La larga espera
de la justicia/LOUISA REYNOLDS
Revista
Proceso
No. 1900, 30 de marzo de 2013;
“Si yo no puedo controlar al ejército,
entonces ¿qué estoy haciendo aquí?”, dijo el general Efraín Ríos Montt en junio
de 1982, cuando gobernaba de facto Guatemala. Hoy esas palabras se vuelven en
su contra: Son usadas por el Ministerio Público de ese país en el juicio que se
le sigue por genocidio. De acuerdo con la Comisión de Esclarecimiento
Histórico, durante su mandato de 16 meses el ejército y las Patrullas de
Autodefensa Civil cometieron 334 matanzas, 19 mil asesinatos y desapariciones,
destruyeron 600 aldeas y produjeron 1 millón de desplazados internos.
CIUDAD
DE GUATEMALA.- Cuando Elena Caba Ilom, de nueve años, escuchó gritos a lo lejos
intuyó que algo terrible estaba a punto de suceder. Eran las ocho de la mañana
del 3 de abril de 1982 y su padre, igual que todos los días, había salido al
alba a trabajar en su milpa, cercana a la aldea Chel, municipio de San Gaspar
Chajul, en el departamento Quiché.
La
niña se encontraba en casa con su madre, quien cargaba al menor de sus
hermanos, Pablo, de un año, en la espalda, envuelto en un chal. Aunque no
comprendía lo que sucedía, instintivamente se aferró al corte (falda típica de
las mayas) de su madre, buscando su protección.
Minutos
después seguía aferrándose al corte de su madre y caminaba temblorosa hacia la
alcaldía auxiliar. Cuando llegaron Elena vio a su papá entre los casi 100
vecinos que habían sido llevados a ese lugar a punta de fusil.
Los
soldados les gritaron algo en un idioma que no comprendían. Guardaron silencio.
De nuevo las palabras indescifrables pero amenazadoras hasta que finalmente uno
o dos hombres respondieron algo en el mismo idioma ajeno. Elena alcanzó a
escuchar las palabras “guerrilla” y “guerrilleros” entre la concatenación de
sílabas extrañas.
Los
militares comenzaron a separar a hombres, mujeres y niños. Mientras que los
primeros fueron encerrados en la alcaldía, mujeres y niños fueron llevados a
empujones hacia la escuela.
Elena
permaneció allí encerrada sin soltar jamás el corte de su madre hasta que
finalmente la puerta se abrió y los soldados sacaron a las mujeres, jalándolas
del cabello, y las llevaron hasta el puente. Los hombres ya se encontraban
allí.
Los
soldados encendieron una hoguera, comenzaron a arrancarles la ropa a hombres,
mujeres y niños. Cortes, huipiles, pantalones y fajas se consumieron en las
llamas.
Elena
vio horrorizada cómo un soldado hizo que su padre se arrodillara, le apuntó con
el fusil y disparó. Pero el cuerpo del hombre no se desplomó, sino que se
retorcía en el suelo, aferrándose a la vida. Contrariado, el soldado tomó un
machete y de un golpe en la cabeza lo remató.
Los
soldados tomaban los cuerpos inertes y los tiraban al río. A los niños los
arrojaban vivos.
Cuando
dos grandes manos agarraron a Elena y la lanzaron desde el puente, el agua del
río ya se había teñido de rojo y su cuerpo cayó sobre un amasijo de cráneos,
piernas y brazos fracturados. La niña sintió un espasmo agudo en la cadera al
momento de caer. Manoteó desesperadamente y sus movimientos delataron que
seguía con vida. A su alrededor comenzó a caer una lluvia de piedras, pero como
ninguna logró asestarle un golpe fatal, los soldados comenzaron a dispararle.
Una bala se incrustó en su pierna izquierda, pero ella seguía aferrándose a la
vida con la misma tenacidad con que se había aferrado al corte de su madre.
Plan
Sofía
El
pasado lunes 25 Elena Caba Ilom entró a la sala de audiencias del Tribunal de
Sentencia de Mayor Riesgo, en la ciudad de Guatemala. Caminaba con dificultad.
Se apoyaba en el brazo de una secretaria del organismo judicial, quien la
condujo hacia una pequeña mesa, frente a la juez Iris Yasmín Barrios, y la
ayudó a sentarse.
Vestía
un huipil verde con dibujos geométricos de colores y llevaba el cabello
enrollado sobre la cabeza y amarrado con pompones, como acostumbran las mayas
de Quiché.
El
traductor ixil se sentó a su lado. La juez le preguntó su nombre, su edad y su
fecha de nacimiento, pero Elena no supo responder las dos últimas preguntas y
se limitó a decir que los datos estaban escritos en su documento personal de
identificación.
Elena
respondió a las preguntas que le formularon los abogados del Ministerio Público
y de la Asociación para la Justicia y Reconciliación. Entre las palabras del
idioma ixil se escuchaba de repente alguna en español, como “ejército” o
“gobierno”. Sus respuestas eran cortas pero hablaba en tono firme, sin
titubear, y su voz jamás se quebró.
Elena
narró lo ocurrido el 3 de abril de 1982 cuando, según la Comisión para el
Esclarecimiento Histórico (CEH), efectivos del ejército ejecutaron a más de 90
civiles indefensos en la aldea Chel. Cuando le preguntaron qué parte de su
cuerpo se había fracturado cuando fue arrojada al río por los soldados,
respondió “de este lado”, señalando su cadera derecha.
También
describió cómo el disparo que recibió en el pie izquierdo le había impedido
caminar durante la mayor parte de su vida, la cual había transcurrido en la
pequeña vivienda de sus tíos, donde gateaba en el suelo con su bebé sobre la
espalda. “Mis tíos me sacaban a cualquier lado”, explicó.
Cuando
le preguntaron qué había sucedido con las personas que fueron asesinadas,
explicó que quienes tenían parientes en las aldeas cercanas fueron enterrados;
en otros casos familias enteras fueron exterminadas y no hubo quien sepultara
sus restos.
A
su izquierda, en el banquillo de los acusados, se encontraba un hombre de 86
años, con bigote canoso, que escuchaba su testimonio sin mirarla y escribía
lenta y concentradamente en hojas de papel. Era el general Efraín Ríos Montt,
quien tomó el poder mediante un golpe militar el 23 de marzo de 1982 y gobernó
hasta el 8 de agosto de 1983, cuando fue depuesto.
Durante
el mandato de Ríos Montt se diseñaron los planes de campaña Victoria 82 y uno
con énfasis en las operaciones del altiplano: el Sofía.
Estos
establecían que cualquier localidad donde se encontraran señales de actividad
guerrillera –escondites de armas o propaganda izquierdista– era considerada
“subversiva” y sus pobladores debían ser eliminados. Las comunidades
abandonadas luego de que sus habitantes huyeran hacia las montañas también eran
destruidas para impedir su regreso, política conocida como de “tierra
arrasada”. En los discursos de la época Ríos Montt se refería a esta estrategia
como la de “quitarle el agua al pez”.
El
último eslabón
El
Plan Sofía, desclasificado por el Archivo de Seguridad Nacional, en
Washington, fue entregado en 2009 al entonces secretario de la Paz, Orlando
Blanco, quien lo remitió al Ministerio Público para que pudiera utilizarse en
los procesos legales que se siguen por las violaciones a los derechos humanos
cometidas durante el conflicto armado interno que asoló a Guatemala durante 36
años.
En
los planes de campaña aparece la firma del general retirado Héctor Mario López
Fuentes, de 83 años, quien fungió como jefe del Estado Mayor de la Defensa
Nacional en la dictadura de Ríos Montt. Por este motivo, en junio de 2011 López
Fuentes fue ligado a proceso por genocidio y delitos contra deberes de
humanidad, pero el juicio no pudo avanzar debido al frágil estado de salud del
militar.
El
siguiente eslabón en la cadena de mando, en orden ascendente, es Óscar Humberto
Mejía Víctores, de 83 años, quien fue viceministro de la Defensa Nacional en el
régimen de Ríos Montt y posteriormente lo depuso mediante un golpe militar en
agosto de 1983. Mejía Víctores, el último gobernante militar antes de que se
restaurara la democracia en Guatemala, en 1985, está prófugo.
El
último eslabón es Ríos Montt, quien hoy enfrenta juicio por genocidio y delitos
contra los “deberes de humanidad” (tratos crueles e inhumanos), junto con José
Mauricio Rodríguez Sánchez, exjefe de Inteligencia Militar entre abril de 1982
y abril de 1983.
Según
la CEH, durante los 16 meses del gobierno de Ríos Montt el ejército y las
Patrullas de Autodefensa Civil (paramilitares) cometieron 334 matanzas, 19 mil
asesinatos y desapariciones, destruyeron 600 aldeas y produjeron 1 millón de
desplazados internos.
Sólo
en el municipio de Chajul, donde se encuentra Chel, 26 aldeas fueron destruidas
total o parcialmente, se produjeron 10 matanzas, 317 civiles inermes fueron
asesinados y 9 mil personas fueron desplazadas.
“El
valor nuestro está en nuestra capacidad de responder a nuestras acciones de
mando. Eso es lo más importante. El ejército está en capacidad de reaccionar.
Porque si yo no puedo controlar al ejército, entonces ¿qué estoy haciendo
aquí?”, dijo Ríos Montt durante una entrevista con la documentalista
estadunidense Pamela Yates, en junio de 1982, cuando fue cuestionado sobre las
matanzas en el área Ixil.
Esas
palabras quedaron grabadas en un rollo de película sin que Ríos Montt pudiera
imaginar que ahora regresarían para incriminarlo: Durante el juicio el
Ministerio Público tratará de demostrar que como gobernante de facto y
comandante supremo de las fuerzas armadas, estaba plenamente consciente de lo
que estaba ocurriendo en el altiplano guatemalteco.
El
Plan de Campaña Victoria 82 y el Plan Sofía son el hilo que une a Ríos Montt
con la muerte de los padres de Elena Caba y de sus tres hermanos: Pablo, de un
año; Rosa, de cuatro, y la mayor, quien también se llamaba Rosa y tenía 23
años. Ellos fueron parte del centenar de aldeanos cuyos cuerpos fueron
arrojados desde un puente en el que una sencilla cruz blanca sin placa marca el
lugar de la matanza.
Elena
fue el único miembro de su familia que sobrevivió. El lunes 25 se encontró
frente a frente por primera vez en su vida con el hombre cuyas acciones y
decisiones marcaron su destino.
“Doña
Elena, dígame usted lo que siente en su mente y en su corazón”, le preguntó Édgar
Pérez Archila, abogado de la Asociación para la Justicia y la Reconciliación,
cuando ella terminó de narrar su historia.
“Todo
esto me duele porque la verdad yo no tenía la culpa en ese conflicto. Me duele
todo lo que ha pasado porque no tengo papás ni hermanos”, respondió.
“¿Y
qué es lo que usted espera de este proceso?”, le preguntó Pérez Archila. Elena,
sin titubear, pronunció la frase que fue traducida al español: “Espero la
justicia”.
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