- Bernal como clérigo pederasta en “Obediencia perfecta”/COLUMBA VÉRTIZ DE LA FUENTE
Revista
Proceso
No. 1897, 10 de marzo de 2013
Productor
de Hidalgo, la historia jamás contada y Morelos, de Antonio Serrano, Luis
Urquiza acudió con Obediencia perfecta –que se estrenará tal vez luego de
Semana Santa– al Festival Internacional de Cine en Berlín, donde explicó que el
de la historia puede ser el padre Marcial Maciel o cualquiera de los
eclesiásticos que han abusado sexualmente de niños. En entrevista, el actor
Juan Manuel Bernal cuenta cómo decidió encarnar, tras una etapa de dudas, al
personaje prototípico, “porque soy católico y necesitaba una señal de Dios”.
El
actor Juan Manuel Bernal recrea a un cura pederasta en la ópera prima de Luis
Urquiza titulada Obediencia perfecta, la cual podría estrenarse en México
después de Semana Santa.
Acepta
que la historia se basa en el fundador de la congregación católica Legión de
Cristo, Marcial Maciel (1920-2008), acusado formalmente a finales de los
noventa de cometer abusos sexuales a seminaristas menores de edad:
“El
personaje sí tiene algo del sacerdote michoacano, pero no es él del todo,
porque lo que nos importa es hablar sobre el poder de un ser humano sobre otro,
del abuso de poder a través del amor, de la admiración.”
Bernal
revela en entrevista que al principio le dio miedo interpretar a un clérigo
así, “porque hay muchos intereses”, pero ahora no se arrepiente de haberlo hecho
porque es un tema del cual se debe hablar.
En
Obediencia perfecta, el fundador de una orden, Ángel de la Cruz, adopta al niño
Sacramento (Sebastián Aguirre, de 14 años), de quien se enamora y con quien
vivirá una etapa feliz pero contradictoria. Años después, el joven, quien
abandona el seminario, buscará justicia contra su antes tutor.
Productor
de Hidalgo, la historia jamás contada y Morelos, de Antonio Serrano, Urquiza
acudió con Obediencia perfecta al mercado de películas del 63 Festival
Internacional de Cine en Berlín, efectuado del 7 al 17 de febrero pasado, donde
explicó que el de la historia puede ser Maciel o cualquiera de los
eclesiásticos que han abusado sexualmente de niños.
Urquiza,
quien también es productor y escritor de Obediencia perfecta, mostró en
noviembre pasado a este semanario el tráiler del filme, donde se ven niños en
un seminario y al final Ángel de la Cruz mete en un cuarto a Sacramento y
cierra las puertas.
Desde
entonces el director no ha querido dialogar con detalle del largometraje,
apoyado por el Fondo para la Producción Cinematográfica. Aunque se le insiste
en charlar, sólo subraya:
“No
tengo nada qué decir.”
También
laboró en el guión Ernesto Alcocer.
Al
final de la cinta Juan Carlos Colombo interpreta a Ángel de la Cruz cuando éste
ha envejecido.
Bernal,
quien en los últimos años ha protagonizado papeles intensos en la serie
televisiva Capadocia y en la película Tlatelolco, de Carlos Bolado, cuenta que
Urquiza lo buscó para efectuar otro papel en Obediencia perfecta:
“Iba
a interpretar a una víctima que se enfrenta al victimario años después. Como
actor le comenté que no me significaba un reto ese personaje, que me gustaría
el cura pederasta, pero me señaló que al padre lo veía más joven. Le dije que
ni hablar, que me quedaba con las ganas. Total que lo pensó y me habló por
teléfono para vernos, y me propuso realizar, como sacerdote, unas pruebas con
los 30 adolescentes que intervienen en la película, y las realicé.
“Pasó
como un mes y Luis se comunicó conmigo para preguntarme si quería actuar el
personaje; yo había perdido un poco el interés y le respondí que pensándolo
bien no me quería meter en ese asunto. A mí esos temas me prenden, estaba bien
informado sobre eso, acababa de leer el libro de Carmen Aristegui (Marcial
Maciel, historia de un criminal), y le comuniqué que también acababa de
realizar otros personajes tremendos en obras de teatro, la serie y un filme, y
que no deseaba hacerlo. Luis empezó a convencerme, y le expresé que me dejara
consultarlo con la almohada y con Dios, porque soy católico. Entonces, le pedí
a Dios que me diera una señal de por qué tendría que hacerlo, y al otro día vi
en La Jornada una nota del padre Gerardo Silvestre Hernández, quien abusó de al
menos 45 niños indígenas en Oaxaca. Esa fue mi señal.”
–¿Qué
le causó esa nota?
–Indignación,
impotencia, rabia de ver que las instituciones se lavan las manos. No hay la
intención de resolver nada ni de pedirle perdón a las víctimas. Como católico
exijo que se aclare todo. Así que pensé que ese problema se debía exponer y
hablar, y que alguien lo debía hacer. Además, estoy convencido de que los
personajes lo escogen a uno y no uno a los personajes.
También
participan en el largometraje Juan Ignacio Aranda, Alfonso Herrera y Claudette
Maillé.
Una
ardua investigación
Bernal,
quien ha trabajado en 13 películas, desarrolló con tiempo una investigación y
vio mucho cine de pederastia:
“Revisé
tantas cintas que luego decidí sólo enfocarme en el guión, abarcar una
complicidad absoluta con el director y el actor adolescente que me tocaba en
las secuencias. Hubo mucho trabajo de mesa, mucha labor con la familia de
Sebastián, con el abogado, los psiquiatras y las psicólogas. Todo se desarrolló
con mucho cuidado, con todo respeto, no hay nada en el largometraje que pudiera
perjudicar la salud mental y física del niño ni mía, de nadie.
“En
las mesas de trabajo quedamos de acuerdo cómo queríamos contar la historia. Le
dejamos al espectador todo a su imaginación, porque siento que la imaginación a
veces es más perversa. No hay necesidad de mostrar nada, el público supondrá lo
que sigue.”
Según
Bernal, quien lleva 27 años de carrera artística, interpretar a un sacerdote
pederasta “ha sido lo más duro y fuerte con lo que me he topado”. Al final
acudió con especialistas para sobreponerse al impacto que le provocó la
historia:
“Practiqué
yoga y acudí a terapia para depurarme, porque estoy convencido de que toqué al
diablo y me dejó muy mal. Es que se tocan emociones con las que uno no está
acostumbrado afortunadamente. Fue muy difícil pero estoy contento. Creo que
Luis tuvo la visión de hablar sobre esta cuestión justo en el momento en que se
debe discutir. A los actores nos toca realizar estas cosas.”
–¿Cómo
trabajó su personaje para estar en el tono que se requería para exponer este
conflicto?
–Me
ayudó todo lo que leí, y la gente que de alguna manera convivió con Maciel me
dijo que él era encantador. Recuerdo esta frase de que era un cordero de día y
se volvía lobo por las noches. Finalmente no lo estoy imitando, lo importante
era crear a esta persona sin juzgarla, de lo contrario no lo hubiera hecho. El
tono se dio solo, en el momento en que hubo contacto con los niños. Me
impresioné mucho con el reparto de los chavos, son excelentes actores, me ayudaron
mucho a entrar en la ficción. Para ellos es mucho más fácil que para un actor
formado porque no están maleados, entonces entran a la ficción sin ningún
pudor. Sebastián fue un actor muy generoso, le agradezco.
–Entonces,
¿si hubiera juzgado al personaje no lo hubiera protagonizado?
–No,
porque todo eso va en contra de mis principios.
–¿Cómo
abordaban el tópico con los niños?
–Muy
natural. Margarita Mandoki los preparó. Ella fue una pieza fundamental, porque
era la traductora de lo que el director pedía. A los adultos nos costaba
trabajo decirles ciertas cosas de lo que iba a pasar en escena y ellos bien
naturales decían: “Ah sí, claro, se acuestan”, y nosotros respondíamos
apenados: “Pues sí”.
El
también artista de telenovelas, nacido el 22 de diciembre de 1967 en la Ciudad
de México, cree que Obediencia perfecta puede quitarle a la gente la venda de
los ojos:
“Se
debe mostrar que estas cosas existen. Se sabe que por eso renunció Benedicto
XVI al papado; sin embargo, en este país no ha sucedido nada, los victimarios
siguen libres, no hay castigo. Es importante abrirles los ojos a los padres
para prevenir esas cosas. No es una cinta didáctica. Seguimos teniendo una
doble moral, de repente aceptamos ciertas cosas y otras no, pero no aceptarlas
no quiere decir que no existan.”
El
rodaje, el cual se mantuvo en secreto, se inició el 24 de julio de 2012. Las
locaciones se escogieron en el Estado de México, Veracruz y el Distrito
Federal.
–¿Por
qué se ocultó que se estaba filmando Obediencia perfecta?
–No
queríamos que nadie se enterara para que se pudiera terminar el rodaje en paz,
porque sabíamos que estábamos tocando un problema delicado.
–¿Cree
que el largometraje incomode a la Iglesia en México?
–Sí.
Le incomoda hablar de eso. Hay una prepotencia y una arrogancia que me molesta
de parte de la institución. Lo de menos es que se moleste, lo que importa es
que reaccione, que deje de hacerse la sorda. Yo me topé con Norberto Rivera, el
arzobispo primado de México, en el aeropuerto y no pude decir nada de la
impresión al ver todo el aparato de seguridad que trae, motociclistas,
guaruras, camionetas del año. ¿Dónde está la humildad que predican?
–¿Qué
reacción cree que tendrán las víctimas con esta historia?
–En
la primera semana de rodaje estuvimos en contacto con las primeras víctimas.
Platicamos con ellas y me dejaron cosas que jamás pensé, vaya, mi imaginación
se quedó corta con respecto a lo que pasaron.
Ostenta
que Luis Urquiza fue magnífico y honesto, “y es muy valiente que inicie su
carrera como director con este conflicto”:
“Conoce
muy bien el tema porque es exseminarista. Esa es una gran ventaja.”
Concreta
que siente una satisfacción “enorme por contribuir con mi granito de arena; a
mí me preocupan los niños y no quiero que los agredan”. Y solicita al público:
“Dénos
la oportunidad de contarles este relato. Vayan a verlo, no los vamos a
traicionar. Ojalá y Obediencia perfecta sirva para que cada uno haga su
reflexión sobre lo que vio y en qué medida uno puede contribuir para que esto
no siga sucediendo.”
El
Fondo para la Producción Cinematográfica también apoyó El crimen del padre
Amaro, de Carlos Carrera, la película más taquillera hasta el momento, según el
Anuario estadístico del cine mexicano 2012, editado por el Instituto Mexicano
de Cinematografía.
El
primer largometraje documental que se filmó sobre Marcial Maciel se llama Votos
del silencio, del estadunidense Jason Berry, el cual causó polémica en el III
Festival de Cine Documental de la Ciudad de México (septiembre, 2008); luego se
filmó el caso de un joven abusado sexualmente por un clérigo en Agnus dei.
Cordero de Dios, de Alejandra Sánchez, y El quinto mandamiento, de Rafael Lara,
también toca el tópico.
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