- Necesitamos recordar que la Revolución nos dejó instituciones y leyes para evitar que la experiencia sangrienta que nos hizo nacer como Estado moderno, se vuelva a repetir.
- Apostemos, sí, al orden que otros nos legaron. No al caos, no a la destrucción, no a la arbitrariedad, no a la violencia. Orden, seguridad y paz en la Constitución, en las instituciones.
Palabras de don Juan Silva Meza, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, durante la Entrega de Ascensos y Condecoraciones a Elementos de
las Fuerzas Armadas
Señor
Diputado Silvano Aureoles Conejo, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara
de Diputados;
Senador Miguel Barbosa, Presidente de la Mesa Directiva de la
Cámara de Senadores.
Distinguidos
miembros del presídium.
Señoras
y señores:
Hoy,
los tres Poderes de la Unión concurrimos en la Ceremonia Conmemorativa del 104
Aniversario del inicio de la Revolución Mexicana.
Lo
hacemos en representación de nuestras instituciones, pero, también, a nombre de
la sociedad de la que formamos parte, heredera de la gesta revolucionaria.
Debemos
recordar que el primer producto de la Revolución de 1917 fue la generación de
una sociedad ávida de encontrar respeto y civilidad entre todos sus miembros.
La
celebración de hoy nos convoca, en tiempos que requieren refrendar nuestra
unidad indeclinable, para mantener viva la paz y la armonía entre los
mexicanos.
Celebremos
la gesta de nuestros abuelos, pero, también, la posibilidad de reunirnos y
dialogar acerca de lo que debemos de hacer, cada uno en el marco de nuestras
competencias, atribuciones y responsabilidades, para mantener la paz, la
vitalidad de los logros de la lucha armada.
El
que ellos, nuestros mayores, hayan acudido a las armas, nos permite ahora a
nosotros dialogar sin tener que buscarlas para zanjar diferencias.
Celebremos
la Revolución como los beneficiarios directos del sacrificio de las
generaciones anteriores, como una muestra de respeto hacia ellos. Necesitamos
recordar y celebrar el pasado común que nos dio origen, el pasado que explica
nuestra pertenencia a esta comunidad, formada desde entonces, en y para la
libertad, para la paz, para la tranquilidad.
Necesitamos
recordar que la Revolución nos dejó instituciones y leyes para evitar que la
experiencia sangrienta que nos hizo nacer como Estado moderno, se vuelva a
repetir.
Recordando
a la Revolución, celebramos nuestra vida institucional, que es la única vida
posible en sociedad.
Las
revoluciones son consecuencia de procesos históricos y construcciones
colectivas, muchas veces violentas. La nuestra no fue la excepción.
Nuestra
Revolución produjo un cambio, una transformación social radical y profunda
respecto del pasado inmediato, cargado de injusticia, de corrupción, de
impunidad.
Los
cambios revolucionarios significaron una ruptura del orden establecido, o al
menos una discontinuidad evidente en la relación con el estado anterior de las
cosas. La Revolución cambió dramáticamente a las instituciones políticas,
económicas y sociales de México.
A
partir de la Revolución, la vida histórica de nuestro pueblo comenzó de nuevo, se
reinventó bajo reglas de convivencia que no existían.
La
Revolución Mexicana surgió de una clara inconformidad social que modificó las
formas y estructuras generales del país, pero la Nación pagó un costo altísimo
por alcanzar su porvenir.
No
lo olvidemos, hoy somos la concreción de una visión de futuro que a partir de
sangre y muerte buscó y logró una patria en paz; una patria en la que sus
miembros lograron vivir en respeto uno del otro, en armonía, dentro de la
Constitución, dentro de las instituciones. Nuestra responsabilidad como
generación es mantener vigente ese gran logro nacional.
Ahora,
a más de 100 años de distancia, constatamos que la Revolución logró su
objetivo, pues cambió nuestra trayectoria histórica. Por la Revolución somos
diferentes, y la nuestra es una Nación mejor.
Señoras
y señores:
La
Revolución Mexicana tuvo un lado destructivo y doloroso, pero también una
faceta promisoria, representó una mejora, una reconstitución, esa mejora que
conocemos porque encarna en lo mejor de cada uno de los mexicanos, es lo que
hoy, en tiempos turbulentos debe mantenernos unidos.
En
nuestro caso, el gobierno constituido se limitó por la ley.
La Revolución se
convirtió en instituciones; dejó de ser revolución para transformarse en
fundamento normativo del nuevo Estado. El Estado constituido se convirtió en
Estado constitucional.
La
ley fundamental, culminación del proceso revolucionario no concluyó con su
expedición, sino que permanece y debe irse ajustando con el paso del tiempo
para perder su esencia.
A
la Constitución, esencia del movimiento revolucionario, todos le debemos respeto.
Respetemos a la Constitución; respetemos la unidad esencial que nos proporciona
y, así, podremos respetarnos a nosotros mismos.
Los
cambios y transformaciones recientes a nuestra Constitución, nos obligan a
tener muy presente el pasado por el bien del país, respetemos a la
Constitución, respetemos el deber de civilidad, de honorabilidad que el régimen
constitucional espera de todas y todos.
Logremos
que esa exigencia, la del país de civilidad y respeto a la dignidad de la
personas nos cubra a todas y todos.
En
el Poder Judicial de la Federación estamos empeñados en estar a la altura de
esa exigencia, trabajando cada día para ampliar el acceso a la justicia, para
lograr que nuestros juzgadores promuevan y defiendan los derechos de las
personas, no para que los restrinjan.
No
olvidemos que la lucha armada tuvo como objetivo que todo mexicano pudiera
realizar sus planes de vida en un ambiente de justicia y equidad, sin la
intervención hostil de las autoridades, sin menoscabo de sus derechos y
libertades.
El
ejemplo para nosotros es esencial.
Mantengamos lo edificado con tanto esfuerzo.
Apostemos, sí, al orden que otros nos legaron. No al caos, no a la destrucción,
no a la arbitrariedad, no a la violencia. Orden, seguridad y paz en la
Constitución, en las instituciones.
El
Poder Judicial de la Federación hará su parte como última línea de defensa de
los derechos y libertades de los mexicanos. Reafirmamos el compromiso severo
que se deriva nuestro origen revolucionario para propiciar certeza y seguridad
jurídica y, con ello, paz y tranquilidad social.
Estemos
unidos, cada uno en el ámbito de nuestras competencias, para rescatar los
ideales revolucionarios, para dignificarlos, para reencauzar la trayectoria
histórica de nuestro pueblo, para afianzar el respeto básico que nos explica
como sociedad.
El
respeto a nuestra Constitución y sus instituciones, a nuestra historia, a
nuestra Nación. Ahí, podemos encontrar las soluciones.
Gracias.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario