Dos poemas de Renato Leduc/(1979)
Revista Proceso, Redacción, 9 de agosto, 1986
El 11 de septiembre de 1984, durante la celebración del cincuentenario del Fondo de Cultura Económica, Renato Leduc cayó al suelo, víctima de un desmayo que hizo prever su muerte en el corto plazo, debido a que entonces contaba ya 88 años Leduc sobrevivió dos años más Un edema agudo pulmonar, cardiopatía mixta y obstrucción pulmonar crónica terminaron con el bohemio de las picardías en cascada y la versivicación informal
Colaborador de periódicos y revistas capitalinos Leduc ejercitó la columna y la crónica y militó sin partido en causas progresistas, no sin contradecir principios declarados En su libro Los diablos del petróleo supo combinar sus propias convicciones con elogios a “La Quina”
Como poeta, escribió poemas memorables, algunos de ellos en la mejor línea humorística de la poesía mexicana Los siguientes son inéditos
Coplillas de este mundo y del otro
A Carlos Monsiváis
Como perros que ladran en la noche
Sin qué? ni para qué
Lanzo inútil aullido cual reproche
Porque perdí la fe
Un creo tuve Y resultó falsario
Tuve una patria ostentosa y pobre
Un hogar tuve tan poco hospitalario
Que en vez de plata resultó de cobre
Dios y el diablo me dieron sus consejos
Que nunca aproveché
Obvias admoniciones pa’ pendejos
Y lugares como que ya sé!
Nunca las arañas mean
Porque se chorrean las patas
Los muertos no se menean
Por no espantar a las ratas
Cantaba un cantor jarocho
— le oí con estas orejas—
Cantaba el cantor jarocho
Su canción tras de las rejas
“El cabrón siempre es cabrón
El chivo hasta cierto punto
El borrego es agachón
Y ahí no quedó el asunto
Después el cantor jarocho
Agregó este contrapunto:
“Yo soy más chulo que un ocho
y el pobre lo es todo junto”
¿Justicia! Ley de Caifás!
Dulce el jarabe de pico
Joder al jodido más
Y al rico hacerlo más rico
Una mujer me destrozó la vida
Y me tornó en servicial esclavo
Otra mujer me restañó la herida
Un clavo — hasta en amor— saca otro clavo
Una mañana llegará la muerte
A mi casa paupérrima y sombría
Chinga a tu madre Me complace verte
Yo le diré con fina cortesía
La tomaré del brazo y partiré con ella
Como si fuese la mujer amada
a una lejana muy lejana estrella
sorda, invisible Y donde no haya nada
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De la Virginidad de Meche
La vaca no daba leche
y por eso le corté
O más bien la pobre Meche
Fue la que un día se me fue
Aquella niña adorada
Que cantaba su pureza
Fue carne contaminada
De los pies a la cabeza
“No comprendo”, repetía el ingeniero Polanco
Esa estúpida teoría
De la limpieza del blanco
Véanse la leche, las heces
Del rico neutle y el atuendo nupcial:
Están más sucias a veces
que la hoja de un tamal
La pobre Meche se ha ido
y así su exvirginidad
pues — se dice— la ha perdido
desde su más tierna edad
No la gocé, lo confieso
— mi orgullo un tanto vejado pues se requiere para eso el derecho de apartado
Yo ya no busco jamás
ni virgos propios ni ajenos
aguadas me gustan más
Porque me lastiman menos
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