8 dic 2014

Leñero para principiantes

 Leñero para principiantes/POR: Gerardo Galarza
Excelsior, 7 de diciembre de 2014
 Antes de que terminemos por convertir en mito a Vicente Leñero (lo cual, textualmente, le encabronaría un chingo), ahora que todos decimos haberlo leído, que lo conocimos, que fuimos sus alumnos, que jugamos dominó con él y que algunos ya piensan en ponerle algún altar en alguna redacción, es necesario hacer algunas precisiones. Tampoco se trata de pontificar, ni de reclamar herencias ni cercanías.
 1.- Fue escritor porque escribía. Consideraba escritor a todo aquel que del escribir hace su oficio.
 2.- Conoció muy bien los géneros literarios. Los de ficción y los de no ficción. Sostuvo que el periodismo es un género literario, como lo es el ensayo.
 3.- Conocedor de ellos, repasó cuento, novela, teatro, reportaje, crónica, artículo de opinión, columna, guión cinematográfico, guión televisivo (sí, trabajó para lo que hoy es Televisa, hizo guiones de telenovelas melodramáticas e históricas, a la par de Fernanda Villeli, Margarita López Portillo y su amigo Miguel Sabido. Nunca lo negó. Y fue amigo de Roberto Gómez Bolaños, a quien él llamaba Chéspiro, ingenieros ambos).
 4.- Sí, también dirigió Claudia, una revista femenina del final de los sesenta del siglo pasado, que era competencia de Vanidades, Cosmopolitan y otras de igual calaña. Por su trabajo en esa publicación saltó a la dirección de Revista de Revistas de Excélsior.

 5.- Además, fue director de la catolicísima Señal. Creyente, fue practicante real de los reales principios cristianos, lejos de la jerarquía. Fue amigo y acre crítico del obispo Sergio Méndez Arceo. Autor de Pueblo rechazado (teatro) y El monasterio de los buitres (cine), sobre aquel convento de José Lemercier, donde los monjes fueron sometidos al sicoanálisis. También del inolvidable e imprescindible El evangelio de Lucas Gavilán.
 6.- Fue jugador y aficionado al beisbol. En los line ups apareció como El Flaco, primera base armado con su manopla Newman, especial para levantar de la arcilla el balazo proveniente de la tercera base y sacar el out, en jugada que todavía se aplaude. Gerardo de la Torre, escritor él y su amigo, sabe de eso. Los perdedores, diez actos en una obra, es indispensable en su bibliografía y en su escenografía: robos de jom, goles, en el escenario.
 7.- Siempre se quejó de su falta de imaginación. Le costaba un güevo —así decía— imaginar. Por ello recurría a las historias reales. En teatro, nadie debe olvidar ¡Pelearán diez rounds..!, la historia de Bobby Chacón, con el mismísimo Pipino Cuevas, Pepe Alonso recibiendo los chingadazos del campeón, y don Carlos Ancira como el mejor manager que jamás haya existido en el teatro o en el box, en un ring de a de veras. O aquella maravilla titulada La visita del ángel.
 8.- Esa falta de imaginación lo llevó a escribir una novela muy mal valorada por la crítica, por no decir despreciada, titulada La gota de agua, y que no es más que la historia de una fuga de agua en su casa. Imprescindible en su literatura.
 9.- Leñero conocía muy bien los límites entre la realidad y la ficción, entre la literatura y el periodismo. Nunca tuvo confusión. Usó las técnicas literarias para dar lustre a su periodismo y la precisión periodística para dar credibilidad a su literatura.
 10.- Sabía y proclamaba que el periodismo no soluciona ninguna crisis ni ningún problema, que su función y la de sus practicantes es decir, mostrar, publicar, denunciar la crisis o el problema, no resolverlo.
 11.- Por su convicción periodística nunca militó en ningún partido o causa alguna.
 12.- No despreció tema ni personaje. Ahí están sus textos sobre el poder. Su crónica sobre Carlos Salinas de Gortari cuando le propuso trascender a Julio Scherer, pero también sus reportajes, entrevistas y crónicas sobre el Colegio Militar, el asesinato de los Flores Izquierdo, María Félix, el subcomandante Marcos, Juan José Arreola, Raphael. Fue periodista sin adjetivos.
 13.- Su divisa, la que exigía a su redacción, la que él llevaba como la llevan los toros de lidia al salir al ruedo, con orgullo, fue: “No le pienses, chíngale”. Chingarle significa reportear, reportear y reportear; no le pienses significa escribir lo reporteado, alejado de cualquier creencia o simpatía por justa, valerosa, importante, revolucionaria que sea; la realidad es lo que importa, se impondrá por encima de todo. Los lectores lo saben, desde antes.
 14.- Sabía de límites, burocracias y censuras. Todos leímos Los periodistas, pero ahí están los dos tomos de Vivir del teatro, para los que quieran saber más de aquello.
 15.- ¿De cine? Bueno, sencillo: el nuevo cine mexicano es inexplicable sin sus guiones.


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