9 nov 2020

La “prudencia” o error de López Obrador al No reconocer a Biden, en las columnas de hoy

Las columnas políticas, hoy lunes 9 de noviembre de 2020

".Acerca de las elecciones en Estados Unidos, vamos nosotros a esperar que se terminen de resolver todos los asuntos legales. No queremos se imprudentes, no queremos actuar a la ligera y queremos ser respetuosos de la autodeterminación de los pueblos y respetuoso del derecho ajeno. Entonces, queremos esperar a que legalmente se resuelva el asunto de la elección en Estados Unidos.


Les aclaro que tenemos muy buena relación con los dos candidatos. El presidente Trump ha sido muy respetuoso con nosotros y hemos logrado muy buenos acuerdos, y le agradecemos porque no ha sido injerencista y nos ha respetado.

Y con el candidato Biden lo mismo. Lo conozco desde hace más de 10 años, que nos entrevistamos, le presenté una carta dándole a conocer el porqué de nuestro movimiento, de nuestra lucha, hablamos sobre la política migratoria; de modo que no hay malas relaciones.

Sólo que yo no puedo decir: ‘felicito a un candidato’, ‘felicito al otro’ porque quiero esperar a que termine el proceso electoral....”, AMLO:.

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TRASCENDIÓ/Milenio Diario


Que todo apunta a que Rudolph Giuliani, el fiscal que llevó a la cárcel a las cinco familias de la Cosa Nostra en Nueva York y que trabaja de abogado de Donald Trump, interpondrá hoy la primera demanda para dar forma jurídica a los alegatos del republicano de que se fraguó un fraude electoral en su contra.

Se espera que el dos veces alcalde opte por desafiar primero la decisión de los funcionarios de casilla en Pensilvania, el estado que dio la victoria a Joe Biden, y luego replique la estrategia en otros estados clave hasta conformar un alegato nacional que se enfile luego hacia la Corte. Sin embargo, el argumento sigue siendo débil, pues hasta ahora no hay una sola prueba de tal fraude.

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CONFIDENCIAL/El Financiero

Demócratas apuran a AMLO

Ante las reticencias del mandatario mexicano para reconocer el triunfo de Joe Biden, algunos congresistas, como el representante demócrata Chuy García, le mandaron un mensaje. “Presidente @lopezobrador_, los votantes estadounidenses han hablado y Joe Biden es nuestro presidente electo.

Ganó justa y honestamente. No deje que se le vaya el tren”. Pero lo más seguro es que a López Obrador le tengan sin cuidado las opiniones del legislador Chuy, y prefirió felicitar a Luis Arce , alfil de Evo Morales, por su triunfo en Bolivia.

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RAZONES/La Razón

ES LA DIPLOMACIA

Nos hacen ver que la polémica que ha generado la decisión del Presidente López Obrador de no felicitar a Joe Biden se está concentrando en el señalamiento de que hacerlo permitirá que “nos vaya mejor” en la relación con el futuro gobierno del demócrata y no hacerlo a que “nos vaya mal”. La felicitación, nos dicen, ciertamente tiene un peso específico dentro del repertorio de acciones que un país puede desplegar para construir buenas relaciones bilaterales y más en este caso con EU, de la que, por cierto, hay toda una escuela y expertise.

No es el único y ahí, nos señalan, se les puede conceder razón. Sin embargo, si como se prevé, con Biden viene una “normalización” de la relación —de la que el régimen de Trump se apartó—, una cortés felicitación tampoco debiera verse como error. Y debiera darse, nos dicen, en el primer momento oportuno, para evitar que el asunto tome otros cauces y para que la diplomacia mexicana se concentre en lo realmente importante y difícil: la nueva relación bilateral con su complejidad restaurada.

LOS CONGRESISTAS QUE SALTARON

Hablando de los cauces que está tomando en Estados Unidos la negativa del Presidente de felicitar a Joe Biden, resulta que el tema pegó fuerte entre algunos congresistas demócratas. Entre los señalamientos que más han llamado la atención están los del de origen duranguense, Jesús Chuy García, hijo de un bracero, que representa a Chicago. “Presidente López Obrador, los votantes americanos han hablado y Joe Biden es nuestro Presidente electo. Ganó de manera limpia y justa. No deje que se le vaya el tren”, puso en su cuenta de Twitter.

El otro es Joaquín Castro, hijo de mexicanos, representante de San Antonio, Texas, y hermano de Julián Castro, quien fue alcalde en esa ciudad y secretario de Vivienda de Barack Obama. Joaquín fue un poco más duro: “Esto representa un verdadero fracaso diplomático del Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en un momento en que la administración entrante de Biden busca marcar el comienzo de una nueva era de amistad y cooperación con México”.

La otra es Verónica Escobar, la llamada “congresista de los migrantes”, que acusó a López Obrador de sumarse a Trump contra los derechos humanos de los indocumentados que cruzan a EU. Nos hacen ver que en estos momentos no pudiera vérseles como “aliados naturales”. Uf. Mucha chamba para el canciller Marcelo Ebrard.

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SERPIENTES Y ESCALERAS/Salvador García Soto / 

El Universal

No felicitar a Biden, la decisión personal del presidente

Entre más se tarde AMLO en reconocer la victoria del candidato demócrata, más podría complicar su relación con la próxima administración Biden

A contracorriente de lo que le recomendaron con insistencia, tanto el canciller Marcelo Ebrard, como la embajadora Martha Bárcena —que a pesar de sus conocidas diferencias coincidieron en que el presidente López Obrador debía salir a reconocer el triunfo del candidato demócrata Joe Biden y felicitarlo a nombre del gobierno de México— el mandatario mexicano decidió no escuchar las recomendaciones de los encargados de la política exterior y de la relación con Estados Unidos y optó por decir que esperará “a que se resuelvan todos los asuntos legales” en la elección presidencial de Estados Unidos.

La posición que tomó el presidente mexicano, a partir de un desconocimiento total del sistema electoral estadounidense, causó sorpresa no sólo fuera de México sino entre sus propios colaboradores que desde muy temprano, por la mañana, le habían explicado la necesidad y la importancia de que se pronunciara en reconocimiento del triunfo de Biden, como ya lo habían hecho la mayoría de los líderes del mundo, empezando por el otro miembro del T-MEC, el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, quien fue el primero de los Jefes de Estado en felicitar públicamente al candidato demócrata a través de su cuenta de Twitter.

Primero en Tepic, Nayarit, donde amaneció el sábado y luego en repentino viaje a Tabasco para supervisar la grave situación de las inundaciones en su estado natal, el presidente recibió varias llamadas del canciller Ebrard para informarle de los resultados finales de Pensilvania y Nevada que le daban un triunfo holgado e irreversible a la dupla Biden-Harris.

Luego, conforme transcurrieron las primeras horas y el presidente se resistía a salir a felicitar públicamente al ganador demócrata, las llamadas y mensajes arreciaron, ya no sólo desde la SRE sino también desde Washington, donde la embajadora Bárcena insistía en la necesidad de un mensaje público del presidente e incluso desde su oficina en Palacio Nacional, donde sus asesores más cercanos también le recomendaban salir a emitir la felicitación.

Pero mientras sobrevolaba en un helicóptero de la Fuerza Aérea las amplias zonas anegadas de Tabasco, López Obrador se mostraba reacio a las recomendaciones de sus colaboradores y ofrecía que “más tarde daremos un mensaje”.

Y en tanto el presidente mexicano vacilaba, desde todo el mundo, incluido Nicolás Maduro en Venezuela y el resto de Latinoamérica con excepción de Brasil, seguían fluyendo los reconocimientos y los mensajes de felicitación: Alberto Fernández, de Argentina; Iván Duque, de Colombia; Sebastián Piñera, de Chile; Martín Vizcarra, de Perú, lo hacían el mismo sábado mientras que el domingo se sumaba al reconocimiento el presidente de Cuba Miguel Díaz-Canel.

Por la tarde, el silencio del presidente de México sobre el resultado electoral en Estados Unidos generaba dudas y preguntas dentro y fuera del país, mientras en la Cancillería anunciaban que “en cualquier momento saldrá el presidente a dar un mensaje”.

Y desde Tabasco, a las 6 de la tarde y en una conferencia en la que primero habló de las graves inundaciones en ese estado, López Obrador dio su mensaje:

“Yo no puedo decir felicito a un candidato, felicito al otro, porque quiero esperar a que termine el proceso electoral, nosotros padecimos mucho de las cargadas, de cuando nos robaron una de las veces la Presidencia y todavía no se terminaban de contar los votos y ya algunos gobiernos extranjeros estaban reconociendo a los que se declararon ganadores”, dijo el presidente.

En el razonamiento de López Obrador para no reconocer aún el triunfo de Joe Biden está la idea del mandatario de que el sistema electoral de Estados Unidos es similar al de México, algo totalmente equivocado.

Si bien Donald Trump se niega a reconocer aún su derrota y amenaza con llegar a la Suprema Corte y con todo y que los colegios electorales pueden tardar meses en dar sus resultados finales, la realidad es que el conteo de los votos hecho por cada estado le da a Joe Biden y a Kamala Harris una ventaja irreversible de 290 votos. Son los estados de la Unión Americana los que allá definen la elección y no hay, como acá, una autoridad central electoral que vaya a resolver nada. Incluso un recurso de Trump ante la Corte difícilmente tendrá materia por la contundencia de los votos en su contra.

¿Qué espera entonces el presidente de México para reconocer la victoria del presidente con el que tendrá que trabajar conjuntamente los próximos 4 años para mantener la estratégica relación bilateral y comercial que tenemos con los Estados Unidos?.

No hay ninguna razón política o diplomática por la que nuestro país y su gobierno deban alargar un reconocimiento que ya hicieron la mayoría de los países y que tarde o temprano tendrá que hacer la administración de López Obrador, pero entre más se tarde el mandatario mexicano más podría complicar su relación con la próxima administración Biden.

La inusual posición adoptada por el presidente, más fundada en razones y convicciones personales que en razones de Estado o en el interés de la relación con Estados Unidos, sólo puede explicarse por una torpe e inexistente comparación entre lo que ocurrió en México en 2006 y lo que sucede en la elección estadunidense; López Obrador recuerda que a él no le gustó que otros gobiernos reconocieran el triunfo de Calderón en aquellos comicios y denota una malentendida lealtad hacia Trump “porque nos trató muy bien y no fue injerencista” e invoca falazmente la doctrina Estrada y “el respeto a la autodeterminación de los pueblos”. Ambas razones son tan absurdas como peligrosas.

Lo más delicado de la posición que asumió México, es que el presidente ni siquiera escuchó lo que le decían sus asesores en política exterior y en la relación con Estados Unidos que le recomendaron en todo momento salir a reconocer el triunfo de Biden. No entender que la “Era Trump” ya terminó y que nuestro país tiene que empezar a construir su nueva relación para la “Era Biden” puede ser muy costoso no solo para el gobierno de López Obrador sino para todos los mexicanos.

NOTAS INDISCRETAS…

Al menos tres congresistas estadounidenses, todos ellos de origen mexicano, cuestionaron ayer la posición asumida por el presidente López Obrador de no reconocer aún el triunfo de Joe Biden y Kamala Harris. Joaquín Castro y Verónica Escobar, de Texas, junto con el congresista Jesús “Chuy” García, recién reelecto por el estado de Illinois, manifestaron en sus redes sociales su extrañeza por la posición del mandatario mexicano, sobre todo ante el comportamiento que tuvo el voto hispano y mexicano en las recientes elecciones.

Según un estudio de la Universidad de Chicago para la agencia AP, los migrantes latinos votaron mayoritariamente por Joe Biden, con excepción de los cubanos que dividieron su voto también para Donald Trump.

Pero en el caso de los mexicanos, cerca de 70%, dicen el estudio, sufragaron en favor del candidato demócrata, igual que lo hicieron la mayoría de los hispanos de Puerto Rico, Dominicana, El Salvador y los sudamericanos que viven en Estados Unidos.

Por eso las críticas que empiezan a hacer los congresistas que conocen y representan a los votantes mexicanos y por eso el duranguense “Chuy” García, que fue el primer congresista nacido en México en llegar al Congreso estadunidense y que ganó su primera reelección, le recomendó a López Obrador tener cuidado y no pensarlo tanto para “que no se le vaya el tren”…

No sólo fuera de México se expresaron ayer dudas sobre el mensaje de AMLO, también en la 4T el diputado Porfirio Muñoz Ledo escribió ayer en su cuenta de twitter, así, con mayúsculas: “SE ACABÓ LA ERA TRUMP…RECONOCER A BIDEN COMO PRESIDENTE ELECTO significa la intención de abolir el régimen de complicidades e incrementar el de los compromisos”.

¿Me entiendes Méndez o te lo explicó Andrés?... Los dados mandan Escalera doble. Buen inicio de semana.

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HISTORIAS DE REPORTERO//Carlos Loret de Mola 

El Universal

Con Trump, AMLO sigue el ejemplo de Videgaray y Peña Nieto

Si Trump gana su impugnación, AMLO podrá cobrar su seguro. Si Biden llega a la Casa Blanca, el ridículo le puede salir caro.

En el verano de 2016, Donald Trump no tenía ninguna posibilidad de convertirse en presidente de Estados Unidos. Tenía de rival a la experimentada política Hillary Clinton, a quien el presidente en funciones, Barack Obama, había calificado como la persona que mejor estaba preparada para llegar a la Casa Blanca en la historia de Estados Unidos.

En cambio, Trump era esta combinación de patán y hazmerreír que había irrumpido en la escena política y había conquistado la candidatura del partido Republicano.

…hasta que Peña Nieto lo invitó a México, a lucirse en plan presidencial en la residencia de Los Pinos, en una reunión que tenía el aspecto de un encuentro bilateral entre dos mandatarios. Trump, pues, podía tomarse en serio.

Peña Nieto fue públicamente vapuleado por ello: se humillaba y le daba trato de jefe de Estado a un impresentable que había escalado en la política a base de golpear y discriminar a los mexicanos. Lo hacía, además, en contra de las buenas prácticas de la diplomacia y a diferencia de los presidentes del resto del mundo.

En el equipo de Peña Nieto justificaron la decisión con el argumento de que México estaba comprando una especie de seguro por si Trump ganaba la elección. La mañana del día de la elección presidencial, los pronósticos estadísticos le daban a Hillary más de 80% de probabilidades de ganar. Pero ganó Trump.

Y México cobró su seguro: Luis Videgaray, que había salido del gabinete de Peña por ser el organizador de la escandalosa invitación, regresó por todo lo alto como canciller, para manejar la relación bilateral gracias a su cercanía con el yerno Jared Kushner, y lograr la renegociación del TLC que estaba condenado a muerte

Cuatro años después, Andrés Manuel López Obrador sigue el ejemplo de su antecesor. Frente a un Donald Trump derrotado al extremo de ser hazmerreír del planeta, exudando odio, portándose como un dictador bananero, con el estilo de patán con el que ejerció el poder, el presidente de México ha decidido apostar por él. Y a juzgar por sus palabras, está comprando un seguro por si en tribunales Donald Trump logra la victoria que no conquistó en las urnas.

En contra de las buenas prácticas diplomáticas y a diferencia de los presidentes del mundo, López Obrador no quiso felicitar a Joe Biden por su triunfo y dio toda legitimidad a la impugnación de Trump que, cada vez más solo, grita que le hicieron fraude.

Declaró el mexicano: “no quiero felicitar a un candidato, quiero esperar a que termine el proceso electoral. Nosotros padecimos de las ‘cargadas’, todavía no se terminaban de contar los votos y ya algunos gobiernos extranjeros estaban reconociendo a los que se declararon ganadores”.

No es la primera vez que López Obrador se compara con Trump. Tras ganar las elecciones de 2018, le escribió que “ambos sabemos cumplir lo que decimos y hemos enfrentado la adversidad con éxito. Conseguimos poner a nuestros votantes y ciudadanos al centro y desplazar al establishment o régimen predominante”.

En este momento se ve casi imposible que Trump gane su impugnación en tribunales. Si la gana, López Obrador podrá cobrar su seguro. Pero donde suceda lo obvio, y Biden llegue a la Casa Blanca, el ridículo le puede salir caro: el presidente no sólo habrá hecho campaña a favor de Trump sino lo habrá alentado en su aventura de conflicto postelectoral.

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ESTRICTAMENTE PERSONAL/Raymundo Riva Palacio / 

El Financiero

El trumpismo de López Obrador

Quién sí y quién no felicitó a Joe Biden por derrotar a Donald Trump en las elecciones presidenciales, se convirtió mundialmente en un juego de espejos entre quienes celebraron el triunfo del demócrata y quienes lo lamentaron, en una división que fue más allá de ideología –como subraya el saludo del presidente Nicolás Maduro al presidente electo–, y se volvió en un juego geoestratégico.

Los europeos, con quienes Trump se enfrentó, lo celebraron rápidamente, sin olvidar que el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, con quien peleó de manera regular, fue el primero en hacerlo.

Los autócratas guardaron silencio. El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, que jugó con Trump todo el tiempo, tardó 12 horas en reconocer la victoria de Biden, y el presidente Andrés Manuel López Obrador, entregado a él, en lugar de entender con el cálculo político del israelí la nueva realidad, salió con una gracejada.

“Vamos a esperar que se terminen de resolver todos los asuntos legales, no queremos ser imprudentes, no queremos actuar a la ligera y queremos ser respetuosos de la autodeterminación de los pueblos y respetuosos del derecho ajeno”, dijo López Obrador. “Queremos esperar a que legalmente se resuelva el asunto de la elección en Estados Unidos”.

El Presidente cometió con esto un error fundamental: en Estados Unidos, a diferencia de México, no hay una autoridad electoral central que dé resultados definitivos. Los medios de comunicación no cantaron la victoria mediante encuestas de salida, sino a partir de la información del cómputo en cada estado.

La información era oficial, y las impugnaciones, por lo que se desprende, no serían suficientes para cambiar el rumbo de la elección.

Los medios estadounidenses señalaban desde el sábado por la noche que en la Casa Blanca estaban analizando si había suficiente evidencia para poder ir a tribunales y revertir el resultado del voto, ante el riesgo de que Trump terminara como un perdedor ardido y liquidara el resto de su herencia política. Funcionarios mexicanos revelaron que López Obrador había sido informado en las vísperas que la elección iba a ser cerrada y que, en caso de perder, Trump no reconocería su derrota.

Es decir, su negativa a reconocer la victoria de Biden no fue elaborada el mismo sábado. Los diferentes escenarios sobre los resultados de la elección fueron planteados durante la semana en Palacio Nacional, y la razón por la cual se demoró tanto en darla a conocer, de acuerdo con la información proporcionada por los funcionarios, tendría que ver con el debate interno donde se partieron las opiniones de los principales asesores de López Obrador en política norteamericana.

Por un lado estaba el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, quien de acuerdo con lo que ha trascendido de Palacio Nacional, hizo fuertes alegatos a favor de que si ganaba Biden, el Presidente no debía felicitarlo hasta que terminaran todos los procesos judiciales.

Por el otro lado se encontraban el coordinador de asesores de López Obrador, Lázaro Cárdenas, quien vivió una larga temporada en Washington y conoce la forma como funciona la política en ese país, y la embajadora de México en Estados Unidos, Martha Bárcena, que opinaban lo contrario. La discusión se prolongó hasta el sábado y perdieron Cárdenas y Bárcena, imponiéndose Ebrard.

López Obrador le hizo caso a quien menos entiende de política estadounidense, quien extrapoló incorrectamente la forma como opera el sistema electoral en esa nación, a México. Adicionalmente, el fraseo de la declaración fue desafortunado. La manera como se redactó sugiere que hubo irregularidades que podrían hacer de esta elección un proceso fraudulento, que es exactamente lo mismo que alega Trump, y que los líderes que felicitaron a Biden fueron imprudentes, oportunistas e irrespetaron los asuntos internos de Estados Unidos. Nadie en el mundo piensa así.

La declaración no sólo rompió un plato, sino toda la vajilla. En su error, Ebrard llevó al Presidente a cometer el suyo, y lo colocó en el lado de los autócratas del mundo. Sin imitar su retórica, López Obrador se puso en la trinchera del primer ministro derechista de Eslovenia, Janez Jansa, que dijo que estaba claro que Trump había ganado la elección.

Su posición acompañó a la de los autócratas Vladimir Putin de Rusia, Xi Jingpin de China, Jair Bolsonaro de Brasil y Recip Erdogan de Turquía, difícilmente las mejores compañías para quien se dice demócrata.

El trumpismo de López Obrador, alimentado por Ebrard, nubló la inteligencia. El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, dio una muestra de ella, y sin felicitar a Biden, reconoció su victoria y confió en tener una relación “constructiva” con él. Aliados de López Obrador en América Latina actuaron de manera clara, tendiendo puentes para lo que viene, como Alberto Fernández de Argentina, y Luis Lacalle de Uruguay.

No se necesitaba tener un sofisticado pensamiento estratégico; sólo sentido común. La cancillería no procesó correctamente la información que tenía sobre las elecciones, al decir por la posición trumpista de Ebrard en Palacio Nacional, ni realizó un análisis acertado de las consecuencias de que el principal socio comercial de Estados Unidos, optara de manera ignomiosa meterse en la trinchera de un presidente que está siendo criticado acremente en su país, incluso por republicanos prominentes, por desconocer el resultado de las elecciones que, de acuerdo con todos, salvo los trumpistas, se desarrollaron correctamente y dentro de los parámetros de la legalidad.

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El gravísimo error de López Obrador

RAZONES/JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ 

Excelsior, 09 DE NOVIEMBRE DE 2020

Es una de las decisiones más insólitas y perjudiciales que ha tomado el presidente López Obrador. Desde Tabasco, donde se sufren las inundaciones que sufre esa entidad todos los noviembre, sin que jamás se tomen medidas de fondo para evitarlas, el Presidente aseguró que no felicitaría “a un candidato o al otro” hasta que terminara el proceso electoral en Estados Unidos. Dijo que lo hacia “por prudencia” (sic).

Todos los mandatarios de la Unión Europea, los de casi toda América latina, a excepción del otro populista, Jair Bolsonaro de Brasil, han felicitado a Joe Biden por su triunfo en los comicios estadounidenses. No se trata de percepciones o de ideas de los medios: así lo han reconocido países y organizaciones; el propio Servicio Secreto que ya lo cuida como presidente electo; las agencias de seguridad que prohibieron desde la noche del viernes sobrevolar el espacio aéreo de Wilmington, la pequeña comunidad de Delawere donde vive Biden; las autoridades electorales y también los medios, incluyendo Fox News, que llegaron a interrumpir los mensajes de Trump desde la Casa Blanca porque éste al hablar de que había ganado las elecciones y se había cometido un “monstruoso fraude” estaba mintiendo, y consideraron sus dichos, como Twitter y Facebook, simples fake news.

Haber ignorado todo eso es gravísimo y constituye un error diplomático monumental. Pero el Presidente agregó para justificar esa decisión de no felicitar a Biden, algo mucho más grave. Dijo que “nosotros padecimos mucho de las cargadas, de cuando nos robaron, una de las veces, la elección presidencial y todavía no se terminaban de contar los votos”. En otras palabras, el presidente López Obrador es el único mandatario que le da crédito a Trump respecto a que sufrió un fraude electoral, equiparándolo con el que dice que sufrió en 2006 (en realidad perdió por márgenes como los que vimos en siete u ocho estados de la Unión Americana este martes). No entiende que Biden ha ganado a Trump en el voto popular, con una diferencia de cerca de cinco millones de votos, ni entiende tampoco que la elección la realiza un colegio electoral en el que Biden ha superado con amplitud los 270 delegados, aunque aún queden votos por contar.

Hasta Nicolás Maduro, a quien Biden considera lisa y llanamente un tirano, ha felicitado al nuevo presidente electo. Pero como Trump no quiere aceptar su derrota, López Obrador acepta sus argumentos y no felicita a Biden. Es de locos.

No me puedo imaginar el nivel de compromiso que la actual administración había asumido con la candidatura de Trump. Se puede adivinar por estas acciones y por la reacción de muchos de sus seguidores más “puros” en las redes sociales, festinando el martes por la noche que había sido reelegido Trump, como si fuera una victoria suya algo que, además, era falso.

Todo esto no sería más que un ridículo diplomático si no fuera porque es una pésima señal para el futuro de la relación. Si el discurso del Presidente en la visita a la Casa Blanca en agosto lastimó la relación con los demócratas porque fue evidentemente un acto de campaña en favor de Trump (que repetía el que había ocurrido cuatro años antes cuando el presidente Peña Nieto recibió a Trump en Los Pinos), el demorar con estas excusas el reconocimiento del triunfo de Biden lastimará aún más la relación.

Todo esto recuerda a septiembre del 2001, cuando horas después de los atentados del 11 de septiembre, el entonces presidente Fox no se comunicaba con su homólogo George W. Bush. La demora se debía a que el canciller Jorge Castañeda, como me imagino que ahora Marcelo Ebrard, le pedía al presidente Fox que brindara inmediatamente una solidaridad incondicional al país atacado, mientras que otros funcionarios, como el entonces secretario de Gobernación, Santiago Creel, le decían que esperara para tener más información sobre qué había ocurrido y ver qué acciones tomaba el presidente Bush antes de comprometerse. Lo cierto es que pasaron las horas y cuando Fox, a quien apenas una semana antes Bush había calificado como uno de sus principales aliados en el mundo, se comunicó, ya lo habían hecho casi todos los líderes mundiales. Ese hecho inició un distanciamiento en la relación entre Bush y Fox, que se fue ahondando en el futuro.

Aquella demora tuvo costos altos, ésta los tendrá mayores, porque además se trata de explicar avalando un potencial fraude electoral que lo que busca es deslegitimar el próximo gobierno de Biden.

Entiendo que, en Palacio Nacional, donde hasta el miércoles en la mañana estaban seguros que Trump sería reelecto, deben reconsiderar muchas cosas en la relación bilateral y ver cómo encararán esta nueva etapa que no será fácil. Pero para eso tienen tiempo, Biden no asumirá hasta el 20 de enero próximo. Lo que tenían que hacer ahora, como lo han hecho los mandatarios de casi todo el mundo, es saludar al triunfador, expresarle sus buenos deseos y comenzar a trabajar de cara al futuro. Lo único que no había que hacer es seguir respaldando los alegatos fraudulentos de Trump.

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USO DE RAZÓN /Pablo Hiriart /

 El Financiero

Fin de la aventura populista en Estados Unidos

MIAMI, Fl.- La ola mundial del populismo tuvo un fuerte revés al norte del Río Bravo.

Aunque duros de roer, sus más poderosos exponentes, como Donald Trump, no son invencibles.

Sí se pudo.

Lo hizo una coalición variopinta y espontánea de fuerzas que se formó al amparo del horror del trumpismo.

En ella participaron desde fuerzas progresistas, conservadoras, generales en retiro, feministas, exsecretarios de la Defensa, republicanos del Proyecto Lincoln, de izquierda y derecha, negros pobres sin un peso de patrimonio, hasta multimillonarios y artistas del jet set.

No los unió el amor, sino el espanto, diría Jorge Luis Borges.

Se acabó la era Trump. Efímera, aunque tóxica como pocas.

Fuera, dijo la mayoría.

Cierto, el daño causado por el trumpismo no se va a reparar en el corto ni el mediano plazo. Fue demasiado hondo y con múltiples trayectorias, como una cornada al pecho de esta nación.

Cuatro años más habrían sido trágicos, pues la ruptura interna sería irreversible.

Los días siguientes a la elección, Donald Trump los destinó a esparcir noticias falsas con mentiras inventadas por él, como la existencia de un fraude que nadie ha visto.

Sus esperanzas de descarrilar los comicios por la fuerza se apagan a medida que se cuentan todos los votos.

Como los conspiradores en Los relámpagos de agosto, Trump sigue esperando un ejército de alzados en armas que no ha llegado y, por lo visto, no llegará.

Fue una hazaña vencer a la maquinaria de la presidencia que usó las más poderosas redes de la historia para desinformar a la población, y buena parte le creyó ciegamente.

Desde la sala de prensa de la Casa Blanca se atacó a científicos, medios de comunicación, periodistas, legisladores, expresidentes, artistas, deportistas, migrantes…

Y sin embargo, Trump perdió.

No aceptó la derrota y agitó con rabia la descalificación de los comicios, para que la Corte decida.

El “derecho al pataleo” lo convirtió en un asalto a la democracia.

Su hijo Donald Jr. exhortó al presidente a que vaya “a la guerra total por las elecciones”.

Desde la Casa Blanca salieron las bengalas cibernéticas que llamaban a los votantes de Trump y grupos radicales a la acción contra un fraude inexistente.

QAnon y los trolls de la presidencia difundieron el hashtag #StoptheSteal, frenar el robo.

De acuerdo con una investigación de The Washington Post, ese llamado salió de la cuenta de Twitter de Eric Trump, que luego lo borró, pero los algoritmos ya lo habían hecho viral.

Ahí, el hijo del presidente le preguntaba al Departamento de Justicia y al FBI por qué no estaban tomando medidas para “detener el fraude”.

Subió a redes un video en donde aparecía la quema de boletas en favor de su padre. Autoridades de la ciudad, Virginia Beach, dijeron que no eran boletas reales. Twitter bajó las imágenes. El mensaje provenía de la cuenta de un usuario conectado a una red de trolls, y fue suspendido.

Donald, el hijo mayor del presidente, acusó a los líderes republicanos en redes sociales, es decir urbi et orbi, de que “se acobardaron ante la mafia de los medios”.

Al caer el número mágico de 270 delegados en favor de Biden, el presidente Trump comenzó a perder aire.

Perdió en votos electorales y perdió el voto popular por más de cuatro millones.

Así, ¿qué alega?

Su camino hacia la Corte para que sus ministros aliados definan, se ve cuesta arriba por falta de sustancia.

Los republicanos empujan, por ahora, en esa dirección, aunque no irán muy lejos, más que en la profundización del odio.

Trump no puede llegar al 20 de enero en el cargo.

No le va a entregar el poder a quien se “robó las elecciones”, en la ceremonia del 20 se enero en Washington.

Tal vez se vaya del país, como dijo hace unas semanas.

O se retire a su casa de descanso en Mara-Lago, aquí en Florida, a preparar su defensa, ya no política, sino jurídica.

Al cierre de esta etapa de la cobertura, retomo las notas que apunté de un editorial de The New Yotk Times:

Trump “ha enfrentado a los estadounidenses entre sí… Es implacable en la denigración de sus oponentes y reacio a condenar la violencia de aquellos que considera aliados. Ha socavado la fe en el gobierno como vehículo para mediar diferencias. Exige lealtad absoluta a los funcionarios del gobierno. Desprecia abiertamente la experiencia. Y ha montado un asalto al Estado de derecho, ejerciendo su autoridad para afianzar su poder y castigar a los oponentes políticos”.

Se acabó. Traumático, con secuelas tan nocivas como la división, el odio, la discordia y la muerte de decenas o cientos de miles de personas que hoy estarían vivas si el presidente hubiera dejado actuar a la ciencia antes que a la política.

Punto final a la aventura populista en Estados Unidos.

Una mayoría de ciudadanos de este país pudo hacerlo. Por la vía pacífica, la del voto.

Y la unión de contrarios por una causa superior.

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Gana Biden y pierde AMLO!

El triunfo acabó con la viabilidad reeleccionista de AMLO. | Ricardo Alemán

La Silla Rota, 09/11/2020;

opinion@lasillarota.com

Está claro que el mandatario mexicano no participó en las elecciones presidenciales de Estados Unidos.

Sin embargo, López Obrador es uno de los grandes perdedores en la contienda; batalla en la que resultó derrotado el presidente Donald Trump.

¿Y, por qué AMLO fue uno de los perdedores?

Elemental; porque a querer o no, el presidente mexicano se equivocó en su apuesta para las elecciones de Estados Unidos.

Y es que López Obrador no sólo apostó a favor de la reelección de su amigo, el presidente Trump, sino que hizo campaña contra el hoy presidente electo, Joe Biden.

Y en política, pero sobre todo en la política internacional, se pagan muy caros los errores y son muy costosas las apuestas equivocadas.

¿Y cuál será el costo que pagará el presidente mexicano por su apuesta fallida en Estados Unidos?

Acaso la mayor derrota para el presidente mexicano será sea la ausencia de un aliado fundamental, en los afanes reeleccionistas de López Obrador.

Y es que, como aquí lo documentamos en más de una ocasión, resulta que los presidentes Obrador y Trump pactaron una alianza personal para empujar los proyectos políticos de reelección, en cada uno de los dos casos.

Así, por ejemplo, el mandatario mexicano hizo todo lo necesario y todo lo que estuvo a su alcance, para ayudar a la reelección de su amigo Trump, al tiempo que nunca estableció un acercamiento y menos un acuerdo político con el candidato demócrata, Biden.

Por ejemplo, AMLO acudió a La Casa Blanca, en el único viaje internacional, en donde pronunció un elogioso discurso a favor de Trump, el mismo que luego fue usado en la campaña presidencial del republicano.

Además, el presidente mexicano hizo todos los malabares necesarios para no confrontarse con Trump –a pesar de los insultos reiterados del norteamericano a los mexicanos–; nunca se opuso al muro y, en materia migratoria, siempre fue servil al convertir a la Guardia Nacional en la fuerza pública para perseguir a los migrantes.

Peor aún, resultó de risa loca que la fanaticada del presidente mexicano se convirtió, en los hechos, en un ejército en defensa de Trump, al extremo de que la secretaria de Gobernación amenazó con llevar a juicio "por traición a la patria" a gobernadores que llamaron a sus ciudadanos, en Estados Unidos, a votar por el demócrata Biden.

En pocas palabras, queda claro que el triunfo de Biden acabó con la viabilidad reeleccionista del mexicano López Obrador.

Y en esa lógica, es muy probable que en Estados Unidos den marcha atrás a las "descocadas" persecuciones legales emprendidas contra Genaro García Luna, ex secretario de Seguridad Pública y contra el general Salvador Cienfuegos, ex titular de la Sedena.

¿Y por qué se podrían frenar tales persecuciones?

Porque no hay duda de que se trata de parte de las estratagemas acordadas entre los presidentes Obrador y Trump, para ayudar a la reelección del primero.

Pero acaso la mayor derrota que sufrirá el presidente mexicano con la victoria de Joe Biden, sea la crisis que se desatará entre los dos países a causa de la política permisiva del gobierno de AMLO, frente al crimen organizado y el narcotráfico.

Y es que parece imposible que el nuevo presidente norteamericano esté dispuesto a avalar que las bandas criminales estén apoderadas de casi todo el país, mientras que el gobierno deja en libertad a sus cabecillas, como fue el caso de "El Chapito".

Es muy probable que el nuevo presidente norteamericano exija un cambio radical en la política pública para contener la violencia y el crimen, lo que, a su vez, fracturará las alianzas del gobierno de México con algunas bandas del crimen.

Todo ello, claro, además de la exigencia de respeto a las elecciones mexicanas por venir; las de junio del 2021.

Sí, la derrota de Trump, también es una derrota para el mexicano López Obrador.

Al tiempo.

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EU: La censura de nada sirvió

EL ASALTO A LA RAZÓN/CARLOS MARÍN 

Milenio, 09 DE NOVIEMBRE DE 2020

La libertad de expresión, inclusive de odios, es la madre de todas las libertades.

Al interrumpir la transmisión de las mentiras y estupideces que decía el jueves Donald Trump, las cadenas ABC, CBS y NBC actuaron como si en realidad los medios fueran un “cuarto poder”, atentaron contra su propia naturaleza y le dieron la espalda al periodismo y a sus televidentes.

Quienes, por empatía con el ganador Joe Biden, festejaron los cortes de señal, debieran reparar en que fueron subestimados en su capacidad de discernir. Al privarlos del derecho a la información, se les impidió formarse su propio juicio.

El pretexto que las televisoras esgrimieron para la insólita medida es que lo que decía Trump sobre un supuesto fraude carecía de sustento y estaba poniendo en riesgo la democracia estadounidense.

Falso.

Afectadas por el puritanismo fundacional de los primeros inmigrantes europeos, las cadenas operan sobre la mentira de que lo que propalan, a su juicio inevitablemente subjetivo, debe ser cierto cuando el periodismo, en el mejor de los casos, nada más es verosímil.

Ignoran la máxima erróneamente atribuida a Voltaire: “No estoy de acuerdo con lo que dice, pero defenderé con mi vida su derecho a decirlo” (Guillermo Fatás Cabeza, catedrático de Historia Antigua, periodista y autor de una treintena de libros, ha dejado claro que la frase no aparece en los escritos del célebre representante de la Ilustración, sino que surgió hasta 1906 en The friends of Voltaire, de SG Tallentyre, nombre literario de la británica Evelyn Beatrice Hall).

No asumen esas cadenas que la verdad, excepto en las ciencias exactas, es siempre relativa, ya sea jurídica, histórica, social, sensitiva, periodística, sentimental, teológica o esotérica. Por esto suele ser sobre todo sospechosa.

Pasaron también por alto la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense, en que la Corte Suprema se basó (1969) para derogar la condena (en Ohio) a un miembro del Ku Klux Klan, estableciendo que, aunque los mensajes de odio son la antítesis de la libertad, censurar sus expresiones juega en perjuicio de las víctimas y que tolerarlas es el mejor antídoto contra cualquier forma de dictadura.

La libertad de expresión es la condición indispensable y la madre de todas las otras formas de libertad. Y de ninguna manera se contrapone al castigo de conductas como las de Trump y su titipuchal de seguidores.

Por muy periodísticos que sean, los medios de comunicación jamás han sido ni serán “cuarto poder”. El sábado dieron a Biden, sin el pudor de anteponer el término virtual, por “presidente electo”. ¿Acaso son autoridad o su existencia es resultado de la voluntad pública?

¿Cuál de las telecensoras tiene el apoyo de los 70 millones de votantes que respaldaron al descocado Trump?

Abdicaron del periodismo elemental: registrar los dichos de uno de los sujetos más prominentes del mundo y ordenar a sus reporteros constatar o desmentir lo que el pobre rico diablo decía.

Progres: dénse a respetar. No se vayan con la finta del desconfiable periodismo “comprometido…”.

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LA FERIA/Salvador Camarena / 

El Financiero

AMLO y su México ú-ni-co

Quienes el sábado desesperaban por la tardanza de AMLO en felicitar a Joe Biden, quienes horas más tarde lamentaron la negativa del tabasqueño a la misma, pasan por alto que no estamos ante un presidente normal, uno que analizaría –como es de esperar– todo lo que ocurre calculando cómo afecta al país, sino uno que atisba los acontecimientos sólo con respecto a cómo podría verse dañado su proyecto.

Andrés Manuel López Obrador es un pragmático. Como candidato, atizó contra Trump. Como presidente, logró una relación con su par estadounidense, cuya capitulación en temas migratorios o frente a ofensas por el muro no conoció límite; pero que, a cambio, estuvo libre de descalificaciones a su persona o proyecto, situación que AMLO atesora más que la indignidad de habernos convertido en los policías de EU en la frontera sur y hasta en la norte.

Por eso la visita del mexicano a Washington: López Obrador aceptó tan desigual trueque sin remilgos porque bien valía esa misa en tanto Trump lo consintiera a él y su gobierno cerrara la puerta a audiencias con otros actores mexicanos.

Parafraseando, el estadounidense será un déspota, pero era el déspota exclusivo de Andrés Manuel, ese con el que negociaba perseguir con la Guardia Nacional a migrantes centroamericanos a cambio de silencio sobre su “investidura”: mientras diga que me respeta, qué importa ser el patio trasero donde EU expulse niños sin padres. Hago lo que me pidas, mientras no me lo pidas en público y no veas a nadie más de México, digamos.

Ahora, después de que el sábado Joe Biden lograra los votos para ocupar la Casa Blanca, es previsible que el tabasqueño tendrá dos líneas de acción. De nuevo desde el pragmatismo buscará un nuevo acuerdo para su gobierno, que no necesariamente para México, con el próximo presidente.

Y, contra lo que otros desearían –igualarnos con otras naciones o mandatarios de talante global al mostrar alivio por el fin del trumpismo– relanzará la idea de que México hace las cosas a su manera.

Es de que no, los de antes no quieren entender, esto ya cambió, y parte del cambio es recordar, porque lo habían olvidado, lo menospreciaban, que somos un país ú-ni-co. Ú-ni-co, ¿entienden? Así que respetaremos a todas las naciones, pero sólo seguiremos la ruta de nuestros ancestros. O algo así será lo que escuchemos de ahora en adelante.

Quienes pensaban que la caída de Trump encarecería a AMLO sus desplantes (en la lógica de que el mexicano era excéntrico pero en otros países, empezando por Estados Unidos, no cantaban mal las rancheras), tendrán a un López Obrador que se aferrará aún más a explotar la chovinista idea de que somos irrepetibles y que, por tanto, si el mundo va para un lado, por nosotros que le vaya bien.

Sacará provecho, igualmente, del histórico recelo frente a Estados Unidos; hará pasar como ejemplo de no intervención el aislacionismo, y como patriotismo el “no fuimos corriendo a abrazar” a los nuevos gobernantes.

Es pueril pensar que el “prudente” silencio de AMLO se debió a que calculaba costos de una reacción de animal herido por parte de Trump en las semanas que pasarán de aquí a la toma de protesta de Biden.

No. AMLO sólo ve a EU en razón de que no se convierta en un escollo para su proyecto, así que negociará en lo oscuro cuanto sea necesario al tiempo que, en público, alimenta la noción de que somos únicos, que él sí sabe darnos nuestro lugar en el mundo, aunque este sea puro, pero efectivo, patrioterismo.

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JAQUE MATE/(Sergio Sarmiento / 

Reforma

Sin felicitación

"Es cierto que la campaña de fobia contra migrantes y mexicanos le funcionó a Donald Trump para ganar la presidencia, pero no le servirá... para mantenerse con popularidad en el gobierno y lograr la reelección”. Andrés Manuel López Obrador, Oye Trump, 2017

El gobierno de Andrés Manuel López Obrador se apresuró a felicitar a Luis Arce, el candidato de Evo Morales y del Movimiento al Socialismo (MAS), tras la elección de Bolivia del 18 de octubre.

Si bien solo se habían contado oficialmente 18 por ciento de los votos, y Arce se encontraba todavía en segundo lugar, el canciller mexicano Marcelo Ebrard recurrió a Twitter poco después de que se difundieron las encuestas de salida:

"Las más sinceras felicitaciones de México al pueblo boliviano por la extraordinaria jornada democrática en la que fue electo Luis Alberto Arce, entrañable compañero y amigo de nuestro país... ¡¡¡Bravo por el Estado Plurinacional de Bolivia y su pueblo!!!".

El presidente López Obrador también ofreció sus felicitaciones antes de que terminara el conteo oficial:

"Felicitamos a Luis Alberto Arce Catacora quien triunfó ayer en las elecciones presidenciales de Bolivia. Celebramos que un grave conflicto se resolvió por la vía pacífica y democrática. Saludo organizaciones sociales, pueblos originarios, a Evo, al MAS y al pueblo boliviano".

No hemos visto esa misma celeridad en el triunfo de Joe Biden, el candidato demócrata a la Presidencia de Estados Unidos que se definió este 7 de noviembre.

En lugar de felicitar al ganador, el canciller mexicano señaló que "el presidente López Obrador fijará la posición de México respecto a las elecciones en EU en cuanto arribe a Villahermosa".

Ya en la capital de Tabasco, el Presidente declaró: "Vamos nosotros a esperar a que se terminen todos los asuntos legales. No queremos ser imprudentes... Queremos ser respetuosos de la autodeterminación de los pueblos y respetuosos del derecho ajeno... Nosotros padecimos mucho de las cargadas, de cuando nos robaron, una de las veces, la Presidencia, y todavía no se terminaban de contar los votos y ya algunos gobiernos extranjeros estaban reconociendo a los que se declararon ganadores".

De esta forma, López Obrador evitó unirse a los gobernantes democráticos que felicitaron a Biden, como Justin Trudeau de Canadá o Angela Merkel de Alemania, y se colocó en la lista de los autoritarios o populistas, como Vladimir Putin de Rusia y Jair Bolsonaro de Brasil, que se resistieron a hacerlo.

López Obrador apostó en esta campaña a Donald Trump.

Si bien en su libro Oye Trump de 2017 consideró que "el empeño de estigmatizar a los mexicanos en una forma similar a la que Hitler estigmatizó a los judíos es legal, moral y políticamente inadmisible", este sábado agradeció a Trump que "no ha sido injerencista".

López Obrador visitó a Trump en Washington ya en tiempos de campaña, para darle un “respaldo político” con la comunidad mexicano-estadounidense, y le permitió utilizar imágenes de esa visita en su propaganda.

El propio Trump ha asumido una posición que recuerda la de López Obrador en las campañas electorales que perdió.

Se ha negado a reconocer su derrota, ha afirmado ser víctima de un fraude y ha empezado acciones legales para tratar de revertir el resultado electoral.

Quizá por eso Andrés Manuel se ha negado a felicitar a Biden, mientras que los grupos lopezobradoristas han asumido la defensa de Trump en redes sociales.

No deja de ser curioso, si recordamos lo critico que fue López Obrador con Trump y sus políticas antes de llegar a la Presidencia de México.

CONGRESO

Biden tratará de revertir varias políticas de Trump en materia migratoria y ambiental, pero no le será fácil. Hasta el momento parece que el Senado permanecerá en manos de los republicanos mientras que en la Cámara de Representantes los demócratas tendrán una mayoría disminuida.

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BARBAS A REMOJAR/Denise Dresser / 

Reforma

Qué incomodidad la de López Obrador ante la derrota de su amigo Donald Trump.

Qué sensación de vértigo le debe producir el desprecio de millones a un populista autoritario con quien ha demostrado tener tanto en común.

El odio a los medios, la arenga contra los adversarios, la política como espectáculo, el desmantelamiento del Estado para concentrar el poder discrecional en su sola persona.

Ambos han pasado años elogiándose, apapachándose, y en el caso de AMLO, doblegándose.

Pero de pronto, la realidad se impone y desnuda lo que Trump siempre ha sido y López Obrador solapó:

Un narcisista inestable, un mentiroso mendaz, intentando -en vivo a través de la televisión- armar un golpe de Estado y destruir los cimientos de un sistema democrático que ya había intentado dinamitar.

Un polarizador capaz de todo, mas no de perder.

Y ahora AMLO enfrenta lo que debe calarle.

Su aliado, antes encumbrado; ahora acorralado. Su cuate, antes omnipotente; ahora delirante. Antes poderoso, y ahora patético.

Castigado en las urnas, y evidenciado como lo que es: el personaje más cínico que ha ocupado la Casa Blanca.

Pero luego del descalabro electoral de su compañero de conspiraciones, AMLO parece descolocado.

Decide negar la felicitación a Biden, pero no por motivos legales sino por motivos políticos.

Relitiga la elección del 2006 y acaba avalando la falsa narrativa del fraude que Trump trata -infructuosamente- de mantener viva.

Su "prudencia" no proviene de los principios de la no-intervención, sino de una reiterada victimización.

Ante los retos del presente, le es útil refugiarse en el pasado.

Le es redituable atizar los agravios de ayer para eludir los retos de hoy. Mirarse el ombligo antes de entender el mundo.

Taparse los oídos en vez de escuchar los pasos en la azotea que provienen del vecino del norte.

A lo largo de cuatro años, Trump libró una sórdida guerra contra las instituciones y gobernó con una la crueldad conspicua, fomentando el fanatismo, disfrutando la división.

Como escribe David Remnick en The New Yorker, convirtió a la Presidencia en un "reality show" de auto-elogios y acusaciones sin fundamento.

Su desdén por la ciencia y el consejo de los expertos ha llevado a cientos de miles de muertos por Covid-19. Aun así, no hubo un repudio total; millones avalaron el liberalismo que promovió, la política del resentimiento que impulsó.

Deja tras de sí un país partido, donde el trumpismo sigue presente.

Pero pierde la Presidencia y el megáfono.

Ganan -en palabras de Kamala Harris- la esperanza, la decencia, la ciencia y la unidad.

Gana la oportunidad de rectificar el rumbo.

Y ese rumbo transita por el replanteamiento de la relación con México.

Ya lo argumentó el ex embajador estadounidense Davidow en estas páginas: "la luna de miel se acabó".

El quid pro quo entre Trump y López Obrador terminó, y a México le conviene que sea así.

Porque el presidente estadounidense exigía y el presidente mexicano cumplía.

Para "llevar la fiesta en paz", AMLO permitió la deportación masiva de mexicanos, incluyendo niños sin padres, hoy hacinados en refugios a lo largo de la frontera.

Permitió que, en los hechos, México se convirtiera en "Tercer País Seguro", aceptando lo que nunca había aceptado.

Permitió que Trump persiguiera, encarcelara, humillara y deportara a nuestros connacionales, sin respingar siquiera.

Nos convertimos en tapete, nos erigimos en muro antinmigrante, nos volvimos los policías del populismo racista.

Ahora toca dejar de serlo. Ahora corresponde a AMLO entenderlo.

Las lecciones están ahí para ser aprendidas. Los cambios por venir están ahí para ser impulsados.

Ese es el reto para el lopezobradorismo: mirarse en el espejo trumpista y reinventarse, serenarse, comprender los costos de ejercer el poder destruyendo y dividiendo, arengando y atacando, celebrando la incompetencia en vez de erradicarla.

Biden enfrenta la tarea de reparar lo que Trump descompuso; de enmendar tantos errores que Donald cometió.

Cuatro años más de Trump hubieran intensificado el daño causado. Cuatro años más de AMLO en México sin correcciones indispensables sólo abrirán aún más tantas heridas autoinfligidas.

Trump acabó perdiendo porque la mayor parte del país entendió que su mayor preocupación era él mismo.

Si AMLO rehúsa poner sus barbas a remojar, demostrará que quizás no es igual a su amigo, pero cómo se parece.

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