Sinaloa y Veracruz
Columna Acentos/Jorge Medina Viedas
Mlenio Diario,
2010-04-04•
La lucha política electoral entrará en su fase más intensa, y justo durante los próximos tres meses no habrá nada políticamente más importante en 11 estados del país que las elecciones para gobernador, así como las relativas a diputaciones y ayuntamientos en cuatro localidades más. Salvo las elecciones de diputaciones y municipios en Yucatán, que se celebrarán el 16 de mayo, el resto se realizarán el 4 de julio.
Será una contienda dura y con previsibles momentos de conflictividad. Son las elecciones que en buena medida esbozarán el futuro espectro político nacional y, por lo tanto, insinuantes de lo que podría ser el resultado de la elección presidencial en 2012.
Quien gane la mayoría de los gobiernos locales en 2010 ganará la presidencia. Es la consecuencia lógica de estos procesos, y de ahí el nerviosismo de la clase política.
Si la mayoría de los gobiernos del PRI conservan el poder, acentuarán su poder local y harán más probable su victoria en 2012.
Ante este escenario, las oposiciones hicieron y siguen haciendo lo suyo. Se aliaron para vencer al PRI, pero en esta ocasión lo hicieron sin parar en mientes en la orientación ideológica de cada uno, ni en las encrespadas relaciones que por tres años habían sostenido, en el caso más extremo y conocido, el PRD y el PAN. Izquierda y derecha abandonaron dogmas, programas, principios, y ahora están mancomunados coyunturalmente en el amor y en el odio que se tienen en algunos estados. Pero París bien vale una misa y esa es una realidad. Lo demás es pedirle peras al olmo.
En esas estamos en esta fase de los procesos, cuando el PRI hace su propia aleación y acuerda ir de la mano en Sinaloa con el Partido Verde Ecologista y con Nueva Alianza, que, según se sabe, este último es de pertenencia única de la ex priista Elba Esther Gordillo, piedra en el zapato o cuña para que apriete de cualquiera de los clasificados miembros del sistema de partidos en el país, los cuales por igual han permitido o auspiciado estos arreglos, aunque una vez establecidos como en el caso de Sinaloa, algo de autoridad se pierde para negar a los otros el derecho a la contranatura.
No se entendería la alianza con el Partido Verde y con el Panal por parte del PRI en Sinaloa, si no se viera un riesgo verdadero en la candidatura de Mario López Valdez, Malova, fruto del apoyo presidencial y de la alianza —ésta no sólo contranatura sino a contracorriente de las tendencias que dominan al PAN localmente—, a quienes no les simpatiza la idea de que un priista sea su candidato y menos aún si puede ganar.
Es decir, como candidato panista y de la alianza, Malova podría contar con más apoyo de priistas que de panistas (aunque los pocos serán de enorme influencia, como el diputado Manuel Clouthier Carrillo), y Jesús Vizcarra podría ser respaldado por no pocos panistas, partícipes en estas asociaciones mercantiles que rebasan la delgada línea de la militancia partidista, sobre todo en tiempos de elecciones.
Para mayor incertidumbre, en el caso de Sinaloa, la declaración del diputado federal Emilio Chuayffet, expresando su respeto a la candidatura pluripartidista de Mario López Valdez, además de que puede considerarse un tácito respaldo, revela que hay más desacuerdo en la cúpula priista con la candidatura oficial de Jesús Vizcarra de lo que uno se imagina, por lo cual no se descartaría la posibilidad de nuevas deserciones priistas a favor del famoso senador Malova.
En el caso de Veracruz, donde los campos están ya más claramente delineados y ocupados por los contendientes, el priista Javier Duarte se enfrenta a un candidato también impuesto por el presidente Calderón sobre el panismo local, el ex priista Miguel Ángel Yunes, quien llega a esta competencia en plan belicoso y provocador, estimulado más por el resentimiento que le tiene al gobernador Fidel Herrera y la idea de vencerlo, que por el propósito de gobernar el estado.
La exclusión centralista y abusiva del panista con mayor posicionamiento en Veracruz, Gerardo Buganza, dejó la estructura y el ánimo de ese partido en condiciones de franca desventaja ante el PRI. Y para ganarle a Duarte se necesita algo más que Yunes; no es el ex priista la persona que reúna las cualidades y la autoridad moral para convocar al panismo veracruzano a una cruzada antipriista, menos si es tan personalizada y viperina como la que Yunes se plantea para ganar el voto. No tiene la talla. Tampoco se le puede pedir a Yunes lo que no puede dar: carisma o sinceridad política y programática.
En pocas palabras, así como no se puede vaticinar quien será el vencedor de la contienda en Sinaloa por la gubernatura, lo que sí se puede decir, respecto de Veracruz, es que al candidato panista Miguel Ángel Yunes le espera una amarga travesía. Tal vez de regreso a la dirección general del ISSSTE, cargo que le debe a su mentora, la profesora Elba Esther Gordillo, y que tampoco es cosa de negarlo.
Sinaloa a la hora de la polarización
Los ciudadanos saben que este es un momento crucial para Sinaloa.
debate.com.mx
Jorge Medina Viedas
28/04/2010
"Las balas de la guerra de los criminales matan todos los días. Matan por montones", apunta en su serie Masacre el doctor Jorge Medina Viedas.
En las elecciones locales se disputa todo: Gobierno del Estado, Poder Legislativo, ayuntamientos. La violencia -el proyectil del miedo- y el dinero andan de cacería. Quieren terminar de invadir todo el organismo social. Los ciudadanos saben que este es un momento crucial para Sinaloa. (Tomado de Milenio Diario, 11/04/2010, con autorización del autor)
Un "levantado" que vivió para contarlo se orinó en sus pantalones cuando vio en manos de sus captores cinta canela. En la autopista Culiacán-Mazatlán donde opera impunemente un grupo armado, una decena de comuneros de Picachos que volvían de una protesta en la capital de Sinaloa, fueron masacrados. Las calles de la colonia Morelos de Culiacán se conocen por la droga que se vende en ellas: calle anfetamina; calle crack; calle coca, etc. Es zona ocupada por el narco y ahí viven y se ocultan sicarios. Hasta ahí llegó una incursión de un grupo armado a causar pérdidas a los enemigos. Los zetas fueron a matar gente del cártel de Sinaloa.
Las balas de la guerra de los criminales matan todos los días. Matan por montones. Seis, siete, tres, cuatro. No hay un solo día del año sin muertos. Son muy pocos los habitantes que no han estado cerca de un enfrentamiento; pero todos los culichis están familiarizados con el traqueteo seco de las balas de una AK-47. Conocen perfectamente el lenguaje de las páginas rojas de los diarios: levantados, encajuelados, encobijados, ejecutados.
Gente inocente cae por las balas en los mercados, en los hospitales, en las calles. Jóvenes, mujeres, niños, mayores, ancianos.
En Culiacán un padre de familia ve pasar por la calle en una Hummer al asesino de su hijo; va sonriente, para qué decir impune. Por el dolor y la humillación ese padre está tan muerto como el hijo acribillado con cobardía, alevosía y ventaja. Los sicarios son los dueños de la ciudad. No lo dije yo. Lo dijo un amigo con lágrimas en los ojos. Este padre de una familia rota llora a su hijo víctima de un sicario.
No hay quien detenga esta masacre, masacre que es física y es moral. En Culiacán el miedo por la violencia y el aprecio por el dinero se disputan a los sinaloenses. La anatomía de la política de Sinaloa está penetrada por estos dos males que son como dos tumores malignos. Pero en el cuerpo social depredan produciendo un mismo efecto letal: doblegan la voluntad ciudadana reduciendo su capacidad de discernimiento y elección, y socavando sus valores éticos.
En las elecciones locales se disputa todo: Gobierno del Estado, Poder Legislativo, ayuntamientos. La violencia -el proyectil del miedo- y el dinero andan de cacería. Quieren terminar de invadir todo el organismo social. Los ciudadanos saben que este es un momento crucial para Sinaloa.
La sociedad está tensa, en sus dudas, en su angustia. Pese al miedo y todo lo que viven en el día a día, ya no están tan seguros de que mantener el status sea lo mejor para ellos y sus familias.
Hay escepticismo, rabia, frustración, confusión. Muchos no saben por qué ni por quién votar. Los políticos son el mejor ejemplo del naufragio sinaloense. Varios de ellos van de un lugar a otro. Van de caza o quieren ser cazados por alguno de los partidos.
Uno de estos políticos, inflado por el dinero, Héctor Cuen, quiso ser candidato a la gubernatura del PAN y la alianza, y como estos designaron al senador Mario López Valdez, el partido de Elba Esther Gordillo, lo nombró candidato a la alcaldía de Culiacán, y ahora está en espera de que lo haga el PRI. El hecho indignó a los de la Alianza y por supuesto a priistas que ven venir a un oportunista.
Para darlo de alta en el PANAL, estuvo en Culiacán Jorge Kahwagi, quien se presentó en estado lamentable al auditorio. Según el diario Noroeste, "andaba bien locochón", o sea, "hasta atrás, bien pasado, aunque esa sintomatología no es precisamente la de una persona en estado de ebriedad, sino de alguien que se metió en el cuerpo otra sustancia diferente al alcohol". Con barba de días, los ojos torcidos, con la lengua atravesada en el paladar, alcanzó a decirles a los periodistas en la algarabía del acto de acarreados, que "meto las manos al fuego por Jesús Vizcarra", candidato del PRI al Gobierno del estado.
En Culiacán se supo que la revista Proceso de la semana pasada había sido retirada de los expendios del estado. ¿La razón de esta muestra de intolerancia? En la revista se habla de los supuestos vínculos de Vizcarra con el narco; el candidato priista también había enviado una carta al Centro de Investigación y Seguridad Nacional, CISEN, demandando una aclaración al respecto. En la respuesta dirigida al propio Vizcarrra Calderón, publicada el martes pasado en todos los diarios, Mauricio Razo Sánchez, titular de la Unidad de Enlace del CISEN, niega que la dependencia oficial sea la fuente "con base en la cual se redactó el texto (de Proceso) en cuestión". La redacción elíptica de la carta no permite aclarar nada sobre la versión pública de los vínculos de este empresario con el narcotráfico.
Pero las mañanas del miércoles, jueves y viernes de esta semana, seguía entregándose por debajo de las puertas de las casas de Culiacán, una copia fotostática del texto del CISEN.
Al mismo tiempo, en Sinaloa las rupturas en el PRI y las dudas en el PAN aumentan.
jorge.medina@milenio.com
"La violencia -el proyectil del miedo- y el dinero andan de cacería. Quieren terminar de invadir todo el organismo social."
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En Sinaloa no, no se puede (Masacre, última parte)
Acentos
Jorge Medina Viedas
2010-04-25•Acentos
En la población de El Salado, Culiacán, un presunto grupo de estudiantes de la preparatoria de la Universidad Autónoma de Sinaloa regó el patio de un plantel vecino del Cobaes con las partes sanguinolentas de unos perros destazados. Unos días antes habían dejado una pinta: “Pura UAS, perros”.
De Sinaloa no hace mucho se hacían las crónicas despreocupadas de lo pintoresco de la emulación que jóvenes hacían de las figuras del narco, de sus vestuarios fachosos, de su gusto por los corridos de la épica criminal, de Malverde, el santo-bandido laico, sin tomar conciencia plena de que al mismo tiempo, pedazo a pedazo, se iban desmoronando las estructuras morales de la sociedad. Y que los pedruscos estaban cayendo sobre los más desprovistos de la estructura social: niños y jóvenes.
Lo que hoy están viviendo los sinaloenses es el resultado de años de degradación social. Se dice que la lucha contra el crimen desatada por Calderón durará diez años. En Sinaloa la lucha sería más prolongada o tal vez eterna.
Generaciones han sido ganadas por el inframundo del dinero mal habido y el consumismo, por la superficialidad que evita el preguntarse por la existencia de los valores y de si hay algo más allá de ese éxito material fundado en la violencia y la corrupción.
Sinaloa vive hoy una profunda crisis moral. La disolución de buena parte de su juventud es la prueba evidente. Esta crisis no es de hoy ni del gobierno de Jesús Aguilar Padilla. Pero lo cierto es que su gobierno bajó los brazos ante la ofensiva de las fuerzas del crimen organizado y de los poderes fácticos, ambos decididos a ocupar todas las estructuras e instituciones del estado, ofensiva que conoció en su etapa expansiva durante el gobierno de su antecesor, el ex gobernador Juan S. Millán.
No hay en Aguilar Padilla —ni lo hubo en su antecesor— “ninguna madre de todas las batallas”, ninguna épica, ningún hecho destacable de su gobierno en el que de manera firme, estratégica y seriamente, le haya plantado cara a la situación del estado. Su “análisis” sobre la correlación de fuerzas tal vez justificaba no enfrentarse a esas fuerzas superiores en capacidad de fuego y en fuerza económica; nadie hubiera negado que un mal cálculo al respecto, como encararlos sin tomar en cuenta estas desventajas, además de un error, habría ido a una derrota segura; pero lo que sí es inobjetable es que no hizo nada alternativo, nada inteligente, abierto o sutil, para poner a salvo ámbitos como los que corresponden a la niñez y la juventud, donde los valores morales deben ser reproducidos y transmitidos denodada y sistemáticamente.
Él mismo no hizo nada por ser ejemplo de pulcritud como gobernante. Por el contrario, se hizo socio de quien apoyó para la presidencia de Culiacán y ahora quiere que sea el gobernador. Lo son y nunca lo han desmentido. Una asociación en la que el gobernador es accionista minoritario y en la que se ha visto disminuido ante el socio mayoritario y ya candidato a la gubernatura Jesús Vizcarra, cuya conducta prepotente y avasallante ha dado lugar a los primeros enfrentamientos entre ambos. No falta mucho para que el gobernador en las desdichas que le esperan al final del sexenio vaya al espejo y se haga el reclamo de Gustavo Díaz Ordaz. O mejor, el del mismo Juan S. Millán. Y debería preguntarse, también, si ese pacto valió la pena, si esa lujosa vida que de seguro le espera compensará la penuria existencial que le va a significar dejar a Sinaloa en las actuales condiciones.
Sinaloa está recluida en el desencanto y el conformismo. La oscura mancha de violencia y de oprobio moral que ensombrece la vida de sus habitantes deja muy poco margen para que en este proceso electoral se puedan sentar las bases para un cambio que está latente en lo más profundo del ser social sinaloense.
En Sinaloa un cambio es difícil. Predominan el miedo, la inercia, el cinismo social. Son demasiados los intereses que están en juego. Hay pragmatismo, sordidez, malas artes de la política y dinero, mucho dinero.
Y algunos que quieren el cambio piensan que no, que no se puede. Son las futuras tropas del escepticismo y el abstencionismo lo que conviene a los defensores del actual statu quo.
Sin embargo, la gente honesta, combativa, mujeres y hombres, empleados, agricultores, pequeños y medianos empresarios, universitarios, trabajadores del campo y la ciudad que por miles rechazan el maridaje vergonzoso del dinero y la política, creen que se puede; aguijonean a los escépticos, delatan a los venales, a los oportunistas, crean redes que buscan frenar a esta maquinaria que está triturando el fundamento moral de la sociedad sinaloense, condenando a sus hijos a un futuro degradante e indeseable.
Sinaloa va camino a la polarización. Y es cada vez más claro que no es una pugna entre partidos. Es entre quienes quieren el cambio y los que quieren más de lo mismo. Esa disyuntiva se resolverá el 4 de julio.
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