- Parcialidad institucional/JOHN M. ACKERMAN
Revista
Proceso
No. 1903, 21 de abril de 2013;
Enrique
Peña Nieto se equivoca en su diagnóstico de la problemática nacional. Insiste que el principal reto es la
construcción de un “Estado fuerte” y el fortalecimiento de la oficina
presidencial, cuando en realidad lo que hace falta es la reorientación del
formidable poder gubernamental hacia la defensa del interés público y el
desarrollo nacional. Nuestras dificultades no surgen de una supuesta debilidad
del Estado mexicano como tal, sino de su utilización parcial y el aislamiento
de la clase política de la sociedad.
El
desastre de los 12 años de gobiernos panistas se debe a que Vicente Fox y
Felipe Calderón conscientemente utilizaron la silla presidencial para favorecer
a sus amigos y atacar a sus rivales. El legado más importante, la
“alternancia”, es la enorme acumulación de poder y riquezas en las manos de
Televisa, Carlos Slim y El Chapo Guzmán. Las recientes liberaciones del general
Tomás Ángeles y del exsubprocurador Noé Ramírez Mandujano comprueban una vez
más la parcialidad de la actuación de las instituciones bajo el mandato de
Calderón.
Hoy
Peña Nieto envía señales de absoluta continuidad. La detención de Elba Esther
Gordillo, la utilización de programas sociales para fines políticos en
Veracruz, la extraña ventilación pública del caso de Ricardo Monreal y el
sorpresivo otorgamiento de amparos a MVS Comunicaciones para que pueda seguir
gozando de sus concesiones de banda ancha 2.5 Ghz, todos demuestran que sigue
vigente la política de utilizar la ley y las instituciones con fines políticos
y para pagar favores personales.
Por
mucho que Gordillo sea un personaje políticamente indefendible y muy
probablemente corrupto, la forma y el fondo de su detención respondieron a
evidentes coyunturas e intereses políticos (mi análisis aquí:
http://ow.ly/kbLZp). Con respecto a Monreal, no existía
necesidad alguna de publicitar el supuesto plan de atentado en su contra.
Las declaraciones en los medios de comunicación tanto del procurador Jesús
Murillo Karam como del mismo Monreal solamente tienen lógica dentro de un
contexto en que el gobierno federal estaría utilizando los múltiples esqueletos
que el político zacatecano tendría en su proverbial “clóset” para silenciar a
una de las voces más fuertes de la oposición política.
El
caso MVS es también llamativo. El actual subsecretario de Medios de la
Secretaría de Gobernación, Eduardo Sánchez, fue durante años director jurídico
de MVS Comunicaciones y litigó personalmente el asunto de las concesiones de la
banda 2.5 Ghz. El año pasado el mismo presidente de MVS, Joaquín Vargas, hizo
públicos sus intercambios con Javier Lozano en el caso de Carmen Aristegui,
evidenciando la absoluta disposición del empresario a negociar contenidos y
espacios con el gobierno. La sorpresiva cancelación de mis propias
participaciones en este mismo medio respondió a la misma lógica. Todo parece
indicar que Vargas será el nuevo empresario mediático apapachado por el
régimen, equivalente a lo que ocurrió con Emilio Azcárraga durante las
administraciones de Fox y Calderón.
Con
absoluta razón entonces 73% de la población mexicana se encuentra “insatisfecha
con el funcionamiento de la democracia”, de acuerdo con Latinobarómetro, y
solamente 38% de los ciudadanos tienen “interés en los asuntos que se discuten
en el Congreso”, según la Segunda Encuesta Nacional de Cultura Constitucional
del IIJ-UNAM. Existe una justificada desconfianza ciudadana en los políticos y
en las instituciones realmente existentes porque no han funcionado para
resolver los problemas de la gente. De acuerdo con un estudio de la ANUIES, por
ejemplo, de seguir las tendencias económicas actuales, para 2020 solamente 6%
de los jóvenes egresados con licenciatura al año encontrarían un empleo de
calidad.
No
debería sorprender a nadie entonces la velocidad con la cual se ha desgastado
la imagen pública del Pacto por México. De acuerdo con una encuesta de la
empresa Parametría (http://ow.ly/kaf6V), hoy solamente 21% de la población cree
que el pacto “beneficiará a gente como usted” y 31% cree que les “perjudicará”.
Únicamente 35% de los encuestados creen que el pacto beneficiará “al país”. Los
ciudadanos tienen claro que el pacto no es más que un acuerdo entre los mismos
políticos desacreditados de siempre para avanzar sus propios intereses.
Los
ciudadanos mexicanos aparentemente no son tan fácilmente manipulados y
engañados como lo imaginan los grandes consorcios mediáticos. Otro ejemplo es
que, de acuerdo con el periódico Reforma, Peña Nieto inicia su mandato con una
tasa de aprobación ciudadana (50%) menor que cualquier presidente mexicano al
inicio de su sexenio en las últimas dos décadas. Hasta Ernesto Zedillo, quien
asumió la Presidencia en diciembre de 1994 en medio de una doble crisis
económica y política de enormes proporciones, con una fuerte devaluación del
peso y un movimiento guerrillero en Chiapas, inició su mandato con una tasa de
aprobación (53%) más alta que la de Peña Nieto.
Aun
Calderón inició su sexenio con mayor entusiasmo ciudadano. Después de las
conflictivas elecciones de 2006, todavía 58% de la población aprobaba la
gestión de Calderón en marzo de 2007. Y
no existe comparación desde luego con la histórica “luna de miel” de Vicente
Fox, quien inició su mandato con 70% de aprobación ciudadana.
El
desgaste del Pacto por México y la debilidad de Peña Nieto son buenas noticias
para las luchas ciudadanas a favor de la construcción de un nuevo Estado que
defienda el interés público. Significa que el juego de intereses y de
manipulación institucional de la vieja clase política podría estar acercándose
a su fin y que la sociedad mexicana pronto tendría su día.
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