Aplicar la pena capital nunca ha cautivado a Clara Rojas, ex candidata colombiana plagiada por las FARC
Andrés Becerril, reportero
Andrés Becerril, reportero
Excélsior, 14 de junio de 2009;
Clara Rojas González, ex candidata a la Vicepresidencia de Colombia, secuestrada durante seis años por las FARC (2002-2008), rechazó que la pena de muerte sea la solución para acabar con los secuestros en México; en cambio, sostiene que debe haber una comunión entre las autoridades y la sociedad y una mayor promoción de valores de convivencia.
De visita en la Ciudad de México para promocionar su libro Cautiva, Rojas dijo que la situación que vive este país por los secuestros la ve con preocupación y dolor.
“Porque digo, cómo es que pasan estas cosas, y cuando llego a México siento la preocupación de la gente por el fenómeno, así me lo han manifestado. Me preocupa, porque es una sociedad que tiene un temor totalmente fundado, porque se está dando una situación y, aparentemente, no hay una solución, y por supuesto eso genera una desazón enorme”.
En entrevista, la autora del libro que cuenta su experiencia en la selva colombiana, dice que su secuestro a manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) o en las de cualquier persona producto de un grupo delincuencial no tiene ninguna diferencia. “Claro, tienen lo mismo en común: privar a las personas de su libertad, mantenerlos incomunicados, bajo el agobio de si se va a poder vivir o no. El drama del secuestro es tenaz”.
De acuerdo con Clara Rojas, quien fue secuestrada junto con Ingrid Betancourt y con quien terminó disgustada, sin que ninguna de las dos haya hecho público aún el por qué, estableció que para combatir el fenómeno del secuestro no basta con que el gobierno de México actúe en solitario.
“Creo que tiene que haber un compromiso de la sociedad civil; la diferencia con Colombia es que allá actúa una guerrilla que lleva años secuestrando, en el caso de México alcanzo a ver que es un tema delincuencial cuyo único objetivo es económico, el cual también duele mucho.
“Es uno de los grandes desafíos de las sociedades que crecen mucho, como la mexicana, donde siempre hay un grupo de desadaptados, no hay otra manera de llamarlos a quienes también la sociedad debe volcar su atención, quizá más a escala preventiva que posterior”, señaló.
Rojas está enterada de que en México hay un debate sobre la pena de muerte para los secuestradores.
“En Colombia, donde hemos vivido una violencia tan fuerte y por la que ha muerto tanta gente, parece que la pena de muerte no fuera suficiente ni ofrece una solución, por eso creo que se trata de ir a buscar la causa: cómo es posible que jóvenes se dediquen a secuestrar a gente para ganar un dinero. Es, entonces, cuando la sociedad en su conjunto tenemos que poner cada uno nuestro granito de arena, a través de las universidades, para que estudien este fenómeno de inadaptación social, para ver cómo se ofrecen alternativas a su manejo”.
Según Rojas, que durante su cautiverio concibió y dio a luz a su hijo Emmanuel, las personas que se dedican al secuestro normalmente no tienen vínculos sociales o familiares buenos y creen que no pueden tener otras alternativas a través de la educación, el empleo o su vida familiar.
Por eso se pronunció porque el gobierno organice campañas de difusión desde las escuelas, sobre la importancia que tiene el respeto del otro, de los valores de la convivencia, de los derechos y obligaciones con la sociedad. “Eso es tratar de hacer una medicina preventiva para que en algunos años no exista este problema, pero ahora hay que enfrentarlo y le corresponde a las autoridades afrontarlo directamente.
“Son ellos los que tienen los elementos, pero acompañados por la sociedad civil, porque la policía sola nunca puede dar abasto.
“Tiene que ser justo a través de la sociedad, que sienta confianza en su policía, que la llame y le diga ‘aquí hay una persona sospechosa’ y que a partir de ahí se formen redes de apoyo y así se va previendo, para que los mismos grupos delictivos vean que hay una sincronización entre la autoridad y la población, y eso va a ir mermando su operatividad, hasta que poco a poco se pueda ir manejando el problema.”
Rojas opina que secuestros como los ocurridos el año pasado, como el de Fernando Martí y Silvia Vargas, y el de Marco Antonio Equihua, hace unas semanas, son los desafíos del crecimiento, donde a veces parece que el Estado está inerme ante todos los problemas que se le presentan.
“Pero una es la gestión de los gobiernos y otra la de la sociedad civil; el hecho de que el gobierno no reaccione no significa que la sociedad no pueda salir a las calles y protestar, hacer marchas pacíficas para pedir solidaridad en algo que nos afecta.
“Todos debemos participar en la medida de nuestras posibilidades, hay que apoyar a las familias. Desgraciadamente no es un problema que se maneje de un día para el otro, por eso es importante que a través de organizaciones se puedan crear canales con el gobierno, para que les pueda dar verificación de los compromisos y noticias de cómo se está avanzando y lo que se pueda obtener.”
Reconoce, sin embargo, que no es fácil, porque a la gente le cuesta trabajo creer en las autoridades.
“En Colombia pasaba eso que la gente no creía en las autoridades, pero es un esfuerzo de años; allá la policía se ha comprometido a recuperar la confianza de la gente. Y ahora las instituciones de mayor confianza son la policía y el ejército en Colombia.”
Agrega que la depuración de los cuerpos policiacos, como se está haciendo en México, lleva tiempo “pero sólo el compromiso y los años logran que se recupere la confianza en las instituciones”.
De visita en la Ciudad de México para promocionar su libro Cautiva, Rojas dijo que la situación que vive este país por los secuestros la ve con preocupación y dolor.
“Porque digo, cómo es que pasan estas cosas, y cuando llego a México siento la preocupación de la gente por el fenómeno, así me lo han manifestado. Me preocupa, porque es una sociedad que tiene un temor totalmente fundado, porque se está dando una situación y, aparentemente, no hay una solución, y por supuesto eso genera una desazón enorme”.
En entrevista, la autora del libro que cuenta su experiencia en la selva colombiana, dice que su secuestro a manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) o en las de cualquier persona producto de un grupo delincuencial no tiene ninguna diferencia. “Claro, tienen lo mismo en común: privar a las personas de su libertad, mantenerlos incomunicados, bajo el agobio de si se va a poder vivir o no. El drama del secuestro es tenaz”.
De acuerdo con Clara Rojas, quien fue secuestrada junto con Ingrid Betancourt y con quien terminó disgustada, sin que ninguna de las dos haya hecho público aún el por qué, estableció que para combatir el fenómeno del secuestro no basta con que el gobierno de México actúe en solitario.
“Creo que tiene que haber un compromiso de la sociedad civil; la diferencia con Colombia es que allá actúa una guerrilla que lleva años secuestrando, en el caso de México alcanzo a ver que es un tema delincuencial cuyo único objetivo es económico, el cual también duele mucho.
“Es uno de los grandes desafíos de las sociedades que crecen mucho, como la mexicana, donde siempre hay un grupo de desadaptados, no hay otra manera de llamarlos a quienes también la sociedad debe volcar su atención, quizá más a escala preventiva que posterior”, señaló.
Rojas está enterada de que en México hay un debate sobre la pena de muerte para los secuestradores.
“En Colombia, donde hemos vivido una violencia tan fuerte y por la que ha muerto tanta gente, parece que la pena de muerte no fuera suficiente ni ofrece una solución, por eso creo que se trata de ir a buscar la causa: cómo es posible que jóvenes se dediquen a secuestrar a gente para ganar un dinero. Es, entonces, cuando la sociedad en su conjunto tenemos que poner cada uno nuestro granito de arena, a través de las universidades, para que estudien este fenómeno de inadaptación social, para ver cómo se ofrecen alternativas a su manejo”.
Según Rojas, que durante su cautiverio concibió y dio a luz a su hijo Emmanuel, las personas que se dedican al secuestro normalmente no tienen vínculos sociales o familiares buenos y creen que no pueden tener otras alternativas a través de la educación, el empleo o su vida familiar.
Por eso se pronunció porque el gobierno organice campañas de difusión desde las escuelas, sobre la importancia que tiene el respeto del otro, de los valores de la convivencia, de los derechos y obligaciones con la sociedad. “Eso es tratar de hacer una medicina preventiva para que en algunos años no exista este problema, pero ahora hay que enfrentarlo y le corresponde a las autoridades afrontarlo directamente.
“Son ellos los que tienen los elementos, pero acompañados por la sociedad civil, porque la policía sola nunca puede dar abasto.
“Tiene que ser justo a través de la sociedad, que sienta confianza en su policía, que la llame y le diga ‘aquí hay una persona sospechosa’ y que a partir de ahí se formen redes de apoyo y así se va previendo, para que los mismos grupos delictivos vean que hay una sincronización entre la autoridad y la población, y eso va a ir mermando su operatividad, hasta que poco a poco se pueda ir manejando el problema.”
Rojas opina que secuestros como los ocurridos el año pasado, como el de Fernando Martí y Silvia Vargas, y el de Marco Antonio Equihua, hace unas semanas, son los desafíos del crecimiento, donde a veces parece que el Estado está inerme ante todos los problemas que se le presentan.
“Pero una es la gestión de los gobiernos y otra la de la sociedad civil; el hecho de que el gobierno no reaccione no significa que la sociedad no pueda salir a las calles y protestar, hacer marchas pacíficas para pedir solidaridad en algo que nos afecta.
“Todos debemos participar en la medida de nuestras posibilidades, hay que apoyar a las familias. Desgraciadamente no es un problema que se maneje de un día para el otro, por eso es importante que a través de organizaciones se puedan crear canales con el gobierno, para que les pueda dar verificación de los compromisos y noticias de cómo se está avanzando y lo que se pueda obtener.”
Reconoce, sin embargo, que no es fácil, porque a la gente le cuesta trabajo creer en las autoridades.
“En Colombia pasaba eso que la gente no creía en las autoridades, pero es un esfuerzo de años; allá la policía se ha comprometido a recuperar la confianza de la gente. Y ahora las instituciones de mayor confianza son la policía y el ejército en Colombia.”
Agrega que la depuración de los cuerpos policiacos, como se está haciendo en México, lleva tiempo “pero sólo el compromiso y los años logran que se recupere la confianza en las instituciones”.
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