Columnas políticas Ciro, Raymundo, Jorge y Ricardo…
Martes 31 de mayo
EL SECUESTRO DE ALAN PULIDO, ¡QUÉ CARAJOS FUE ESO!/Ciro Gómez Leyva
El Universal
Eso no existe en el secuestro, me dice Humberto Padgett, de quien hablábamos
ayer aquí.
Qué es lo que no existe, de acuerdo con el autor del libro de reciente
aparición, Tamaulipas, la casta de los narcogobernadores, un eastern mexicano.
De acuerdo con Padgett y cientos de personas que ayer expresaron también
sorpresa por el secuestro y liberación del futbolista Alan Pulido el domingo en
Ciudad Victoria. Veamos:
*1 Alan es secuestrado con su novia, a quien se deja en libertad. Es decir,
habría claridad en cuanto a que el objetivo era el famoso futbolista. Se
trataría de un secuestro estudiado. Y caliente.
*2 El comisionado de la Policía Federal, Enrique Galindo, me dijo ayer que
de inmediato comenzó una negociación con los secuestradores y que todo indicaba
que el hombre a quien se detuvo cuando se liberó a Alan formaba parte de los
grupos locales del crimen organizado, algo que luego se confirmaría. Se
trataría de profesionales.
*3 Los secuestradores, sin embargo, no habrían sometido a Alan en la casa
de seguridad. Según la Procuraduría de Justicia de Tamaulipas, en un descuido,
peleó contra uno de los captores, quien además tenía un teléfono a la mano.
Alan lo venció sin que nadie se percatara y pudo llamar al 066 para pedir que
lo rescataran. Queda la impresión de que deambulaba por el lugar.
*4 Que haya aportado detalles sobre el sitio donde lo tenían secuestrado
lleva a pensar que tampoco le vendaron los ojos durante el traslado, una de las
acciones elementales de cualquier secuestrador, incluso de los menos fogueados.
*5 Las policías rescataron a Alan sin que, según el comisionado Galindo,
los secuestradores opusieran resistencia. O tuvieron tiempo para huir, o en el
lugar había solamente una persona, otra situación inverosímil en un secuestro
que despertaría enorme interés en la sociedad.
Quizás Alan fue víctima azarosa de unos primosecuestradores. O quizá, como
propone Padgett, su pronta liberación obedeció al momento político y electoral
que se vive en Tamaulipas. “Su ausencia le representaba un daño político al
gobierno de Tamaulipas y, en consecuencia, al PRI”, concluye. “El secuestro es
real, lo demás es muy raro. El desenlace es afortunado, pero me parece que deja
rastros de las relaciones y la comunicación fluida entre secuestradores y
autoridades que pudieron resolver el secuestro de una manera tan rápida”.
Tamaulipas, la semana previa a las elecciones. Parece que Alan Pulido valía
más libre que secuestrado. Decíamos ayer que en esa entidad el crimen no pacta
con el poder, porque el crimen es el poder.
MENOS DE 140. El PRI denunciando corrupción es como el burro hablando de
orejas: el ex presidente Felipe Calderón.
#
Secuestros de alto impacto/Raymundo Riva Palacio
El Financiero,
De la nada, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, dijo
ante representantes para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión
Europea, que México ya no confrontaba al crimen, sino que estaban generando
“entornos de armonía en el mediano y largo plazo, a partir de un tejido social
fuerte y oportunidades efectivas para el desarrollo individual y colectivo”,
como la solución a la inseguridad. Sus palabras se colapsaron rápidamente al
mostrar el domingo lo hueca y fallida que es la estrategia contra la
delincuencia que dirige Osorio Chong, con el secuestro del futbolista Alan Pulido
en Tamaulipas que desató una reacción nacional e internacional, porque es una
de las estrellas del club Olympiacos de Grecia, y volvió a poner en entredicho
al gobierno mexicano.
Las palabras de Osorio Chong son preocupantes, pero la realidad
neutraliza los temores. Preocupa porque en las condiciones de violencia que
arrastra México desde hace años, la estrategia que dijo ante los europeos sólo
podría tener éxito si de por medio hubiera un pacto con los criminales. Para su
fortuna –aunque políticamente es su infortunio–, es tal el desastre de la
política de seguridad pública, que no se puede plantear objetivamente que el
gobierno federal haya pactado con criminales. El secuestro de Pulido pulverizó
las palabras del secretario de Gobernación y enfatizó cómo la seguridad en
México se ha deteriorado durante el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto.
El discurso oficial dice que las cosas van por buen camino, pero la
información pública indica lo contrario. Lo que le pasó a Pulido es ejemplo de
la desarticulación de la política de seguridad gubernamental. Tamaulipas es una
de las entidades donde más vigilancia federal hay, y el Ejército coordina las
acciones en el estado. De manera coyuntural, a una semana de las elecciones, la
presencia federal había sido reforzada. En las últimas semanas también se
habían incrementado las denuncias de la intervención del Cártel del Golfo en el
proceso electoral, pero aun así, ante los ojos de todos, metafóricamente
hablando, se cometió este secuestro de alto impacto y lo trasladaron a una casa
de seguridad en el centro de Ciudad Victoria.
De acuerdo con las informaciones preliminares del secuestro, el
automóvil de Pulido, donde viajaba su novia, fue interceptado por varias
camionetas pasada la medianoche del sábado, después de salir de una fiesta en
un rancho. A ella la liberaron rápidamente, lo que sugiere que sabían quién era
su víctima, y se sentían tan cómodos entre las lagunas de la vigilancia
federal, que podían moverse en convoyes. Los refuerzos federales y estatales no
sirvieron de mucho para impedir el crimen contra alguien tan prominente ante la
opinión pública. Una vez más, como ha sido a lo largo del sexenio, la retórica
fue aplastada y las acciones tuvieron que ser reactivas y a contra corriente.
Un inverosímil descuido del único vigilante de Pulido durante su
breve cautiverio, le permitió al futbolista marcar el 066 de emergencia
–increíble también que sus secuestradores no lo despojaran de su celular–,
que permitió ubicarlo atrás del edificio de Tránsito en Ciudad Victoria y
rescatarlo. Si la versión es cierta, fue un golpe de suerte y no, como dijo el
comisionado de la Policía Federal, Enrique Galindo, resultado del esfuerzo
coordinado entre las fuerzas de seguridad. Lo valioso de la mentira de Galindo
es que muestra a plenitud las trampas del discurso gubernamental. Las
afirmaciones del secretario de Gobernación son el claro ejemplo de que la forma
como esta administración aborda y pretende controlar el tema de la inseguridad
es a golpe de declaraciones y propaganda. Todo es positivo aunque sea negativo;
todo es resultado del trabajo coordinado aunque sea producto del azar.
Las palabras triunfalistas que repiten, no se sostienen ante la
realidad. Los resultados de la Tercera Encuesta Nacional de Calidad e Impacto
Gubernamental que dio a conocer el Inegi la semana pasada, revelan que la
principal preocupación de los mexicanos es su seguridad, o la falta de ella en
el país. Aunque la encuesta refleja percepciones, estas no se incuban sin la
existencia de los factores objetivos que llevan a construirlas, como el hecho
de cuántas personas en su entorno o conocidas han sido víctimas de un delito.
En las informaciones sobre el secuestro de Pulido difundidas en el
mundo se registraron las críticas de ONG mexicanas sobre los datos del gobierno
peñista. Los últimos que los contradicen los dio la presidenta de Alto al
Secuestro, Isabel Miranda de Wallace, quien dijo que este tipo de delito ha ido
al alza: sólo entre marzo y abril de este año, se elevó 19 por ciento. Según la
señora Wallace, en los tres primeros años del sexenio se registraron seis mil
983 secuestros, a un promedio de seis por día. El presidente no ve el sol
porque se lo tapa el dedo de Osorio Chong. Pero restarle responsabilidad a Peña
Nieto sería reduccionista.
Si el presidente insiste en pretender que la inseguridad en México no
es un problema mayor para su gobierno, o fue convencido por su propia
propaganda, o la realidad no es lo que lo rodea. Cuando dice que los mexicanos
no comprenden lo que ha hecho su gobierno, tiene razón. Millones de mexicanos,
medidos en los crecientes porcentajes de desaprobación a su gestión, piensan
que su gobierno es incompetente. El secuestro de Pulido es el último botón de
muestra.
Twitter: @rivapa
#
Secuestro idiota!/Ricardo Alemán.
Milenio
En un primer momento, el secuestro del futbolista Alan Pulido prendió todos
los focos de alerta.
Se había llevado a cabo en Tamaulipas –la entidad con niveles más altos de
violencia–; el secuestrado era a un famoso futbolista y –por si fuera poco–, el
plagio tuvo lugar a una semana del proceso electoral.
Era el escenario perfecto para esperar lo peor. Por eso muchos pensaron en
el crimen de Rodolfo Torre Cantú, hace seis años.
Sin embargo, pocas horas después de conocido el secuestro, el gobierno
estatal –incapaz de atender los más elementales delitos–, sorprendió a propios
y extraños al presentar ileso al futbolista. ¿Qué pasó?
Entones se conocieron detalles del secuestro. Se había tratado, según todos
los indicios, de un secuestro idiota.
Es decir, si tomamos en cuenta tanto la versión de la autoridad como la del
secuestrado, habríamos asistido a un secuestro operado por “aprendices de
brujo”; secuestradores de ocasión que iban por el auto y que terminaron por
improvisar un plagio sin protocolos propios de profesionales de esos crímenes.
Por eso, luego aparecieron el asombro, la incredulidad, el estupor… y la
burla.
Aparecieron no solo dudas sino chabacanería, especulación y el imparable
invento de todo tipo de versiones.
Que si fue un montaje del gobierno estatal, que si propaganda del gobierno
de Tamaulipas, que si fue un acto con tintes electoreros a favor del PRI, que
si el futbolista es un mago del escapismo, que si…
¿Qué fue lo que pasó? Pocos lo saben.
Lo cierto, sin embargo, es que se pueden tejer tantas historias como la
imaginación y el interés político decidan. Se puede decir misa, si así se
quiere.
Pero también es cierto que existen elementos para suponer que –como ya se
dijo–, en el fondo asistimos a un secuestro idiota. O si se quiere, cometido
por idiotas.
¿A quién beneficia –por ejemplo–, secuestrar en Tamaulipas –a una semana
del proceso electoral–, a un famoso como Alan Pulido? ¿Cuál sería el beneficio
–para una banda criminal que opera en Tamaulipas–, llevar a cabo el secuestro
de una víctima de alto perfil como Alan Pulido, en medio del reflector del
proceso electoral? ¿Es creíble que una banda de profesionales del secuestro
haya sido capaz de un plagio como el de Alan Pulido?
Lo cierto, sin embargo, es que llevar a cabo un secuestro en todas las
circunstancias planteadas sería, por decir lo menos, la peor recomendación y la
más descocada decisión para una banda criminal como las que operan en
Tamaulipas. ¿Por qué?
1.- Porque secuestrar a un famoso como Pulido sería igual a comprar la
persecución de todo el Estado mexicano contra la banda criminal culpable del
plagio.
2.- Porque llevar a cabo el secuestro en Tamaulipas, de un famoso como el
futbolista, sería lo mismo que incendiar la pradera. Es decir, calentar la
plaza criminal al máximo y de manera innecesaria, con el peligro de poner en
riesgo los rentables negocios criminales.
3.- Porque si una mayoría ciudadana sabe que el de Tamaulipas es un
gobierno inútil para garantizar la seguridad elemental de sus habitantes,
resulta de risa loca que los mismos incrédulos de ese gobierno le acrediten las
habilidades necesarias como para fabricar un montaje en torno al secuestro del
pateador de balón.
4.- Porque en el supuesto de un montaje con fines políticos, debieron poner
de acuerdo a más de dos personas. Y los secretos ya no lo son cuando pasa de
uno.
5.- Y es que el de Tamaulipas no puede ser un gobierno de inútiles y, al
mismo tiempo, de genios como para inventar un plagio.
Y podrán decir misa, pero todo apunta a un secuestro idiota
Al tiempo.
#
El voto del narco y el secuestro de Alan/ Jorge Fernández Menendez.
Excelsior
Hubo una sucesión de eventos que sugerirían que, más allá de ser
criminales, los secuestradores eran poco profesionales.
En cuanto nos enteramos de que el futbolista Alan Pulido había sido
secuestrado en Ciudad Victoria, escribimos en Twitter que el narcotráfico ya
había votado en Tamaulipas, como lo había hecho seis años atrás con el
asesinato de Rodolfo Torre Cantú, el candidato priista y hermano de Egidio
(quien se convirtió en su sucesor de esa forma tan traumática) a una semana de
las elecciones.
Afortunadamente la historia de Pulido terminó mucho mejor que la de
Rodolfo. Alan fue rescatado 24 horas después de su secuestro, en una sucesión
de eventos que sugerirían que, más allá de ser criminales, sus secuestradores
eran poco profesionales. Pero el golpe mediático que eso significó, tan cerca
de las elecciones, con dos candidatos virtualmente empatados, no ha sido medido
y su efecto lo veremos, sin duda, el domingo próximo, en las urnas.
Desconcierta y es una muestra más de lo sucio de la campaña electoral
que, cuando recordamos el asesinato de Rodolfo, haya quienes hayan insistido,
con una homogeneidad que presupone una campaña prefabricada, que su hermano
Egidio no pudo resolver ese crimen en estos seis años. Desconcierta y es
campaña porque esclarecer lo sucedido con Rodolfo no era ni es responsabilidad
de Egidio, comenzando por el simple hecho de que el caso fue atraído desde un
inicio por la PGR y, luego de unos pocos avances iniciales, todo indica que la
investigación fue abandonada. Egidio, que venía de fuera del equipo de campaña
de Rodolfo (había sido responsable de elaborar el plan estatal de desarrollo,
no estaba en la operación) no podía, no debía, lanzarse a una labor de
ministerio público, tenían que ser otras autoridades, en este caso las
federales, con mayor distancia, incluyendo la sentimental, las que se hicieran
cargo del caso. Tampoco se podía designar culpables a modo, repetir el teatro
de Chapa Bezanilla.
Robert Kennedy, siendo procurador de Estados Unidos, no investigó,
por lo menos oficialmente, el asesinato de su hermano John. Dejó el caso
en las instituciones, como el FBI, en las que incluso desconfiaba. Pero no
podía ser él juez y parte. Después de seis años, por supuesto que Egidio tiene
(como la tenía Robert) una idea de cómo se dieron las cosas en la muerte de Rodolfo,
pero, por lo pronto y mientras él sea gobernador, hacer justicia es una tarea
que debe quedar en manos del Ministerio Público federal. Y, hasta ahora, ni en
el gobierno de Calderón ni en el de Peña Nieto se ha avanzado en ello.
Hace cuatro años y once meses, en julio de 2011, entrevisté al
presidente Calderón. La fecha coincidía con el primer aniversario del
asesinato de Rodolfo Torre Cantú. En esa entrevista, el presidente Calderón
reconoció que su gobierno estaba “en falta” en la investigación de ese crimen,
al que calificó como “el asesinato político más grave” que se había dado en
todo su sexenio, pero que entre los elementos que ya se tenían de la
investigación, lo más importante era que se había comprobado que dos de las
armas utilizadas en el atentado pertenecían a policías municipales: una de
Reynosa y otra de Ciudad Mante, que una tenía reporte de robo y que la otra no.
En julio de 2011 escribíamos aquí que “el tema de las dos armas,
junto con la certidumbre que tuvieron los atacantes del trayecto, el horario y
el tipo de vehículo no blindado que transportaría en ese corto trayecto al
candidato, es el único dato duro, hasta ahora, que sostiene esa hipótesis (la
de un crimen con información interna, cometido por grupos criminales con intencionalidad
política), pero es un hilo del cual se puede jalar y mucho... La candidatura de
Egidio sirvió como un freno a cualquier intento de otros grupos de poder (de
beneficiarse de la muerte de Rodolfo). El punto está en ver en otros niveles,
en otros espacios, en otros grupos de poder, si podía existir interés en que
Rodolfo no llegara a ser gobernador. Y allí el tema de las armas y el
itinerario pueden ayudar a encontrar respuestas”. No las ha habido.
El principal interesado en que se esclareciera el asesinato, no sólo
por razones personales, sino también porque era un tema clave para su gobierno,
fue Egidio Torre, quien incluso de inicio armó un gabinete y un equipo que
tenía muy poca relación con los hombres y mujeres que fueron el equipo de
campaña de su hermano Rodolfo, lo que lo liberó de compromisos sexenales
previos y que, esa es una especulación nuestra, también le permitió tener
neutralizada cualquier traición interna que pudiera haber habido.
Egidio ha buscado respuesta en la PGR una y otra vez sobre el caso de
Rodolfo y los avances no van mucho más allá de aquello que hace casi cinco años
me dijo el presidente Calderón. Lo que nadie duda es que la muerte de Rodolfo
Torre fue un voto criminal en Tamaulipas, como lo ha sido, aunque sea en otro
contexto y afortunadamente con otro final, el secuestro de Alan Pulido. Pero,
atención, porque aún falta una semana.
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