El País | 26 de enero de 2013
La Cumbre de Santiago, que se celebra hoy y mañana entre la
Unión Europea y la nueva Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe
reúne a dirigentes de 60 países de ambas regiones. La Cumbre tiene lugar en un
momento decisivo para ambas partes. La economía mundial ha atravesado tiempos
difíciles y ambas regiones pueden desempeñar un papel fundamental en el
restablecimiento de un crecimiento fuerte y sostenible a nivel mundial.
Estamos superando una etapa de la crisis financiera, que ha afectado gravemente a la economía de la Unión Europea. Nuestra respuesta a la crisis ha sido decisiva, y la competitividad y la confianza se están restableciendo paulatinamente. Hemos tomado las duras, aunque necesarias, decisiones que impedirán que problemas semejantes se den en el futuro. Nuestros países están emprendiendo reformas estructurales sin precedentes y estamos reforzando nuestra gobernanza económica a nivel de la Unión. A pesar de esta crisis, la Unión Europea sigue siendo la mayor economía del mundo y un socio indispensable para la comunidad Internacional en el fomento de la paz, la democracia y el respeto de los derechos humanos, así como para el desarrollo, la erradicación de la pobreza y la protección de bienes comunes a nivel mundial tales como el clima. La perspectiva para el futuro es de una mayor integración y este es el camino que hemos venido diseñando estas dos últimos años.
América Latina y el Caribe están viviendo también cambios profundos, si bien de carácter distinto. Gobiernos y ciudadanos se encuentran ante decisiones que determinarán la futura senda de desarrollo de sus países en las próximas décadas. En gran parte de la región los últimos años han sido de fuerte crecimiento económico. Cerca de 50 millones de personas han salido de la pobreza. La democracia ha seguido consolidándose y también se ha reforzado la voz de la región en los asuntos internacionales. Siguen existiendo, sin embargo, enormes desafíos en los ámbitos de pobreza, la desigualdad, la seguridad o en cuestiones medioambientales. La abundancia de recursos naturales ha resultado un activo para algunos países, pero sólo un modelo económico más diversificado sostendrá el crecimiento a largo plazo.
En este contexto, la Cumbre de Santiago llega en un momento en el que la relación es más importante que nunca. Su tema central es tanto un reto como un llamamiento: una “alianza por el desarrollo sostenible; fomentar inversiones de calidad desde el punto de vista social y medioambiental”. Este tema hace que la atención se centre en un pilar decisivo de la relación. La Unión Europa representa no menos del 43% del volumen total de Inversión Extranjera Directa (IED) en América Latina y el Caribe. Y a pesar de la difícil situación económica, los flujos anuales de IED de la Unión Europea a la región alcanzaron en 2011 niveles record. ¿Cuánta gente es consciente de que la IED europea es mayor en América Latina y el Caribe que en Rusia, China y la India tomadas en conjunto?
Sin embargo, no sólo se trata de cantidad. También se trata de calidad. Para que el desarrollo sea sostenible, debe ser integrador, debe crear empleos dignos. Para los países de América Latina y el Caribe que siguen un modelo de crecimiento más sostenible e integrador, las inversiones europeas destacan en cantidad y calidad. Ya están contribuyendo de distintos modos a una mayor competitividad y a un desarrollo social. Esta inversión, altamente diversificada, no se limita al ámbito de los recursos. Las empresas europeas son el origen de casi dos tercios de todos los proyectos de inversión en I+D en la región. Las inversiones en sectores como la energía eléctrica contribuyen a la prestación de servicios públicos esenciales a grandes sectores de la población. Las empresas europeas presentes en la región suelen ser pioneras en términos de compromiso del sector privado con la protección del medio ambiente y las normas laborales. Las maneras de fomentar una mayor cooperación sobre responsabilidad social de la empresa serán un tema importante de los debates de Santiago.
Sin embargo, la Cumbre de Santiago tratará también de cuestiones que van más allá de la inversión, como lo refleja el hecho de que nuestra ya larga asociación siempre ha constituido una auténtica comunidad de valores, en el ámbito de la democracia, los derechos humanos y la cohesión social. Se debatirá sobre la igualdad entre hombres y mujeres, que se convertirá en un nuevo pilar del plan de acción común que guía nuestra cooperación entre cumbres bienales. Exploraremos vías para colaborar más estrechamente sobre los desafíos de seguridad, por ejemplo sobre el mejor modo de apoyar la estrategia regional desarrollada por los países de Centroamérica. Europa y América Latina y el Caribe. Tenemos también un interés común en buscar modos de colaborar más estrecha y eficazmente en las organizaciones multilaterales, por ejemplo, en materia de cambio climático y de desarrollo sostenible.
La Unión Europea mantiene su firme compromiso de apoyar el desarrollo económico y social de América Latina y el Caribe. El impresionante progreso económico de la región supone que debamos debatir con algunas de sus economías más dinámicas nuevas formas de cooperación, que sustituyan a las relaciones donante-receptor del pasado.
Es conocido que el poeta mexicano Octavio Paz afirmó en una ocasión que América Latina “no es tanto una tradición que continuar, como un futuro que realizar”. Esta afirmación recoge también con nitidez el potencial y el dinamismo de nuestra asociación entre la Unión Europea y la nueva Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe.
Esta asociación refleja también la convicción de que en el mundo interdependiente de hoy, la cooperación es imprescindible para enfrentarse a retos que nos son comunes. Cada parte aporta su propria experiencia y capacidades. Compartimos conocimientos y nuestras acciones se complementan y refuerzan recíprocamente. Estos principios orientarán nuestros debates en Santiago, al tratar de paz y seguridad en el mundo, al discutir sobre cuestiones económicas y sociales, y sobre democracia o desarrollo.
Estamos superando una etapa de la crisis financiera, que ha afectado gravemente a la economía de la Unión Europea. Nuestra respuesta a la crisis ha sido decisiva, y la competitividad y la confianza se están restableciendo paulatinamente. Hemos tomado las duras, aunque necesarias, decisiones que impedirán que problemas semejantes se den en el futuro. Nuestros países están emprendiendo reformas estructurales sin precedentes y estamos reforzando nuestra gobernanza económica a nivel de la Unión. A pesar de esta crisis, la Unión Europea sigue siendo la mayor economía del mundo y un socio indispensable para la comunidad Internacional en el fomento de la paz, la democracia y el respeto de los derechos humanos, así como para el desarrollo, la erradicación de la pobreza y la protección de bienes comunes a nivel mundial tales como el clima. La perspectiva para el futuro es de una mayor integración y este es el camino que hemos venido diseñando estas dos últimos años.
América Latina y el Caribe están viviendo también cambios profundos, si bien de carácter distinto. Gobiernos y ciudadanos se encuentran ante decisiones que determinarán la futura senda de desarrollo de sus países en las próximas décadas. En gran parte de la región los últimos años han sido de fuerte crecimiento económico. Cerca de 50 millones de personas han salido de la pobreza. La democracia ha seguido consolidándose y también se ha reforzado la voz de la región en los asuntos internacionales. Siguen existiendo, sin embargo, enormes desafíos en los ámbitos de pobreza, la desigualdad, la seguridad o en cuestiones medioambientales. La abundancia de recursos naturales ha resultado un activo para algunos países, pero sólo un modelo económico más diversificado sostendrá el crecimiento a largo plazo.
En este contexto, la Cumbre de Santiago llega en un momento en el que la relación es más importante que nunca. Su tema central es tanto un reto como un llamamiento: una “alianza por el desarrollo sostenible; fomentar inversiones de calidad desde el punto de vista social y medioambiental”. Este tema hace que la atención se centre en un pilar decisivo de la relación. La Unión Europa representa no menos del 43% del volumen total de Inversión Extranjera Directa (IED) en América Latina y el Caribe. Y a pesar de la difícil situación económica, los flujos anuales de IED de la Unión Europea a la región alcanzaron en 2011 niveles record. ¿Cuánta gente es consciente de que la IED europea es mayor en América Latina y el Caribe que en Rusia, China y la India tomadas en conjunto?
Sin embargo, no sólo se trata de cantidad. También se trata de calidad. Para que el desarrollo sea sostenible, debe ser integrador, debe crear empleos dignos. Para los países de América Latina y el Caribe que siguen un modelo de crecimiento más sostenible e integrador, las inversiones europeas destacan en cantidad y calidad. Ya están contribuyendo de distintos modos a una mayor competitividad y a un desarrollo social. Esta inversión, altamente diversificada, no se limita al ámbito de los recursos. Las empresas europeas son el origen de casi dos tercios de todos los proyectos de inversión en I+D en la región. Las inversiones en sectores como la energía eléctrica contribuyen a la prestación de servicios públicos esenciales a grandes sectores de la población. Las empresas europeas presentes en la región suelen ser pioneras en términos de compromiso del sector privado con la protección del medio ambiente y las normas laborales. Las maneras de fomentar una mayor cooperación sobre responsabilidad social de la empresa serán un tema importante de los debates de Santiago.
Sin embargo, la Cumbre de Santiago tratará también de cuestiones que van más allá de la inversión, como lo refleja el hecho de que nuestra ya larga asociación siempre ha constituido una auténtica comunidad de valores, en el ámbito de la democracia, los derechos humanos y la cohesión social. Se debatirá sobre la igualdad entre hombres y mujeres, que se convertirá en un nuevo pilar del plan de acción común que guía nuestra cooperación entre cumbres bienales. Exploraremos vías para colaborar más estrechamente sobre los desafíos de seguridad, por ejemplo sobre el mejor modo de apoyar la estrategia regional desarrollada por los países de Centroamérica. Europa y América Latina y el Caribe. Tenemos también un interés común en buscar modos de colaborar más estrecha y eficazmente en las organizaciones multilaterales, por ejemplo, en materia de cambio climático y de desarrollo sostenible.
La Unión Europea mantiene su firme compromiso de apoyar el desarrollo económico y social de América Latina y el Caribe. El impresionante progreso económico de la región supone que debamos debatir con algunas de sus economías más dinámicas nuevas formas de cooperación, que sustituyan a las relaciones donante-receptor del pasado.
Es conocido que el poeta mexicano Octavio Paz afirmó en una ocasión que América Latina “no es tanto una tradición que continuar, como un futuro que realizar”. Esta afirmación recoge también con nitidez el potencial y el dinamismo de nuestra asociación entre la Unión Europea y la nueva Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe.
Esta asociación refleja también la convicción de que en el mundo interdependiente de hoy, la cooperación es imprescindible para enfrentarse a retos que nos son comunes. Cada parte aporta su propria experiencia y capacidades. Compartimos conocimientos y nuestras acciones se complementan y refuerzan recíprocamente. Estos principios orientarán nuestros debates en Santiago, al tratar de paz y seguridad en el mundo, al discutir sobre cuestiones económicas y sociales, y sobre democracia o desarrollo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario