Miedo
al mismo miedo tras ataques en París/Paul Krugman es premio Nobel de Economía de 2008.
The
New York Times | noviembre de 2015
Al
igual que millones de personas, he seguido con obsesión las noticias desde
París, y he dejado otras actividades para concentrarme en este terrible
acontecimiento. Es la reacción humana natural. Pero hay que aclarar algo:
también es la reacción que buscan los terroristas, y no todos parecen
entenderlo.
Por
ejemplo, Jeb Bush declaró que “se trata de una acción organizada para destruir
la civilización occidental.” No, no es cierto. Es una acción organizada para
sembrar pánico, que para nada es lo mismo. Lo único que logramos con
aseveraciones así, que no dejan clara esa distinción y hacen parecer que los
terroristas tienen más poder del que en realidad tienen, es favorecer la causa
de los yihadistas.
Pensemos
por un momento en qué es y qué representa Francia. Como cualquier otra nación,
tiene problemas; pero es una democracia robusta que goza de una profunda
legitimidad popular. Destina menos recursos que Estados Unidos a defensa, pero
de cualquier forma mantiene un ejército poderoso y cuenta con recursos
suficientes para fortalecerlo, de ser necesario. (La talla de la economía
francesa es aproximadamente 20 veces mayor que la de Siria). El Estado Islámico
no va a conquistar Francia, ni hoy ni nunca. ¿Destruir la civilización
occidental? En absoluto.
Un
niño lleva la bandera francesa y una rosa cerca del Bataclan, la sala de
conciertos donde hombres armados mataron a 89 personas. “Golpearon el corazón
de París”, dijo un trabajador. Credit Pierre Terdjman para The New York Times.
¿Entonces,
por qué el ataque del viernes? Matar de manera aleatoria a personas en
restaurantes y conciertos es una estrategia que refleja la debilidad
fundamental de los autores. No van a establecer un califato en París. Sin
embargo, lo que sí pueden hacer es inspirar miedo; por eso llamamos terrorismo
a sus acciones y no deberíamos dignificarlas con el nombre de guerra.
No
pretendo minimizar la tragedia. Por el contrario, pretendo enfatizar que el
mayor peligro del terrorismo en nuestra sociedad no se deriva del daño directo
que ocasiona, sino de las respuestas desacertadas que puede inspirar. Por eso,
es vital hacer conciencia de que muchos aspectos de nuestra respuesta pueden
producir resultados perjudiciales.
Es
cierto que sería muy negativo que la respuesta de Francia u otras democracias
al terrorismo fuera complaciente, como por ejemplo, si los franceses retiraran
su apoyo a las acciones internacionales en contra de ISIS con la vana esperanza
de que los yihadistas los dejaran en paz. No quiero decir que no haya quienes
desean ser complacientes; es cierto que algunos están determinados a creer que
el imperialismo occidental es la raíz de todos los males y que todo estaría
bien si dejáramos de meternos en todas partes.
Pero
es difícil encontrar en el mundo real ejemplos de políticos convencionales, y
mucho menos de gobiernos, que se hayan sometido a las exigencias de los
terroristas. La mayoría de las acusaciones de complacencia en Estados Unidos
parecen dirigirse a los liberales porque los conservadores piensan que no
hablan con suficiente dureza.
En
la práctica, existe un riesgo mucho mayor: que los blancos del terrorismo
intenten lograr la seguridad perfecta y eliminar todas las amenazas posibles;
pero esta respuesta inevitablemente conduciría a una situación más grave,
porque en este enorme y complicado mundo, ni siquiera las grandes potencias
pueden arreglarlo todo. El 11 de septiembre, Donald Rumsfeld dio la siguiente
instrucción a sus colaboradores: “Hay que acabar con todo. No importa si no
está relacionado”, y de inmediato sugirió utilizar el ataque como excusa para
invadir Iraq. El resultado fue una guerra desastrosa que, de hecho, hizo que
los terroristas ganaran poder y preparó el terreno para el surgimiento de ISIS.
Ah,
y sin importar qué imaginen personas como Ted Cruz, acabar con nuestra
renuencia a matar a civiles inocentes no puede ampliar el poder de Estados
Unidos. Sin embargo, sí puede obrar maravillas para reclutar terroristas.
Por
último, el terrorismo es tan solo un peligro de los muchos que acechan al
mundo, por lo que no debemos permitir que distraiga nuestra atención de otros
problemas. Lo siento mucho por los conservadores, pero cuando el Presidente
Obama afirma que el cambio climático es la mayor amenaza que enfrentamos, está
totalmente en lo correcto. El terrorismo no puede destruir nuestra civilización
y no lo hará. Pero el calentamiento global sí puede acabar con ella, y quizá lo
logre.
Así
que, ¿cuál puede ser nuestra respuesta al terrorismo? Antes de las atrocidades
de París, la respuesta general de occidente era una combinación de acciones de
la policía y el ejército, junto con medidas de precaución. Todas ellas
involucraban decisiones difíciles para compensar entre vigilancia y privacidad,
protección y libertad de movimiento, negar a los terroristas puertos seguros, y
los costos y peligros de librar guerras en el extranjero. Siempre se tenía
presente que en algunas ocasiones lograría colarse un ataque terrorista.
Es
posible que París haya cambiado un poco los cálculos, en especial con respecto
al manejo de los refugiados en Europa, un angustioso problema que ahora se ha
vuelto todavía más tenso. Además, tendrá que analizarse por qué no se descubrió
un plan tan elaborado. ¿Recuerdan todas las veces que se afirmó que los
atentados del 11 de septiembre cambiarían todo? Pues no lo hizo, y esta
atrocidad tampoco lo hará.
Insisto,
el objetivo de los terroristas es inspirar terror, porque es de lo único que
son capaces. Lo más importante
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