Revista
Proceso
# 2074, 31 de julio de 2016..
Y
ahora, “terrorismo de bajo costo”/ANNE
MARIE MERGIER
Los
más recientes ataques yihadistas en suelo francés –la masacre de Niza y el
asesinato del sacerdote Jacques Hamel, por ejemplo– obedecen a una lógica que
los sofisticados sistemas antiterroristas del mundo occidental no han alcanzado
a comprender y no saben cómo encarar. Se trata de los terrorismos “de
proximidad”, “de bajo costo” o “de los pobres”, que se sirven de individuos
desadaptados, con problemas psicológicos, quienes son fácilmente influenciables
a distancia. Es el terrorismo de “tercera generación”, definido y detallado en
un libro, Llamado a la resistencia islámica (de Abu Moussab al-Souri), que
circula en internet desde hace años.
París.-
Sólo tres monjas y una pareja de ancianos asistían a la misa matutina que
celebraba Jacques Hamel el pasado martes 26 en la iglesia de
Saint-Etienne-du-Rouvray, un municipio de Normandía con una población de 28 mil
personas.
Eran
casi la 09:30 horas y la misa estaba a punto de terminar cuando dos hombres
vestidos de negro irrumpieron en el templo. Gritaban frases en árabe que
ninguno de los presentes entendió. Una de las monjas logró deslizarse fuera de
la iglesia en el momento en que los intrusos ordenaban al sacerdote de 86 años
que se arrodillara.
“Supe
lo que iba a pasar”, dijo después la religiosa, quien pudo dar la alarma
mientras los terroristas degollaban al anciano.
Policías
de la Brigada de Investigación e Intervención de la vecina ciudad de Rouen
llegaron muy pronto. Cercaron la iglesia e intentaron negociar con los
terroristas. En vano. Protegiéndose con sus rehenes aparecieron en el umbral
del templo. Gritaron Allahu Akbar (Dios es grande) al tiempo que disparaban sus
armas ligeras. Los policías respondieron. Los yihadistas cayeron acribillados.
Esas
escenas horrorizaron a los franceses que aún seguían impactados por el “camión
loco” lanzado a toda velocidad sobre una multitud la noche del jueves 14 en
Niza, que mató a 84 personas e hirió a más de 300.
Seis
días después de esa masacre, el miércoles 20, el Estado Islámico (EI) difundió
en internet un video de siete minutos en el que dos yihadistas francófonos
aparecían de pie detrás de dos “presos” arrodillados, vestidos con overoles
rojos y presentados como espías.
Uno
de los terroristas reivindicó el atentado de Saint-Etienne-du-Rouvray y el otro
se dirigió al presidente francés: “Fíjate bien en esa escena, Francois
Hollande”, le dijo, “porque muy pronto se va a repetir con tus propios
ciudadanos en las calles de París, Marsella, Niza y en toda Francia…”
Luego
los dos hombres decapitaron a los presos.
Seis
días más tarde Adel Kermiche y Abdel-Malik Petitjean ultimaron de la misma
manera a Jacques Hamel.
Al
mismo tiempo que se siguen interrogando sobre el asesino de Niza, los franceses
descubren a otros dos terroristas surgidos en un pueblo perdido en la bucólica
Normandía que tanto inspiró a los pintores impresionistas.
Día
tras día surge más información sobre Mohamed Lahouaiej Bouhlel, el tunecino de
31 años que enlutó a Niza, descrito por sus familiares y vecinos como
solitario, depresivo, violento y sin mayores convicciones religiosas.
Ahora
las investigaciones judiciales revelan que planeó su crimen durante meses y que
tenía cómplices. Aún falta establecer si actuó en coordinación con el EI o
simplemente bajo su influencia. Parece prevalecer la segunda hipótesis.
Malhechores
terroristas”
Los
lazos de Kermiche y Petitjean con el EI son más claros. El mismo 26 de julio la
organización terrorista reivindicó el asesinato del sacerdote de
Saint-Etienne-du-Rouvray en un comunicado que difundió Amaq, su agencia de
propaganda, y al día siguiente hizo circular en la web un video en el que los
dos yihadistas prestan juramento de lealtad al EI.
Según
el vespertino Le Monde, que tuvo acceso al expediente judicial de Kermiche,
este francoargelino de 19 años, que radicaba con sus padres a dos kilómetros de
Saint-Etienne-du-Rouvray, padeció problemas psicológicos en su niñez y fue
atendido en un centro especializado hasta los 13 años.
En
su adolescencia frecuentó una institución terapéutica y pedagógica en la que su
temperamento agresivo generó conflictos. A los 16 años renunció a estudiar y no
tardó en relacionarse con Adel Bouaun, un joven integrista musulmán que jugó un
papel determinante en su radicalización.
En
marzo de 2015 Kermiche intentó viajar a Siria pero fue detenido en Alemania,
devuelto a Francia y puesto bajo control judicial. Dos meses más tarde se
esfumó; llegó a Turquía, donde fue detenido y de nuevo deportado a Francia.
Acusado de “asociación de malhechores terroristas para perpetrar atentados”, el
joven pasó 10 meses en detención preventiva mientras se investigaba su caso.
Pese
a semejantes antecedentes estuvo en la misma celda que un detenido islamista
saudita… En todo caso Kermiche tuvo un comportamiento ejemplar y logró
convencer a la juez que lo investigaba de que se había arrepentido y quería
rehacer su vida.
El
candidato frustrado para luchar en la yihad recobró una semilibertad el pasado
25 marzo: tenía la obligación de llevar una pulsera electrónica y sólo podía
salir de la casa de sus padres cuatro horas al día: de las 08:30 a las 12:30.
El
pasado martes 26, a las 09:25, junto con Petitjean, Kermiche se lanzó al asalto
de la iglesia de Saint-Etienne-du-Rouvray armado con cuchillos, una pistola,
falsos cinturones de explosivos y un temporizador de cocina.
Hasta
el cierre de esta edición (el jueves 28) no se conocían detalles de la
biografía de Petitjean, de 19 años, quien llevaba algunos meses viviendo en Aix
les Bains, al pie de los Alpes. No tenía expediente judicial y los servicios de
inteligencia no lo tenían fichado como una persona en proceso de
radicalización. No había huella de él en ninguna parte. No llevaba consigo
credencial alguna y salió tan desfigurado por el proyectil que le alcanzó el
rostro que quedó irreconocible.
Según
la escueta información oficial sobre su caso, fue un servicio de inteligencia
“amigo” que señalo muy tarde a su homólogo galo que un individuo no
identificado, que había intentado llegar a Siria desde Turquía, se aprestaba a
cometer un atentado en Francia. La información era vaga. Las unidades
antiterroristas francesas sólo empezaron a sospechar un día después del crimen
que el yihadista de Normandía era el individuo señalado.
Si
bien el atentado perpetrado por Kermiche y Petitjean “sólo” cobró una vida, su
fuerza simbólica es demoledora en Francia: matar de esa forma horrible a un
sacerdote anciano al pie del altar de una pequeña iglesia de campo tiene un eco
profundo en la memoria colectiva de la mayoría del pueblo galo.
¿Fueron
ideados por el EI en sus feudos de Irak y Siria estos dos más recientes
atentados “artesanales” que acaban de sacudir a Francia? Nadie lo cree, ni las
autoridades judiciales ni los expertos franceses dedicados a la problemática del
Islam radical.
Todos
insisten en la horizontalidad de la red terrorista del EI y los distintos
grados de autonomía de acción de la que disponen sus “soldados” que operan en
Europa. Según los casos y según los especialistas, van surgiendo los conceptos de
yihadismo de proximidad, yihadismo de rizoma (tallo horizontal y subterráneo),
yihadismo de bajo costo, yihadismo por mimetismo, yihadismo de los pobres…
Todos
también recalcan la importancia ideológica en la gestación de la multifacética
yihad contemporánea de Abu Moussab al-Suri y de un colectivo de ideólogos de la
“guerra santa” que firma sus escritos con el nombre de Abu Makr Naji.
El
ideólogo sirio-español
Según
Gilles Kepel, experto en el mundo árabe contemporáneo, del Islam y del
terrorismo islámico, autor de una quincena de libros sobre estos temas, la
trayectoria Al-Souri –sirio-español nacido en Alepo en 1958– es fuera de lo
común.
En
1976 ese estudiante en ingeniería integró la Vanguardia Combatiente, rama
militar de los Hermanos Musulmanes sirios. Después de la sangrienta masacre que
en 1982 desató Hafez el-Assad (padre del actual presidente sirio, Bashar
el-Assad) en la ciudad de Hama para sofocar la rebelión fomentada por esa
organización, Al-Souri se refugió primero en Francia, donde vivió dos años, y
luego en 1985 en España, donde se casó con una andaluza y obtuvo la doble
nacionalidad. Su flamante pasaporte español le permitió recorrer Europa con
mucha facilidad.
A
lo largo de siete años, Al-Suri observó y analizó con suma atención la realidad
europea. En 1989 dejó España para mudarse a Afganistán, después de que el
ejército soviético se retiró de ese país. En medio de la guerra civil que no
tardó en desatarse, Al-Suri empezó a escribir el Llamado a la resistencia
islámica mundial, un texto político religioso que es capital para entender la
esfera yihadista actual.
En
1992 Al-Souri volvió a Andalucía y se involucró de lleno con el Grupo Islámico
Armado de Argelia y con el Frente Islámico de Salvación en la guerra civil que
sacudía a ese país. Cuatro años más tarde, tras el triunfo de los talibanes,
volvió a Afganistán y fue enlace de los ideólogos de Al Qaeda y el mismo Osama
Bin Laden con la prensa internacional, al mismo tiempo que seguía trabajando en
su “gran obra” teórica.
Después
de los atentados del 11 de septiembre de 2001 y de la guerra que Georges Bush
desató contra Afganistán, Al-Suri se refugió en Pakistán, donde puso el punto
final al libro que publicó en 2004 en formato electrónico. Ese trabajo causó
sensación en el mundo islámico radical.
En
2005 el sirio-español fue capturado por los paquistaníes, quienes lo entregaron
a las fuerzas militares estadunidenses, las cuales a su vez lo entregaron en
2007 a Bashar al-Assad.
El
virus “yihadista”
Según
información que maneja Kepel, Al-Souri habría sido liberado por el presidente
sirio en 2011. La meta de Al-Assad era clara: contaminar la embrionaria
revolución democrática siria con el virus yihadista para privarla del apoyo
occidental.
Actualmente
no se conoce el paradero de Al-Souri.
Llamado
a la resistencia islámica mundial nutre lo que Kepel llama el “yihadismo de la
tercera generación”. Al-Souri parte de lo que considera el fracaso del
“yihadismo de la segunda generación” que encabezó Bin Laden. Critica los
ataques masivos contra Occidente, en particular los atentados del 11 de
septiembre de 2001 que le hizo perder a Al Qaeda su feudo de Afganistán.
Al-Souri,
por el contrario, brega por un yihadismo totalmente horizontal, de redes, cuyos
combatientes, en el caso de los países occidentales, deben ser reclutados entre
los musulmanes de la inmigración o los no musulmanes convertidos al Islam.
Estos “soldados” tienen que integrar pequeñas células diseminadas en los países
“enemigos” y deben actuar sin concertación centralizada y con plena libertad
para elegir sus blancos y sus armas.
El
ideólogo sirio privilegia los “blancos blandos”, esencialmente musulmanes bien
integrados en la sociedad occidental e intelectuales que critican el Islam. Los
judíos completan esa lista. La meta de Al-Souri es corroer y hacer explotar las
sociedades occidentales.
La
irrupción de YouTube y el desarrollo exponencial de las redes sociales
electrónicas a partir de 2005 dieron un formidable eco a sus ideas, que los
servicios secretos europeos y sobre todo estadunidenses subestimaron.
Los
terroristas que cometieron los atentados de enero de 2015 en Francia siguieron
los “preceptos” de Al-Souri al pie de la letra: asesinaron a los caricaturistas
de la revista satírica Charlie Hebdo y atacaron un supermercado kosher, al
tiempo que mataron a un policía francés de origen magrebí.
Lo
mismo había hecho Mohamed Merah, un joven francoargelino de 24 años que cometió
tres atentados en 2012 en Toulouse, matando sucesivamente a tres militares
franceses de origen magrebí y a tres niños y un profesor de una escuela judía.
Los
expertos franceses –académicos y policías– subrayan que el EI acentúa aún más
“la descentralización” preconizada por Al-Souri, instando a todos los
musulmanes, con o sin lazos con él, a golpear a los “infieles” estén donde
estén y por todos los medios posibles.
Y
mientras más el EI pierde terreno en Irak y Siria, más busca inspirar ataques
mortíferos y autónomos con la esperanza de desatar enfrentamientos comunitarios
y procesos de guerra civil en Europa.
Mohamed
Lahouaiej Bouhle, que según la investigación judicial en curso se radicalizó
muy poco tiempo antes de perpetrar sus crímenes al volante de su camión, parece
ser representativo de ese nuevo “yihadismo relámpago y de bajo costo”.
Esa
estrategia del caos a toda costa sembrado por “soldados del califato”
improvisados –que en ciertos casos padecen problemas psicológicos que los
vuelven vulnerables e influenciables– aparece muy claramente expuesta en
Gestión de la barbarie, un libro de Abou Bakr Naji, un seudónimo detrás del que
parece esconderse un grupo de ideólogos de la yihad y que fue publicado en
2004.
Escrito
originalmente en árabe, pero traducido a varios idiomas, Gestión de la barbarie
es definido por los expertos como el “perfecto manual de la Yihad” y como
lectura de cabecera de todos los líderes terroristas islámicos, incluyendo a
Abubakar Shekau, quien encabeza a Boko Haram en Nigeria. Tiene además una
impresionante difusión. Figuró entre los 56 libros sobre terrorismo más vendidos
en el mundo por Amazon, que finalmente lo sacó de su catálogo, pero su versión
electrónica circula ampliamente en internet.
Según
Hugo Micheron, investigador del Centro de Estudios Internacionales de la
Escuela de Ciencias Políticas de París, especialista en el yihadismo, Gestión
de la barbarie se puede comparar con Mi lucha, de Hitler.
Lo
que preconiza este “manual del terror” es “simple”: sólo el caos total logrará
que Occidente se someta al Islam y todos los medios son válidos para sembrarlo.
Abu
Bakr Naji multiplica los ejemplos concretos: atacar a turistas occidentales que
visitan los países árabes, secuestrar o asesinar periodistas, acelerar el ritmo
de los atentados y combinar los “artesanales” con los más estructurados para
crear un clima de pánico y de vulnerabilidad general, golpear los lugares
frecuentados por multitudes… la lista dista de ser exhaustiva.
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