La
efímera vida del constitucionalismo chino/ Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política China
Publicado en La
Vanguardia | 4 de noviembre de 2013
Desde
que en diciembre del 2012, al poco de asumir funciones como secretario general
del PCCh, Xi Jinping afirmara que nadie está por encima de la Constitución y la
ley, instando su observación y cumplimiento, los defensores de una reforma
política de alcance se han inspirado en dichas palabras para impulsar una
estrategia de renovación con base en el consenso político que dicho texto,
aprobado en 1982, podría reflejar como punto de partida. Ello ha originado un
vivo debate interno que parece camino de cerrarse.
Las
posiciones que se han ido conformando desde entonces sugieren tres actitudes
principales: la de quienes admiten la posibilidad de un constitucionalismo
compatible con el socialismo, quienes rechazan esta posibilidad y sugieren que
aquel no puede ser más que un subterfugio semántico para destruir el sistema
político, y quienes apuestan abiertamente por un constitucionalismo que supere
las limitaciones del sistema vigente.
La
posición más moderada, defendida entre otros por el prominente jurista Jiang
Ping, tildado en su día de derechista, parte de la compatibilidad de ambos
conceptos, asegurando que la defensa del imperio de la ley y de las libertades
es perfectamente conciliable con la búsqueda de la equidad y la justicia,
objetivos esenciales del socialismo. El desencuentro entre ambos no es más que
una distorsión que a China le ha costado grandes sacrificios y tragedias y
debiera corregirse. Si China no avanza por esa senda, el sistema no podrá
evitar una erosión paulatina a merced del aumento de las tensiones sociales que
dejarán al PCCh sin margen de maniobra. Esta posición es defendida incluso por
profesores de la Escuela central del PCCh como Cai Xia. La recuperación de la credibilidad
social no tiene otra vía, dice, que la asunción de un constitucionalismo
entendido como garantía institucional del Estado de derecho, los derechos
humanos y la democracia.
Los
partidarios de no adjetivar el constitucionalismo, caso de Wang Jianxun,
formado en ciencia política en la Universidad de Indiana, Estados Unidos,
recuerdan que este exige la disposición de medidas para controlar el poder del
Gobierno y para proteger los derechos y libertades de los individuos. Y si el
núcleo del constitucionalismo es la limitación del poder, nada mejor se ha
inventado por el momento, pese a sus defectos, que la división de poderes,
incluyendo la descentralización horizontal en la cima y la vertical a nivel
territorial, estableciendo un amplio marco de equilibrios, garantías y
contrapesos mutuos. Por otra parte, sin el respeto y protección efectiva de los
derechos y libertades de la persona, no podrá garantizarse la primacía del
derecho ni que el poder, como dijo Xi Jinping, pueda estar sometido en una “jaula
de regulaciones”.
En
contra del constitucionalismo, otras voces desmienten que se trate de un
concepto aplicable a China simplemente porque se trata de un producto del
capitalismo e inadecuado para vigorizar un sistema socialista, comparándolo con
“pescar peces en los árboles”. En tal sentido, su objetivo sería la abolición
del liderazgo del PCCh y abocaría directamente al pluripartidismo. Así se
pronunció recientemente el secretario del PCCh en Shanxi, Yuan Chunqing,
formado en derecho en la Universidad de Pekín, quien calificó el concepto de
“idea equivocada” que pretende dividir el partido y alejar a China del
socialismo. Desde el ámbito castrense, en Haijiang Online se venía incitando a
la “lucha ideológica” para contrarrestar la nociva influencia de estas
propuestas. También desde otros medios “civiles” como Bandera Roja, afines al
nacionalismo y la izquierda (Cui Zhiyuan), el tenor es similar. No obstante, el
pronunciamiento de Yuan Chunqing en el oficial Renmin Ribao pudiera revelar
quién ha ganado la pugna de las influencias en los cenáculos del poder, si bien
no forma parte del Buró Político del PCCh ni es un líder del máximo nivel.
El
discurso oficial, pese a la intensidad del debate político y académico a
propósito del término a lo largo del presente año, ni integró el concepto en su
liturgia ni tampoco lo incluyó en la conocida lista de los siete tabúes a
ignorar en los medios y tribunas dado a conocer en mayo último. Ni promovido ni
prohibido, habitando en ese limbo conceptual sin ser considerado un vocablo
“sensible”, no cabría esperar que las autoridades o sus altavoces más próximos
se hiciesen eco expreso de él, pero tampoco que fuera objeto de campañas
críticas y demoledoras a instancias de brigadas de expertos en el escrutinio y
defensa de la teoría oficial. Esa actitud podía reflejar el afán explorador y
las vacilaciones del cuerpo dirigente que optaba así por dar alas a un debate
plural y abierto como pocas veces se ha visto en China, contribuyendo a una
mejora sustancial del ambiente político. Pero todo parece indicar que llegó la
hora de su destierro, quizá solo temporalmente, del alfabeto institucional
admitido por el PCCh. Por lo pronto, pues, el sueño chino no será un sueño
constitucional, aunque resta la incógnita sobre la actitud futura de sus
partidarios.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario