La Sancho Panza de
los pobres
Contar… contar…
contar… Eso hace Elena Poniatowska desde hace 60 años. Y eso mismo hace tras
subir cinco escalones, dar siete pasos, otros ocho escalones, dos pasos y un
escalón más, para convertirse en la primera mujer en subir al púlpito del
paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares para dar su discurso de
aceptación del 38º Premio Cervantes de Literatura. Y rompe doblemente la
tradición: su traje autóctono y sus palabras, donde más que el autor de El
ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha o el mismo Quijote, anduvo Sancho
Panza.
Elena Poniatowska,
una Sancho Panza para los sin tierra
Nota de WINSTON MANRIQUE
SABOGAL.
El País, Madrid 24 ABR 2014
Contar… contar…
contar… Eso hace Elena Poniatowska desde hace 60 años. Y eso mismo hace tras
subir cinco escalones, dar siete pasos, otros ocho escalones, dos pasos y un
escalón más, para convertirse en la primera mujer en subir al púlpito del
paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares para dar su discurso de
aceptación del 38º Premio Cervantes de Literatura. Y rompe doblemente la
tradición: su traje autóctono y sus palabras, donde más que el autor de El
ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha o el mismo Quijote, anduvo Sancho
Panza.
Una periodista de a
pie encaramada en lo más alto de las letras en español. Y haciendo gala de su
mexicanidad: autóctono vestido rojo de adornos amarillos con un faldón rematado
en encaje blanco y como pendientes el recuerdo y la magia de los pescaditos de
oro que hacía y deshacía el coronel Aureliano Buendía al final de sus días, por
la gracia de Gabriel García Márquez. “Antes de Gabo éramos los condenados de la
Tierra. Pero con sus Cien años de soledad le dio alas a América Latina. Y es
ese gran vuelo el que hoy nos envuelve y hace que nos crezcan flores en la
cabeza”.
Con voz nerviosa
recordó a las tres mujeres que la precedieron
Contar… contar…
contar... Es el verbo preferido de Elena Poniatowska. Es su verbo natural. Y
eso hace para contar un trocito de zonas en sombra de América Latina. Con el
asombro ante el silencio y el olvido vivido por las mujeres y los más pobres y
quienes deben migrar en busca de mejores oportunidades. “Niños, mujeres,
ancianos, presos, dolientes y estudiantes caminan al lado de esta reportera que
busca, como lo pedía María Zambrano, ‘ir más allá de la propia vida, estar en
las otras vidas”.
Con voz nerviosa
empieza por recordar a las tres mujeres que la precedieron. Es la cuarta en ser
distinguida con este premio —frente a los 35 hombres que lo han ganado— pero la
primera en subir al púlpito. Ana María Matute estaba en silla de ruedas, María
Zambrano no pudo asistir y Dulce María Loynaz envió a una persona para que la
representara. Tres marías “zarandeadas por sus circunstancias”. Y junto a ellas
nombres de mujeres que van desde Sor Juana Inés de la Cruz, pasando por Tina
Modotti o Frida Kahlo, hasta las de Ciudad Juárez asesinadas. Asombro ante el
silencio y lo que falta por hacer por las ellas.
Soy una escritora
que no puede hablar de molinos porque ya no los hay.
La escritora, en
cambio, un poco más protegida por algún dios mexicano que la convirtió en la
quinta ganadora mexicana de este galardón, tras Octavio Paz, Carlos Fuentes,
Sergio Pitol y José Emilio Pacheco.
La América indígena
y desfavorecida representada por una mexicana culta de origen polaco. Evoca su
alegre asombro por el idioma español que empezó a descubrir a los diez años
cuando su familia se trasladó a México. El de una niña que pasó de decir merci,
en París, a maravillarse en un idioma nuevo que la obligaba a jugar con la
lengua con palabras como “gracias”, “parangaricutirimicuaro” o
“Xochitlquetzal”.
Entran en su contar
sus compatriotas porque quienes le dieron la “llave para abrir México fueron
los mexicanos en la calle”. Su voz recrea una cuadro realista mexicano “con
personajes de a pie como los que don Quijote y su fiel escudero encuentran en
su camino, un barbero, un cuidador de cabras…”. Su voz pone el color al cuadro
de un continente donde la cultura es casi desdeñada y el índice de
analfabetismo es muy alto, la pobreza aumenta y los gobiernos no prestan mucha
atención a los pobres. Pero ella aprendió el castellano “antes de que los
Estados Unidos pretendieran tragarse a todo el continente, la resistencia
indígena alzó escudos de oro y penachos de plumas de quetzal y los levantó muy
alto cuando las mujeres de Chiapas, antes humilladas y furtivas, declararon en
1994 que querían escoger ellas a su hombre, mirarlo a los ojos, tener los hijos
que deseaban y no ser cambiadas por una garrafa de alcohol. Deseaban tener los
mismos derechos de los hombres”.
El poder financiero
manda no solo en México sino en el mundo.
Y deja claro, recuerda,
que la voz de los mexicanos, el tono de sus compatriotas, sus diminutivos, su
humildad y sus modales “no es para hacerse menos ni por esconderse sino porque
es parte de su naturaleza”. Que no se confundan, viene a decir, no es lo mismo
manso que menso.
En la tierra de
Miguel de Cervantes está una mujer de 82 años tan sensible como combativa.
¿Rebelde? Que dice las cosas y reivindica la igualdad y derechos y deberes para
todos. Una periodista que empezó a darse cuenta de la realidad en 1954 cuando
la contrataron en el periódico mexicano Excelsior. Desde entonces, casi medio
centenar de libros periodísticos, ensayos, novelas y biografías. Desde grandes
reportajes y crónicas como La noche de Tlatelolco y Las soldaderas, hasta El
universo o nada, la biografía novelada de su marido, Guillermo Haro; pasando
por novelas como La piel del cielo y Hasta no verte, Jesús mío.
No apareció
cabalgando como Sancho Panza pero lo recordó, se comparó a él: “Soy una Sancho
Panza femenina. (…) Una escritora que no puede hablar de molinos porque ya no
los hay y en cambio lo hace de los andariegos comunes y corrientes que cargan
su bolsa del mandado, su pico o su pala, duermen a la buena ventura y confían
en una cronista impulsiva que retiene lo que le cuentan”.
El Rey ensalzó la
Humanidad como centro de gravedad de su obra
Y le han contado
mucho. Porque ella ha preguntado aún más. Es su otro verbo. Y señalar, también.
Señalar que el “el poder financiero manda no solo en México sino en el mundo.
Los que lo resisten, montados en Rocinante y seguidos por Sancho Panza son cada
vez menos”. Por eso se siente orgullosa de andar junto a los “ilusos, los
destartalados, los candorosos”.
La vida se escribe
todos los días. Recuerda. Recalca.
Poniatowska,
creadora de una obra que conjuga diferentes registros para ver la vida. El
resultado, según el jurado del Cervantes, es “una brillante trayectoria
literaria en diversos géneros, de manera particular en la narrativa y en su
dedicación ejemplar al periodismo. Su obra destaca por su firme compromiso con
la historia contemporánea. Autora de obras emblemáticas que describen el siglo
XX desde una proyección internacional e integradora. Elena Poniatowska
constituye una de las voces más poderosas de la literatura en español de estos
días”.
La voz de los sin
voz
“Antes de Gabo
éramos los condenados de la Tierra. Pero con sus Cien años de soledad dio a las
a América Latina. Y es ese gran vuelo el que hoy nos envuelve y hace que nos
crezcan flores en la cabeza”.
“Niños, mujeres,
ancianos, presos dolientes y estudiantes caminan al lado de esta reportera que
busca, como lo pedía María Zambrano,‘ir más allá de la propia vida, estar en
las otras vidas”.
“Soy una Sancho
Panza femenina. (…) Una escritora que no puede hablar de molinos porque ya no
los hay y en cambio lo hace de los andariegos comunes y corrientes que cargan
su bolsa del mandado, su pico o su pala, duermen a la buena ventura y confían
en una cronista impulsiva que retiene lo que le cuentan”.
Por eso subió 14
escalones y dio nueve pasos para contar todo lo que contó. Baja y se sienta en
un sillón delante de la mesa presidida por el Rey y la Reina de España. Elena
Poniatowska, periodista y escritora, nacida princesa, hija de un descendiente
directo, “no tan directo”, del último rey de Polonia y de una mexicana de
origen francés, escucha juiciosa. Lo que dirá primero el ministro de Cultura,
José Ignacio Wert: “Porque la escritora que ha insuflado vida literaria al
testimonio de la gente común comienza su carrera preguntando y desarrollando el
más fino oído, el arte de escuchar”. Dice que es una narradora singular en
muchos sentidos al traspasar las fronteras convencionales de los géneros. “Que
recorre como héroe el camino de la realidad y la ficción”.
Aplausos. Ella ahora
escucha al Rey lo que dice de ella. Él dice que ella advierte que en su
narrativa la frontera entre la realidad y la ficción es muy fina, borrosa.
Entre la crónica y la novela. Ella asiente con la cabeza. “Nuestra galardonada
aproxima la realidad a nuestras propias vidas. Invita al lector a adoptar una
visión y lo estimula para vivir un compromiso con el ser humano”.
El Rey dice que la
Humanidad es el centro de gravedad de la obra de la escritora mexicana. “La
necesidad de poner voz a los desfavorecidos, de poner en evidencia las
contradicciones del progreso, de denunciar la discriminación social y toda
clase de injusticias”.
Aplausos. Elena
Poniatowska se pone de pie. Espera que salgan todos. La saludan. Busca con la
mirada a sus tres hijos en el paraninfo. Y al patio sale la abuela a cuyo
encuentro van siete de los nueve nietos que la han acompañado desde México.
Una hora y cinco
minutos ha durado todo. Ha dejado claro la conjugación de un verbo multiforme.
Yo veo
Tú preguntas
Él escribe
Ella, Elena
Poniatowska, cuenta. Cuenta lo que sucede a su alrededor y más allá. Ese es su
verbo.
El discurso:
El discurso:
Todos los ganadores
del Cervantes: cuatro mujeres; Matute, Dulce María, María Zambrano y Elena.
2012. José Manuel
Caballero Bonald
2011. Nicanor Parra
2010. Ana María
Matute
2009. José Emilio
Pacheco
2008. Juan Marsé
2007. Juan Gelman
2006. Antonio Gamoneda
2005. Sergio Pitol
2004. Rafael Sánchez
Ferlosio
2003. Gonzalo Rojas
2002. José Jiménez
Lozano
2001. Álvaro Mutis
2000. Francisco
Umbral
1999. Jorge Edwards
1998. José Hierro
1997. Guillermo
Cabrera Infante
1996. José García
Nieto
1995. Camilo José Cela
1994. Mario Vargas
Llosa
1993. Miguel Delibes
1992. Dulce María
Loynaz
1991. Francisco
Ayala
1990. Adolfo Bioy
Casares
1989. Augusto Roa
Bastos
1988. María Zambrano
1987. Carlos Fuentes
1986. Antonio Buero
Vallejo
1985. Gonzalo
Torrente Ballester
1984. Ernesto Sábato
1983. Rafael Alberti
1982. Luis Rosales
1981. Octavio Paz
1980. Juan Carlos
Onetti
1979. Jorge Luis
Borges
1979. Gerardo Diego
1978. Dámaso Alonso
1977. Alejo
Carpentier
1976. Jorge Guillén
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