyado por los órganos electorales equivalentes al tribunal electoral y al INE de aquí. Se presentó a las elecciones del pasado octubre por otra reelección, cuyo resultado manipulado provocó dos semanas de motines callejeros hasta que las Fuerzas Armadas le sugirieron, como prevé la Constitución boliviana, la renuncia, pero el mensaje era que había dejado de apoyarlo, y se tuvo que ir.
Hoy por la mañana llegó a México como asilado.
Igual aparece en la mañanera de hoy, si llega a tiempo, o en la de mañana.
RETALES
1. PREVISIÓN.- El gobierno del presidente López Obrador usó el avión Grumman 5.5 que era el TP-07 (Transporte Presidencial 07) del EMP y estaba en venta, para traer a Morales. Solo le habían borrado los letreros de Fuerza Aérea Mexicana y lo mandó antes del anuncio de Ebrard;
2. ERROR.- Claudia Sheinbaum debería preocuparse por su encargado de redes. Subió a su Twitter que: Angela Merkel tiene 14 años en el poder, pero como es Alemania nadie dice nada, refiriéndose a Evo Morales. Igualitos; y
3. CACHIRULO.- Lo mejor sería que Rosario Piedra no se presentara hoy a protestar el cargo de presidenta de la CNDH, pues no alcanzó la mayoría calificada. En Morena sostienen que sí porque votaron 114 senadores y la mayoría calificada era de los 76 que obtuvo. Pero la ley dice que las dos terceras partes son de los senadores presentes por lo que si eran 116, está impedida ya que no alcanzó la calificada de 77.
Nos vemos mañana, pero en privado.
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JAQUE MATE/Sergio Sarmiento /
Evo y Bolivia
"Si es ilegal, legalicen ustedes. ¿Para qué han estudiado?". Evo Morales, 2008.
Lo curioso es que Bolivia ha tenido un buen desempeño económico.
Evo Morales asumió el poder el 22 de enero de 2006 cuando el Producto Interno Bruto de Bolivia era de 9,549 millones de dólares (2005), pero en 2018 había aumentado cuatro veces hasta 40,288 millones de dólares.
Se calcula que el país tendrá un crecimiento de 3.9 por ciento en este 2019, el mejor de América Latina. En 2005 el 59.6 por ciento de la población estaba en situación oficial de pobreza, pero para 2018 la cifra había bajado a 34.6 por ciento.
La desigualdad descendió de 58.5 en el índice de Gini en 2005 a 44 en 2017.
Es difícil encontrar cifras más positivas en Latinoamérica (cifras del Banco Mundial).
El gran pecado de Evo, como de muchos otros políticos latinoamericanos, ha sido tratar de permanecer en el poder de manera indefinida.
La escritora Elena Poniatowska lo señaló al preguntar en Twitter: "¿Por qué los presidentes de la república quieren eternizarse en el poder? ¿Por qué insiste Evo Morales en creer que no hay nadie más que él?".
Evo fue electo Presidente en 2005 para un periodo de cuatro años, de 2006 a 2010. En 2008 se sometió a un referéndum revocatorio que por supuesto ganó.
Después cambió la Constitución para permitir una sola reelección y así contendió en 2009 para el periodo 2010 a 2014.
Declaró primero que estaría dispuesto a irse a su casa en 2014, pero después argumentó que el primer periodo no contaba porque había sido bajo una Constitución distinta.
Así, se postuló nuevamente en 2013, ahora para el periodo 2014-2020, en lo que su propia Constitución señalaba como el último mandato posible.
Pero el ánimo de poder pesa mucho en los ambiciosos.
En 2016 Evo organizó un nuevo referéndum, ahora para preguntar si los bolivianos querían que se reeligiera otra vez en 2019.
A pesar de que él controlaba al Tribunal Electoral, la respuesta fue No, con 51 por ciento de los votos.
La opinión del pueblo sabio, sin embargo, no iba a disuadir a Evo de su intento por conservar el poder.
Así que buscó postularse nuevamente y el Tribunal Constitucional, que él mismo designó, avaló en 2017 que tenía derecho a reelegirse otra vez, y las veces que quisiera, a pesar de que lo prohibía la Constitución, porque ese era un derecho humano.
Por eso contendió nuevamente en 2019, sin molestarse en cambiar la Constitución que lo prohibía. Como al parecer no obtuvo la mayoría que le evitaría una segunda vuelta, cometió un fraude en la votación del 20 de octubre, el cual ha sido documentado detalladamente por un estudio de la OEA, cuya realización el propio Evo solicitó.
El gobierno mexicano se apresuró a reconocer el supuesto triunfo de Evo, junto con Cuba y Venezuela, cosa que no hizo ningún país democrático.
El canciller Marcelo Ebrard ahora ha protestado por lo que llama un golpe de Estado.
La decisión del general Williams Kaliman, comandante de las Fuerzas Armadas de Bolivia, de pedir la renuncia de Evo Morales es ciertamente cuestionable, aun cuando no haya mandado tropas a tomar control del gobierno, como es común en un golpe militar.
Hasta este momento nadie se ha proclamado gobernante. No hay duda, sin embargo, que el principal pecado de Evo fue violar la ley para quedarse en la Presidencia.
El afán de eternizarse en el poder ha sido la tentación mortal de todos los dictadores latinoamericanos.
· ¿DICTADOR?
Claudia Sheinbaum declaró en Twitter que Ángela Merkel tiene 14 años en el poder en Alemania, pero nadie dice nada; pero cuando Evo Morales, por "decisión soberana de su pueblo", trata de reelegirse lo acusan de "dictador". Supongo que Sheinbaum no conoce la diferencia entre un régimen parlamentario y uno presidencial, ni tampoco se ha enterado que Evo violó su propia Constitución en el afán de eternizarse en el poder.
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Sacado, no ido/Manuel J. Jáuregui
¡ REFORMA
12 Nov. 2019
Si acaso hubo un golpe en Bolivia, éste fue el de las patadas que recibió en el trasero el populista dictador socialista, Evo Morales, cuando EL PUEBLO lo sacó de la Presidencia después de casi CATORCE AÑOS de perpetuarse en el poder... y querer seguir.
No hubo ni hay en Bolivia "golpe militar", como lo afirmó prematura y canteadamente el Canciller Ebrard, quien con sus dichos -y ahora hechos- no sólo VIOLÓ la legendaria Doctrina Estrada, Biblia de nuestra política exterior, y que ordena NO INTERVENIR en los asuntos internos de otros países, sino también la MÁXIMA JUARISTA de "El respeto al derecho ajeno es la paz". Nada tiene que andar haciendo México opinando -y actuando al darle asilo, cuando otros países sudamericanos lo rechazaron- sobre Bolivia y sus asuntos internos. ¡Menos alineándose cercanamente con el despuesto dictador junto con CUBA Y VENEZUELA!
En Bolivia habrá ELECCIONES y un nuevo Presidente, electo legítimamente por el pueblo, y no como producto de una chapucera SIMULACIÓN para violentar la democracia en un asalto al poder mediante chicanadas electorales.
A Morales lo sacaron a patadas los bolivianos por HACER TRAMPA electoral, por pisotear la democracia boliviana y por haber corrompido y subvertido los organismos electorales de Bolivia, cuyos titulares han sido acusados judicialmente y serán enjuiciados: esto hizo Evo Morales para perpetuarse en el poder. Así son estos "mesías" quesque defensores del pueblo: asaltan el poder y se aferran a él como perros hambrientos a hueso de carnicería. Esta ansia de poder no la demostró nunca, por ejemplo, Pepe Mujica, en URUGUAY... ¡ése sí, buen gobernante progresista practicante de la "izquierda atinada"!
Pero tiranos como Evo, que se engolosinan con el poder, padecen de un narcisismo esquizofrénico que les crea una adicción al acto de imponerse y someter a otros a sus caprichos, pues sólo así es que se sienten realizados. No hay en ellos ni una pizca de demócratas, ni de defensores del pueblo, pues usualmente al que primero victimizan sus políticas económicas desatinadas es precisamente al pueblo, a los pobres que dicen defender.
La Organización de los Estados Americanos (OEA) certificó que hubo una manipulación de los resultados electorales durante el conteo de votos, y que en esto participaron las mismas instituciones electorales puestas por el tal Evo. Por ello Morales dejó de ser Presidente, por ILEGÍTIMO, y eso lo decidió el pueblo de Bolivia, y por lo mismo, bien debió el Canciller Ebrard -y el Gobierno que representa- guardar una sana neutralidad, MENOS aún darle asilo al tirano o pedir la intervención de la OEA (la misma que determinó la ilegitimidad de Morales) para que exigiera elecciones y cuando ésta lo hizo ayer mismo salió Ebrard muy imprudentemente a decir que "era tarde".
Total que estos señores de la 4T hasta lo que no se comen les cae mal.
No tiene derecho nuestro Gobierno de andar alineando a México (todo México, no sólo los simpatizantes de Evo dentro de la 4T) con DÉSPOTAS como Maduro en defensa de otro déspota como el Evo que sumió a Bolivia en la RUINA económica. ¡Y menos darle asilo!
El destino de Bolivia sólo corresponde decidirlo A LOS BOLIVIANOS no al "cadre" de Gobiernos neocomunistas que simpatizan con dictadores como Nicolás Maduro, quien ha sumido a Venezuela en el pozo de la desgracia, acrecentando en el antes próspero país la pobreza y creando en él un cultivo activo para el cáncer de la corrupción, generando de paso carencias innumerables y las más denigrante miseria.
Bien haría nuestro Gobierno en ponerle el termómetro a los inversionistas extranjeros, quienes no están nada contentos con el rumbo que ha tomado el Gobierno de México. Las cifras no mienten, son clarísimas, y suenan la campana de ALARMA. La tenencia de DEUDA MEXICANA en manos de extranjeros se ha reducido del -aprox- 66 por ciento a menos del 55 por ciento en tan sólo los últimos meses del actual Gobierno. Se le comienza a mirar a éste con escepticismo si no es que con miedo y por ello los inversionistas abandonan México.
Posturas intervencionistas, como la exhibida por nuestro Gobierno en los últimos días, NO AYUDAN NADA en mejorar la percepción negativa que se comienza a tener de la actual Administración. Si no corrigen el vacilante rumbo que llevan en la conducción de la economía, en la ineptitud para frenar la violencia y en el manejo sesgado a la izquierda de nuestra política exterior, corre el riesgo el Gobierno de recibir unos dolorosos patines provenientes del exterior cuando menos lo esperan... y más les duela.
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Ni fraudes ni golpes
COLABORADOR INVITADO / Enrique Bravo
REFORMA
12 Nov. 2019
La creciente polarización en América Latina cierra cada vez más el espacio para la mesura y para ver los matices de la realidad en la región. Los lentes ideológicos nublan la vista y permiten pasar por alto prácticas antidemocráticas siempre y cuando favorezcan a la propia posición. Estas son malas noticias para el futuro de la región.
La crisis boliviana es un perfecto ejemplo del enorme reto que representa distinguir los hechos mismos de sus interpretaciones. Partamos por los hechos. La elección presidencial en Bolivia tuvo lugar el 20 de octubre pasado con la polémica participación del entonces Presidente, Evo Morales, quien buscaba reelegirse por tercera vez, habilitado por una cuestionable decisión del Tribunal Constitucional a pesar de haber perdido un referéndum que le habría permitido reformar la Constitución nuevamente. Los resultados iniciales del 20 de octubre parecían negarle a Morales una victoria en primera vuelta. Pero después de una "caída del sistema" los números sorpresivamente le daban el margen necesario para evitar una segunda vuelta. Los cuestionamientos del proceso y del resultado oficial hicieron que el gobierno boliviano acordara con la Organización de los Estados Americanos (OEA) la realización de una auditoría al proceso electoral.
Después de casi tres semanas de implacables protestas postelectorales, este domingo se presentó el informe de dicha auditoría que encontró evidencia de irregularidades graves y recomendó tanto la anulación de la elección como una investigación para deslindar responsabilidades. Ante la contundencia del informe y el evidente descontento popular, Evo Morales decidió convocar a nuevas elecciones y a renovar la integración del Tribunal Supremo Electoral. En un dramático desarrollo de los acontecimientos, ese mismo día, el liderazgo de las Fuerzas Armadas retiró públicamente su respaldo al Presidente y le pidió renunciar. Acto seguido, en evidente posición debilitada y ante la presión militar, Morales anunció su dimisión y abandonó el poder. Hasta aquí los hechos.
A todas luces en Bolivia hubo un fraude electoral. La elección no logró de manera limpia y justa traducir las preferencias ciudadanas en una nueva distribución del poder. Pero había remedio posible propuesto: nuevas elecciones con autoridad electoral reestructurada. Sin embargo, lo que siguió fue la renuncia presidencial obligada de facto por presión militar... ¿a qué suena eso?
Para correligionarios de Morales la posición de la OEA y la auditoría (a pesar de su rigor técnico) son solo la mano ejecutora de "los designios de Washington", de una orden "del imperio yanqui" y un esfuerzo por contravenir la voluntad popular. No habría argumento o evidencia que pueda desmontar esa impresión. De la misma manera, los adversarios de Morales celebran deshacerse de él a como dé lugar y por lo tanto la dimisión forzada por militares que representa un rompimiento del orden institucional es interpretada como un acto de liberación. No ven que las democracias no se construyen a punta de golpes de Estado. Pregúntenle a Egipto después de la primavera árabe.
Hoy es evidente el reto de construir o defender procesos democráticos en medio de un entorno tan polarizado. Este contexto latinoamericano -y global en realidad- hace que la disputa por el poder político sea un cuestión de supervivencia, un juego de suma cero en el que el asenso al poder de uno se convierte en una amenaza existencial para otros. Esto pone en aprietos al proceso democrático que busca generar sí gobiernos de mayorías, pero que también debe garantizar la protección de las minorías. Es hora de quitarse los lentes ideológicos de izquierda o derecha que nublan la capacidad de entender que el autoritarismo se puede vestir de todos los colores, que no nos sirven los fraudes electorales y tampoco los golpes de Estado. Es hora de ponernos a defender a la democracia.
El autor es doctor en Gobierno por la Universidad de Georgetown...
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