31 mar 2013

Tengo mucha esperanza': Alejandro Solalinde.


Tengo mucha esperanza': Alejandro Solalinde.
Alejandro Solalinde, sacerdote y fundador del albergue Hermanos en el Camino, urge a la Iglesia a retomar las causas sociales
Nota de Andro Aguilar
 Enfoque-Reforma,  24 marzo 2013.- Cuando el sacerdote Alejandro Solalinde Guerra piensa qué representó la renuncia de Benedicto XVI para la Iglesia Católica, imagina la caída de un mástil que sostenía una carpa con raíces medievales, una estructura monárquica que se viene abajo.
 La llegada del nuevo pontífice Francisco, augura Solalinde, marca la transición hacia una nueva era de la Iglesia Católica y es señal de un cambio irreversible.
 "Esa estructura no volverá porque significa el funcionamiento de una estructura piramidal basada en una sola persona. Esa persona era el Papa como jefe de Estado, como un rey; y los cardenales como príncipes y los nuncios como embajadores, como funcionarios; y los monseñores no son más que criados domésticos de su santidad. Todo eso debe caer", señala.
Solalinde ve la designación de Francisco como un vuelco contra los grupos de poder que existen en el Vaticano ligados a la crisis interna de la Iglesia.
"Siempre ha habido poderes fácticos, la Iglesia es un misterio de comunión. El Vaticano dijo que hay cosas que se han pegado a lo largo de los siglos, una de esas son los aires imperiales de los que hablaba Juan XXIII", afirma.
Un pastor, no un rey
Alejandro Solalinde ingresó a la orden de los Carmelitas Descalzos a principios de 1966, un mes después de que concluyera el Concilio Vaticano Segundo que tenía la encomienda de promover el desarrollo de la fe católica, lograr una renovación moral de los fieles, adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de ese tiempo, y lograr la mejor interrelación con otras religiones, principalmente las orientales.
El sacerdote observa en el nuevo pontificado una oportunidad, precisamente, de volver al Concilio Vaticano Segundo y que la Iglesia Católica recupere una identidad itinerante y migrante.
Solalinde describe como "hermosa" la posible reestructura que desmonte de forma paulatina el boato y los palacios de la actual Iglesia hasta convertirla en una institución más sencilla.
El Papa Francisco, manifiesta, deberá ser el primer misionero a nivel mundial que revolucione el reino católico y priorice esta función sobre la de jefe del Estado Vaticano.
"No necesitamos un rey, necesitamos un pastor, un evangelizador, jefe de misión que tenga buena salud, que se traslade a todo el mundo y deje de estar mayormente en el Vaticano, que escuche, que sienta, que no tenga esos estorbos de los protocolos de los jefes de Estado", señala, "debe decir qué es: jefe de Estado o misionero del reino, pero las dos cosas no se pueden ser ya, en este tiempo no".
Esperanza de cambio
El sorpresivo nombramiento del argentino Jorge Mario Bergoglio como sumo pontífice del Vaticano avivó la esperanza de cambio en el sacerdote mexicano.
La condición latinoamericana del nuevo Papa y su formación jesuita le hicieron pensar en un vuelco en la Iglesia Católica, no sin ciertas reservas.

"Aunque es cierto que es un cardenal nombrado de la misma estructura y el mismo sistema -porque hay que decirlo, la Iglesia Católica es un sistema, y es un sistema de poder que se ha apoyado mucho en la economía-, este cardenal tiene atenuantes que son símbolo de esperanza: es latinoamericano, es jesuita, es un hombre inductivo que tiene la experiencia de estar abajo.

"Tengo mucha esperanza porque creo en la Iglesia, creo en la gracia de dios, creo en el espíritu santo. De él (el Papa) no voy a desconfiar tanto. Será un hombre prudente, porque no lo va a hacer todo de la noche a la mañana, pero tendrá que poner el ejemplo de una vida nueva, tendrá que ser muy audaz", afirma.

Consciente de las pugnas de poder dentro del Vaticano, Solalinde aún tiene dudas sobre qué tanto pueda el Papa Francisco emprender modificaciones.

"Mi cuestionamiento es: ¿le van a permitir ser todo eso? Porque los intereses en la curia son grandes y si bien es cierto que en la curia hay gente muy buena y muy santa que yo conozco e incluso son mis amigos, también hay gente que... cuidado, aguas, que han apostado por el poder", advierte.

El sacerdote asegura que si la Iglesia Católica conserva su estructura vertical, no podrá revertir la crisis de credibilidad que enfrenta y la consecuente disminución de fieles en regiones como Europa y América.

"Los jóvenes, las nuevas generaciones, no se identifican con ese tipo de estructuras. Si no los atienden, si no hay un trato cercano, igualitario y horizontal la gente se va. La Iglesia debe volver a las fuentes, entre ellas Jesucristo, que es la más importante, retomar el reino de dios como centro, ser una Iglesia no papocéntrica sino Cristocéntrica y reinocéntrica y también volver a uno mismo, al ser humano", señala.

Dentro de la estructura monárquica ejercida desde el Vaticano, el sacerdote identifica una subordinación permanente de la Iglesia latinoamericana, principalmente en México, ante los designios del Vaticano. Una jerarquía sumisa y poco propositiva.

"Hoy no solamente tenemos problemas de encubrimiento de pederastia, sino sobre todo de infantilismo. Nos han formado en los seminarios para ser sacerdotes u obispos de riel, ejecutores acríticos.

"Digo esto con respeto y con cariño, pero es cierto que nuestros obispos y muchos obispos en el mundo han confundido la obediencia al Papa con el infantilismo. Nuestra jerarquía la han formado dócil, incondicional, acrítica. Y a pesar de que los obispos son personas que aman a la Iglesia, los han formado para no ser propositivos y para no ser más atrevidos" afirma, "la Iglesia necesita entender qué significa hoy obediencia, que no es a una persona sino al reino Dios. La obediencia mayor es a las enseñanzas de Jesús y a Jesús mismo".

Derechos humanos

Tras años de auxiliar a la población flotante de centroamericanos concentrada en el Istmo de Tehuantepec alrededor de La Bestia -el tren que cruza el territorio mexicano y acerca a los migrantes a Estados Unidos-, a finales de 2006 Alejandro Solalinde negoció la compra de un terreno cercano a las vías, en el municipio de Ciudad Ixtepec, Oaxaca, para instalar un albergue.

Un año después fundó el albergue Hermanos en el Camino, que proporciona comida, posada, atención médica y asesoría legal a los migrantes. Su entrega a los centroamericanos lo hizo chocar en varias ocasiones con las autoridades civiles y eclesiásticas.

El sacerdote, que cuenta con licenciaturas en historia y psicología, ha sido reconocido con diferentes premios y distinciones: la medalla Emilio Krieger 2011, el premio Paz y Democracia, el premio Pagés Llergo de Democracia y Derechos Humanos y el reconocimiento Corazón de León. La administración de Enrique Peña Nieto también reconoció la labor de Solalinde con el premio Nacional de Derechos Humanos 2012.

Este terreno, considera el sacerdote, es uno de los grandes pendientes.

"La Iglesia Católica como institución debe adaptarse completamente al respeto de los derechos humanos", señala, "ya el Concilio Vaticano Segundo hace casi 50 años vislumbraba eso: la libertad de conciencia, el respeto, la libertad religiosa... lo que hay que hacer ahora es ser consecuentes y tratar de reformar a la Iglesia en todo lo que sea necesario para caminar en ese sentido".

Y advierte: "si la Iglesia como evangelizadora no es capaz de hacer esto, no podrá renovarse. En la Iglesia no hay personas que tengan mayor dignidad que otras, todas tenemos igual dignidad".

"Juntos, todos, tenemos que ser sal, luz y levadura", sentencia

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