Revista Proceso # 1876, 14 de octubre de 2012
Ahora que se da como un hecho oficial la muerte de Heriberto Lazcano, El Lazca, la jefatura de Los Zetas recaerá en Miguel Ángel Treviño Morales, El Z-40, siempre que éste pueda controlar a los grupos que lo consideran un traidor. Aparentemente las dificultades para él ya comenzaron: Matamoros –nido zeta– fue un caos de combates y bloqueos el fin de semana, señal de posibles reacomodos. Por otra parte, el desaseo de la Marina en torno a las circunstancias en las que presuntamente fue abatido el líder histórico del grupo mafioso, así como el vergonzoso robo del cadáver, son tan burdos que muchos especialistas –y la sociedad– dudan que en verdad El Lazca haya muerto.
SALTILLO, COAH./MÉXICO, DF.- Heriberto Lazcano Lazcano, El Lazca, oficialmente ya no existe.
Su anunciado sucesor, Miguel Ángel Treviño Morales, El Z-40, tendrá que sumar a los seguidores que quedan de aquél o acabar con ellos para redefinir a la organización delictiva. Los expertos dudan que pueda cumplir alguna de esas dos misiones. La única certeza que tienen es que la reestructuración traerá más violencia, como ha ocurrido tras la caída de otros capos.
Treviño carece de la formación militar del Lazca. Comenzó
robando vehículos y autopartes en Estados Unidos; aun así, único civil entre
los fundadores de Los Zetas, ascendió al liderazgo sólo por estar cerca de
Lazcano.
Si al Lazca lo apodaban también El Verdugo por sus métodos
violentos, Treviño lo supera en estas lides. Y su hermano Omar, El Z-42, más.“En esa relación Lazcano era el estratega”, dice una fuente oficial de seguridad. La permanencia del Z-40 en Los Zetas le ha permitido conocer la estructura y operación de distintas organizaciones, principalmente del Cártel del Golfo (CDG) y de La Familia Michoacana. Formó parte del brazo armado de aquélla y a la segunda le dio entrenamiento.
Fue uno de los consolidadores de Los Zetas como cártel con presencia más allá de México. Estados Unidos lo tiene como uno de sus objetivos a encarcelar. En tribunales federales de Texas y Washington se le siguen juicios por tráfico de cocaína y mariguana y por lavado de dinero, igual que al Z-42. Otro de sus hermanos, José, fue detenido en junio pasado en Oklahoma, acusado de lavar dinero con la compra de ranchos y caballos de carreras.
La justicia estadunidense tiene el historial del Z-40 como operador en el tráfico de droga y de lavado de dinero y además como responsable de la compra de autoridades federales y estatales, civiles y militares de México (Proceso 1736 y 1840).
Entre las relaciones que se le atribuyen destaca la de jefes y oficiales de la Marina con quienes supuestamente coordinó detenciones de hombres de confianza del Lazca, del que al parecer ya estaba distanciado.
Una de las fuentes consultadas por Proceso describe a Treviño como un hombre grueso, de bigote y cabello corto y que suele vestir camisetas tipo polo, pantalones de mezclilla y tenis. Uno de sus refugios es la casa de su abuela en Piedras Negras, Coahuila.
Un teniente coronel retirado –quien combatió al narcotráfico desde la Operación Cóndor en los setenta– considera que en los próximos días se definirá si el grupo se divide o si El Z-40 mantiene el control. “Se verá si las facciones zetas de San Luis Potosí, Zacatecas y Nuevo León se someterán a las órdenes de Treviño”, dice.
Lo que confirmaría esta eventualidad sería la aparición de “narcomantas” acusando al Z-40 de haber traicionado a Salvador Alfonso Martínez Escobedo o Carlos García, La Ardilla –uno de los hombres más cercanos al Lazca y quien fue detenido un día antes de la muerte oficial de su jefe– para quedarse al frente del cártel.
Por lo pronto Los Caballeros Templarios, escisión de La Familia Michoacana ya le declaró la guerra en mantas que colocó en Michoacán, Guanajuato, Guerrero y el Estado de México después de la anunciada muerte del Lazca. Días antes ya habían advertido que llegarían hasta Nuevo León, zona zeta, para enfrentar a Treviño.
Otro posible derrotero para Los Zetas es que la captura de La Ardilla, Iván Velázquez Caballero, El Talibán y la muerte del Lazcano dejara muchas células sueltas y que éstas “se vayan por la libre”, como ocurrió en Monterrey después del atentado al Casino Royale.
Las células sueltas de Monterrey pronto se convirtieron en grupos autónomos y como consecuencia se redujeron en esa ciudad los delitos de alto impacto, las matanzas y los enfrentamientos, pero se dispararon los secuestros y las extorsiones.
Hace cinco años Nuevo León tenía en promedio uno o dos secuestros por año. Ahora, según las estadísticas del Consejo de Seguridad, hay al menos 25 plagios y levantones al mes. En el último año el ejército y la Agencia Estatal de Investigaciones han desarticulado 165 bandas de secuestradores y detenido a unos 12 mil delincuentes, muchos de ellos exmiembros de Los Zetas y del CDG.
El caos
Por lo pronto hay indicios de que las fuerzas se están reacomodando en los feudos que fueron del Lazca. El pasado fin de semana efectivos militares tuvieron enfrentamientos contra hombres armados –sin que hasta el momento se sepa si se trata de zetas o de integrantes del CDG– en poblados y zonas del poniente de la ciudad tamaulipeca de Matamoros, choques que a su vez desataron bloqueos.
La policía local reportó que los tiroteos comenzaron antes del mediodía del viernes 12 en pueblos sobre la vía libre Matamoros-Reynosa. Las escaramuzas se extendieron a diversos sectores de la fronteriza Matamoros y luego ocurrieron los bloqueos en diversas vialidades.
Los enfrentamientos del viernes 12 aparentemente fueron consecuencia del operativo federal y estatal del día anterior en la colonia Modelo, que permaneció más de seis horas sitiada para asegurar una residencia.
La situación se tornó tan violenta en Matamoros que el mismo viernes 12 el consulado de Estados Unidos emitió una alerta para sus ciudadanos. Aunque las autoridades locales no han informado nada al respecto, la legación atribuyó la escalada de violencia a la detención de familiares de un presunto “líder criminal” y habló de posibles represalias contra estadunidenses “tras la detención de integrantes de la Organización Trasnacional Criminal”.
Hasta la noche del viernes 13 los enfrentamientos continuaban, ahora en ejidos de la carretera Matamoros-Playa Bagdad.
Cadáver ausente
La presunta eliminación de Lazcano, líder histórico de Los Zetas, sintetizó el sexenio de Felipe Calderón: mucha bala, poca inteligencia. Lo que las autoridades federales quieren presentar como el mayor golpe al narco en México en más de una década –a dos meses y medio de que concluya el gobierno panista– acabó en el vergonzoso robo del supuesto cadáver del capo.
Ni los servicios de seguridad e inteligencia civiles y militares ni los propios infantes de marina protagonistas de la caída de renombrados jefes del narcotráfico en años recientes estaban preparados para el fin de Lazcano. Las inconsistencias de la Marina y de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) de Coahuila lo demuestran.
La Semar dio una versión simple, rayana en la candidez tratándose de uno de los jefes más importantes del narcotráfico internacional. Como en la mayoría de sus acciones, en un comunicado de prensa contó que el domingo 7 “en atención de diversas denuncias ciudadanas” supo que “personas armadas integrantes del crimen organizado se encontraban en el área de Progreso, Coahuila, procediendo a efectuar un patrullaje por el área a fin de verificar la información”.
Sin precisar el lugar, que resultó el campo de beisbol de la comunidad, dijo que cuando llegó el personal de la Marina fue agredido con armas de fuego por los delincuentes. Los marinos respondieron y mataron a dos delincuentes a los que les aseguraron dos armas largas, un tubo lanzagranadas con 12 granadas útiles, un tubo lanzacohetes con dos cohetes, cargadores y cartuchos de diversos calibres.
Deliberadamente vaga la Marina añadió: “Se obtuvo información de que una vez que se realizaron las pruebas forenses correspondientes, se alcanzaron indicios que señalan que uno de los cuerpos es de Heriberto Lazcano Lazcano (a) El Lazca, líder principal de la organización delictiva de Los Zetas”.
Un día después dijo que había confirmado la identidad del narcotraficante “al cotejar en las bases de datos dactilares las huellas de los dedos pulgar, índice y medio, tomadas de la mano derecha de uno de los criminales abatidos”. Ahí comenzaron las inconsistencias.
La Marina lo describió como un hombre de 1.60 metros, mientras la ficha de la DEA lo registra 20 centímetros más alto. La información de un hombre alto coincide más con la que dio al reportero Rodrigo Vera un excompañero de Lazcano en el Ejército.
El vocero de la Marina, José Luis Vergara, se enredó para explicar que la diferencia se debía que la ficha de México correspondía a su ingreso al Ejército, a los 17 años, por lo que después pudo crecer 20 centímetros.
No acabaron ahí los aprietos del vocero, que después tuvo que admitir “el robo” del cadáver por un comando armado, como había informado la PGJE.
Ante la crisis de credibilidad Vergara tuvo que hacer un carrusel de entrevistas en radio, televisión y prensa escrita. Dio más detalles, pero cada vez más inconsistentes, como la existencia de un tercer delincuente que escapó y la supuesta carrera de 300 metros del Lazca para intentar salvarse.
Dudas razonables
La Marina prefirió pasar como incompetente. En su propia versión dijo que no sabía que había matado al Lazca, por lo que no custodió el cuerpo. Culpó de la pérdida a los peritos de la PGJE que después de la autopsia decidieron enviar el cuerpo a una funeraria. Pero la procuraduría también se deslindó.
Funcionarios de seguridad y exmiembros de las Fuerzas Armadas que han participado en acciones contra el narcotráfico derrumban la versión de la Marina. Explican que ésta utiliza fusiles M-16 cuyas balas alcanzan una velocidad de 960 metros por segundo, por lo que es imposible que el narcotraficante hubiera podido correr 100 o 300 metros.
Pero sobre todo, por tratarse del máximo jefe de una de las organizaciones más peligrosas, no podía estar sólo con dos hombres de guardia, como dice la versión oficial.
“Su seguridad ha estado muy bien organizada. Su escolta está integrada por estacas, grupos de 10 a 15 hombres, además de que a su alrededor tiene cinturones de seguridad a los que llaman La Guardia, que no dejan que se acerque nadie. Son quienes provocan los enfrentamientos para que logre escapar”, explican los entrevistados.
Cuestionan incluso la identidad del cadáver pues sostienen que los datos de las huellas dactilares pudieron ser manipulados por la PGJE, que fue la que oficialmente realizó la primera identificación del cadáver y que después le pasó la información a la Semar y a la PGR, a la que Marina no le entregó el cadáver a pesar de que en el enfrentamiento del domingo 7 se utilizaron armas de uso exclusivo del Ejército.
Consideran también la eventualidad de que El Lazca no estuviera en Coahuila pues en los dos meses pasados esta entidad se ha vuelto el centro de la crisis del narcotráfico en México, a pesar de que en agosto pasado el gobernador Rubén Moreira aseguró que gracias a operativos de su gobierno con el de Calderón había logrado sacar del estado al jefe de Los Zetas.
Al hacer esas declaraciones, a mediados de agosto, en Saltillo, Torreón y la región de Piedras Negras se registraban cotidianos enfrentamientos y matanzas que terminaron por desplazaron a Nuevo León y Tamaulipas de los primeros lugares en la violencia criminal.
La crisis se agudizó el 17 de septiembre con la fuga masiva de 131 reos del Cereso de Piedras Negras, municipio controlado por Los Zetas. Primero se dijo que habían huido por un túnel que se cavó desde el taller de carpintería. Las investigaciones arrojaron que la realidad fue que los internos salieron por la puerta principal con la complicidad de custodios y autoridades carcelarias.
La fuga desencadenó una cacería de reos en la que participaron todos los cuerpos de seguridad. Las autoridades estatales ofrecieron una recompensa de 200 mil pesos por cada interno recapturado, oferta que se hizo extensiva a los policías estatales que así se aplicaron en su trabajo.
La cacería derivó en varios enfrentamientos. El miércoles 3 los policías estatales abatieron a cuatro sicarios, entre los que se encontraba Alejandro Treviño Chávez, sobrino del Z-40.
Tras la muerte de Treviño Chávez comenzaron las amenazas contra la familia del gobernador Moreira. Al siguiente día fue localizado en una brecha de Ciudad Acuña José Eduardo Moreira Rodríguez, hijo mayor del exmandatario Humberto Moreira, ejecutado con tres tiros en la cabeza.
Versiones no confirmadas mencionan que junto al cadáver del joven había un letrero: “Familia X familia”.
Si el asesinato de José Eduardo Moreira parecía la cúspide de una cadena de hechos violentos en el estado, la muerte oficial del Lazca aún puede generar más derramamiento de sangre.
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