Layda y el
Presidente/Javier Corral.
La
Silla Rota, 15 de noviembre de 2015...
Sin
concesiones a la cortesanía o al disimulo, Layda ha sido implacable contra Peña
Nieto en la tribuna del Senado.
Además
de condensar, como momento plástico, el deterioro político y la enorme
distancia que con la desigualdad social guarda el régimen oligárquico que
detenta el poder en México, la ceremonia de entrega de la medalla Belisario
Dominguez al empresario y financiero del PRI, Alberto Baillères, ha tenido también un episodio rescatable y
digno de reconocimiento: La senadora Layda Sansores ha salido al encuentro
de Peña Nieto a su llegada al antiguo recinto del Senado y le ha entregado en
propia mano una carta llena de indignación y reclamo por la corrupción
galopante, la represión de las libertades políticas, y le ha solicitado
-buscando un "destello de dignidad"- la renuncia al mandatario.
Vi la escena por televisión a través de la
transmisión del Canal del Congreso. No asistí porque, tanto al emitir mi voto
sobre el dictamen que otorgó la presea a Alberto Baillères, como mi ausencia en
la sesión solemne, fueron la expresión completa de mi desacuerdo y deslinde con
ese acto de sometimiento del poder legislativo al poder del dinero. Ausente el
espíritu y objetivos para los que nació el galardón, "servicios prestados
a la Patria y a la humanidad", se imprimió otro sentido: reconocimiento al
"emprendedurismo". Así lo presentó el senador que leyó el dictamen,
Roberto Albores, y así lo asumió Baillères en su discurso insulso: Un
reconocimiento al sector empresarial a través de su persona.
Si en efecto ese hubiera sido uno de los
objetivos de la máxima condecoración senatorial, la biografía de Baillères
sería una candidatura ad hoc, aunque tampoco me atrevería a sostener si la más
idónea para representar la idea del emprendedor, pues más que el empresario que
pone en suerte su iniciativa propia, talento, creatividad, y en riesgo su
dinero, la trayectoria del dueño de grupo Bal ha sido la de la cercanía con el
poder y el disfrute de los privilegios, canonjías y condonaciones que eso
acarrea. Más bien, Baillères, fortuna número dos de todo el país, concesionario
de bienes y servicios del Estado mexicano, representa eso que se ha denominado
"el capitalismo de compadres".
Pero esa fiesta de la componenda entre la
política y el dinero, reafirmación de la oligarquía que detenta el poder en
México, la tocó -aunque sea simbólicamente-, la senadora por Campeche, Layda
Sansores, porque se fue directa al personaje que entraña y administra como en
ninguna época esa visión excluyente y expoliadora de la Nación, el presidente de
la República, Enrique Peña Nieto.
Y lo
picó con el dardo preciso, lanzado a la llaga profunda de la pandemia nacional,
la corrupción política que infesta al gobierno y la impunidad que campea
entre poderes de la unión, niveles de gobierno, fruto de esa debilidad que
entraña la propia conducta presidencial, en la que se escudan y confían los
gobernadores más corruptos del país de librarse de la cárcel. Porque además de
la carta, Layda le entregó un ejemplar del libro "La Casa Blanca de Peña
Nieto", que recopila la investigación periodística del equipo de Carmen
Aristegui sobre la mansión multimillonaria del presidente, todavía
inexplicable.
Dueña de un estilo duro y contundente, sin
concesiones a la cortesanía o al disimulo, Layda ha sido implacable contra Peña
Nieto en la tribuna del Senado. Entre el reducido grupo de senadores que
ejercemos la crítica al presidente y mantenemos nuestra oposición a la
regresión autoritaria y la acción corruptora del PRI-gobierno, ella ha
mantenido invariable su tono, su valentía, su intrepidez. El trazo de su pluma
es inconfundible, y sonora su voz. El PRI la detesta, no obstante que viene de
sus propias filas y quizá por eso les duele tanto.
Hace un año por estas fechas pronunció el
discurso más duro que se haya escuchado en el Senado contra Peña Nieto a propósito
de Ayotzinapa; lo tildó de incompetente, corrupto y cobarde. La bancada priísta
no quiso enfrentar las descalificaciones, eludió el debate y abandonó el salón
de sesiones rompiendo el quorum para terminar con la irreverente alocución.
"Váyanse, no importa, ahí lo van a escuchar por la televisión del
Congreso. Si no yo se los haré llegar a sus twitter…", les espetaba la
hija de Carlos Sansores Pérez, quien fuera ni más ni menos presidente nacional
del PRI.
Pero
el senador Miguel Barbosa, entonces presidente de la Mesa Directiva del Senado,
decretaba la falta de quorum y la senadora lo increpaba: "Presidente, aquí
nunca se declara falta de quórum… que no hay quórum, así sean tres que estamos nada más sentados.
No vengan con esas argucias, por favor, aguanten, aguántense, realmente como
senadores dignos y responsables…".
Layda
proponía crear una comisión plural para investigar la “Casa Blanca”:
"Ayotzinapa, es la última llamada. Y decenas, de miles de ciudadanos en
una marcha histórica, salieron a las calles a manifestar su hartazgo y a exigir
la renuncia de Peña Nieto… Eso es lo que no quieren oír los priístas, ahí
se persignan…".
Fiel
a su método mafioso, Emilio Gamboa ofreció vengar al presidente, pero de otra
manera. Desde entonces varios estamos muy pendientes de la Senadora Sansores;
no comparto todas sus posturas, pero soy un convencido de esa voz necesaria en
el Congreso. Ahora estaremos más atentos pues de la tribuna pasó a encarar a
Peña Nieto y entre el séquito de incondicionales esa es una afrenta que desata
a los espíritus facciosos.
La
carta de Layda Sansores por cierto es certera, y pudo haber estado acompañada
por la firma de varios de sus colegas: "Su gobierno se ha caracterizado
por la traición a la Patria, el autoritarismo, la represión y la censura. Hoy
la sangre es la tinta de las plumas libres; las mercenarias reproducen sus
boletines y verdades históricas".
"La
'Casa Blanca' exhibió la corrupción que usted ejerce desde el vértice del poder
y desmoronó la credibilidad en la figura presidencial. Usted representa la
deshonestidad que ha carcomido la vida institucional de México y, por lo tanto,
ha perdido toda autoridad moral para combatirla y castigarla".
"La
operación política diseñada e implementada desde su oficina para silenciar a
los periodistas, mismos que hicieron la investigación que hace un año cambió el
rumbo de su gobierno y su vida, demuestra que es usted intolerante a la crítica
y que la verdad lo desquicia".
"Carmen
Aristegui y su equipo regresarán a ocupar el espacio que dignamente se han
ganado y usted, si así lo quiere, podrá regresar a esa 'Casa Blanca' cimentada
en conflictos de interés y pagada con dinero de la ciudadanía, pero lo que
nunca logrará, es recuperar ni la decencia ni su honra".
"Agregado
al clima de envilecimiento y desconfianza, está también su ineptitud. El caso
de Ayotzinapa no ha podido resolverse pese a ser una de las heridas más
dolorosas en la historia de México, dejando sin respuesta el reclamo de los
deudos, de los mexicanos y de la comunidad internacional".
"Insisto,
sí aún queda en usted un destello de dignidad, en aras de restaurar la
credibilidad en las instituciones y por el bien de México: renuncie",
concluye.
Pero
el presidente de la República ya es impenetrable a este tipo de protestas.
Consciente de su declive, irreparables las abolladuras al carro con el que
transita la segunda mitad de su sexenio, ha decidido seguirse de frente,
sabedor también de lo que puede contener un control de medios como el que se
ejerce en el país. Pudo haber dado señales de rectificación y combate real a la
corrupción, por lo menos en las entidades federativas donde los gobernadores
han saqueado impunemente las arcas estatales.
Es
el caso de Chihuahua. De la importancia y trascendencia de esa acción, también
fue advertido en otra misiva clara y directa. Hace un año, en ocasión de esa
misma ceremonia de la medalla Belisario Domínguez, pero con distinto
recipiendario, entonces Eraclio Zepeda, entregué, al término de la
condecoración una carta a Peña Nieto. Lo encontré en el patio de Xicotencatl.
Lo hice a nombre del Comité Directivo de Unión Ciudadana, brazo cívico de la
lucha contra la corrupción política del gobernador del estado, César Horacio
Duarte Jáquez, y que acogió como suya la denuncia penal interpuesta por Jaime
García Chávez ante la PGR, la que actualmente se sigue investigando -a más de
un año- en el expediente AP/PGR/Chih/Jua/2143/2014/-VI-A.
Bajo
otro estilo, la misiva de los chihuahuenses tocaba de manera central el tema de
la corrupción política: "En el corazón de la política actual está ese
enorme problema, a grado tal que mientras no se consolide un Estado de Derecho
que dé contenido y cauce a la cancelación de la impunidad en general, y la
proverbial que patrocina la corrupción de la clase política, no habrá
certidumbre para la viabilidad de nuestro país, con la consecuencia de que en
el entorno mundial se podrán justipreciar o despreciar otras reformas, pero de
entrada nadie creerá en ellas si no hay el rigor suficiente para que México
deje de ser un país manchado por la corrupción".
"A
nuestro juicio y para que se realice una indagatoria neutral y confiable contra
el gobernador del estado, César Horacio Duarte Jáquez, y su posterior
encausamiento y castigo penales, éste debe separarse de su cargo; ética y
políticamente no hay posibilidad alguna de controvertir de manera plausible
esta afirmación. Y en mérito a esto, alentamos la resistencia y la lucha
cívica, que ya extendemos a todo el territorio chihuahuense".
"Le
compartimos nuestra opinión: El peso de un problema, como el que padece
Chihuahua actualmente con la traición a las instituciones, se calcula en bruto.
Significa esto que el peso institucional que usted representa está incluido, no
nada más porque el gobierno de Chihuahua haya surgido del partido al que usted
pertenece, sino, principalmente, porque nadie podrá creer que usted impulsa
transformaciones en el tema que nos ocupa si en un estado de la República y
nuestra frontera se blinda de impunidad a un alto funcionario como el
gobernador sobre el que pesan gravísimos cargos, de los cuales lo puede imponer
a usted el propio procurador general de la República".
"Como
le resultará fácil entender, nosotros queremos ver coronada por el triunfo
nuestra causa, insistimos, apegada a la razón y al Derecho, pero sería
doblemente lamentable que no lo obtuviéramos, convencidos de una evidencia
sencilla: El patrocinio desde el gobierno federal a un gobernador por el sólo
hecho de ser correligionario y, lo más tenebroso para la República entera, que
sus reformas anticorrupción, por modestas que sean, empiecen dando un tumbo que
le digan a toda la nación que contra la corrupción no se puede hacer nada en su
gobierno".
En
todos los tonos, con los más disímbolos actores, el problema fundamental del
país es la corrupción política; por eso debemos celebrar cuando voces, como la
de Layda o los dirigentes de Unión Ciudadana en Chihuahua, se alzan para
advertir, denunciar, exigir. Mantener el empeño, amplio, plural, redundará que
en la elección del 2018, ese sea el tema nodal para impulsar el cambio de
régimen. De eso no tengo duda.
@Javier_Corral
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