Historial
de agresiones contra “Proceso”/JOSÉ GIL OLMOS
Revista
Proceso
No. 1903, 21 de abril de 2013;
A
punto de cumplirse un año del asesinato de Regina Martínez, corresponsal de
Proceso en Veracruz, se intensifican las amenazas desde el poder en esa
entidad, ahora contra el reportero Jorge Carrasco, coadyuvante en el caso
irresuelto del homicidio perpetrado el 28 de abril de 2012. Aunque en realidad
son casos que se agregan a una larga lista de agresiones de las que han sido
víctimas reporteros de este semanario, en diversas partes del país, sólo por
cumplir con su labor periodística.
Desde
su creación en 1976, Proceso ha recibido presiones y golpes de todo tipo: vetos
de autoridades de los tres niveles de gobierno, incautación de ediciones
enteras y quema de ejemplares en algunos estados, retiro de publicidad oficial,
amenazas a reporteros y corresponsales, acoso judicial y campañas orquestadas
desde el poder.
A
raíz de operativos realizados en 2009 y 2011 por las secretarías de la Defensa
y de Seguridad Pública, las autoridades federales exhibieron ejemplares de la
revista en sus aseguramientos como parte del “equipo y material diverso” de
grupos criminales (Proceso 1709 y 1794). Ante esa acometida, el semanario
presentó una queja ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y
otra ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
El
hostigamiento sistemático se endureció durante los sexenios de los panistas
Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, lapso en el que también se
exacerbó la violencia de las bandas delincuenciales, que también han pretendido
intimidar a los reporteros y corresponsales de este semanario.
En
2005, durante el foxismo, Proceso fue excluido de las giras presidenciales; el
propio mandatario estableció un veto publicitario que su sucesor Calderón
refrendó.
En
2009 el director de la revista, Rafael Rodríguez Castañeda, presentó una queja
ante el ómbudsman nacional por considerar que se violaban los derechos
fundamentales de la publicación al distribuir de manera desigual, arbitraria y
sin transparencia la publicidad oficial. Tres años después, la comisión emitió
la recomendación 35/2012 en la cual admitió que Calderón buscó dañar
económicamente a Proceso.
Los
agravios incluyen el asesinato de la corresponsal de este semanario en
Veracruz, Regina Martínez Pérez, el 28 de abril de 2012, así como las
intimidaciones, persecuciones y secuestros de ocho reporteros y corresponsales
de la revista, y las recientes amenazas de muerte al reportero Jorge Carrasco
Araizaga, coadyuvante en las investigaciones ministeriales en el caso de Regina
Martínez.
Desde
la noche del domingo 14, Proceso recibió informes acerca de una reunión que
sostuvieron funcionarios y exfuncionarios del gobierno, de la procuraduría y de
Seguridad Pública de Veracruz en la cual presuntamente acordaron acciones
contra el reportero, entre éstas el envío de agentes de esa entidad al Distrito
Federal, así como a Morelos, Querétaro y el Estado de México para recabar datos
sobre el periodista.
Proceso
tuvo conocimiento de una segunda reunión el lunes 15, en la cual los
participantes decidieron la captura de Carrasco y “darle piso” en caso de
resistencia. Los funcionarios tuvieron en cuenta las cámaras de seguridad del
Distrito Federal y acordaron “tener cuidado” para no ser grabados por ellas.
El
semanario informó de esos encuentros a la CNDH, a la Procuraduría General de la
República (PGR) y a la Secretaría de Gobernación, instancias que activaron un
mecanismo para proteger a Carrasco.
El
jueves 18, el gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, acudió a las
instalaciones de Proceso y se comprometió con el director Rafael Rodríguez
Castañeda a realizar una investigación exhaustiva para esclarecer las amenazas
contra el reportero y a desactivar el clima de hostilidad en contra del
semanario, sus reporteros y el corresponsal Noé Zavaleta.
Las
intimidaciones
Desde
2006, el corresponsal en Michoacán, Francisco Castellanos, así como reporteros
de la fuente policiaca han sido objeto de amenazas en esa entidad, donde más de
80% de los 113 ayuntamientos presuntamente están coludidos con el crimen
organizado.
Ese
año Castellanos fue interceptado por unos desconocidos que lo subieron a un
auto. “Nosotros somos ‘los técnicos’ –le dijeron– y queremos arreglar el
problema que pudiera tener con nuestra empresa o tal o cual alcalde o diputado
y le (pedimos que le) baje de huevos. Así, por las buenas. Si quiere por las
malas, le mandamos a ‘los rudos’; ellos son los que levantan, golpean y hasta
matan, de acuerdo a la gravedad de lo publicado”.
Antes
de bajarlo le espetaron: “Cuide mucho lo que escribe de nosotros. No dé nombres
de empresas, muertos, heridos detenidos; no saque fotos de decapitados o
descuartizados. Si fue en un enfrentamiento, no diga ‘murió gente del crimen
organizado’, sino ‘civiles con Fuerzas Armadas’; difumine o tápele la cara a
lesionados, muertos y detenidos; tenga mucho cuidado con eso. Si no, la próxima
vez que nos veamos no seremos tan amables”.
En
septiembre de 2012 Castellanos y otros reporteros michoacanos fueron convocados
por sicarios de una banda del crimen organizado que intentaron presionarlos
para que publicaran una información. Todos se negaron. Castellanos optó por
salir de la entidad y del país y se acogió a la protección brindada por agrupaciones
internacionales de periodistas.
Otro
caso es el de Alejandro Gutiérrez, actual corresponsal en España. El 24 de mayo
de 2007, Ramón Pequeño, entonces jefe de la División Antidrogas de la Policía
Federal (PF), informó al director del semanario que esa dependencia había
detectado un plan del crimen organizado para atentar contra el reportero.
Pequeño dijo a Rodríguez Castañeda que un grupo delincuencial se sintió
afectado por la publicación del reportaje La estrategia del desastre (Proceso
1592), en el cual se hablaba “del Irak de Calderón”.
El
texto aludía a la muerte de cinco militares, entre ellos el coronel de
infantería Antioco Hernández Morales y el sargento segundo Humberto Ruiz
Hernández, quienes fueron abatidos en una emboscada por una célula de sicarios
en Carácuaro, Michoacán, el 1 de mayo de 2007.
El
enfrentamiento se registró de manera fortuita, muy cerca de la plaza principal
del pueblo michoacano, cuando un convoy de militares se encontró con tres
camionetas en las que viajaban 17 sicarios, quienes abrieron fuego contra los
militares.
En
su edición del 13 de mayo de ese año, el semanario publicó el reportaje Pueblos
vejados, en el que el reportero documentó la persecución de los
narcotraficantes que asesinaron a los cinco militares. El Ejército arremetió
contra los pobladores, allanó viviendas y torturó a los detenidos (Proceso
1593).
Los
dos reportajes mencionados ponían en duda los éxitos de la Operación Michoacán
instrumentada por Calderón para combatir al crimen organizado.
Ramón
Pequeño, antiguo delegado del Centro de Investigación y Seguridad Nacional
(Cisen) en Guerrero, Nuevo León y el Estado de México, informó que agentes de
inteligencia habían detectado el propósito de esa organización de Michoacán
para atacar al reportero Alejandro Gutiérrez. Y comentó que el presidente
Calderón y el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, estaban al
tanto de la amenaza.
Pequeño
ofreció seguridad a Gutiérrez; incluso comentó que García Luna quería
entrevistarse con Rodríguez Castañeda. Y aunque el Comité de Protección a
Periodistas (CPP) con sede en Nueva York tomó el caso, la revista optó por
enviar al reportero fuera del país. La SSP no volvió a ofrecer información a
Proceso ni Ramón Pequeño atendió las llamadas de la revista.
También
en el sur
El
25 de octubre de 2008 por la noche dos presuntos sicarios de Los Zetas
secuestraron en la capital de Oaxaca al corresponsal Pedro Matías Arrazola. Lo
despojaron de su automóvil, celular y sus documentos de identidad. Luego lo
metieron a la cajuela y lo llevaron a una casa de seguridad, donde lo obligaron
a desnudarse. Lo ataron de pies y manos y lo amenazaron con matarlo.
Sus
captores lo sometieron a tortura psicológica durante 10 horas. Incluso lo
pasearon encajuelado mientras se drogaban. Alrededor de las siete de la mañana
del día siguiente Pedro Matías fue abandonado en un terreno baldío de Tlacolula
de Matamoros, a 33 kilómetros de la capital oaxaqueña. Los presuntos zetas le
advirtieron que no dijera nada, pues conocían a su familia.
Matías
presentó una denuncia ante la Procuraduría General de Justicia del Estado. Ante
la falta de resultados, la ratificó, pero tampoco tuvo respuesta.
A
petición de organizaciones nacionales e internacionales, la procuraduría brindó
seguridad al corresponsal de Proceso durante siete meses. La Fundación de
Hamburgo para Perseguidos Políticos (Hamburger Stiftung für Politisch
Verfolgten) le ayudó a salir del país para garantizar su integridad física y
emocional. Durante un año permaneció en Alemania.
Hasta
la fecha se desconoce el móvil del secuestro de Pedro Matías, aunque él no
suele informar sobre el crimen organizado.
En
Chiapas, el corresponsal Isaín Mandujano recibió amenazas del gobernador Jaime
Sabines Guerrero, molesto por los reportajes acerca de la corrupción e
impunidad durante su gobierno.
En
junio de 2011, el gobierno chiapaneco informó que Mandujano aparecía en la
averiguación previa 223/CAJ4A/2011, en la que se le acusaba de los delitos de
homicidio en grado de tentativa, lesiones y amenazas, derivado de la agresión
que sufriera el periodista Jacobo Elnecavé Luttmann.
Elnecavé
Luttmann declaró que se encontraba en una discoteca con unos amigos cuando unos
desconocidos lo agredieron con un objeto que le causó heridas en el cráneo, la
cara y el hombro derecho. Según él, los agresores le decían: “Esto es para que
no te metas con los Álvarez Puga; esto también es por Isaín. Te vas a
arrepentir”.
Elnecavé
declaró ante el Ministerio Público que ha tenido serias fricciones con Isaín
Mandujano por el manejo de cierta información y sus opiniones. Isaín, expuso,
se ha mostrado “intolerante”.
Isaín
asegura que nunca estuvo en la discoteca, e incluso presentó testigos que
corroboraron su versión.
En
una carta pública expuso: “Pretenden involucrarme en la citada agresión al
comunicador institucional, dejando entrever que podría haber sido el autor
intelectual, pues señala la PGJE que quienes lo agredieron actuaron a mi
nombre. Esto es lo que yo considero la más burda y nueva acción para
amedrentarme al no tener hasta ahora ningún otro elemento para hacer que mi
labor sea censurada. Me deslindo de ataque alguno”.
Su
caso fue denunciado en la CNDH y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
de la OEA. La acusación en su contra no prosperó. Al final se supo que Elnecavé
era colaborador del gobierno de Sabines.
Amenazas
en el norte
El
reportero Ricardo Ravelo ha sido uno de los más agredidos por sus reportajes
acerca del crimen organizado y las vinculaciones de algunos capos con
funcionarios de todos los niveles. La más evidente data del 1 de diciembre de
2010 y se fraguó en las instalaciones de Televisa.
Ese
día, Joaquín López-Dóriga incluyó en El Noticiero una información de casi seis
minutos en la que Sergio Villarreal, El Grande, un testigo protegido de la PGR,
dijo haberle dado a Ravelo 50 mil dólares para que dejara de ocuparse de las
actividades criminales del mismo narcotraficante. El conductor dejó entrever
que esa versión era válida y que Proceso dejó de publicar información sobre
Villarreal hasta el 21 de noviembre de ese año.
Pronto
se supo que se trataba de un montaje, pues Televisa hizo hablar al Grande el 4
de noviembre, 17 días antes de que se publicara el reportaje en el cual se
aludía a él en la portada de Proceso. El consorcio quiso enmendar su pifia y
alegó que el testimonio era del 24 y no del 4 de noviembre.
Televisa
y la Presidencia comenzaron sus maquinaciones contra Ricardo Ravelo y Proceso a
raíz de que la reportera Jesusa Cervantes publicó el 13 de junio de 2010 el
reportaje Narcoamigos en el Senado, en el que aludía al bautizo de la hija del
senador panista Guillermo Anaya Llamas en la cual estuvieron como invitados
Calderón y El Grande (Proceso 1754). Aquel convivio se realizó en septiembre de
2006.
Luego,
en la edición del 21 de noviembre, Ravelo informó que según la averiguación
previa PGR/SIEDO/UETMIO/0992010/2010, El Grande y Calderón tuvieron un
encuentro en dicho bautizo en el cual el capo le dijo que estaba a sus órdenes,
a lo que el panista contestó: “Igualmente” (Proceso 1777).
Ese
encuentro entre Calderón y El Grande tuvo consecuencias también para el
reportero Arturo Rodríguez cuando era corresponsal de la revista en Coahuila.
El 4 de marzo de 2007 se publicó el reportaje Infiltración total, firmado por
la reportera Patricia Dávila, en el que se daba cuenta precisamente de ese
encuentro entre el panista y el narcotraficante. Al final de la nota aparecía
la leyenda “con información de Arturo Rodríguez” (Proceso 1583). El entonces
senador Guillermo Anaya se agarró de ahí para demandar a Rodríguez por 3
millones de pesos.
El
entonces corresponsal recibió por esas mismas fechas amenazas de muerte. El 25
de mayo de 2007, apenas un día después de conocerse la amenaza contra Alejandro
Gutiérrez, la penalista Silvia Raquenel Villanueva, famosa por defender a
narcos, llamó a Proceso para decir que se había enterado de que Eleazar Medina
Rojas, El Chelelo, había mandado matar al corresponsal Arturo Rodríguez.
El
capo había sido arrestado el 20 de abril anterior, cuando circulaba la edición
1589 de la revista, en la cual Rodríguez abordó la disputa por el control
regional entre los cárteles del Golfo y de Sinaloa, así como la crisis política
desatada tras el hallazgo de narcomensajes que acusaban a los principales
funcionarios del gobierno, encabezado por Natividad González Parás, de proteger
al Cártel de Sinaloa.
El
texto no mencionaba al Chelelo, pero sí a los hermanos Jaime y Javier Valdez,
supuestos empresarios. El primero convivía socialmente con uno de los jóvenes
Bibriesca Sahagún, hijos de Marta Sahagún, la consorte de Fox, quien aún
despachaba en Los Pinos.
Según
las indagatorias consultadas por Proceso, los dos hermanos habían pasado de la
organización de Sinaloa a la del Golfo, desbordando la violencia en Monterrey y
su área metropolitana.
El
corresponsal se alejó de la zona durante tres meses, hasta que se confirmó que
ya no había riesgo.
Un
caso igualmente grave fue el de Gabriela Hernández, corresponsal en Tamaulipas
hasta principios de 2011. El 2 de enero de ese año, poco antes de las seis de
la tarde, irrumpieron en su casa varios encapuchados. Iban armados. Sacaron a
Gabriela y a su familia y se las llevaron en vehículos diferentes. Las
retuvieron durante 52 horas. Fueron liberadas el día 5 por la noche, a unas
cuadras de su casa, tras una negociación en la que participaron funcionarios
estatales.
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