Este es el testimonio de una de las 15 personas acusadas de participar en la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa,
Revista
Proceso
# 2059, 16 de abril de 2016..
El
terror en las mazmorras/Anabel Hernández
No
sabe si es de día o de noche. Está boca abajo en el suelo, amarrado de las
manos, inmóvil. Puede sentir una alfombra en un lado de su rostro. No está en
un lugar clandestino sino en las oficinas de la PGR, en manos de policías
ministeriales federales de la Agencia de Investigación Criminal.
“Me
dicen que ya no hay regreso, que esto es el comienzo… En ese momento me bajan
el pantalón y me quitan las vendas de los pies, me echan agua en los testículos
y en ese momento proceden a asfixiarme nuevamente y me introducen algo en mi
trasero. Es como si fuera de fierro por la forma en que me penetran. En esos
mismos momentos me están asfixiando con la bolsa de plástico y una mano
presiona mi nariz y la oprime, me la cierra con la presión de las manos. En ese
momento siento también toques eléctricos en los testículos…
“El
hombre está sentado sobre mí, sudando y nervioso; se oye muy agitado su cuerpo
y entonces me ordena que me levante los pantalones. Estoy mojado, siento mis
ropas mojadas y un dolor fuerte en el ano y en el ombligo y mi pecho, a la
altura del corazón… y me dice el que ordenó la tortura que si ya voy a hacer lo
que ellos dicen, les contesto que sí que haré todo lo que ellos ordenen.”
Lo
entregan a otros agentes, que lo llevan a un nuevo calvario. Le duele cada
parte de su cuerpo. Cuando lo dejan ir al baño se da cuenta que está sangrando
del recto, además de que tiene costras de sangre en medio de sus piernas.
Tiembla del susto.
Este
es el testimonio de una de las 15 personas acusadas de participar en la
desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, quienes fueron detenidas y
torturadas por integrantes de la Policía Federal, la Agencia de Investigación
Criminal y la Secretaría de Marina, según denunciaron ante las Naciones Unidas
y el Poder Judicial, así como en cartas enviadas directamente a esta reportera.
Se
trata de Sidronio Casarrubias, Gildardo López Astudillo, Felipe Rodríguez
Salgado, Patricio Reyes Landa, Agustín García Reyes, Jonathan Osorio Cortés,
Marco Antonio Ríos Berber y Raúl Núñez Salgado. Cinco de ellos fueron señalados
por la PGR como testigos clave para esclarecer los hechos ocurridos en Iguala.
El
grupo incluye a funcionarios de las policías municipales de Iguala y Cocula:
Verónica Bahena Cruz, Santiago Mazón Cedillo, Héctor Aguilar Ávalos, Alejandro
Lara García, Édgar Magdaleno Navarro Cruz, Jesús Parra Arroyo y Magali Ortega
Jiménez.
En
una carta del 10 de julio del año pasado, funcionarios de la ONU reclamaron al
gobierno de Enrique Peña Nieto las detenciones arbitrarias de 12 de los
detenidos:
“También
expresamos seria preocupación con las alegaciones según las cuales la tortura
–que incluye las violencias sexuales y las amenazas de violación a familiares–
y los malos tratos tuvieron como propósito extraer confesiones forzadas y
prefabricadas, y que el uso de estos métodos no parece ser en casos aislados”,
señalaron en la misiva Seong-Phil Hong, presidente-relator del Grupo de Trabajo
sobre la Detención Arbitraria; Ariel Dulitzky, presidente-relator de Grupo de
Trabajo de Desapariciones Forzadas o Involuntarias; Gabriela Knaul, relatora
especial sobre la independencia de magistrados; y Juan E. Méndez, relator
especial sobre la tortura y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes .
Los
siguientes testimonios fueron recabados por la ONU y la autora de este reporte.
Por respeto a las víctimas se omite su nombre en la descripción de los abusos.
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Quienes
lo detuvieron nunca mostraron una identificación. Se lo llevaron en un vehículo
con otros detenidos. Los transportan en helicóptero a otro lugar, donde una
persona vestida de marino le atiende la ceja que le abrieron sus captores de un
golpe. Sentado en el suelo, escucha los gritos de otros. Es su turno.
“Me
fueron a traer dos personas vestidas de marinos y me metieron a un cuarto. Me
empezaron a amarrar las manos con una venda hacia atrás y me amarraron los
pies… me empezaron a dar toques eléctricos en mis testículos, también en mi ano
y en la boca… y también me ponían una bolsa en la cara hasta el grado de perder
la respiración, y en cuanto la perdía me pegaban en el pecho y el estómago. Así
estuvieron unas tres horas, me decían que me iban a decir todo lo que tenía que
decir.
“En
cuanto a la foto de mi familia, me dijeron que si ahora sí iba a cooperar con
ellos, que si no, iban a matar a mi esposa y que a mis dos niñas también las
iban a matar, pero antes de matarlas las iban a violar y que les iban a meter
el lado del cañón por el ano, y que a mi esposa la iban a violar entre todos…
que de todos modos yo era un muerto de hambre.”
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Policías
federales ministeriales le vendan los ojos, la meten a un cubículo y la sujetan
a una silla donde la amenazan con quitarle su casa y violar a las mujeres de su
familia. La golpean en las costillas, la patean en las piernas y aplican
descargas eléctricas. Por el miedo se orina en la ropa y los policías que la
torturan aprovechan para humillarla e insultarla. Se la llevan de la oficina
donde estaba a las de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de
Delincuencia Organizada, donde la hicieron declarar lo que ordenaron.
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Mientras
se encuentra vendado y maniatado, la Policía Federal Ministerial lo amenaza con
desaparecerlo y hacerle lo mismo a toda su familia. Como si fuera un protocolo,
igual que a los otros le ponen una bolsa para provocarle asfixia mientras le
aplican descargas eléctricas en pies y testículos, mientras le preguntan el
paradero de los estudiantes desaparecidos. Mientras se ensañaban con él,
escuchaba los gritos de dolor de otros detenidos, como si no fuera un edificio
de oficinas públicas, sino mazmorras de terror.
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Es
detenido por personal de la Agencia de Investigación Criminal. Antes de ser
presentado ante el Ministerio Público, es golpeado fuertemente en espalda,
abdomen y testículos. Sabe que todo esto ocurre en oficinas de la PGR, pero no
sabe cuáles. Cuando finalmente lo llevan ante el MP las cosas no mejoran. Incluso
el encargado de tomarle la declaración lo amenaza con violar a su esposa y
matar a toda su familia si no se declara culpable de los hechos del 26 y 27 de
septiembre en Iguala.
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Está
en oficinas de la Secretaría de Marina. Lo golpean en hombros, costillas y
muslos; le aplican toques eléctricos en los pezones y testículos, mientras de
otras formas le provocan asfixia. Los marinos lo presentan ante el Ministerio
Público 12 horas después de su detención. Cuando la perito hace la inspección
física encuentra tales daños que ella misma recomienda que lo manden al
hospital para ser valorado por especialistas en oftalmología, traumatología y
ortopedia.
En
respuesta a la carta de la ONU, el gobierno de Peña Nieto reconoció que tuvo
que abrir las averiguaciones previas 312/UEIDAPLE/DT/31/2015,
114/AP/DGDCSPI/2015, 185/API/ DGDCSPI/2015, 044/AC/ DGDCSPI/2015, y 047/AC/
DGDCSPI/2015 para indagar los hechos de tortura y abuso de autoridad en 10 de
los 13 detenidos a los que se refirió la comunicación de la instancia
internacional. Admitió también que las presuntas víctimas de tortura fueron
detenidas por la Policía Federal, la Policía Federal Ministerial de la Agencia
de Investigación Criminal y la Secretaría de Marina. l
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