El discurso que el Papa
Francisco dejó a los voluntarios de JMJ
Francisco decidió improvisar su discurso
en el encuentro con los voluntarios pero dejó al Obispo encargado del comité
organizador de la JMJ las palabras que había preparado para la ocasión en el
Tauron Arena de Cracovia.
A
continuación el texto completo de sudiscurso:
Queridos
voluntarios:
Antes
de regresar a Roma, siento el deseo de encontraros y, sobre todo, de dar las
gracias a cada uno de vosotros por el esfuerzo, la generosidad y la dedicación
con la que han acompañado, ayudado y servido a los miles de jóvenes peregrinos.
Gracias también por vuestro testimonio de fe que, unido al de los muchísimos
jóvenes de todo el mundo, es un gran signo de esperanza para la Iglesia y para
el mundo.
Al
entregarse por amor de Cristo, han experimentado lo hermoso que es
comprometerse con una causa noble, y lo gratificante que es hacer, junto con
tantos amigos y amigas, un camino fatigoso pero que paga el esfuerzo con la
alegría y la dedicación con una riqueza nueva de conocimiento y de apertura a
Jesús, al prójimo, a opciones de vida importantes.
Como
una manifestación de mi gratitud me gustaría compartir con vosotros un don que
la Virgen María nos ofrece, y que hoy ha venido a visitarnos en la imagen
milagrosa de Kalwaria Zebrzydowska, tan querida por San Juan Pablo II. En
efecto, justo en el misterio evangélico de la Visitación (cf. Lc 1,39-45)
podemos encontrar un icono del voluntariado cristiano.
De
él tomo tres actitudes de María y os las dejo, para que os ayuden a leer la
experiencia de estos días y para avanzar en el camino del servicio. Estas
actitudes son la escucha, la decisión y la acción.
Primero,
la escucha. María se pone en camino a partir de una palabra del ángel: «Tu
pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez» (Lc 1,36). María sabe
escuchar a Dios: no se trata de un simple oír, sino de escucha, hecha de
atención, de acogida, de disponibilidad. Pensemos en todas las veces que
estamos distraídos delante del Señor o de los demás, y realmente no escuchamos.
María escucha también los hechos, los sucesos de la vida, está atenta a la
realidad concreta y no se detiene en la superficie, sino que busca captar su
significado. María supo que Isabel, ya anciana, esperaba un hijo; y en eso ve
la mano de Dios, el signo de su misericordia. Esto sucede también en nuestras
vidas: el Señor está a la puerta y llama de muchas maneras, pone señales en
nuestro camino y nos llama a leerlas con la luz del Evangelio.
La
segunda actitud de María es la decisión. María escucha, reflexiona, pero
también sabe dar un paso adelante: decide. Así ha sucedido en la decisión
fundamental de su vida: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu
palabra» (Lc 1,38). Y también así en las bodas de Caná, cuando María se da
cuenta del problema y decidió acudir a Jesús para que interviniera: «No tienen
vino» (Jn 2,3). En la vida, muchas veces es difícil tomar decisiones y por eso
tendemos a posponerlas, tal vez dejando que sean otros los que decidan por
nosotros; o incluso preferimos dejarnos arrastrar por los acontecimientos,
seguir la «tendencia» del momento; a veces sabemos lo que deberíamos hacer,
pero no tenemos valor, porque nos parece demasiado difícil ir
contracorriente... María no tiene miedo de ir contracorriente: con el corazón
firme en la escucha, decide, asumiendo todos los riesgos, pero no sola, sino
con Dios.
Y,
por último, la acción. María se puso en camino «de prisa...» (Lc 1,39). A pesar
de las dificultades y de las críticas que pudo recibir, no se demora, no
vacila, sino que va, y va «de prisa», porque en ella está la fuerza de la
Palabra de Dios. Y su actuar está lleno de caridad, lleno de amor: esta es la
marca de Dios. María va a ver a Isabel, no para que le digan que es buena, sino
para ayudarla, para ser útil, para servir. Y en este salir de su casa, de sí
misma, por amor, se lleva lo más valioso que tiene: Jesús, el Hijo de Dios, el
Señor. Isabel lo comprende inmediatamente: «¿Quién soy yo para que me visite la
madre de mi Señor?» (Lc 1,43); el Espíritu Santo suscita en ella resonancias de
fe y de alegría: «Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura
saltó de alegría en mi vientre» (Lc 1,44).
También
en el voluntariado todo servicio es importante, incluso el más sencillo. Y su
sentido último es la apertura a la presencia de Jesús; la experiencia del amor
que viene de lo alto es lo que pone en camino y llena de alegría. El voluntario
de las Jornadas Mundiales de la Juventud no es sólo un «agente», es siempre un
evangelizador, porque la Iglesia existe y actúa para evangelizar.
María,
cuando acabó su servicio con Isabel, regresó a su casa, en Nazaret. Con
delicadeza y sencillez, igual que ha venido se va. También vosotros, queridos
jóvenes, no llegaréis a ver todo el fruto del trabajo realizado aquí en
Cracovia, o durante los «hermanamientos». Lo descubrirán en sus vidas y se
regocijarán por ello las hermanas y hermanos que habéis servido. Es la
gratuidad del amor. Pero Dios conoce vuestra dedicación, vuestro compromiso y
vuestra generosidad. Él ?podéis estar seguros? no dejará de recompensaros por
todo lo que habéis hecho por esta Iglesia de los jóvenes, que estos días se ha
reunido en Cracovia con el Sucesor de Pedro. Os encomiendo a Dios y a la Palabra
de su gracia (cf. Hch 20,32); Os encomiendo a nuestra Madre, modelo de
voluntariado cristiano; y os pido, por favor, que no os olvidéis de rezar por
mí.
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