Las
opiniones de Trump/Ian Bremmer es presidente de Eurasia Group y autor de Superpower: Three Choices for America’s Role in the World.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
El País, 14 de abruk de 296.
Donald
Trump no será nunca presidente. Perdónenme por contarles el final, pero el que
parece con más probabilidades de ser el candidato republicano no ganará las
elecciones. Entre otras muchas razones, porque, cuando Barack Obama derrotó a
Mitt Romney, hace cuatro años, el voto femenino, más de la mitad del total, fue
a parar a este último en un 44%, y, aun así, Romney perdió la elección por un
margen considerable; las últimas encuestas muestran que el índice de aprobación
de Trump en el electorado femenino es de solo el 23% y es casi seguro que su
rival el próximo otoño será una mujer.
Los
medios de comunicación de todo el mundo se han tomado demasiado en serio la
posibilidad de que Trump llegue a la presidencia. Ahora bien, eso no significa
que no haya que tener muy en cuenta sus ideas de política exterior, que han
calado en una ruidosa
minoría de estadounidenses. Sus opiniones persistirán
cuando desaparezca su candidatura.
En
contra de lo que se cree, Donald Trump no es un aislacionista. Quiere reforzar
las fuerzas armadas y a veces ha insinuado que quizá enviaría tropas terrestres
a Siria. Asegura que aniquilará al ISIS, tal vez con armas nucleares, y que
autorizará que se practique la tortura con los sospechosos de terrorismo. Trump
tampoco se opone a las relaciones comerciales. Dice que no quiere más que
romper unos acuerdos que considera injustos y negociar otros nuevos, mucho más
favorables para EE UU. Según él, eso permitiría al país pagar los 19 billones
de dólares de su deuda (¡en solo ocho años!) y recuperar puestos de trabajo en
la industria.
Tacha
a casi todos los aliados de débiles y dice que se aprovechan de la estúpida
generosidad de Washington. Menosprecia las alianzas e instituciones que, en su
opinión, limitan el margen de maniobra de Estados Unidos y cuestan demasiado
dinero. Por ejemplo, insiste en abandonar la OTAN a no ser que Francia,
Alemania y los demás aumenten enormemente el gasto militar. En ciertos
aspectos, su enfoque unilateralista es una prolongación lógica (aunque extrema)
del intervencionismo de Bush y el amplio uso de drones y sanciones de Obama.
Pero también dice que hay que permitir que Japón, Corea del Sur e incluso
Arabia Saudí tengan sus propios arsenales nucleares para que puedan
responsabilizarse de su propia seguridad. Es cierto que los aliados
tradicionales de los estadounidenses afrontan peligros mucho mayores que EE UU.
Europa está mucho más expuesta a la agitación en Oriente Próximo y las
ambiciones rusas. La expansión de China y las amenazas de Corea del Norte son
más preocupantes para Japón y Corea del Sur. El ISIS es mucho más peligroso
para Arabia Saudí que para Estados Unidos, que, además, ya no necesita el
petróleo saudí tanto como antes. Muchos estadounidenses parecen estar de
acuerdo con Trump (y con el candidato demócrata Bernie Sanders) en que las
relaciones comerciales destruyen empleo. Son pocos los que piensan que la
globalización fortalece la economía norteamericana.
Trump
vive en un mundo de todo o nada, en el que los dirigentes chinos “han sacado
tanto dinero de nuestro país que han reconstruido China”. Divide el mundo en
ganadores y perdedores, el bien y el mal, trabajadores y parásitos, mi tribu o
la tuya. Hace poco escribí que Trump ha adoptado una política exterior de
“Estados Unidos por encima de todo”. No lo decía como cumplido, y me sorprende
verle aceptar la etiqueta con entusiasmo.
El
país necesita a toda costa un debate abierto y comprometido para saber si tiene
razón o no. ¿Un acuerdo comercial más beneficioso para otros países puede ser
también bueno para nosotros? ¿Le interesa a veces a EE UU intervenir más para
que otros puedan permitirse intervenir menos? ¿Puede seguir siendo un país
seguro y próspero en un mundo cada vez más volátil? ¿Redunda en su interés
nacional que su marina sea la que más hace por garantizar la libre navegación
en todo el mundo? ¿Ha llegado el momento de insistir en que los aliados
compartan más los costes y los riesgos de la seguridad colectiva? Tanto
nuestros aliados como los votantes merecen saber.
Es
una insensatez desestimar las opiniones de Trump sobre política exterior, aunque
sepamos que nunca va a ser presidente. Las cuestiones y los resentimientos que
expresa necesitan respuesta o, si no, persistirán.
Por
desgracia, ese es un debate que sus adversarios todavía pretenden evitar.
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