Revista
Proceso
#2069, 26 de junio de 2016.
En
Nochixtlán la Policía atacó parejo/ Pedro Matías.
Pobladores
de Nochixtlán confirman: la versión oficial sobre el choque del domingo 19
dista de ser verdadera. La policía no se conformó con desalojar a los
profesores, sino que lanzó un ataque generalizado sobre buena parte de la
comunidad. Así, provocó el desplazamiento de niños indígenas, lanzó gases lacrimógenos
contra un hospital y entró a buscar heridos, detuvo a inocentes y soltó balazos
desde temprano.
NOCHIXTLÁN,
Oax.- A Jesús Cadena Sánchez no le gustaba levantarse temprano. Mucho menos si
era domingo. Por eso, el domingo 19, Patricia Sánchez, su madre, se alarmó
cuando regresó del tianguis como a las 8:30 de la mañana y no encontró a su
hijo dormido.
Hacía
una hora que habían empezado a retumbar los cohetones alterando la tranquilidad
de Asunción Nochixtlán, una pequeña ciudad de 26 mil habitantes que conecta la
región mixteca con la supercarretera Tehuacán-Oaxaca, una vía estratégica
bloqueada –como otros 37 puntos carreteros de la entidad– desde el lunes 13 por
el magisterio disidente, a la altura del kilómetro 278.
La
decisión de Jesús –que a sus 19 años era catequista– de ir a apoyar la
resistencia en la barricada aún no cabe en la mente de Dionisio Sánchez,
entrenador del equipo Chelsea de Nochixtlán, en el que el joven jugaba como
mediocampista. Lo conocía desde niño, pues visitaba el comedor que Patricia
tiene frente a una céntrica clínica de salud, y por eso sabía que no tenía
militancia política ni mayor interés que ingresar a la Universidad de Chapingo.
Patricia
Sánchez no se fijó a qué hora recibió la llamada de Heady Sánchez, enfermera del
Hospital de Nochixtlán, quien le avisó de la muerte de su hijo. Tenía un balazo
en el brazo derecho, pero murió por otro tiro que le atravesó la vejiga y salió
por el glúteo izquierdo, según confirmó una de sus cuatro hijas, hermana de
Jesús.
El
camino a Huajuapan, paso obligado para ingresar a Nochixtlán, era un desastre
desde que alrededor de las 7:30 un contingente policiaco –que oficialmente
estaba integrado por 400 federales, 400 estatales y 80 ministeriales– arremetió
contra las decenas de personas que hacían guardia en la barricada que bloqueaba
la supercarretera.
Ráfagas
de plomo surcaron el territorio mixteco en medio del espeso gas esparcido por
las bombas lacrimógenas y las columnas de humo negro que emanaban de vehículos
incendiados. Entre estos había dos camiones cargados con pollos que, 48 horas
después, seguían difuminando su pestilencia.
Fueron
muchos los nochixtlecos sin militancia política ni proximidad al magisterio que
salieron a la entrada del pueblo, y fueron al menos cuatro vecinos los que ahí
murieron, pues además de Jesús, falleció Óscar Luna Aguilar, que a sus 22 años
era hijo de familia, ayudaba a su padre con el negocio familiar de forrajes y
se había animado a poner su negocio de venta de jugos.
Aun
siendo tan jóvenes, eran muy conocidos en la ciudad por sus respectivas
actividades. Lo mismo pasaba con Yalid Jiménez Santiago, un taxista de 29 años
que participó en el comité organizador de los festejos de su pueblo, en 2011.
Anselmo
Cruz Aquino, de 33 años, trabajaba en una farmacia de Tlaxiaco; Óscar Nicolás
Santiago, de 21 años, era campesino de Las Flores Tilantongo.
Los
seis murieron en el hospital de Nochixtlán, que durante el domingo 19 quedó en
medio del fuego cruzado.
Como
justificó el comisionado de la Policía Federal: ninguno de los muertos era
maestro; pero, a diferencia de lo sugerido por el gobernador Gabino Cué,
ninguno era infiltrado.
Registros
en tiempo real
A
las 2:58 de la mañana, el sábado 18, un mensaje de texto enviado en uno de los
grupos de Whatsapp de los movimientos sociales oaxaqueños anunció: “Están
acarreando gente en autobuses de la policía federal en el rancho de los
Cuevas”.
Los
Cuevas son los caciques priistas de Nochixtlán. Daniel Alberto es el presidente
municipal y su hermano, Herminio, es diputado local electo.
Otro
mensaje momentos después: estaba llegando gente sospechosa en Suburban al hotel
Merli y al Juquila. Uno más, 10 minutos después: tres camionetas llegaron por
El Moralito, bajaron al río y apagaron las luces.
Aunque
les parecían sospechosos, aún no se podía inferir que desde esos puntos se
desencadenaría el ataque de Nochixtlán.
Un
grupo de Whatsapp, integrado por integrantes de movimientos sociales y que fue
organizado por la dirigencia de la organización Comuna, dio cuenta con
precisión del avance policial.
Las
peticiones de ayuda comenzaron a las 7:38: “Ya llegaron, ya están todos los
gases, están rompiendo madres”. Quien escribía también solicitaba refuerzos,
pues eran sólo 100 personas en la barricada. La respuesta fue que tocaran las
campanas, y que ya iba gente en apoyo.
A
partir de las 8:00 de la mañana y hasta 21 minutos después, diferentes mensajes
dan cuenta del desalojo de la barricada. Durante la retirada, ya en la vía de
acceso a Nochixtlán, comparten fotografías del avance policial. A las 8:42
avisan que los federales incendiaron dos camiones que transportaban pollos.
La
ruta de acceso a Nochixtlán pasa por arriba de la supercarretera. Abajo, una
brecha de terracería comunica, a través de una gasolinera –y la vulcanizadora
que aparece en fotografías que se hicieron virales–, la supercarretera con la
avenida Cristóbal Colón, donde se dio el enfrentamiento. A unos 500 metros está
el panteón municipal, por la misma acera de la gasolinera.
En
la siguiente hora, varios mensajes insisten en la necesidad de refuerzos. A las
9:15 avisan que el hospital está bajo ataque. Diferentes testimonios dan cuenta
de disparos que surgen de matorrales ubicados entre el hospital y un sector
habitacional.
A
las 9:28, uno de los integrantes escribe: “Ya agarramos a uno de esos
cabrones”, al parecer, un federal. La hora coincide con los testimonios
recogidos entre quienes se encontraban en el lugar. Supuestamente era un
momento de repliegue policial. Momentos después empezaron los reportes de tiros
con mayor intensidad.
Cinco
minutos antes de las 10:00 reportaron los primeros tres heridos de bala. En los
siguientes 40 minutos, las expresiones son de miedo, desesperación,
incredulidad.
“Están
echando bala 9 mm. esos cabrones”, “Tenemos 8 heridos de bala”, “Van más van
más”.
Conforme
a los testimonios recogidos por Proceso, cuando aún se disparaban las bombas de
gases, el contingente de la barricada y la población que se le sumó estaban
entre el panteón y los hoteles Merli y Juquila, ubicados casi enfrente, uno a
cada lado de la avenida. Desde ahí se reportaron los primeros tiros. Los
civiles quedaron rodeados por tiradores atrás y federales al frente.
A
las 10:44 se confirma en otros grupos de Whatsapp que hay dos muertos, y los
mensajes siguen hasta las 11:31: “La pista está infestada, ya cedió el pueblo,
ya no hay gente en el centro. Estos perros vienen con todo, bajó un helicóptero
en el centro de salud”.
El
ataque al hospital
En
el hospital de Nochixtlán había poco personal: tres enfermeras y un médico,
cuando alrededor de las 10:30 empezaron a llegar los primeros heridos.
La
normalidad del modesto nosocomio del pueblo albergaba, sin embargo, a tres
pacientes internos de gravedad, cinco recién nacidos y a sus respectivas
madres, y a decenas de familiares en las salas de espera.
No
sólo llegaban heridos de bala o moribundos, sino que manifestantes también
llevaban, cargando, a quienes habían muerto. En total, 45 heridos, 20 de ellos
de bala, según constató este semanario en las listas del hospital. Había otros
que, por impericia, tenían quemaduras por cohetones que les estallaron en las
manos, o golpes.
El
personal sanitario no se daba abasto. Las enfermeras debieron conseguir
colchonetas para colocar a los heridos. Los cuerpos de quienes ya habían muerto
quedaron tendidos en el suelo.
Algo
similar ocurría en la clínica del IMSS, a donde llegaron 14 heridos más. En el
Centro de Salud hubo otros 10.
De
repente, en un avance de los federales, el nosocomio quedó rodeado. El personal
consultado recuerda que se opuso al despliegue, porque los agentes llevaban
armas de fuego y querían revisar inclusive a los pacientes graves sin relación
con los hechos.
“Los
policías estaban muy alterados, no sé si por adrenalina o por algún tóxico. Querían
a fuerza llevarse a los heridos de la barricada, pero en eso llegó un
contingente muy grande y huyeron.”
–¿Ya
no regresaron? –se le pregunta al trabajador del hospital.
–No
así… como si fuera venganza, el helicóptero soltó bombas de gas en la puerta y
una en el techo, por el área de cuneros. No sé ni cómo le hicimos, pero
estuvimos mojando toallas para que no entraran más gases, la gente que estaba
con sus pacientes nos ayudó. Todo estaba mal, muy mal…
Cerca
de las 4:00 de la tarde, un grupo de médicos voluntarios del estado de Puebla
llegó a reforzar a enfermeras y al médico que durante la jornada trabajaron
solos en Nochixtlán.
Fue
el intento de sacar a los heridos y el cerco que impusieron los policías en el
hospital lo que devino en la quema del palacio municipal, porque para la gente
de la comunidad uno de los culpables de la afrenta es el alcalde Daniel Cuevas,
a cuyo hermano le quemaron el rancho donde todos aseguran que pernoctaron los
federales.
Arrestos
de funeral
El
domingo 19 fue Día del Padre, pero la familia González García iba a sepultar al
suyo, que murió un día antes por insuficiencia renal. Llegaron al panteón como
a las 8:00 de la mañana, y Francisco, el mayor de los hijos, empezó a cavar la
tumba en la que reposarían los restos.
Como
a las 8:30 ingresó la Policía Federal. Y detuvo a 18 dolientes. Los llevaron a
un camión oficial y los mantuvieron esposados y boca abajo, unos encima de
otros.
Para
conseguir su liberación, la familia de los retenidos acudió al Centro de
Derechos Humanos Gobixha, que contribuyó a dar visibilidad a otro aspecto
absurdo del operativo: de 23 detenidos, 18 estuvieran en un sepelio sin
relación con la barricada ni la confrontación de Nochixtlán.
Cuando
finalmente los liberaron, en algunos medios de comunicación se afirmó –sin
fuentes– que había sido producto de una negociación, pues la gente de
Nochixtlán tenía a dos federales retenidos en la iglesia del pueblo.
Lo
cierto es que los federales –que efectivamente fueron capturados por la
población la mañana del domingo 19– fueron colocados ahí porque se temía que
llegara la policía por otros heridos que también estaban bajo resguardo en ese
sitio. A diferencia del operativo federal, los pobladores no se equivocaron:
los detenidos sí eran policías. Con la presencia de personal del Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, los federales
fueron liberados en ambulancias.
El
miedo al regreso de la policía fue persistente a lo largo de la semana en
Nochixtlán. La noche del lunes se instalaron barricadas en diferentes puntos
del pueblo para cuidar los velorios de dos vecinos. Creían que los agentes
regresarían para llevarse y desaparecer los cuerpos, borrar la evidencia.
Historia
de desprecio
Asunción
Nochixtlán tiene su origen en los antiguos asentamiento de la cultura mixteca.
Fue fundado como una guarnición militar por el guerrero Ndzahuindanda,
aproximadamente en el año 909, y permaneció habitado hasta 1521 o 1522, cuando
la población se mermó por las epidemias de cólera, peste, sarampión y viruela
traídas por los conquistadores.
Fue
en 1527 cuando Francisco de Orozco y un grupo de 59 mixtecos refundaron
Nochixtlán, lugar que tropas insurgentes de José María Morelos ocuparon en su
camino hacia Oaxaca. En 1863, en las cercanías de la población, Porfirio Díaz y
Félix Díaz derrotaron a una brigada de soldados belgas durante la Guerra de
Intervención Francesa. Durante la Revolución Mexicana fue un centro de
operaciones entre los ejércitos revolucionarios y los denominados
“soberanistas” oaxaqueños.
Este
domingo 19, el pueblo de Nochixtlán escribió un capítulo más en su historia.
El
parte de guerra del domingo 19 es de ocho civiles muertos (otras fuentes elevan
la cifra), 108 heridos, 27 detenidos, siete desaparecidos, 50 desplazados, 60 vehículos
calcinados, el palacio municipal de Nochixtlán, un hotel, un rancho e
instalaciones de la Policía Federal y de Caminos y Puentes Federales
incendiados, y pérdidas por 3 mil millones de pesos.
Aquí,
de la encarnación del espanto se pasó a la rabia de los herederos de
Ndzahuindanda (“Flechador del sol”) para dar paso a una resistencia, casi
heroica, que tiene contra la pared al presidente Enrique Peña Nieto y al
gobernador Gabino Cué Monteagudo, porque en su desalojo fallido enlutaron la
tierra del sol y despertaron la ira de los pueblos originarios.
Los
disturbios de Nochixtlán provocaron el desplazamiento de 50 indígenas mixtecos,
entre ellos 28 niños y 22 adultos de la colonia 20 de Noviembre. Ellos se
encuentran refugiados en una comunidad ubicada a siete kilómetros de distancia,
confirmó la representante del Comité de Defensa Integral de Derechos Humanos
Gobixha, Sara Méndez Morales.
La
defensora manifestó que los 50 desplazados no pueden regresar a sus viviendas,
en primer lugar porque no hay condiciones –siguen las barricadas– y porque la
policía rompió techos y dañó sus casas de madera.
Ante
tal situación, este viernes saldrá una Misión de Observación de la Defensoría
de los Derechos del Pueblo de Oaxaca (DDHPO) y de la Comisión Nacional de los
Derechos Humanos (CNDH) a Nochixtlán para inspeccionar la colonia, que se
encuentra en inmediaciones de donde se dio el desalojo violento.
Según
testimonios de los adultos que lograron sacar a los 28 niños –el domingo de la
confrontación, alrededor de las siete de la mañana–, la policía lanzó gases y
balazos, por lo que despertaron a los pequeños y se los llevaron a un lugar
seguro.
Por
el momento desconocen cuántos heridos son de la colonia o si son familiares de
los menores, porque cuando entraron los federales sólo observaron a una persona
que cayó herida en la garganta y otros dos en las piernas.
El
enfrentamiento duró alrededor de ocho horas, recuerdan.
Por
lo pronto, los 50 desplazados encontraron refugio en una comunidad mixteca
aledaña que les dio asilo en el auditorio municipal.
Médicos
y maestros atienden a los menores, así como a una mujer embarazada que tuvo una
amenaza de aborto y está en observación. Sin embargo, hace falta ropa para los
menores y los adultos, porque llevan cinco días con lo que traían puesto al
salir huyendo.
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