Generalizada, la renuencia
del gobierno al escrutinio internacional/Gloria Leticia Díaz.
Revista Proceso No. 2005, 4 de abril de 2015
El relator especial de la ONU
Juan Méndez, quien ha recibido numerosas muestras de solidaridad ante las descalificaciones
personales del gobierno de Peña Nieto, dice a Proceso que no se equivocó al
hablar de tortura generalizada en México; refiere que tuvo presiones para no
usar esa palabra y que no fueron 14 sino 107 los casos documentados. Mientras
algunos especialistas advierten que el aparato oficial es renuente al
escrutinio del exterior, otros señalan que si ese informe se suma al de las
desapariciones forzadas, ambos tendrán repercusiones en el derecho
internacional porque testimonian delitos masivos de lesa humanidad.
Ante los ataques personales
dirigidos por altos funcionarios mexicanos en contra del relator especial de la
ONU, Juan Méndez, por haber reportado que en la República Mexicana la tortura
es generalizada, defensores de derechos humanos consideran que dicha actitud
revela la renuencia del gobierno de Enrique Peña Nieto al escrutinio
internacional.
Por su parte, el propio
relator, Juan Méndez, declara a Proceso que estaba sorprendido por los
cuestionamientos sobre su calidad ética y profesional, además de que sostiene
su punto de vista sobre lo que ocurre en México.
En entrevista telefónica
realizada a su oficina en Washington College of Law, donde es profesor de
derechos humanos, Juan Méndez, abogado argentino que fue víctima de la
dictadura militar y se exilió en 1977, recuerda que, “por razones académicas y
de investigación”, ha visitado México desde el gobierno de Carlos Salinas de
Gortari, como investigador de Americas Watch –hoy Human Rights Watch– y en
calidad de relator de México y de trabajadores migrantes de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), de la que fue presidente en 2002.
“Tuve muchos contactos con
los distintos gobiernos mexicanos, y francamente en ningún caso, a pesar de que
también publiqué y voté decisiones contrarias a lo que podrían llamarse los
intereses mexicanos, fueron impugnadas mi integridad ni mi ética ni mi
responsabilidad profesional. Por eso realmente me resulta muy sorprendente” lo
que ahora sucede, es decir, las declaraciones del subsecretario de Relaciones
Exteriores, Juan Manuel Gómez Robledo Verduzco, y del canciller José Antonio
Meade.
Hecho prisionero durante la
dictadura militar argentina, por lo que fue nombrado “preso de conciencia” por
Amnistía Internacional, el relator de la ONU considera, frente a la reacción
del gobierno de Peña Nieto, que no es “una actitud responsable el usarme de
chivo expiatorio y de acusarme a mí de falta de ética cuando lo que hay, en el
peor de los casos, es una discrepancia sobre la gravedad que tiene el tema de
la tortura en México.
“No creo –continúa– que esa
discrepancia sea menor; por supuesto que no, pero sí pienso que es importante
reconocer que el problema es serio, no anecdótico, y lo único que quiere decir
es que la tortura generalizada es eso, que no es una aberración, que no es algo
que pasa por voluntad de algunas personas fuera de control, sino que es muy
frecuente, un recurso habitual de las instituciones dedicadas a la lucha contra
el crimen. Y todo lo que tengo a disposición me hace pensar que no me
equivoqué.”
Una política de Peña Nieto
Observadores y defensores de
los derechos humanos tienen una percepción similar. Tal es el caso de
Mariclaire Acosta Urquidi, subsecretaria de Derechos Humanos y Democracia
durante el gobierno de Vicente Fox, quien manifiesta en entrevista que las
expresiones de los servidores públicos contra Méndez no son personales, sino
que “indican que es una política del gobierno actual”.
Directora actual de la
oficina de Freedom House en México, estima que si en este país no son tomados
en cuenta los llamados de atención de los mecanismos internacionales de
derechos humanos, “vamos a instalarnos en el retroceso”.
Recuerda que cuando se dio la
apertura al escrutinio internacional durante el gobierno de Vicente Fox era
para “honrar los compromisos y obligaciones internacionales que México había
firmado, atendiendo el reclamo legítimo de la sociedad mexicana y de la
comunidad internacional, no para colgarnos la medallita, sino para ayudar a
resolver la grave problemática de derechos humanos que vivimos en el país”.
Acosta Urquidi lamenta los
señalamientos contra Juan Méndez, “una de las figuras más sólidas y respetables
en el mundo de los derechos humanos”, y aclara que “el problema no es el
mensajero, el problema es la existencia en México de la tortura, que sí es una
práctica generalizada, y que lo ha sido desde siempre, y que hay además un
cúmulo de evidencias en ese sentido”.
A su vez, José Antonio
Guevara Bermúdez, exministro responsable de Asuntos de Derechos Humanos en la
Misión Permanente de México ante la ONU en Ginebra durante el sexenio de Felipe
Calderón, dice que “ni en el gobierno de Zedillo hubo una descalificación de
ese nivel, y mira que vinieron la CIDH y el relator de la tortura, y se dijeron
cosas fuertes de México, pero nunca escuché un pronunciamiento de esa
naturaleza”.
Actual director de la
Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos (CMDPDH),
sostiene que si bien durante los gobiernos panistas no se atendieron todas las
recomendaciones emitidas por mecanismos de derechos humanos de la ONU, lo que
no se había visto era la negación de la realidad, porque “esta administración
no acaba de entender el valor que tiene para las instituciones el hecho de que
le digan desde afuera, de manera objetiva, dónde están los problemas”.
Señala que durante su gestión
como funcionario público el mayor diferendo con la ONU fue la oposición de
“gobiernos estatales” a publicar el informe del Subcomité para la Prevención de
la Tortura sobre su visita a México en 2008, que “finalmente se publicó por un
ordenamiento del Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI) en 2010”.
Según José Antonio Guevara,
la preocupación del gobierno de Peña Nieto por la clasificación de “tortura
generalizada” es que, sumada a la consideración del Comité de Desaparición
Forzada de la ONU en el sentido de que persiste “un contexto de desapariciones
generalizadas”, tiene consecuencias en el derecho internacional.
“Son elementos que
contribuyen a considerar que en México se están cometiendo crímenes de lesa
humanidad a gran escala, lo que no se puede negar, y que se suman a otros dos
informes que también son devastadores, el del Grupo de Trabajo sobre
Desaparición Forzada de Personas, de 2012, y el del relator de Ejecuciones
Extrajudiciales, que habla de una impunidad sistemática”, precisa.
Como director de la CMDPDH,
Guevara envió, junto con la Federación Internacional de Derechos Humanos y la
Comisión Ciudadana de Derechos Humanos del Noroeste, una comunicación a la
fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI), en octubre de 2012, para abrir
una investigación preliminar sobre México (Proceso 1977).
“Le toca a la Fiscalía de la
CPI y a los demandantes demostrar que en México se están cometiendo delitos de
lesa humanidad de manera masiva, pero con esos informes de los mecanismos no
veo cómo se pueda aplazar la investigación preliminar”, comenta.
Por lo pronto, dice que como
defensor y servidor público nunca vio una reacción como la del gobierno de
Peña Nieto frente a informes de los mecanismos internacionales.
“La razón por la cual están
tan preocupados –insiste– es porque los informes tienen la palabra prohibida,
‘generalizada’, que exhibe a México a escala mundial como un país en el que se
cometen los más graves crímenes para la humanidad, que para ser atendidos
requieren la cooperación internacional”, puntualiza.
Las desapariciones
Las primeras muestras de la
negativa del gobierno peñista a asumir señalamientos de mecanismos de Naciones
Unidas sobre la crisis de derechos humanos se revelaron en febrero, luego de
que el Comité contra la Desaparición Forzada concluyó que en México persiste
“un contexto de desapariciones generalizadas en gran parte del territorio (…)
muchas de las cuales podrían calificarse como desapariciones forzadas”.
Al respecto, el 13 de
febrero, las secretarías de Gobernación y de Relaciones Exteriores de la
administración de Enrique Peña Nieto reprocharon en un comunicado que las
conclusiones de los expertos “no reflejan adecuadamente la información
presentada por México ni aportan elementos adicionales”.
La postura del actual
gobierno contra el escrutinio de las oficinas de la ONU se agravó en el caso
del relator Juan Méndez, quien el mismo día que presentó su informe en el
Consejo de Derechos Humanos de la ONU, el 9 de marzo, tuvo reacciones oficiales
mexicanas adversas.
El 24 de marzo, el
subsecretario de Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos, Juan Manuel Gómez
Robledo, fue prolijo en las descalificaciones contra Méndez ante senadores del
PAN.
De acuerdo con revelaciones
periodísticas, Gómez Robledo Verduzco, integrado al Servicio Exterior Mexicano
en 1988 y embajador desde 2001, en un encuentro privado con los legisladores,
supuestamente calificó a Juan Méndez de “muy irresponsable y poco ético”,
además de considerarlo autor de un informe “un poquitín banquetero” y alguien
con quien el gobierno peñista no está dispuesto a trabajar.
El 27 de marzo, en
conferencia de prensa, el secretario de Relaciones Exteriores, José Antonio
Meade, avaló tales señalamientos al declarar a los reporteros: “Suscribo todos
y cada uno de sus términos”.
Cuatro días después, Gómez
Robledo ratificó sus consideraciones en una conferencia de prensa, en tanto que
organizaciones civiles exigieron a Peña Nieto considerar que las expresiones de
sus funcionarios evidencian “un cambio negativo de la política exterior, que se
había caracterizado por la apertura al escrutinio internacional y la
colaboración con los mecanismos de derechos humanos de las Naciones Unidas.
Además, estas expresiones abonan a la crisis de confianza que enfrenta
actualmente el Estado mexicano”.
Las presiones
El primer día de abril, Juan
Méndez hizo pública una carta dirigida al representante permanente de México
ante Naciones Unidas y otros organismos internacionales con sede en Ginebra,
embajador Jorge Lomónaco, en respuesta al oficio que el mexicano dirigió el 13
de marzo al presidente del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, Joachim Rücker,
quejándose del relator y acusándolo de violar el Código de Conducta.
En su réplica, Juan Méndez
refiere que fue presionado por el gobierno mexicano para que modificara su
apreciación sobre la tortura en México, y en la entrevista con la reportera
agrega que tales coacciones de Gómez Robledo ocurrieron el mismo día en que terminó
su visita de trabajo, el 2 de mayo del año pasado, unos 15 minutos después de
que diera a conocer avances de sus conclusiones a funcionarios de dependencias
con las que trató en su recorrido de 14 días.
“Recibí tres llamadas en las
que muy insistentemente se me pedía que no dijera que la tortura era
generalizada, como había aseverado ante muchas agencias del Estado en la
conferencia de prensa; me sentí presionado a cambiar, sin razones valederas,
por supuesto. Me ha parecido poco ético decirle al Estado una cosa y al público
y a la prensa otra.”
Apunta que dos llamadas las
realizaron directamente Gómez Robledo y un funcionario menor que lo hizo “a
pedido” del subsecretario, situación que le pareció extraña porque durante el
encuentro con funcionarios no hubo protestas.
“En la reunión que se efectuó
en la cancillería estaban representantes de las agencias con las que me había
encontrado –era bastante amplia–. Cuando dije frente a todos ellos que para mí
la tortura era generalizada en México, nadie reaccionó. Fue después, en esas
llamadas telefónicas, cuando se me trató de convencer de que no usara ese
término.”
Durante su visita, Juan
Méndez tuvo encuentros con funcionarios de las secretarías de Relaciones
Exteriores, Gobernación, Defensa Nacional, Marina, Salud, la Procuraduría
General de la República, así como con senadores y diputados federales, con
ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y del Consejo de la
Judicatura; también, con integrantes de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos
y funcionarios del Distrito Federal, Nuevo León, Chiapas y Baja California.
El relator especial, quien ha
recibido llamadas de solidaridad tras las descalificaciones oficiales de que ha
sido objeto, expresa que en los 10 meses posteriores a mayo de 2014 el tono de
las conversaciones con representantes de Peña Nieto fue cordial, y que a
finales de aquel mes recibió una carta firmada por Gómez Robledo y Lía Limón,
la entonces subsecretaria de Derechos Humanos de Gobernación y ahora candidata
a diputada por el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), en la que le
pedían que les informara de todos los casos de tortura documentados en su
visita.
Por esos días Juan Méndez se
encontró con Lomónaco y le explicó las dificultades que tenía para enviarle la
documentación, toda vez que como relator sólo cuenta con dos colaboradores que
le respaldan en informes para 194 países y en la preparación de visitas a
diversas naciones, por lo que remitiría a los representantes del gobierno
mexicano lo que estuviera dentro de sus posibilidades, porque su informe se
basa en “cientos de entrevistas”.
“Quedó claro desde ese
momento que mi informe no estaba basado sólo en los casos que le iba a mandar.
Por eso me resulta sorprendente que el gobierno diga que estaba basado en 14
casos, cuando son comunicaciones que se refieren a 107 víctimas”, resalta.
El desconcierto de Méndez
tiene aún más sentido si se considera que el 3 de mayo de 2014, en una
entrevista a Gómez Robledo publicada en El Universal, el funcionario reconoce
que la tortura “no está completamente erradicada” y detalla que “el relator
entregó 900 causas de tortura que ya se están tramitando ante la PGR”.
Juan Méndez sostiene que
durante la presentación de su informe ante el Consejo de Derechos Humanos en
Ginebra, el 9 de marzo, en el contexto del 28 Periodo de Sesiones, apenas hubo
participación de los Estados parte en la discusión del caso México, además de
Lomónaco, quien expresó su rechazo.
Fue el 11 de marzo cuando
Méndez escuchó por primera vez que un representante de la cancillería mexicana
en Ginebra invocaba el Código de Conducta, en un foro para analizar la
situación de la tortura en México, convocado por organizaciones no
gubernamentales.
Se trataba de Guillaume David
Michel Blin, primer secretario de la Misión Permanente de México ante los
Organismos Internacionales con sede en Ginebra, quien consideró la calificación
de “tortura generalizada” como “infundada, injusta, desafortunada e
innecesaria”.
Para Juan Méndez su informe
sobre la tortura va más allá de la palabra “generalizada” que objeta el
gobierno de Peña Nieto.
“Yo puedo ocuparme de temas
de mi mandato, que es la tortura; no puedo ocuparme de materias en las que la
imagen de México pueda ser mucho más favorable. (…) Cuando me ocupo de la tortura
tengo que ser lo más sincero y lo más honesto que pueda con la información que
tengo a mi disposición.
“Ojalá que eso ayude, pero me
parece que lo que no ayuda es disfrazar mi apreciación y evitar usar ciertos
adjetivos solamente porque puedan resultar dolorosos para el país. (…) Ojalá no
hubiera llegado a la conclusión de que la tortura es generalizada, pero ojalá
me hubieran podido convencer de que estaba equivocado, porque yo sería el
primero en rectificar. Pero sin elementos no veo por qué cambiar de opinión”,
concluye.
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