23 jul 2023

Ser judía, ser indígena: ser minoría/Sabina Berman

Xóchitl Gálvez Ruiz

@XochitlGalvez

Nuestro país es grande porque somos una nación pluricultural. Todos quienes hemos nacido aquí, más allá de nuestra ascendencia, somos mexicanos.

Lamento y condeno el tweet del ex presidente Fox que hace mofa del origen familiar de 

@Claudiashein. No más odio y división entre hermanos mexicanos.

11:52 a. m. · 22 jul. 2023



Ser judía, ser indígena: ser minoría/Sabina Berman

El Universal, 23 de julio de 2023

Esta es la forma en que me enteré de que yo era parte de una minoría.

Una mañana en el jardín del kínder Christian Andersen, vi llegar a todos mis amigos y amigas enanos con regalos. Entonces éramos todos enanos.

Un balero. Una barbie. Una pelota de plástico. Un pizarroncito.

–Nos los trajeron los Reyes Magos –me informó Ricardo Mercado, que a la sazón era mi novio. –¿Te digo por qué no te trajeron los Reyes a ti regalos? –me preguntó. –Porque te portaste mal.

Esa tarde mi madre me corrigió la información.

–No es verdad. Los Reyes no te trajeron regalos porque eres judía.

–Ah vaya. ¿Y puedo no ser judía y que me traigan regalos? –pregunté.

–No, lo siento –dijo mi madre.

Al día siguiente se lo informé a Ricardo Mercado, quién se quedó muy satisfecho con la información.

Sin embargo, al día siguiente Ricardo me informó que su papá le había dicho que ser judío era peor que haberse portado mal.

—Ustedes los judíos mataron a Dios, por eso los Reyes no te trajeron un regalo.

Esa tarde mi madre me envió con mi abuelo, judío ortodoxo y docto en Maimónides, y mi abuelo me explicó con largueza cómo en los tiempos del Imperio Romano los judíos habíamos matado, en efecto, a Dios, que por entonces se llamaba Jesucristo.

Un relato fascinante que mi abuelo coronó con el Papa Benedicto XVI, recién muerto.

–Sin embargo, Benedicto nos perdonó haber matado a Cristo –me aseguró.

Claro, nos lo había perdonado un poco tarde, luego de veinte siglos de persecuciones antisemitas y un Holocausto.

Fue en el Shomer Hatzair, los scouts socialistas del Parque México, donde muchos años después aprendí que ser judío –o no serlo– era una decisión individual –y también lo era qué consideraba cada cual que era el judaísmo. Una religión, un ADN o una cultura.

Tanta libertad por supuesto acotada por lo que los Otros pensaran de uno mismo.

Digamos, si aparecía un Hitler y se arrogaba el derecho de decidir qué era ser judío. Porque para Hitler, tener alguna abuela o un abuelo judío, bastó para que alguien fuera definido como judío y fuera llevado a una cámara de gas.

Es interesante la discusión actual sobre si Xóchitl Gálvez es indígena. En Largo Aliento, se lo pregunté desde la complejidad que reconozco en cada identidad y Xóchitl me respondió también desde esa complejidad:

–Yo soy de origen indígena-mestizo. Mamá mestiza, papá indígena… Y yo decidí optar por la identidad indígena.

Ahora han venido a aparecer los hitleritos de nuestra cultura mexicana, para debatirle a Xóchitl si su ADN es indígena puro o si su estilo de vida es indígena. Aún han emergido algunos hitleritos para debatirme a mí si debí preguntarle si era indígena, como si la solución ante la complejidad debe ser el silencio que nos iguala a todos en la Nada.

O ha aparecido la encarnación vernácula de Hitler, Fox el bobo, para decirnos en Twitter que “Sheinbaum es judía búlgara, Marcelo es un fifí francés, Noroña es un extraterrestre, Adán Augusto es de Transilvania y la única mexicana es Xóchitl”.

Yo no cedo a los hitleritos. Creo que nadie debería ceder a ellos y a su prisa por catalogar con un rótulo al prójimo. Elijo en cambio la táctica inversa que estila el amor al prójimo: la lentitud para comprender y disfrutar esa obra de arte intrincada y única que es cada identidad individual.

En la entrevista, Xóchitl explicó despacio cómo escuchar a sus abuelos hablar en lengua la había enamorado y cómo por amor a ellos había decidido pertenecer a lo indígena. Y yo le pregunté a bote pronto sobre la ropa que usa, ropa que alude a lo indígena.

Fue un intercambio cómodo e interesante, del que solo me arrepiento que no haya sido más largo. Debí preguntarle en qué políticas públicas se ha traducido su identidad.

Por cierto, nunca le expliqué a mí novio Ricardo Mercado las ondulaciones de mi pertenencia al judaísmo. Solo le avisé que ya no era mi novio.

–¿Por qué? –se embroncó el enano en el jardín del kínder.

–Porque me acusaste de matar a Dios –le dije.

De haberme amado, no lo hubiera hecho.

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