Privatización
carcelaria Los reos, negocio rentable/
RODRIGO
VERA
Revista
Proceso
No. 1927, 5 de octubre de 2013;
Del
delirio privatizador que caracteriza a gobiernos panistas y priistas no se ha
escapado ni siquiera el sistema penitenciario nacional. Además de ser
“ilegales” e “inconstitucionales”, la construcción y el control de cárceles por
parte de la iniciativa privada han demostrado su fracaso en otros países, dice
a Proceso Martín Barrón Cruz, investigador del Instituto Nacional de Ciencias
Penales. Desde luego, lo anterior no detiene los apetitos empresariales de los
Slim, los Vázquez Raña, los Aspe o de los Hank…
“La privatización de las cárceles, que se les
están otorgando de manera muy confidencial a los empresarios, es totalmente
ilegal porque violenta no solamente la Constitución, sino también los tratados
internacionales en la materia firmados por México”, asegura categórico Martín
Barrón Cruz, investigador del Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe).
Entrevistado
en su cubículo de ese centro académico, el especialista agrega:
“El
artículo 18 constitucional estipula claramente que el Estado debe hacerse cargo
de las prisiones y de toda la cuestión penitenciaria. Sin embargo, estamos
viendo que el Estado evade esa responsabilidad al entregar a la iniciativa
privada el control de algunas prisiones. Está negando y violentando la
Constitución.
“La
misma Organización de las Naciones Unidas (ONU) señala que no deben
privatizarse las prisiones, cuyo
objetivo final debe ser reeducar y reintegrar al reo a la vida social,
meta muy contrapuesta a la de la empresa privada, interesada solamente en
convertir a los reos en un negocio rentable.”
–¿Qué
documentos o convenios de la ONU marcan este lineamiento?
–En
1977, las Naciones Unidas expidieron las Reglas mínimas para el tratamiento de
los reclusos, donde quedó marcado ese camino de la reinserción social, e
incluso se acordó corroborar su cumplimiento. En ningún punto se le dio cabida
a la empresa privada, precisamente por sus fines de lucro. Desde entonces se
adoptaron estas reglas mínimas, que fueron firmadas y ratificadas por México.
“Todavía
en una reunión de 2002 realizada por la ONU, se emitió el Informe del grupo de
trabajo sobre la administración de justicia, donde se censuró a algunos gobiernos
de América y Europa por incumplir los acuerdos pactados al permitir el
funcionamiento de cárceles privadas y de esta manera reducir las obligaciones
asignadas al Estado.”
Para
afianzar sus argumentos, Barrón Cruz busca entre sus archivos puestos en el
escritorio, los libreros y la computadora. Encuentra algunas conclusiones de
especialistas del Instituto Latinoamericano de Naciones Unidas para la
Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente (Ilanud), entre ellas la
del encargado de este organismo, Elías Carranza, quien hizo la siguiente
consideración: “Sería un grave error tratar de resolver la situación de horror
que se vive en los centros de América Latina privatizándolos”.
Barrón
Cruz deja sus archivos, se dirige al reportero y declara enfático:
“Como
puede darse cuenta, los peritos de la ONU coinciden en que la privatización no
resuelve los problemas, sino todo lo contrario, los agravan más; las cárceles
privadas tienden a ser más violentas que las públicas, la rehabilitación no se
cumple, se violan los derechos humanos, aumentan los suicidios y el tráfico
interno de estupefacientes sigue dándose.
“Así
lo demuestra la experiencia en otros países, como Estados Unidos y Chile. ¡Está
comprobadísimo! ¡Demostrado hasta la saciedad! Y pese a ello, en México se
empezaron a abrir las cárceles a la iniciativa privada a partir de la pasada
administración de Felipe Calderón, proceso que continúa en el actual sexenio.”
–¿Cuántas
prisiones están actualmente en manos de la iniciativa privada? ¿Qué empresas
las manejan?
–¡No
lo sabemos! Toda esa información la tenía en el sexenio pasado la hoy extinta
Secretaría de Seguridad Pública federal, y hoy la tiene la Comisión Nacional de
Seguridad, dependiente de la Secretaría de Gobernación. Pero esa información se
maneja confidencialmente. No la dan a conocer.
“Obviamente
que la comisión debe tener un listado completo de las prisiones no sólo
federales, sino también estatales y municipales que ya están manejando algunas
empresas privadas, así como otra lista con el nombre de esas empresas.”
–¿Esa
comisión, a cargo de Manuel Mondragón y Kalb, es entonces la que concentra toda
esa información?
–Sí,
como también la tiene la Conferencia Nacional del Sistema Penitenciario, que
aglutina a todos los directores de las cárceles del país, quienes se reúnen
periódicamente para tomar acuerdos sobre las políticas penitenciarias a seguir.
–¿Debe
ser confidencial esa información? –se le pregunta.
–No.
En mi opinión no debe ser confidencial. Tenemos derecho a saber cuántas
cárceles están en manos de la iniciativa privada y qué empresas las están
manejando. La autoridad no sólo está violentando la ley, sino que también nos
oculta información.
Alta
sobrepoblación carcelaria
Barrón
Cruz señala que en el país existen 416 prisiones, diseñadas para albergar a 196
mil 742 internos. Sin embargo, indica, la población carcelaria actual es de 244
mil 960 personas, por lo que hay una sobrepoblación de 48 mil 218 reclusos.
Con
base en estos datos, el investigador explica:
“Si
se tiene una sobrepoblación de más de 48 mil reos, necesariamente se deben
construir más cárceles para albergarlos. Es aquí donde el gobierno dice: ‘Esa
cantidad de presos te los dejo a ti, iniciativa privada, encárgate de ellos’”
–¿La
lógica es dejarle a la iniciativa privada la sobrepoblación?
–Puede
ser la lógica gubernamental. Es muy probable. Aunque falta saber cuántas
prisiones planean construirse para esa sobrepoblación, tomando en cuenta que
las prisiones podrían ser de, digamos, alrededor de 2 mil 500 internos cada
una, por dar una cantidad razonable.
“Y
aquí otra vez saltan las interrogantes: quién las va a construir, quién las va
a manejar y en qué territorios estarán, porque este punto también es
importante. Por lo general las zonas donde se construyen las prisiones se van
poblando muy rápidamente, ya sea por las familias de los reclusos, los
custodios o del personal administrativo, que requieren de urbanización y de
servicios.
“Pongo
por caso el megacomplejo carcelario de Puente Grande, Jalisco, donde hay una
cárcel federal, otra estatal, una para mujeres y otra preventiva. A esa zona
llegó a vivir muchísima población, a la que se le tuvo que dotar de servicios.
De manera que, para las empresas que construyen prisiones, la urbanización del entorno
puede resultarles un negocio incluso más lucrativo que la cárcel misma.”
Maestro
en ciencias penales con especialidad en criminología por el Inacipe, Martín
Barrón es conferenciante, imparte cursos y seminarios y es autor de las
investigaciones Una mirada al sistema carcelario mexicano; Policía y seguridad
en México, y Guardia Nacional y Policía Preventiva: dos problemas de seguridad
en México, entre otras.
El
pasado 11 de septiembre participó en el foro Perspectivas de la Reinserción
Social y de la Privatización del Sistema Penitenciario Mexicano, realizado en
el Inacipe y en el que la comunidad académica ya empezó a abordar el tema de
las cárceles privadas en el país.
Entre
los ponentes estuvieron Luis González Placencia, quien entonces todavía era
ómbudsman del Distrito Federal; la subsecretaria del Sistema Penitenciario del
Distrito Federal, Mayela Almonte Solís, y los investigadores Daniel Cunjama y
David Ordaz.
Barrón
aclara:
“No
es lo mismo subrogar que privatizar las prisiones. Es muy común que en algunas
cárceles se subroguen a algunas empresas la lavandería, la cocina u otros
servicios. Eso siempre se ha dado. Pero la privatización es muy distinta;
implica que desde la construcción, la administración y toda la gestión de la
cárcel quede en manos de particulares.”
–Esto
se está dando en México…
–Sí,
pero ese modelo de prisión fracasó en los países donde se ha implementado. Aquí
en México las empresas utilizarán la mano de obra de los reclusos. Sus
ganancias saldrán del trabajo carcelario. Y uno se pregunta: ¿cuáles serán los
derechos laborales de los reos?, ¿qué salario se les dará?, ¿tendrán reparto de
utilidades, primas vacacionales y aguinaldos?
–¿Tendrá
que modificarse entonces la legislación laboral?
–Por
lo pronto, si ya de entrada se está violando la Constitución, de paso se están
violando otras leyes más. Y para colmo, ninguna empresa mexicana tiene
experiencia en el manejo de prisiones. ¡Ninguna!
Hank
González, en el negocio
El
joven empresario Carlos Hank González, presidente del Grupo Financiero
Interacciones, ya tiene bajo su mando el Centro de Reclusión Estatal de Ciudad
Valles, San Luis Potosí, en el que invirtió mil 200 millones de pesos en
asociación con la constructora Ingenieros Civiles Asociados (ICA), de la familia
Quintana. Hank también financió dos centros penitenciarios en el Distrito
Federal.
Hank
González pertenece al llamado Grupo Atlacomulco, al igual que el presidente
Enrique Peña Nieto. Es nieto del profesor Carlos Hank González por el lado
paterno, y del empresario Roberto González Barrera por el materno. Algunos
miembros de su familia –que posee casas de juegos de azar– se han visto
involucrados en escándalos por fraudes y acopio de armas.
Carlos
Slim, considerado por la revista Forbes como el segundo hombre más rico del
mundo, tampoco quiere quedarse atrás en el negocio carcelario. Firmó un acuerdo
para participar en la construcción de dos centros penitenciarios: uno en
Morelos y otro en Chiapas.
Esta
participación la tenía la desarrolladora de vivienda Homex, que decidió
vendérsela a Grupo Financiero Inbursa y a Impulsora del Desarrollo y el Empleo
en América Latina (IDEAL), ambas de Carlos Slim.
El
magnate Olegario Vázquez Raña, dueño del periódico Excélsior y de los
hospitales Ángeles, también está metido en el negocio a través de su empresa
Promotora y Desarrolladora Mexicana (Prodemex), que construye penales en
Durango y Michoacán.
Por
su parte ICA –que dirige Alonso Quintana– ya construyó el Centro Federal de
Readaptación Social número 11, en Sonora, regido por el esquema empresarial
Proyectos de Prestación de Servicios (PPS).
Algunas
compañías más que intervienen en el negocio son Tradeco, Arendal, La Nacional y
La Peninsular, entre otras. Construyen prisiones federales y estatales en el
Distrito Federal, Coahuila, Chiapas, Durango, Morelos, Guanajuato, Sonora,
Michoacán…
Y
Pedro Aspe Armella –mentor del Grupo Atlacomulco y quien fue secretario de
Hacienda en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari– se encarga de diseñar
proyectos de inversión carcelaria a través de su empresa Protego Asesores
(Proceso 1906).
El
proyecto de privatizar las prisiones arrancó en el sexenio pasado y estuvo a
cargo de la Secretaría de Seguridad Pública federal (SSP). Hace cuatro años, el
entonces subsecretario del Sistema Penitenciario Nacional de esa dependencia,
José Patricio Patiño Arias, declaró a Proceso que el plan era construir para
los reos del orden federal “por lo menos 45 mil nuevos espacios, que
conseguiremos mediante la ampliación de nuestras instalaciones, pero sobre todo
de la construcción de 12 nuevos penales, que levantarán empresas privadas
confiables y solventes”.
El
esquema –dijo– consistía en que las empresas privadas construyeran las
prisiones y luego las administraran por un periodo de unos 20 años, al término
de los cuales se entregarían al gobierno federal, como en el caso de las
autopistas concesionadas. Advirtió que, por motivos de seguridad, a las
empresas se les entregarían las prisiones por “adjudicación directa” y no
mediante concurso (Proceso 1704).
Ya
en este sexenio, Modragón y Kalb se hizo cargo de las prisiones federales y
continuó el proyecto calderonista. En marzo pasado reveló que a la iniciativa
privada se le encargó la construcción de ocho cárceles; dos ya estaban
terminadas y seis en construcción.
Elogió
así las ventajas de la prisión privada: “Las fallas son tan poco sensibles que
no se conocen. En ningún caso hay autogobierno ni manejo interno de
estupefacientes ni violaciones a los derechos humanos”.
Y
adelantó que, aparte de los ocho centros penitenciarios federales ya otorgados,
se le pediría a la iniciativa privada la construcción de otros 10.
Martín
Barrón comenta al respecto:
“Al
comisionado le falta informar a qué empresas se les están dando las cárceles y
qué capacidad tendrá cada una de ellas, entre otros puntos. Y es falso eso de
que en las prisiones privadas no se violan los derechos humanos. También está
por verse la reacción de los grupos del narcotráfico que controlan muchos
penales. No creo que se vayan a quedar con los brazos cruzados.”
Explica:
“Se justifica el esquema de estas cárceles con el de las carreteras
concesionadas a la iniciativa privada, que después de ser explotadas por años
se las darán al Estado. Pero en toda mi vida jamás he visto que una carretera
concesionada se entregue al gobierno. Igual puede ocurrir con las prisiones;
los empresarios ampliarán una y otra vez los plazos de entrega con el argumento
de que aún no recuperan sus inversiones.
“Hay
una situación muy preocupante en el trasfondo de todo esto: no está clarificado
qué tipo de sistema penitenciario nacional es el que se quiere. ¿Uno mixto,
donde coexistan las cárceles públicas con las privadas y las subrogadas? ¿Uno
más privatizado, donde tenga preponderancia el sector empresarial y la
explotación de la mano de obra carcelaria…? No lo sabemos.”
–¿Es
novedoso este esquema?
–¡No!
¡Todo lo contrario! En el siglo XIX, durante el proceso de industrialización, a
los primeros a quienes se explotó laboralmente fue a los presos, por ser una
población cautiva. Se dio el fenómeno de las llamadas “cárceles-fábrica”, que
quedó bien documentado. El esquema ya existió hace dos siglos. Podríamos decir
que nuestras autoridades penitenciarias son retrógradas en ese sentido.
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