Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
10 ene 2005
El papa que viene
El Papa que viene (¿un latinoamericano ?) /Fred Alvarez
Publicado en Milenio Semanal #318, 19 de octubre de 2003
“…Cada vez me doy cuenta de que se acerca el momento en el que tendré que presentarme ante Díos con toda mi vida….confío en la misericordia divina y en la protección de la virgen santa…” Juan Pablo II, Un día después de su cumpleaños, mayo de 2003.
Al ser elegido sucesor de San Pedro el 16 de octubre de 1978, el cardenal polaco Karol Joseph Wojtyla rompió una tradición de más de 450 años de Papas italianos; seis días después, era investido el Papa # 264 adoptando el nombre de Juan Pablo II.
Esta semana cumple (22 de octubre) 25 años de estar al frente de la Iglesia Católica y logra ubicarse como el cuarto pontificado más largo de la historia, sólo superado por el primer obispo de Roma, San Pedro, Pío IX, y León XIII; pero, sin duda, en la primavera del próximo año, Wojtyla ascenderá al lugar número tres.
Durante estos 25 años ha roto varias marcas a saber: i) es el primero que visitó una sinagoga y una mezquita; ii) realizó más de cien visitas fuera de Italia; iii) escribió 14 encíclicas y 11 constituciones apostólicas; iv) convocó nueve consistorios donde nombró 232 cardenales, y v) canonizó a 477 santos y a poco más de mil 300 beatos.
Pero el tema imposible de evadir en este momento de los festejos es su salud y sus consecuencias.
El fantasma de la abdicación vuelve a resurgir, como también las voces “autorizadas” de la Curia Romana que acusan a los medios como “irresponsables” por “distorsionar la información”.
El tema sale a relucir debido a que el cardenal Joseph Ratzinger, decano del Colegio Cardenalicio le dijo a la revista alemana Bunte: “El Papa está mal y tenemos que rezar por él”.
La noticia dio la vuelta al mundo, causó pánico entre los medios y Ratzinger lloró al saber el daño ocasionado con la noticia.
En cambio, los responsables de la imagen papal, como su vocero Joaquín Navarro-Valls, trataron de mostrar a la opinión pública en estos días a un Papa fuerte, capaz de seguir con su labor. El portavoz pidió a los periodistas que antes de hacer circular una noticia la confirmen con las personas autorizadas, o sea con él. Uno de los más cercanos al Papa, el arzobispo Stanislaw Dziwisz, dijo recientemente, con una sonrisa irónica: “Algunos periodistas que en los últimos años han hablado y escrito sobre la salud del Papa ya están en el cielo”.
Lo cual es cierto.
Pero Juan Pablo II es más sencillo y directo.
Comenta el cardenal jesuita encargado de los viajes papales, RobertoTucci, que en un encuentro con los reporteros de la fuente en el avión que lo llevaba de visita a Cuba en enero de 1998, le preguntaron: “Quisiéramos que nos diga usted como está (de salud) y no saberlo por otras fuentes?” y Juan Pablo II respondió: “Para saber como está, el Papa lee los periódicos (publicado en la Agencia Zenit, 7 de marzo de 2002).
Hoy lo que vemos en los periódicos y en la televisión es a una persona cansada, de aspecto débil, con visibles muestras de su precaria salud y que hace un gran esfuerzo para cumplir su cometido.
El fantasma de la abdicación ronda
En la primavera de 2001, a pocas semanas del Octavo Consistorio, planteé –al igual que otros analistas– que Juan Pablo II abdicaría al papado justo cuando el número de cardenales electores llegara a la cifra de 120, los que marca la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, de 1996. (Véase, Juan Pablo II y el control de su sucesión y ¿La despedida de Juan Pablo II?, en Milenio Semanal, 2/6/2002, y 28/7/2002, respectivamente).
Percibí - al igual que otros analistas- que el propio Pontífice, debido a su precaria salud, había decidido pasar los últimos años de su vida en un retiro espiritual, un claustro de la orden de camaldulenses en Wigry, al este de su natal Polonia, sitio que visitó en 1999.
En noviembre de 2000, una vez pasadas las fiestas del Jubileo, el diario alemán Bild daba como un hecho –citando fuentes vaticanas– que Juan Pablo II anunciaría su abdicación antes de fin de año, y aseguraba que el Papa 265 procedería de América y estaría vinculado al Opus Dei. (La Jornada, reprodujo la nota fechada el día 4 de noviembre en Berlín, y traía el respaldo de las agencias DPA, AFP y PI).
Efectivamente, tres meses después, en febrero de 2001, se celebraba el Octavo Consistorio de su papado y el primero del milenio; el acontecimiento fue considerado como el más grande de la historia por el número de cardenales nombrados: 44; de los cuales 23 provenían de Europa; 11 de América Latina (¡insólito!), 3 de América del Norte; 3 de África y cuatro de Asia.
Y por primera vez en la historia un miembro del Opus Dei, el arzobispo de Lima, Perú, Juan Luis Cipriani, pasó a convertirse en cardenal.
Es decir, la información publicada por Bild tenía fundamento.
Nunca hubo tantos purpurados en el Colegio Cardenalicio (184), jamás tuvo tantos cardenales electores (135 menores de ochenta años), ninguna vez estuvieron representados tantos países (61) y, lo más importante, por primera vez en la historia aconteció una expectación real de que hubiera un papa latinoamericano.
La señal era clara. El Papa por fin había preparado su sucesión y debía esperarse el mejor momento; había condiciones y cardenales ad hoc. Incluso muchos planteamos que ese histórico Octavo Consistorio sería el último de este papado y, no fue así sino que el Papa nos volvió a sorprender.
El arzobispo español Julián Herranz señala que a la Iglesia Católica no puede juzgársele con los criterios del mundo civil; la misma posición ha señalado el cardenal mexicano Javier Lozano Barragán, al declarar que no debemos concebir a la Iglesia como un juego de poder desde el punto de vista político, ya que “esto es una sociedad divina, algo incomprensible para quien no tenga fe”.
Quizá Herranz y Lozano Barragán tengan razón. Sin embargo, Juan Pablo II es humano y las reglas del juego en la sucesión papal son cosas de hombres de carne y hueso (a través del Colegio Cardenalicio) y no de asuntos divinos. (con todo respeto).
¡Discúlpenme. Pero los de este mundo no tenemos otra forma de hacer análisis!
Además, los cardenales lo saben bien, públicamente confían en la inspiración del Espíritu Santo para elegir Papa, pero también algunos aceptan que la inspiración divina muchas veces se equivoca.
Meses después el fantasma de la abdicación continuó.
En el verano de 2001 y casi coincidentemente, dos voces, éstas sí “autorizadas” como son las del cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, y el papable latinoamericano Óscar Andrés Rodríguez Madariaga, de Tegucigalpa, Honduras, señalaron esa la posibilidad. “Si el Papa se viese que no es capaz de seguir adelante, seguramente dimitiría”, dijo Ratzinger; Rodríguez Madariaga fue más lejos en ocasión del doctorado Honoris Causa que le otorgó la Universidad de Los Salesianos, de alguna manera se destapó: “Un Papa de América Latina daría un gran impulso para una nueva evangelización y un nuevo impulso misionero a la Iglesia”. Todavía más, añadió que un Papa latinoamericano podría jugar un rol importante “para superar el conflicto Norte-Sur y en la batalla contra la pobreza” (Cable de la agencia italiana ANSA, 16 de mayo de 2002).
Creció tanto la posibilidad en el verano de 2002 que se le debía poner punto final.
La señal no la envió el Papa a través de su oficina de prensa o de alguno de sus dignatarios, sino que usó al escritor católico italiano Vittorio Messori, muy cercano al Papa y al Opus Dei.
Messori es autor de varios libros, entre los que se destaca la famosa conversación con Karol Wojtyla, Cruzar el Umbral de la Esperanza. En un artículo en el diario italiano Corriere della Sera, Messori aseguró citando “fuentes seguras” que el Papa está decidido a seguir adelante hasta que Dios quiera. Le habría dicho Wojtyla: “La fuerza para continuar no es un problema mío, sino del Cristo que ha querido llamarme… el me ha traído aquí. Y será Él, quien decida mi suerte” (El País, 30 de junio de 2002).
Aunque conviene mencionar que el mismo Messori, 15 días antes había propuesto la posibilidad de la renuncia cuando apuntó: “Yo no lo digo, lo dice el Código de Derecho Canónico” y “si el nuevo texto canónico contempla esta posibilidad es porque Juan Pablo II así lo quiso”.
Es decir, había línea para hablar abiertamente del tema y de repente hubo cambio de planes.
La poderosa Curia romana –la que realmente gobierna– debía acabar con esa discusión, y lo haría luego de tener la plena certeza de que Juan Pablo II, sólo dejaría su puesto cuando no pueda comunicarse con sus fieles; es decir, si perdiera el habla.
Al hablar de la Curia romana me refiero al grupo compacto encabezado por el cardenal Ángelo Sodano.
Un dato. muchos de de los prefectos de ministerios vaticanos pasaron el umbral de la jubilación al cumplir 75 años, tal y como lo ordena el Código de Derecho Canónico. Pero como dice el profesor Eric Arthur Blair, alías G. Orwel, en La Rebelión en la Granja: “Todos los animales son iguales/ pero algunos animales/ son más iguales que otros”.
La explicación es esta: con el código en la mano Sodano tendría que haber dejado el cargo el 23 de noviembre del 2002, al igual que el español Eduardo Martínez Somalo, cardenal camarlengo y prefecto de la Congregación de los Institutos de Vida Consagrada, quien cumplió la edad de jubilación el 31 de marzo del 2001, o el prefecto del ex Santo Oficio, Joseph Ratzinger en abril del 2002. Y curiosamente ninguno de ellos fue jubilado al cumplir los 75 años. Es más, en el caso de Sodano, se le dio un nombramiento indefinido.
¿Y quien sería el sucesor?
Por el momento ninguno. Juan Pablo II seguirá unos años más. El fantasma de la abdicación se diluyó, ya no existe. El mensaje de Bernardin Gantin (otrora papable) exdecano del Colegio Cardenalicio, de que los papas no tienen derecho a retirarse es bastante claro. Juan Pablo mismo le reiteró un día después.
Roberto Blancarte en su libro El Sucesor de Juan Pablo II (Ed, Grijalbo, 2002) describe la siguiente anécdota: El 12 de febrero de 2002….un grupo de obispos argentinos fue recibido por Juan Pablo II…en esa ocasión “en un ambiente de broma y amistad”, uno de los obispos mencionó el nombre de un cardenal “como digno sucesor del papa”. El Sumo Pontífice, “con una sonrisa en los labios” habría respondido, quizás también en tono de broma, pero en todo caso mostrando que su capacidad y agilidad mental no han disminuido: “Mi sucesor todavía no es Cardenal”. ( Ratzinger fue creado cardenal por el papa Pablo VI en 1977)
Con ello Juan Pablo II lanzó una señal qué quizás no fue en tono de broma. Por lo pronto a muchos sorprendió el adelanto por unos meses de este Consistorio, por lo que ahora sí, todo aconseja que el Papa ha preparado ya su sucesión y quizás sea muy serio lo que dijo a los obispos argentinos en tono de broma: “Mi sucesor todavía no es Cardenal”, y sí ello es así, entonces el Papa 265 podría salir de la lista de los nuevos 30 cardenales que recibirán este martes 21 el birrete cardenalicio.
No deseo reproducir la lista de papables que muchos vaticanistas mencionan. Atiendo solamente lo que señaló Karol Wojtyla a los obispos argentinos.
Un administrador desconocido podría ser el agraciado, y si lo buscamos entre los 30 cardenales nombrados podríamos mencionar –de los que proceden de la Curia–, por ejemplo, a Jean-Louis Tauran, titular de Asuntos Exteriores; al presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, Renato Martino; por qué no a Javier Lozano Barragán o a Tarcisio Bertone, arzobispo de Génova, Italia.
Pero quizás el Papa que viene –dentro de uno años más (Juan XXIII fue elegido Papa a la edad de 77 años) - sea un europeo que hable muy bien español y eso sí, ligado a la Curia desde el inicio de este papado. Y quien cubre ese perfil – según mi percepción- es nada menos que Julián Herranz Casado, de 72 años, presidente del Consejo Pontificio para la Interpretación de Textos Legislativos y de la Comisión Disciplinaria de la Curia Romana.
Es una de las personas más cercanas que tuvo el ahora santo José María Escrivá de Balaguer: “Viví 22 años con él, y desde el primer día, desde que le conocí, vi. En él a un santo”, dijo de su protector en una reciente entrevista en el diario El País.
No hay que olvidar que el Opus Dei tiene un enorme poder en las estructuras vaticanas. Y aunque en la jerarquía de la Iglesia no son muchos los hombres de la Obra, hay en este momento poco más de 20 obispos en todo el mundo y dos cardenales: el arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani y Monseñor Herranz.
Además, tienen muchos amigos como el cardenal secretario de Estado, Ángelo Sodano, el cardenal español y Camarlengo, Eduardo Martínez Somalo, y sobre todo al secretario del Papa Stanislaw Dziwisz. Pero lo más importante, tienen como aliado a Karol Wojtyla. Y, quizás este sea el Papa que viene…. Pero todavía falta, Juan Pablo II tiene todavía muchos pendientes.
¿Quien es Julían Herranz Casado?
Nombrado cardenal en este noveno consistorio.
Uno de los principales colaboradores del fundador del Opus Dei, José María Escrivá de Balaguer.
Fue ordenado sacerdote el 7 de agosto de 1955, y consagrado obispo en 1990.
Es Doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Navarra; además de doctor en Derecho Canónico por la Universidad de Santo Tomás.
Es miembro de la Curia Romana desde 1960. En el periodo de 1961 a 1962 trabajó en la comisión conciliar que preparó el decreto sobre Vida y Ministerio de los Sacerdotes del Concilio Vaticano II.
Durante veinte años trabajó en la reforma legislativa que llevó a la redacción del nuevo Código de Derecho Canónico (1983) y en 1984 fue nombrado secretario de la Comisión Pontificia para la Interpretación de los Textos Legislativos de la Iglesia, dicasterio que preside desde el 19 de diciembre de 1994.
Ingresó al Opus Dei desde que era estudiante de medicina, donde mantuvo muy buenas relaciones con el fundador San José María Escrivá de Balaguer.
Monseñor Herranz formó parte de la comisión mixta Santa Sede-Conferencia Episcopal de Estados Unidos, creada en 2002 para revisar las normas aprobadas por los obispos estadounidenses para atajar los escándalos sexuales.
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