Shevchuk: La guerra está fuera del control humano, sólo Dios puede salvarnos
Salvatore Cernuzio - Vatican News, 23 de agosto de 2022
El arzobispo Sviatoslav Shevchuk, jefe de la Iglesia greco-católica ucraniana
"Gracias" repitió muchas veces el Arzobispo Mayor de Kyiv-Halyč, Sviatoslav Shevchuk. Gracias al Papa, por haber alertado al mundo acerca de la "amenaza global" que representa el conflicto en curso en Ucrania desde hace exactamente seis meses. Gracias a todos los sacerdotes, monjes y obispos que no han abandonado al pueblo bajo las bombas. Gracias a Europa, que ha abierto sus puertas a los refugiados ucranianos, acogiéndolos a veces en sus propias familias. Al teléfono con los medios de comunicación del Vaticano, a través de los cuales envía "bendiciones desde Kiev", el jefe de la Iglesia greco-católica ucraniana hace un llamamiento a la solidaridad internacional y, elevando la mirada a la dimensión trascendental de lo que el Papa ha estigmatizado como barbarie, afirma que la guerra es un "misterio del mal", más allá de toda regla y control humano. Incluso de aquellos que lo han provocado. "Sólo Dios", dice, "puede abrir el camino para construir la paz en medio de esta guerra".
Beatitud, ¿en qué modo la Iglesia ucraniana ha continuado viviendo su misión en guerra, para llevar concretamente ayuda a las zonas de combate y consuelo a los que han visto morir a sus amigos, vecinos y familiares?
En primer lugar, hay que decir que la Iglesia forma parte del pueblo ucraniano: somos el pueblo que sufre, el pueblo que ha sido agredido, víctima de esta agresión injusta. En esta conciencia, el pueblo siempre nos ha dado pautas sobre cómo debemos llevar a cabo nuestra misión. Yo lo llamo el sacramento de la presencia. La presencia visible de sacerdotes, monjes y obispos es muy importante para nuestro pueblo, especialmente en las zonas de combate ahora ocupadas. Nos quedamos con ellos. Y esta presencia de la Iglesia para la gente sencilla representa la presencia del Señor. Porque la primera pregunta de la población fue: "¿Pero dónde está el Señor? En estas condiciones dramáticas, cuando cada día nos matan, ¿dónde está Dios?".
A esta pregunta existencial, la presencia de la Iglesia ha dado una respuesta. Y esta presencia siempre lleva a la acción pastoral: hemos conseguido crear una red de comunicación y también carreteras para enviar ayuda humanitaria. Logramos ser flexibles para analizar cada día la situación humanitaria que cambiaba rápidamente y luego responder adecuadamente. A las personas que necesitaban ser evacuadas, les ofrecimos transporte; a los que necesitaban comida, les dimos alimentos y otras ayudas; a los que necesitaban protección, les dimos refugio en nuestras iglesias, en monasterios utilizados como refugios antiaéreos. Esta fue nuestra respuesta: unánime, espontánea, sin órdenes explícitas.
En seis meses de combate, usted nunca dejó de repetir que la guerra "puede y debe ser vencida con la paz de Dios" y que "hoy esta palabra - paz - es igual a la palabra amor". ¿Qué significa esto para un pueblo que cada día, como ha dicho, enfrenta las bombas y la muerte?
Como pastores vemos que el pueblo está dominado por la angustia, el miedo y la rabia. Y hay quienes lo tientan fomentando el odio contra los que nos atacan. Por eso los pastores estamos predicando el Evangelio de la paz. Precisamente respondiendo a estos sentimientos de la gente, damos testimonio del Dios que es amor, del Dios que es fuente de paz.
También el Papa ha puesto a Ucrania en el centro desde el primer día de guerra con continuos llamamientos a la paz e iniciativas de ayuda. Pero la principal preocupación de Francisco es global: es el mundo entero, dijo, el que está amenazado por esta barbarie. ¿Cómo le resuenan estas palabras?
Estamos muy agradecidos al Papa Francisco por hacerse nuestra voz en este sentido. El Papa, como Sucesor de Pedro, tiene el don especial de ver en la situación que vivimos nosotros en Ucrania una amenaza global. Porque la guerra en Ucrania afecta al tejido mismo de la humanidad; estos crímenes no sólo afectan a los ucranianos, sino al mundo entero. Por eso estamos verdaderamente agradecidos al Santo Padre por ser nuestro portavoz, también por sacudir las conciencias de Occidente y del mundo pidiendo oraciones por Ucrania y solidaridad universal con su pueblo.
Usted mismo en estos seis meses, incluso bajo los bombardeos, no ha dejado de hacer oír su voz y su apoyo con sus mensajes diarios a los ucranianos y demás. Personalmente, ¿qué le ha dado fuerza en esta tragedia?
La fuerza que me ha sido donada en estos meses es la de la responsabilidad pastoral: me he sentido responsable no sólo de mí mismo, sino sobre todo de la gente. Así que, ante todo, he tratado de salvar a las personas. Incluso con los mensajes que diariamente estamos difundiendo, acompañamos a nuestra gente. Muchos han dicho que estos mensajes son una fuente de ánimo para ellos.
Ucrania ha visto a millones de sus compatriotas experimentar la angustia de la huida y al mismo tiempo la solidaridad y la acogida en tantos países. ¿Qué le gustaría decir a quienes han abierto sus puertas a las familias ucranianas?
Desde lo más profundo de nuestros corazones sale una palabra de agradecimiento: gracias. Me doy cuenta de que es muy poco decir simplemente "gracias", pero estamos verdaderamente muy agradecidos por esta apertura. En Europa hay campos de refugiados para los ucranianos, pero tantas personas abrieron primero sus corazones, luego las puertas de sus casas, sus familias, y así la solidaridad demostró ser un valor cristiano por excelencia. Rezamos al Señor para que bendiga a todos aquellos que han sido capaces de echar una mano al pueblo ucraniano sufriente en estos momentos.
"El hombre", ha dicho usted en varias ocasiones, "desgraciadamente, sabe iniciar las guerras, pero luego se convierte en un esclavo de la guerra". ¿Qué espera que ponga fin a esta esclavitud?
Nosotros experimentamos de manera directa que la guerra es el mysterium iniquitatis del que hablaba San Pablo: es realmente un misterio del mal que se desata en este mundo. Ese agresor que inicia la guerra vive la ilusión de que puede dominar las reglas de la guerra, pero es, en efecto, una ilusión. Porque ya desde el primer disparo, la guerra está fuera del control humano. Y el mismo agresor se convierte en esclavo del demonio que ha hecho salir de su corazón. Por eso cada día en la oración del Padre Nuestro decimos "líbranos del mal". Dios es la fuente de la paz, es el Señor de la paz. Creemos que sólo Él puede poner fin a este misterio de la iniquidad.
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