La
jornada del papa Francisco en Lampedusa, isla siciliana.
La
primera visita del Pontífice, significativamente, a la tierra de las esperanzas
de los inmigrantes y refugiados del sur del mundo
El
director de la Sala de Prensa vaticana, Federico Lombardi, después del
regreso del Papa se reunió con los periodistas en la sala de prensa y trazó un
balance de la jornada del Pontífice en la isla siciliana: «Fue un balance
extremadamente positivo de una mañana intensísima; ha dado al mundo un
testimonio que ojalá permenezca».
Después
de haber dialogado con el alcalde y con el párroco, el Papa volvió al
aeropuerto para embarcarse en el Falcon de la Aeronáutica militar que lo llevó
de regreso a Roma.
Francisco agradeció a Federico
Miragliotta, director del centro que recibe a los migrantes de Lampedusa. El
Pontífice se reunió con Miragliotta en el muelle de Favaloro, en donde había 50
prófugos que desembarcaron hace pocos días.
Es
el primer viaje apostólico desde que comenzó el nuevo Pontificado. El avión, un
Falcon 900 de la aeronáutica militar italiana, despegó poco antes de las 8.00
desde el aeropuerto militar de Ciampino.
Partió temprano de su residencia en el Vaticano, la Domus
Sanctae Marthae, y a las 8 llegó al aeropuerto militar de Ciampino desde donde
partió en un vuelo que aterrizó a las 9.15 en la isla de Lampedusa.
Pidió realizar la visita en un vuelo de línea, pero delante de las
dificultades de una ida y vuelta en el mismo día aceptó ir en un avión Falcon
ofrecido por la República Italiana; es el primer viaje del santo padre fuera de
la diócesis de Roma.
A
las 9,20 aproximadamente, cerca de la caleta Maluk, el papa arrojó una corona
al mar en recuerdo de las miles de víctimas, bendijo a las naves que le
circundaban y se quedó diversos instantes en oración; después el papa desembarcó en el puerto de Punta Favarolo, donde estaban unos
50 inmigrantes llegados recientemente en embarcaciones y hospedados en el
centro de primera acogida, en el cual los clandestinos son identificados. Francisco les saludó uno a uno.
“Hemos
huido de nuestro país por motivos económicos”, indicó uno de los inmigrantes,
que añadió “fuimos secuestrados por varios traficantes, y también en Libia
sufrimos tanto. Quisiéramos que los países a los que hemos llegado nos
ayudaran” dijo.
“La mayoría de quienes llegan son jóvenes, muchos aún menores e incluso madres en cinta”, indicaron del Centro Astalli, del Servicio de los Jesuitas para los Refugiados (JSR), que se ocupa de dar asistencia también aquí. Añadieron que muchos de refugiados y migrantes son de religión musulmana y que el precio que cobran los mercantes de muerte por hacerles cruzar el Mediterráneo es de 1400 dólares, indicaron.
En los centros de acogida los desembarcados deben demostrar su identidad y esperar hasta que las autoridades italianas logren certificar las mismas con los países de origen. La mayoría de los desdichados pide asilo político, porque llegan de territorios en los que se registran conflictos o persecuciones.
El papa tras saludarlos personalmente
El
padre Lombardi, portavoz del Vaticano indicó desde Lampedusa: “Es una presencia
que quiere recordar a tantas personas que sufrieron y que sufren, y llamar a la
responsabilidad. El papa vive esta fiesta popular pero recordando la tragedia”.
A
las 10 de la mañana el pontífice vistiendo paramentos color violeta en señal de
penitencia celebró misa en el campo deportivo ARENA, que en el 2011 fue
transformado en centro de primera acogida de tres mil migrantes desembarcados
en solamente tres días, en una isla que tiene unos seis mil habitantes.
En
su homilía el santo padre recordó la tragedia a quienes vieron sus travesías en
embarcaciones terminar en la muerte. Agradeció a los habitantes y socorredores
por el ejemplo que dan acogiendo a estas personas. Y saludó a los inmigrantes
allí presentes de origen musulmán que están en estos días respetando el
Ramadám. Y exhortó a que nunca se repita algo similar.
El
papa se preguntó ¿de quien es la responsabilidad de toda esta tragedia? y nos
respondemos, no nuestra. Y nos encerramos en una burbuja de jabón. Y preguntó
nuevamente: ¿Quien de nosotros ha llorado por esta gente? La globalización de
la indiferencia nos quitó la capacidad de llorar.
A
continuación visitó al parroquia de San Gerlando en donde estaban inmigrantes y
personas del lugar que le esperaban. Y agradeció nuevamente a las habitantes de
Lampedusa por su solidaridad.
En
San Gerlando, monseñor Francisco Montenegro, obispo de Agrigento dirigió un
discurso al papa en el que dijo: “En los últimos años esta isla se volvió
sinónimo de otras palabras: desembarques, clandestinos, inmigrantes,
emergencia, muerte, esperanza. Hoy su presencia nos invita a una lectura más
profunda de estos fenómenos. Sentimos que el Señor quiere escribir páginas de historia
a su manera. En esta isla revivimos las páginas del Éxodo: la esclavitud, el
cruzar el mar, el cruzar el desierto, la tierra prometida y el sueño de la
libertad”. “Esta isla es un escollo y un faro, que lamentablemente para muchos
se volvió una tumba”.
La
alcalde la isla, Giusi Nicolini, indicó que cuando le agradeció al papa por su
presencia, Francisco respondió: “Soy yo que les agradezco, porque aquí hay
veinte mil muertos debajo del mar”.
El
responsable de comunicación de la Organización Internacional de las
Migraciones, Flavio Di Giacomo indicó: “Es muy importante este mensaje del papa
porque desplaza la atención mediática de la 'invasión' de los 'números' a la
problemática humanitaria” dijo
07/
8/2013
Un
viaje emblemático a la extrema periferia de Europa
El
viaje a Lampedusa, en donde están presentes la sangre de los inmigrantes y la
carne de Cristo
ANDREA
TORNIELLI
CIUDAD
DEL VATICANO
El
primer viaje fuera de la diócesis de Roma para el nuevo Papa no podía ser más
emblemático de lo que Francisco es y representa para la Iglesia y el mundo. Al
responder positivamente a la invitación del párroco de Lampedusa, impresionado
y conmovido por las noticias sobre las “carretas del mar” que demasiado a
menudo se convierten en tumbas después de haber sido tragadas por el mar con
todo y su carga de humanidad desesperada.Primer viaje a la periferia extrema de
Europa, a la anhelada “puerta” para miles de inmigrantes víctima de
«traficantes de hombres».
Es
un viaje emblemático en muchos aspectos. Sobre todo, Francisco quiere ofrecer
un testimonio de cercanía, su «proximidad» a las situaciones de desesperación,
de pobreza, de degradación. A esos mundos que fingimos no ver, a los que nos
hemos acostumbrado porque la «cultura del bienestar» nos vuelve «insensibles a
los gritos de los otros», haciéndonos vivir en «burbujas de jabón» efímeras, en
la «globalización de la indiferencia». Bergoglio, con paramentos violeta y
visiblemente conmovido, repite a sí mismo y a cada uno de los presentes esta
pregunta: «¿Quién es el responsable de la sangre de estos hermanos y hermanas?
¡Nadie! Todos nosotros respondemos así: “no, yo no soy; yo no tengo nada que
ver; serán otros, yo no”».
La
invitación, testimoniada con la presencia y con los gestos antes que con las
palabras, a no cerrar el corazón, a salir de las cómodas «burbujas de jabón»
para ver cara a cara la realidad en nombre de un Dios que se hizo hombre para
partir con nosotros, acoger y «custodiar» a estos hermanos que sufren. Es un
examen de consciencia para todos, sin exclusión.
Pero
la breve visita a Lampedusa de este caluroso lunes de verano fue emblemática
también por otros factores. Descubrimos que el Papa puede moverse por Italia
sin ceremonias, sin las filas de políticos y hombres de las instituciones, sin
la corona de obispos y prelados. Puede ir a hacer una visita «privada» (si se
puede llamar privada la visita de un Papa), eliminando la mayor parte de los
oropeles, yendo en el vehículo de uno de los habitantes del lugar, usando un
pastoral y un cáliz hechos con la madera de las barcas que han llegado a la
isla llevando a miles de desesperados en busca de una vida mejor. Este viaje a
la “puerta de Europa” puede representar un modelo, a partir de ahora, para el
futuro, para un pontificado que está todavía comenzando pero que ya está lleno
de novedad.
En
las últimas semanas, el Papa Francisco ha hablado en muchas ocasiones de salir
a las calles, hacia los pobres para tocar «la carne de Cristo, sus llagas».
Porque «no es suficiente crear una fundación para ayudar a todos, ni hacer
muchas cosas buenas para ayudarlos. Todo esto es importante, pero sería solo un
comportamiento de filántropos». La Iglesia no es una Ong y el cristiano no se
limita a ayudar filantrópicamente. Va y abraza físicamente al pobre y al que
sufre, porque de esta manera abraza la carne de Cristo.
**
Hoy en Lampedusa,
Bergoglio ofreció almundo entero su testimonio.
07/
8/2013
La
advertencia del Papa en Lampedusa. Hemos creado la globalización del
sufrimiento
GIACOMO
GALEAZZI
ENVIADO
A LAMPEDUSA (AG)
“Inmigrantes
muertos en el mar, barcas que en lugar de ser una esperanza han sido camino de
muerte. Cuando hace algunas semanas me enteré de esta noticia, que
desgraciadamente se ha repetido tantas veces, el pensamiento volvió
constantemente como una espina en el corazón que provoca sufrimiento. Y
entonces sentí que tenía que venir aqui hoy a rezar, a cumplir un gesto de
cercanía, pero también a despertar nuestras consciencias para que lo que ha
sucedido no se repita.
Pero
antes, quisiera decir una palabra de sincero agradecimiento y de aliento a
ustedes, habitantes de Lampedusa y de Linosa, a las asociaciones, a los
voluntarios y a las fueras de seguridad, que han mostrado y muestran atención
por las personas en su viaje hacia algo mejor. ¡Ustedes son una pequeña
realidad, pero ofrecen un ejemplo de solidaridad! Gracias también al arzobispo
, mons. Francesco Montenegro, por sus palabras. Un pesnamiento lo dirijo a los
queridos inmigrantes musulmanes que están empezando el ayuno del Ramadán, con la
esperanza de abundantes frutos espirituales. La Iglesia está cerca de ustedes
en la búsqueda de una vida más digna para ustedes y para sus familias”.
[...]
Esta
mañana, a la luz de la Palabra de Dios que hemos escuchado, quisiera proponer
algunas palabras que, sobre todo, provoquen a las consicencias de todos,
impulsen a reflexionar y a cambiar concretamente ciertas actitudes. “¿Adán,
dónde estás?”: es la primera pregunta que dirige Dios al hombre después del
pecado. “¿Dónde estás?”. Es un hombre desorientado que ha perdido su lugar en
la Creación porque cree que se hace potente, que puede dominar todo, que puede
ser Dios.
Y
la armonía se rompe, el hombre se equivoca y esto se repite también en la
relación con el otro, que ya no es un hermano a quien amar, sino simplemente el
otro que disturba mi vida, mi bienestar. Y Dios plantea la segunda pregunta:
“¿Caín, dónde está tu hermano?”. El sueño de ser potente, de ser grande como
Dios, es más de ser Dios, conduce a una cadena de errores que es cadena de
muerte, ¡conduce a derramar la sangre del hermano! ¡Estas dos preguntas
resuenan también hoy, con toda su fuerza! Muchos de nosotros, y me incluyo
también yo, estamos desorientados, ya no estamos atentos al mundo en el que
vivimos, no cuidamos, no custodiamos lo que Dios creó para todos y ya no somos
capaces ni siquiera de custodiarnos los unos a los otros. Y cuando este
desorientamiento asume las dimensiones del mundo, se llega a tragedias como a
la que hemos asistido."
[...]
“
Nos hemos acostrumbrado al sufrimiento del otro, no nos corresponde, no nos
interesa, ¡no es nuesto! Vuelve la figura del Innombrable de Manzoni. La
globalización de la indiferencia nos vuelve a todos “innombrables”,
responsables sin rostro y sin nombre. “¿Adán, donde estás?”, “¿Dónde está tu
hermano?”, son las preguntas que Dios plantea al inicio de la historia de la
humanidad y que dirige también a todos los hombres de nuestro tiempo, también a
nosotros”.
[...]
"Pero
yo querría que nos hiciéramos una tercera pregunta: “¿Quién de nosotros ha
llorado por este hecho y por hechos como éste?”. ¿Quién ha llorado por la
muerte de estos hermanos y hermanas? ¿Quién ha llorado por estas personas que
estaban en la barca? ¿Por las jóvenes mamás que llevaban a sus niños? ¿Por
estos hombres que deseaban algo para sostener a sus propias familias?".
Así
comenzó la durísima homilía de Bergoglio.
“Mea
culpa” por los 25 mil muertos en el mar y un llamado para la pacífica
convivencia entre religiones. Francisco agradeció a los prófugos por la acogida
y la esperanza por su visita a Lampedusa. Después se arrodilló para rezar ante
la Virgen de Porto Salvo (que en la época de la cuarta cruzada era venerada tanto
por cristianos como musulmanes y hoy es el símbolo de la integración religiosa)
por los que no sobrevivieron al viaje entre África y la “isla de los últimos”.
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