El
significado del Brexit/Jeffrey D. Sachs, Professor of Sustainable Development, Professor of Health Policy and Management, and Director of the Earth Institute at Columbia University, is also Director of the UN Sustainable Development Solutions Network. His books include The End of Poverty, Common Wealth, and, most recently, The Age of Sustainable Development.
Traducción: Esteban Flamini.
Project
Syndicate, 27 de junio de 2016
La
votación a favor del Brexit fue una triple protesta: contra la oleada migratoria,
contra los banqueros de la City londinense y contra las instituciones de la
Unión Europea, en ese orden. Y tendrá importantes consecuencias. La campaña de
Donald Trump por la presidencia de los Estados Unidos recibirá un enorme
impulso, lo mismo que otros políticos populistas anti‑inmigrantes. Además, la salida de la UE
dañará la economía británica, y puede ser que empuje a Escocia a abandonar el
Reino Unido (y ni hablar de las ramificaciones del Brexit para el futuro de la
integración europea).
De
modo que el Brexit es un punto de inflexión que señala la necesidad de una
nueva clase de globalización muy superior al statu quo rechazado en las urnas
británicas.
El
Brexit refleja en esencia un fenómeno muy difundido en los países de altos
ingresos: el creciente apoyo a partidos populistas que promueven restricciones
a la inmigración. Alrededor de la mitad de la población de Europa y Estados
Unidos, generalmente votantes de clase trabajadora, cree que la inmigración
está descontrolada y que plantea una amenaza al orden público y las normas
culturales.
En
medio de la campaña por el Brexit, en mayo, se conoció que en 2015 la
inmigración neta al RU había sido de 333 000 personas, más del triple de la
meta de 100 000 previamente anunciada por el gobierno. La noticia se sumó a la
crisis de refugiados sirios, a los atentados terroristas cometidos por
emigrantes sirios y jóvenes de ascendencia extranjera desvinculados de su país,
y a las muy publicitadas historias de agresiones sexuales a mujeres y niñas por
parte de emigrantes en Alemania y otros lugares.
En
EE. UU., los simpatizantes de Trump también hacen campaña contra los 11
millones de inmigrantes indocumentados que, se calcula, viven en el país, en su
mayoría hispanos que llevan vidas pacíficas y productivas, pero no cuentan con
visas o permisos de trabajo adecuados. Para muchos simpatizantes de Trump, el
quid del reciente ataque en Orlando se reduce a que el perpetrador era hijo de
inmigrantes musulmanes afganos y actuó en nombre del sentimiento antiestadounidense
(aunque desatar una masacre con armas automáticas sea por desgracia tan
típicamente estadounidense).
Las
advertencias en el sentido de que el Brexit reduciría los niveles de ingresos
fueron totalmente desestimadas en la errónea creencia de que eran meras
amenazas, o superadas por un interés en el control de fronteras. Pero hubo otro
factor importante: una lucha de clases implícita. Los votantes pro‑Brexit de clase
trabajadora pensaron que en todo caso la mayor parte de la pérdida de ingresos
sería para los ricos, y especialmente para los despreciados banqueros de la
City londinense.
Los
estadounidenses ven a Wall Street y su conducta codiciosa y a menudo criminal
con no menos desdén que el que la clase trabajadora británica reserva para la
City. Esto también indica una ventaja de campaña para Trump sobre su oponente
en noviembre, Hillary Clinton, cuya candidatura cuenta con amplia financiación
de Wall Street (Clinton debería tomar nota y distanciarse).
En
el RU, a estas dos poderosas corrientes políticas (el rechazo a la inmigración
y la lucha de clases) se les sumó un difundido sentimiento de que las
instituciones de la UE son disfuncionales. Y sin duda lo son. Basta mencionar
los últimos seis años de mala gestión de la crisis griega por políticos
europeos miopes e interesados. Es comprensible que el desorden continuo en la
eurozona haya ahuyentado a millones de votantes británicos.
Las
consecuencias inmediatas del Brexit ya son claras: la libra se hundió a un
mínimo en 31 años. En el corto plazo, la City londinense se enfrentará a
grandes incertidumbres, pérdida de empleos y caída de las bonificaciones. Las
propiedades inmobiliarias en Londres se desvalorizarán. Los efectos secundarios
que pueden afectar a Europa a más largo plazo (entre ellos una probable
independencia escocesa; la posible independencia de Cataluña; la interrupción
del libre movimiento de personas dentro de la UE; y el ascenso de la política
anti‑inmigratoria,
con la posible elección de Trump, y de Marine Le Pen en Francia) son enormes.
Otros países tal vez celebren sus propios referendos y algunos tal vez elijan
irse de la UE.
En
Europa, ya se oyen llamados a castigar a Gran Bretaña para dar el ejemplo
(advertir a otros países que estén pensando lo mismo). Es la política europea
en el colmo de la estupidez (algo que también se ve claramente en relación con
Grecia). En vez de eso, lo que queda de la UE debería reflexionar sobre sus
propios errores y corregirlos. Castigar a Gran Bretaña (por ejemplo, negándole
acceso al mercado común europeo) solo logrará profundizar la desintegración de
la UE.
¿Qué
debe hacerse entonces? Yo sugeriría diversas medidas, tanto para reducir los
riesgos de que se formen ciclos de retroalimentación catastróficos en el corto
plazo como para maximizar los beneficios de las reformas a largo plazo.
En
primer lugar, poner fin de inmediato a la guerra en Siria, para detener la
oleada de inmigrantes. Esto puede lograrse cortando el pacto CIA‑Arabia Saudita
para derrocar a Bashar al-Assad, lo que permitiría a este último (con apoyo
ruso e iraní) derrotar a Estado Islámico y estabilizar Siria (más una
estrategia similar en el vecino Irak). La adicción estadounidense a los cambios
de régimen (en Afganistán, Irak, Libia y Siria) es la causa profunda de la
crisis de refugiados en Europa. Córtese la adicción, y los refugiados recientes
podrán volver a sus hogares.
En
segundo lugar, detener la expansión de la OTAN a Ucrania y Georgia. La nueva
Guerra Fría con Rusia es otro error garrafal obra de EE. UU., con un montón de
ingenuidad europea adicional. Cerrar la puerta a la expansión de la OTAN
permitiría aliviar tensiones y normalizar las relaciones con Rusia, estabilizar
Ucrania y volver a concentrar la atención en la economía y el proyecto
europeos.
En
tercer lugar, no castigar a Gran Bretaña. En vez de eso, vigilar las fronteras
nacionales y de la UE para detener a los inmigrantes ilegales. No es xenofobia,
racismo o fanatismo: es sentido común. Países con la provisión de bienestar
social más generosa del mundo (los de Europa occidental) deben poner límites a
millones (de hecho, cientos de millones) de potenciales inmigrantes. Lo mismo
vale para EE. UU.
En
cuarto lugar, restaurar un sentido de justicia y oportunidad para la clase
trabajadora desencantada y para aquellos a quienes las crisis financieras y la
reubicación de empleos perjudicaron económicamente. Esto implica guiarse por el
ethos socialdemócrata de implementar amplios programas de gasto social en
salud, educación, capacitación, esquemas de pasantías y apoyo familiar,
financiados mediante impuestos a los ricos y el cierre de paraísos fiscales,
que menoscaban el ingreso público y agravan la injusticia económica. También
implica darle a Grecia un muy esperado alivio de deuda, lo que pondría fin a la
larga crisis de la eurozona.
En
quinto lugar, concentrar recursos, incluidas ayudas adicionales, en el desarrollo
económico de los países de bajos ingresos, en vez de la guerra. La migración
descontrolada desde las regiones pobres y afectadas por conflictos se volverá
inmanejable (con cualquier política migratoria) si el cambio climático, la
pobreza extrema y la falta de capacidades y educación debilitan el potencial de
desarrollo de África, América central y el Caribe, Medio Oriente y Asia
central.
Todo
esto subraya la necesidad de cambiar de una estrategia de guerra a una de
desarrollo sostenible, especialmente por parte de EE. UU. y Europa. Muros y
vallas no detendrán a millones de emigrantes que huyen de violencia, pobreza
extrema, hambre, enfermedades, sequías, inundaciones y otros males. Solo la
cooperación internacional puede hacerlo.
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