El ascenso de la democracia demótica en Europa/Mark Leonard is Director of the European Council on Foreign Relations.
Traducción del inglés de Rocío L. Barrientos.
Project
Syndicate, 27 de junio de 2016
Aún
queda por asimilar la conmoción causada por la votación británica a favor de
salir de la Unión Europea. No obstante, los líderes europeos deben acorazarse
frente a lo que está por venir. De hecho, el brexit podría ser el temblor
inicial que desencadene un tsunami de referéndums en Europa durante los
próximos años.
Devolver
el poder a las masas a través de la democracia directa puede realmente ser la
propuesta más revolucionaria que hacen estos partidos. De hecho, refleja una
comprensión de las frustraciones que han impulsado una ola mundial de protestas
populares durante los últimos años – protestas que, en el mundo árabe,
provocaron revoluciones reales. El mismo espíritu de protesta que condujo, por
ejemplo, a españoles, griegos, y neoyorquinos a salir a las calles – con
diferentes demandas, ciertamente – está alimentando el apoyo a estos nuevos
referéndums y a los partidos insurgentes que los provocan.
Esto
es una pesadilla no sólo para los partidos establecidos, sino que también para
la gobernabilidad democrática. Tal como la experiencia de California con
referéndums ha demostrado, el público a menudo vota por cosas contradictorias –
por ejemplo, a favor de impuestos más bajos y a favor de más programas de
bienestar; o, por la protección del medio ambiente y por tener gas más barato.
Sin
embargo, para la UE, esta dinámica es exponencialmente más difícil; de hecho,
anula los cimientos de la Unión Europea. La UE es, al fin y al cabo, la máxima
expresión de la democracia representativa. Se trata de un organismo ilustrado
que se sustenta sobre valores liberales básicos, tales como los derechos
individuales, la protección de las minorías, y una economía basada en el mercado.
Pero
las capas de la representación sobre las que se asienta la UE han creado la
sensación de que una especie de “élite-sobre-la élite” es la que está al mando,
una élite que está muy alejada de los ciudadanos comunes. Esto ha proporcionado
a los partidos nacionalistas el blanco perfecto para sus campañas anti-UE. Todo
esto, más la añadidura de miedos alarmistas sobre temas como la inmigración y
el comercio, hace que la capacidad que tienen los partidos nacionalistas para
atraer a votantes frustrados o ansiosos sea fuerte.
Se
tienen dos visiones de Europa – la diplomática y la demótica – que ahora se
enfrentan una contra la otra. La Europa diplomática, encarnada por el padre
fundador de la UE Jean Monnet, es la que recibió grandes y delicadas preguntas
que surgieron de la esfera de la política popular y las redujo a temas técnicos
manejables por los diplomáticos, quienes podían abordarlos a través de
compromisos burocráticos a puerta cerrada. La Europa demótica, ejemplificada
por el Partido de la Independencia del Reino Unido, que ayudó siendo punta de
lanza para el brexit, es como Monnet, pero a la inversa, ya que toma
compromisos diplomáticos como el TTIP o el acuerdo de asociación con Ucrania, y
los politiza intencionalmente.
Mientras
la Europa diplomática se caracteriza por la búsqueda de la reconciliación, la
Europa demótica se caracteriza por ir tras la polarización. La diplomacia es un
ámbito donde todos ganan; la democracia directa es un ámbito de suma cero. La
diplomacia trata de bajar la temperatura; el paradigma demótico la eleva. Los
diplomáticos pueden trabajar unos con otros; los referéndums son binarios y
fijos, dejando nada de espacio para la maniobra política y para llegar a un
compromiso creativo necesario para resolver los problemas políticos. En la
Europa demótica, la solidaridad es imposible.
El
alejamiento de Europa de la diplomacia comenzó hace más de una década, cuando
se rechazó el Tratado por el que se establece una Constitución para Europa en
los referéndums populares en Francia y los Países Bajos. Ese resultado puede
haber sacado por completo a la UE de la actividad de elaborar tratados, lo que
significa que la esperanza de una futura integración también puede haberse
arruinado.
Sin
embargo, en la estela del brexit, la futura integración no es la mayor
preocupación de Europa. En vez de ello, tiene que lidiar con fuerzas cada vez
más poderosas que socavan la integración que ya se ha logrado, fuerzas que
intentan empujar a Europa hacia atrás. Por supuesto, solo hay que recordar lo que
había antes de la UE para realmente darse cuenta cuán peligroso puede ser este
camino.
En
esta nueva era de “vetocracia” en Europa, la diplomacia que sustentó la
creación del proyecto europeo ilustrado y progresista no puede funcionar,
dejando a la UE en una situación ingobernable. Ahora que los euroescépticos se
han salido con la suya en el Reino Unido, la vetocracia se hará más fuerte que
nunca. Las votaciones directas sobre temas como las normas de comercio o la
política de inmigración destriparán la democracia representativa de Europa, de
la misma forma que las votaciones directas sobre membresías amenazan las
entrañas de la propia UE.
En
una novela popular escrita por el premio Nobel José Saramago, la Península
Ibérica se desprende de la parte continental de Europa y se aleja flotando por
el mar. Con un tsunami de plebiscitos presionando al continente, esta puede
llegar a ser una metáfora profética.
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