Joseph Goebbels en Génova/José Antonio González Casanova, catedrático de Derecho Constitucional y ensayista
Publicado en EL PERIÓDICO, 08/09/09;
El fantasma de Joseph Paul Goebbels, al que Hitler nombró por testamento sucesor suyo, se anima al divisar que alguna de sus odiadas democracias está en peligro y le gusta comprobar si se debe a la aplicación de sus 11 principios de estrategia propagandística, que acabaron con la democracia alemana. No siempre vuelve satisfecho a su querido infierno personal, pero alegrías no le han faltado. Con los neocons y en el rancho de Bush júnior no paró de aplaudir, alborozado. Lástima lo de Obama.
Lo de España sí había ido bien, aunque, al final, Aznar se pasó de listo goebbeliano el 11-M. Menos mal que Rajoy, Zaplana y Acebes lo aprovecharon un cuatrienio en su estrategia, merecedora de un 10 por lo perfecta. Eso sí, tuvo un susto tremendo durante el congreso del PP al oír del vapuleado Rajoy: «Entendemos la acción política desde la moderación, el diálogo y la convivencia». Se prometió seguir de cerca la siguiente oposición del PP al Gobierno para comprobar si se habían traicionado sus ideales antidemocráticos y olvidado sus 11 principios.Penetró hace unos días, con gran facilidad, en el domicilio central madrileño del partido, en la calle de Génova número 13, y allí se puso a revisar los protocolos secretos y los recortes de prensa de los últimos meses, en particular, los de algunos rotativos que siempre habían aplicado con fervor sus técnicas de propaganda, propias de un clásico.
Los dos primeros principios se cumplían sin ningún desmayo. El rival político (PSOE) seguía siendo presentado como enemigo único y principal, personificado en un solo individuo: Zapatero.El tercero, acusar de los mismos defectos y errores que tiene o comete el acusador, se aplicaba muy bien, según la prensa. ZP no ofrecía soluciones a la crisis y no le importaban sus víctimas; se defendía al presidente valenciano Camps porque «frente a la mentira y la calumnia tiene que ganar la decencia de Paco»; presionaba a los jueces, con el consiguiente desprestigio de las instituciones.Sobre el cuarto principio, exagerar o desfigurar cualquier anécdota del rival, por pequeña que sea, como si fuera una amenaza grave, su divertido cumplimiento le hizo reír. La cacería del juez Garzón con el ministro de Justicia era un truco buenísimo. Lo de la hija de Chaves demostraba que la trama Gürtel no era nada comparada con la corrupción del padre y una frase al vuelo de la vicepresidenta se convertía en certeza absoluta de que el fiscal general tenía órdenes suyas de recurrir la absolución de Camps por un juez amiguito del alma.
El quinto recomienda adaptarse a la escasa inteligencia de la gente, que comprende poco y olvida con facilidad. Aquí Goebbels le dio sobresaliente a Rajoy. ¡Qué maravilla proclamar que la victoria en las elecciones europeas hará olvidar la trama corrupta de Correa! Claro que sí, el populacho es olvidadizo.A la conocida frase del sexto principio, una mentira repetida cien veces se vuelve verdad para las masas, le faltaba, según Goebbels, más insistencia. Se había cambiado de mentira a menudo. Estuvo mucho mejor la constancia en repetir que ZP era cómplice de ETA y que despreciaba a sus víctimas. Debió sobrepasar las cien veces.
Ante el séptimo principio tuvo que reconocer que su aplicación tal vez compensaba el fallo en el anterior, por la agilidad en bombardear con acusaciones nuevas a un ritmo que, cuando el enemigo responda, la gente se interese por otra cosa. Lo de las escuchas ilegales al PP tuvo ritmo: la niña de Rajoy desde la playa, después Arenas Bocanegra, González Pons, Trillo y, al final Rajoy, seguro del todo porque, en 1995, Narcís Serra dimitió por ese motivo. Sin pruebas, pero estas aparecen virtualmente, saltando un día sí y otro no en los periódicos.Y, de pronto, un giro: no se persigue al PP con espionajes (los de la lideresa Aguirre no constan), sino con peperos acusados de corrupción, esposados ante las cámaras de televisión. No está mal. De paso se cumple con el principio noveno de acallar las cuestiones en debate cuando no se tienen argumentos.
Goebbels no creyó necesario indagar si se habían construido argumentos a partir de noticias diversas sin relación (principio octavo) por la pila de ejemplos aportados por prensa y televisiones adictas. En cambio, la aplicación de los dos últimos principios decepcionó al fantasma teutón.Rajoy, al coquetear con CiU, ya no fomentaba la catalanofobia tanto como antes, aunque atacase a una financiación benéfica para Catalunya y, por tanto, no aprovechaba el complejo de odios y prejuicios tradicionales que influyen en mentalidades primitivas (principio décimo). Le supo a poco la forma de convencer a la gente de que piense como todo el mundo, o sea, como Rajoy (principio 11). Repetir que ZP engaña, estafa y perjudica a los españoles no asegura que la mayoría de ellos se den por aludidos. Mas Goebbels salió de Génova 13 con la esperanza de que la contínua ampliación de imputados en la trama Correa (más de 100 según la prensa) obligará al PP a ser aún más fiel a Goebbels para que su fama siga en ascenso desde que se suicidó para no caer en las garras de la odiosa democracia.
Los dos primeros principios se cumplían sin ningún desmayo. El rival político (PSOE) seguía siendo presentado como enemigo único y principal, personificado en un solo individuo: Zapatero.El tercero, acusar de los mismos defectos y errores que tiene o comete el acusador, se aplicaba muy bien, según la prensa. ZP no ofrecía soluciones a la crisis y no le importaban sus víctimas; se defendía al presidente valenciano Camps porque «frente a la mentira y la calumnia tiene que ganar la decencia de Paco»; presionaba a los jueces, con el consiguiente desprestigio de las instituciones.Sobre el cuarto principio, exagerar o desfigurar cualquier anécdota del rival, por pequeña que sea, como si fuera una amenaza grave, su divertido cumplimiento le hizo reír. La cacería del juez Garzón con el ministro de Justicia era un truco buenísimo. Lo de la hija de Chaves demostraba que la trama Gürtel no era nada comparada con la corrupción del padre y una frase al vuelo de la vicepresidenta se convertía en certeza absoluta de que el fiscal general tenía órdenes suyas de recurrir la absolución de Camps por un juez amiguito del alma.
El quinto recomienda adaptarse a la escasa inteligencia de la gente, que comprende poco y olvida con facilidad. Aquí Goebbels le dio sobresaliente a Rajoy. ¡Qué maravilla proclamar que la victoria en las elecciones europeas hará olvidar la trama corrupta de Correa! Claro que sí, el populacho es olvidadizo.A la conocida frase del sexto principio, una mentira repetida cien veces se vuelve verdad para las masas, le faltaba, según Goebbels, más insistencia. Se había cambiado de mentira a menudo. Estuvo mucho mejor la constancia en repetir que ZP era cómplice de ETA y que despreciaba a sus víctimas. Debió sobrepasar las cien veces.
Ante el séptimo principio tuvo que reconocer que su aplicación tal vez compensaba el fallo en el anterior, por la agilidad en bombardear con acusaciones nuevas a un ritmo que, cuando el enemigo responda, la gente se interese por otra cosa. Lo de las escuchas ilegales al PP tuvo ritmo: la niña de Rajoy desde la playa, después Arenas Bocanegra, González Pons, Trillo y, al final Rajoy, seguro del todo porque, en 1995, Narcís Serra dimitió por ese motivo. Sin pruebas, pero estas aparecen virtualmente, saltando un día sí y otro no en los periódicos.Y, de pronto, un giro: no se persigue al PP con espionajes (los de la lideresa Aguirre no constan), sino con peperos acusados de corrupción, esposados ante las cámaras de televisión. No está mal. De paso se cumple con el principio noveno de acallar las cuestiones en debate cuando no se tienen argumentos.
Goebbels no creyó necesario indagar si se habían construido argumentos a partir de noticias diversas sin relación (principio octavo) por la pila de ejemplos aportados por prensa y televisiones adictas. En cambio, la aplicación de los dos últimos principios decepcionó al fantasma teutón.Rajoy, al coquetear con CiU, ya no fomentaba la catalanofobia tanto como antes, aunque atacase a una financiación benéfica para Catalunya y, por tanto, no aprovechaba el complejo de odios y prejuicios tradicionales que influyen en mentalidades primitivas (principio décimo). Le supo a poco la forma de convencer a la gente de que piense como todo el mundo, o sea, como Rajoy (principio 11). Repetir que ZP engaña, estafa y perjudica a los españoles no asegura que la mayoría de ellos se den por aludidos. Mas Goebbels salió de Génova 13 con la esperanza de que la contínua ampliación de imputados en la trama Correa (más de 100 según la prensa) obligará al PP a ser aún más fiel a Goebbels para que su fama siga en ascenso desde que se suicidó para no caer en las garras de la odiosa democracia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario