Tengo
mucha esperanza': Alejandro
Solalinde.
Alejandro
Solalinde, sacerdote y fundador del albergue Hermanos en el Camino, urge a la
Iglesia a retomar las causas sociales
Nota de Andro Aguilar
Nota de Andro Aguilar
Enfoque-Reforma, 24 marzo 2013.- Cuando el
sacerdote Alejandro Solalinde Guerra piensa qué representó la renuncia de
Benedicto XVI para la Iglesia Católica, imagina la caída de un mástil que sostenía
una carpa con raíces medievales, una estructura monárquica que se viene abajo.
La
llegada del nuevo pontífice Francisco, augura Solalinde, marca la transición
hacia una nueva era de la Iglesia Católica y es señal de un cambio
irreversible.
"Esa
estructura no volverá porque significa el funcionamiento de una estructura
piramidal basada en una sola persona. Esa persona era el Papa como jefe de
Estado, como un rey; y los cardenales como príncipes y los nuncios como
embajadores, como funcionarios; y los monseñores no son más que criados
domésticos de su santidad. Todo eso debe caer", señala.
Solalinde
ve la designación de Francisco como un vuelco contra los grupos de poder que
existen en el Vaticano ligados a la crisis interna de la Iglesia.
"Siempre
ha habido poderes fácticos, la Iglesia es un misterio de comunión. El Vaticano
dijo que hay cosas que se han pegado a lo largo de los siglos, una de esas son
los aires imperiales de los que hablaba Juan XXIII", afirma.
Un
pastor, no un rey
Alejandro
Solalinde ingresó a la orden de los Carmelitas Descalzos a principios de 1966,
un mes después de que concluyera el Concilio Vaticano Segundo que tenía la
encomienda de promover el desarrollo de la fe católica, lograr una renovación
moral de los fieles, adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y
métodos de ese tiempo, y lograr la mejor interrelación con otras religiones,
principalmente las orientales.
El
sacerdote observa en el nuevo pontificado una oportunidad, precisamente, de
volver al Concilio Vaticano Segundo y que la Iglesia Católica recupere una
identidad itinerante y migrante.
Solalinde
describe como "hermosa" la posible reestructura que desmonte de forma
paulatina el boato y los palacios de la actual Iglesia hasta convertirla en una
institución más sencilla.
El
Papa Francisco, manifiesta, deberá ser el primer misionero a nivel mundial que
revolucione el reino católico y priorice esta función sobre la de jefe del
Estado Vaticano.
"No
necesitamos un rey, necesitamos un pastor, un evangelizador, jefe de misión que
tenga buena salud, que se traslade a todo el mundo y deje de estar mayormente
en el Vaticano, que escuche, que sienta, que no tenga esos estorbos de los
protocolos de los jefes de Estado", señala, "debe decir qué es: jefe
de Estado o misionero del reino, pero las dos cosas no se pueden ser ya, en
este tiempo no".
Esperanza
de cambio
El
sorpresivo nombramiento del argentino Jorge Mario Bergoglio como sumo pontífice
del Vaticano avivó la esperanza de cambio en el sacerdote mexicano.
La
condición latinoamericana del nuevo Papa y su formación jesuita le hicieron
pensar en un vuelco en la Iglesia Católica, no sin ciertas reservas.
"Aunque
es cierto que es un cardenal nombrado de la misma estructura y el mismo sistema
-porque hay que decirlo, la Iglesia Católica es un sistema, y es un sistema de
poder que se ha apoyado mucho en la economía-, este cardenal tiene atenuantes
que son símbolo de esperanza: es latinoamericano, es jesuita, es un hombre
inductivo que tiene la experiencia de estar abajo.
"Tengo
mucha esperanza porque creo en la Iglesia, creo en la gracia de dios, creo en
el espíritu santo. De él (el Papa) no voy a desconfiar tanto. Será un hombre
prudente, porque no lo va a hacer todo de la noche a la mañana, pero tendrá que
poner el ejemplo de una vida nueva, tendrá que ser muy audaz", afirma.
Consciente
de las pugnas de poder dentro del Vaticano, Solalinde aún tiene dudas sobre qué
tanto pueda el Papa Francisco emprender modificaciones.
"Mi
cuestionamiento es: ¿le van a permitir ser todo eso? Porque los intereses en la
curia son grandes y si bien es cierto que en la curia hay gente muy buena y muy
santa que yo conozco e incluso son mis amigos, también hay gente que...
cuidado, aguas, que han apostado por el poder", advierte.
El
sacerdote asegura que si la Iglesia Católica conserva su estructura vertical,
no podrá revertir la crisis de credibilidad que enfrenta y la consecuente
disminución de fieles en regiones como Europa y América.
"Los
jóvenes, las nuevas generaciones, no se identifican con ese tipo de
estructuras. Si no los atienden, si no hay un trato cercano, igualitario y
horizontal la gente se va. La Iglesia debe volver a las fuentes, entre ellas
Jesucristo, que es la más importante, retomar el reino de dios como centro, ser
una Iglesia no papocéntrica sino Cristocéntrica y reinocéntrica y también
volver a uno mismo, al ser humano", señala.
Dentro
de la estructura monárquica ejercida desde el Vaticano, el sacerdote identifica
una subordinación permanente de la Iglesia latinoamericana, principalmente en
México, ante los designios del Vaticano. Una jerarquía sumisa y poco
propositiva.
"Hoy
no solamente tenemos problemas de encubrimiento de pederastia, sino sobre todo
de infantilismo. Nos han formado en los seminarios para ser sacerdotes u
obispos de riel, ejecutores acríticos.
"Digo
esto con respeto y con cariño, pero es cierto que nuestros obispos y muchos
obispos en el mundo han confundido la obediencia al Papa con el infantilismo.
Nuestra jerarquía la han formado dócil, incondicional, acrítica. Y a pesar de
que los obispos son personas que aman a la Iglesia, los han formado para no ser
propositivos y para no ser más atrevidos" afirma, "la Iglesia
necesita entender qué significa hoy obediencia, que no es a una persona sino al
reino Dios. La obediencia mayor es a las enseñanzas de Jesús y a Jesús
mismo".
Derechos
humanos
Tras
años de auxiliar a la población flotante de centroamericanos concentrada en el
Istmo de Tehuantepec alrededor de La Bestia -el tren que cruza el territorio
mexicano y acerca a los migrantes a Estados Unidos-, a finales de 2006
Alejandro Solalinde negoció la compra de un terreno cercano a las vías, en el
municipio de Ciudad Ixtepec, Oaxaca, para instalar un albergue.
Un
año después fundó el albergue Hermanos en el Camino, que proporciona comida,
posada, atención médica y asesoría legal a los migrantes. Su entrega a los
centroamericanos lo hizo chocar en varias ocasiones con las autoridades civiles
y eclesiásticas.
El
sacerdote, que cuenta con licenciaturas en historia y psicología, ha sido
reconocido con diferentes premios y distinciones: la medalla Emilio Krieger
2011, el premio Paz y Democracia, el premio Pagés Llergo de Democracia y
Derechos Humanos y el reconocimiento Corazón de León. La administración de
Enrique Peña Nieto también reconoció la labor de Solalinde con el premio
Nacional de Derechos Humanos 2012.
Este
terreno, considera el sacerdote, es uno de los grandes pendientes.
"La
Iglesia Católica como institución debe adaptarse completamente al respeto de
los derechos humanos", señala, "ya el Concilio Vaticano Segundo hace
casi 50 años vislumbraba eso: la libertad de conciencia, el respeto, la
libertad religiosa... lo que hay que hacer ahora es ser consecuentes y tratar
de reformar a la Iglesia en todo lo que sea necesario para caminar en ese
sentido".
Y
advierte: "si la Iglesia como evangelizadora no es capaz de hacer esto, no
podrá renovarse. En la Iglesia no hay personas que tengan mayor dignidad que
otras, todas tenemos igual dignidad".
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