Reportaje de La
Turati
La
Policía Federal no encuentra ni a los suyos/MARCELA TURATI
Revista
Proceso
No. 1900, 30 de marzo de 2013;
Las
autoridades se han mostrado omisas e indolentes para localizar a por lo menos
35 policías federales que desaparecieron entre 2008 y 2012. Consecuencia de la
guerra calderonista contra el narcotráfico, estas desapariciones dejan en un
limbo jurídico y emocional a las familias de los agentes, quienes se
encontraban en la “línea del deber” cuando se les perdió la pista. Los mandos
de la ya desaparecida Secretaría de Seguridad Pública federal argumentaron que
seguían con la búsqueda y sólo daban evasivas a las familias.
Fabián
Mendoza Rosales y Julián Hermosa Cornejo estaban en el campamento de la Policía
Federal en el Parque Nacional Barranca de Cupatitzio, en Uruapan, Michoacán.
Salieron a hacer algunas compras y no volvieron. Desde el 5 de agosto de 2008
están desaparecidos. Ellos inauguran la lista de 35 policías federales
aparentemente buscados por la agrupación. Son los agentes que se reconocieron
como desaparecidos en los tiempos en que Genaro García Luna era titular de la
Secretaría de Seguridad Pública Federal (SSPF).
Casi
todos son jóvenes que el sexenio pasado ingresaron a la Policía Federal y
fueron asignados a la División de Fuerzas Federales que los destinó a
operativos antinarco. Desaparecieron mientras estaban en servicio, entre agosto
de 2008 y agosto de 2012.
Ellos
son: Luis Ángel, Bernardo Israel, Juan Carlos, Jaime Humberto, Pedro Alberto,
Israel, Moisés, Bernardino, Jorge, Julián, Fabián, Valentín, Lito, Milton,
Efraín, Rosendo, Agustín, Adrián, Roberto, Juan, Juan Luis, Adrián, Miguel,
Cristóbal, Efraín, Juan Alberto, Rusbell, Eduardo, Noé, José Alfredo, Fausto,
Prisciliano, Esteban, Gustavo y Víctor Hugo.
Sólo
uno fue encontrado, muerto y torturado, en Zacatecas; de los demás no hay
rastro.
Los
nombres se desprenden de un oficio interno de la SSPF del pasado agosto firmado
por el inspector Rafael Copado Balderas y enviado a la Dirección General
Adjunta de Enlace Jurídico de la División de Fuerzas Federales. En ese
documento se mencionan los nombres de los 35 policías y los operativos
realizados para buscarlos.
Pero
la lista está incompleta. Aunque comienza en agosto de 2008 y se corta en
agosto de 2012, antes y después de esas fechas hubo policías desaparecidos.
Según
el oficio, del cual este semanario posee copia, Michoacán encabezó las
desapariciones con 18 casos (y aunque el documento no lo menciona, Proceso
confirmó que los hechos ocurrieron en Zitácuaro, Uruapan y Lázaro Cárdenas).
Los
estados que reportaron tres sucesos fueron Coahuila, en Torreón y Nuevo León,
en San Pedro Garza García y San Nicolás de los Garza. Veracruz reporta dos, en
Martínez de la Torre y Boca del Río; Tamaulipas uno en Matamoros; Durango y
Distrito Federal dos (los dos de Iztapalapa, uno de ellos al salir de la base
de la PF). Sinaloa, Hidalgo y Zacatecas registran, cada uno, una desaparición.
En
el reporte de cuatro hojas entregado el año pasado a las familias que exigen
cuentas a la SSPF se informó que existe una orden “superior” para recabar
información y continuar con la búsqueda y localización de los desaparecidos.
También se indicó que empleados de la Dirección de Situaciones Tácticas y de la
Dirección General de Intervención realizan monitoreos y vigilancia en
“domicilios y lugares señalados, tales como ciudades, municipios, poblaciones y
parajes conocidos, dando seguimiento al análisis de la información recopilada”.
Entre
las acciones para ubicar a los federales y esclarecer los hechos se mencionan
como logros “el aseguramiento de miembros de la delincuencia organizada,
vehículos, armas y envoltorios de hierba, todos ellos presuntamente vinculados
con las desapariciones”. Sin embargo, del reporte se desprende que no se
localizó a ninguno de los desaparecidos.
Para
ubicar a los oficiales en Coahuila fueron detenidos 28 policías municipales de
Lerdo, Durango, quienes –según el informe– colaboraban con Los Zetas. En
Michoacán capturaron a 54 integrantes de La Familia; en Nuevo León a tres
miembros de Los Zetas y en Zacatecas a otros 12 de esa organización, y cuatro
más fueron abatidos en un enfrentamiento.
“A
pesar de las significativas detenciones y aseguramientos de personas, armas,
municiones, inmuebles y vehículos presuntamente involucrados en las desapariciones
de varios de los elementos referidos –argumenta la dependencia–, no se han
encontrado indicios que confirmen su identidad o ubicación”.
Tampoco
se localizaron cadáveres. “Cabe resaltar que en las entrevistas realizadas a
los miembros de la delincuencia organizada asegurados y presuntamente
vinculados con la desaparición de los PF, estos han manifestado ubicaciones
donde se encontrarían los cuerpos de los servidores públicos, por lo que se ha
acudido a dichos puntos y zonas aledañas para la búsqueda de indicios y/o
pertenencias de las víctimas, sin obtener hasta el momento algo que permita su
ubicación y otra línea de investigación derivada”, abunda el reporte.
En
el escrito firmado por el inspector Copado Balderas se menciona como
explicación de las desapariciones que los grupos de la delincuencia organizada
encabezaron agresiones contra elementos de la PF –“tales como emboscadas y
aseguramientos ilícitos” de personas–, en represalia por la captura de varios
capos y los operativos conjuntos montados en su contra por parte del gobierno
federal.
Y
concluye con la siguiente afirmación: “A raíz de estos aseguramientos se pudo
saber que el cártel denominado Los Zetas realiza este tipo de acciones ‘para
demostrar la fuerza del grupo y amedrentar a los elementos Federales’ según lo
manifestado en las entrevistas realizadas”.
Víctimas
a granel
La
primera desaparición de federales en 2009 ocurrió el 3 de marzo en Torreón,
Coahuila. La víctima fue Jorge Barrientos Bautista, de 23 años. Las autoridades
divulgaron la ficha con sus datos, sin especificar su ocupación, aunque en su
foto posa con la camisa azul del uniforme. Ese año fue especialmente crítico en
La Laguna, donde decenas de jóvenes –la mayoría civiles– fueron arrancados de
sus familias.
El
15 de mayo de 2009, en Matamoros, Tamaulipas, desapareció Bernardino H. Su
nombre completo no se divulgará porque no existen reportes que muestren que su
familia hizo público el hecho. A él le siguió Moisés López Enríquez, de 35
años, y según el reporte lanzado a las redes sociales por un familiar,
desapareció al salir de la base de la Policía Federal en Iztapalapa.
Una
semana después, el 9 de noviembre de 2009, fueron siete las víctimas: Luis
Ángel León Rodríguez, Bernardo Israel López Sánchez, Israel Ramón Usla, Juan
Carlos Ruiz Valencia, Jaime Humberto Ugalde Villeda, Pedro Alberto Vázquez
Hernández y Víctor Hugo Gómez Lorenzo, quienes se dirigían a tomar posesión de
la policía de Ciudad Hidalgo, Michoacán. Desaparecieron en Zitácuaro, en el
mismo tramo donde otros policías fueron abatidos.
Como
este semanario documentó en su momento, los siete policías y el civil que los
trasladaba fueron dejados a su suerte. Ingresaron a territorio controlado por
narcotraficantes en una camioneta Suburban azul marino, sin rótulo oficial.
Entre todos cooperaron para alquilarla porque la PF no les proporcionó
vehículo. Iban sin viáticos, vestidos de civil, como les ordenaron el director
jurídico, Roberto Cruz Aguilar González, y el director general adjunto de
Operaciones, Luis Graciano Ramírez, y con sus armas de cargo. La PF se enteró
de la desaparición seis días después, gracias al reporte de las familias
(Proceso 1775).
Según
la versión que autoridades de la PF dieron a los parientes, fueron capturados
por miembros de La Familia, quienes se dieron cuenta de que entraron armados a
Michoacán y pensaron que eran sus rivales.
El
4 de diciembre de ese año el hecho se repitió en Michoacán, pero esta vez en
Lázaro Cárdenas. Los afectados fueron Gustavo Sánchez González, Esteban Morales
Santizo y Prisciliano Gómez Jacinto, quienes fueron levantados afuera del hotel
donde se hospedaban con su destacamento.
El
2010 comenzó con la desaparición de Fausto Osorio Torres, en marzo, en Boca del
Río, Veracruz, cuando tomaba vacaciones. Trabajaba como escolta del director de
la Policía Municipal de Culiacán. Un mes después le siguió José Alfredo A., en
Martínez de la Torre, mismo estado. El 4 de julio de 2010 Noé R., Eduardo N. y
Rusbell L., en Michoacán (municipio sin especificar), y 25 días después Juan
Alberto C., en Coahuila (lugar sin especificar). El 30 de octubre desapareció
Efraín Pérez Nazario, de 40 años, en Lázaro Cárdenas, Michoacán y el 27 de
diciembre Cristóbal L., en Tamaulipas.
El
18 de febrero de 2011 les tocó el turno a Miguel Gutiérrez Cruz y Adrián
Domínguez Rolón, en Uruapan, Michoacán. Sospechosamente, a estos jóvenes sus
jefes los dieron de baja al día siguiente y obstaculizaron las investigaciones.
Un día después desaparecieron Juan Luis Lagunilla García y Juan Hernández
Manzanares, al salir del hotel donde se hospedaban en San Nicolás de los Garza,
Nuevo León.
El
18 de mayo de ese año se reportó la desaparición de Roberto R., en Iztapalapa.
El 10 de junio no se supo más de Agustín A. y Adrián L., quienes salieron de
Chihuahua rumbo a la capital del país. La PF estableció que se les perdió la
pista en Durango.
Siguió
el subinspector Rosendo Torres Cortés, quien era escolta del candidato a
gobernador panista en Coahuila, Guillermo Anaya. El 10 de julio de 2011, cuando
transitaba en la camioneta blindada que usaba para transportar al candidato fue
detenido por policías del municipio conurbado de Ciudad Lerdo, Durango.
Erróneamente
el reporte registró su desaparición en Coahuila. Dos meses después del suceso
su esposa dio a luz. Personal de la PF la visitó únicamente para interrogarla
sobre el paradero de la camioneta blindada, desinteresados de su marido.
Efraín
L. despareció el 29 de agosto en Hidalgo; no se tienen más datos. El 28 de
marzo de 2012 se registró el caso de Milton Garza Salgado, en San Pedro Garza,
Nuevo León, El ejército encontró en abril, en una casa de seguridad de
narcotraficantes, el uniforme de este policía junto con otros 11 uniformes
apócrifos con logos de la Policía Federal.
Lito
B. desapareció en Sinaloa, en lugar sin especificar, el 27 de agosto, y 22 días
después Valentín Ruiz Pineda, en Fresnillo, Zacatecas. Su cuerpo, con huellas
de tortura, fue encontrado a finales del año, según reportes de la prensa
local. Es el único de la lista de quien se conoce el paradero.
Esos
son los 35 desaparecidos que la División de Fuerzas Federales dice buscar.
Mentiras
institucionales
En
la edición 1881 de este semanario, familiares de policías federales
desaparecidos, así como agentes en activo y retirados denunciaron un patrón
común de ocultamiento y negligencia por parte de la dependencia hacia las
desapariciones.
Coincidieron
en que por lo general son las familias las que reportan el suceso a la base
policiaca o son los amigos quienes informan a los parientes del policía que no
volvió a la base a laborar y no los superiores. En la corporación sólo les
dicen que los ausentes se “evadieron” del servicio, y reciben el trato de
traidores. Por lo general los mandos superiores reportan al Ministerio Público la
desaparición días después del suceso, y sólo cuando las familias comienzan a
presionar a la dependencia.
Dos
entrevistados señalan que los mandos no dan cuenta de las desapariciones para
evitarse los citatorios y trámites administrativos. En todos los casos los
policías que podrían tener información parecen adoctrinados para mentir; impera
el silencio institucional y la poca información que reciben las familias es
contradictoria.
En
el caso del joven Domínguez Rolón, por ejemplo, su tío Víctor Rolón dice a
Proceso: “La PF levantó el reporte de abandono de trabajo al día siguiente, y
no quisieron hacer denuncia por desaparición. Cuando la mamá fue a preguntar a
Uruapan, se contradijeron en las versiones, mintieron diciendo que el celular
de él daba como desconectado. Pues a nosotros sí nos daba línea cuando le
marcábamos. No pidieron los videos de las cámaras de vigilancia, nos dijeron
que no tenían tecnología para rastrear teléfonos, no quisieron entregar las
listas de asistencia, no nos dejaron entrar a la base Contel y obstaculizaron
toda investigación”.
Según
las autoridades aún buscan a los 35 desaparecidos. Sin embargo, en un reporte
anterior que la SSPF entregó en febrero de 2012, por vía de la Ley de
Transparencia, señaló que hasta ese momento 41 elementos estaban desaparecidos:
uno en 2006; cuatro en 2008; 13 en 2009; 15 en 2010 y ocho en 2011.
Ese
reporte publicado por El Universal menciona que en Michoacán desaparecieron 19;
seis en Tamaulipas; tres en Nuevo León; dos en Durango, Distrito Federal,
Coahuila, Veracruz y Zacatecas, respectivamente; y uno en Baja California, Baja
California Sur y Guerrero, respectivamente.
En
la lista proporcionada a las familias y a la que Proceso pudo acceder, tampoco
aparecen los nombres de dos policías desaparecidos en Zacatecas, de los que
informaron sus colegas.
Al
contrastar los nombres de los 35 policías federales que la dependencia acepta
como desaparecidos con la lista de los 26 mil nombres del Registro Nacional de
Datos de Personas Desaparecidas o Extraviadas, recientemente divulgada por la
Secretaría de Gobernación, llama la atención que los extraviados en Durango,
Tamaulipas y el Distrito Federal no están incluidos. No fueron registrados ni
por la SSPF ni por las procuradurías locales.
En
el cruce de datos comienzan a notarse las fallas de la lista de personas
desaparecidas durante el sexenio anterior, presentada por la subsecretaria Lía
Limón, pues de los 35 agentes, en seis casos los nombres aparecen con doble
reporte: uno en su lugar de verdadero extravío y otro en el Distrito Federal,
donde seguramente las familias volvieron a denunciar los hechos. En las listas
no se incluyen 13 nombres. En seis ocasiones se registra erróneamente al
Distrito Federal como lugar de la desaparición, cuando el reporte de la PF
indica que ocurrió en otra entidad.
Ante
la falta de respuesta de las autoridades para buscar a los miembros de su
propio cuerpo, la costurera Margarita Santizo emprendió la búsqueda de su hijo
Esteban Morales con sus propios medios. La acompañan varias madres que hacen lo
mismo sin importarles el peligro, toda vez que de la dependencia sólo reciben
evasivas.
En
otros casos, las familias piden ayuda en cadenas de oración, como el mensaje
que aparece en la página de Facebook del grupo Cristianos Unidos: “Les ruego
sus oraciones una vez más por la vida de Milton Garza Salgado, policía federal
que fue secuestrado desde el pasado 30 de marzo; y por su afligida familia, sus
padres, hermanos, esposa e hijos y todos los amigos y personas que lo apreciamos,
Dios los bendiga siempre y nos ayude”.
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