Morir
en el cuartel/LUIS LOZANO
Revista
Proceso
No. 1900, 30 de marzo de 2013;
Los
soldados mexicanos no sólo mueren en enfrentamientos con el crimen organizado
en los campos y ciudades del país. También fallecen, por las más diversas
causas, dentro de instalaciones militares. Así lo confirma la Secretaría de la
Defensa, que respondió a una solicitud de información de este semanario. Entre
2001 y 2012, 121 soldados perdieron la vida en lo que podría considerarse su
propia casa.
La
lucha de los efectivos del Ejército Mexicano por su propia supervivencia no se
libra sólo en las zonas donde combaten a la delincuencia organizada. En los
últimos años, soldados de todos los rangos han tenido la necesidad de extremar
medidas para cuidar su integridad dentro de las sedes militares.
El
número de muertos en las instalaciones de la Secretaría de la Defensa Nacional
(Sedena) desde 2001 supera el centenar; las causas de los fallecimientos
incluyen suicidios, asesinatos y accidentes.
En
respuesta a una solicitud de acceso a la información, Sedena entregó un
desglose de 121 muertes ocurridas en sus cuarteles en toda la República. El
Estado de México (con 25 casos) y el Distrito Federal (con 19) encabezan la
lista.
Suicidio,
lo más común
El
24 de julio de 2011 el cabo José Enrique Mota Solano murió en el dormitorio
18-A de la prisión del Campo Militar Número 1, en la Ciudad de México (Proceso
1824). Sus compañeros lo encontraron colgado con una cuerda de plástico que ató
por un extremo a su cuello y por el otro a los barrotes de una ventana.
El
cabo había sido recluido en marzo de ese año, acusado de los delitos de
abandono de servicio y robo de su arma de cargo. Saber que su condena sería de
años y no de meses lo había deprimido.
El
de Mota Solano es sólo uno de los 34 suicidios que entre 2001 y 2012 cometieron
efectivos militares (33 hombres y una mujer) mientras estaban acuartelados. La
cantidad representa 28% de las muertes en edificios del Ejército, según la
información de la Unidad de Enlace de la Sedena.
El
primero de esos suicidios ocurrió el 25 de julio de 2001 en un cuartel del
Estado de México; el más reciente fue en Torreón, Coahuila, el 11 de septiembre
del año pasado.
De
acuerdo con la Procuraduría General de Justicia del Estado de Coahuila,
Francisco Javier Ávila López, de 22 años, introdujo el cañón de un fusil G-3 en
su boca y disparó, cuando estaba en la caseta de acceso al campo militar La
Joya.
El
testimonio de sus compañeros, quienes lo habían observado deprimido la víspera
del incidente, indica que Ávila se encontraba en un ensayo de la banda de
guerra del 33 Batallón de Infantería cuando intempestivamente decidió separarse
del grupo.
Momentos
después todos escucharon la detonación.
La
lista en poder de Proceso señala que siete de los suicidios de soldados en
instalaciones militares ocurrieron en el Estado de México; en el Distrito
Federal sumaron cinco; tres en Coahuila; con dos casos aparecen Baja
California, Jalisco, Michoacán y Sonora.
Asesinatos
La
información sobre asesinatos en cuarteles y campos militares es resguardada por
la Sedena, por lo que la información periodística sobre homicidios entre
militares dentro de sus bases es prácticamente nula.
No
existe un “parte” público en el que se informe de este tipo de acontecimientos,
dado que al tener un marco normativo propio la milicia desarrolla sus
diligencias judiciales en un entorno al que no tienen acceso las instancias
civiles de procuración de justicia.
Pero
los homicidios entre militares en sus propias sedes ocurren.
Entre
2001 y 2011 la Sedena abrió 12 expedientes sobre estos casos; la mayoría de
ellos corresponden a agresiones con arma de fuego.
El
primer asesinato de un militar cometido por otro dentro del periodo referido
ocurrió el 27 de abril de 2001. Fue en la 22 Zona Militar, en el municipio de
Rayón, Estado de México; la Sedena precisó que la muerte fue provocada con un
arma blanca.
A
partir de entonces se perpetró en promedio un asesinato por año en cuarteles
del Ejército hasta llegar a 12 homicidios acumulados el 7 de diciembre de 2011,
cuando se presentó el más reciente. La cifra indica que una de cada 10 muertes
en esas instalaciones es por asesinato.
El
Estado de México es, también en este renglón, el que más homicidios en
instalaciones militares reportó, con tres en una década; Jalisco y Tamaulipas
cuentan dos ataques fatales cada uno, mientras que Chiapas, Chihuahua, el
Distrito Federal, Sinaloa y Veracruz tienen uno cada uno.
Pero
la muerte causada por balas no se limita a los combates o asesinatos: En el
periodo revisado hubo más fallecimientos por accidentes al manipular armas que
los derivados de homicidios.
Los
registros indican que disparos accidentales cobraron la vida de 14 soldados en
alguna base del Ejército, lo que ubica a esta causa de muerte como una de las
principales, al alcanzar 11.5% del total reportado.
Muertes
por este motivo se presentaron en Chiapas, Estado de México, Tamaulipas y
Tlaxcala con dos casos en cada entidad; Durango, Guanajuato, Oaxaca, Puebla,
Sinaloa y San Luis Potosí reportaron un caso cada uno.
Las
granadas también resultaron fatales; al manipularlas fallecieron en el periodo
cinco militares más; a la lista se agrega la muerte de un militar, el 10 de
marzo de 2005 en el Distrito Federal, que manipulaba pirotecnia asegurada por
el Ejército.
El
caso más notorio tuvo lugar en Durango el 10 de abril de 2008, dentro del
Centro de Adiestramiento Básico de Infantería en el municipio serrano de Pueblo
Nuevo. Dos militares murieron y 17 más resultaron heridos. Las víctimas fueron
identificadas como Víctor Ismael Ramírez y Bladimir Bonifacio Aparicio,
originarios del Estado de México y Veracruz, respectivamente. Ambos tenían 20
años y apenas habían ingresado al Ejército.
Según
confirmó el entonces comandante de la 10 Zona Militar, general Moisés Melo
García, uno de los fallecidos operaba la granada cuando ésta se activó de
manera accidental.
En
el renglón de los accidentes el hecho que más revuelo causó fue el del 25 de
enero de 2005 en el Campo Militar de Santa Lucía, en Tecámac, Estado de México,
cuando dos helicópteros chocaron entre sí y provocaron la muerte de cinco
soldados.
La
Sedena informó en esa ocasión que las víctimas fueron el capitán segundo Carlos
Campos Guzmán, los tenientes Noel Chávez Órtez y Salomón Hernández Olmedo, así
como el subteniente Sigifredo Chamú Barbosa y el sargento segundo Edén de la
Calleja Mejía.
En
otro hecho relacionado con la Fuerza Aérea, el 8 de febrero de 2010 dos
paracaidistas murieron también en la base de Santa Lucía al realizar prácticas
desde un helicóptero: al lanzarse los militares chocaron entre sí, lo que
impidió que controlaran su caída.
Otras
causas
En
la lista de accidentes se contabilizan además siete militares que se ahogaron
al realizar prácticas de natación; cuatro de estos casos fueron en el Distrito
Federal.
Cinco
militares más fallecieron por descargas eléctricas; otros cinco, según informa
la Sedena, a causa de “caídas” mientras que seis más perdieron la vida en
accidentes automovilísticos dentro de los cuarteles.
Dos
personas quemadas, una muerta por asfixia traumática y otra que sufrió un
infarto, producto de lesiones en la caja torácica, completan la lista de caídos
a causa de percances.
La
lista de la Sedena también incluye a las personas que murieron en sus
instalaciones a causa de algún tipo de enfermedad; de los 20 casos, 11 fueron
por infarto.
Se
completa el total de muertes por enfermedad con dos víctimas de pancreatitis
hemorrágica, dos por broncoaspiración, una por edema pulmonar agudo, otra por
shock hipovolémico y una por “muerte súbita”.
La
mayor parte de las bajas generales en las instalaciones militares se debieron a
accidentes (55 casos), entre los que se destacan los percances con arma de
fuego y los aéreos.
Enseguida
están los 34 suicidios, 20 muertes por enfermedad y 12 asesinatos.
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