- Lo que declare “El Z-40”, clave para ubicar desaparecidos(Marcela Turarti.
Publicado
en la revista revista Proceso # 1916, 21 de julio de 2013
Organizaciones
de familiares de desaparecidos y defensores de derechos humanos celebran que
Miguel Ángel Treviño haya sido aprehendido con vida, pues suponen que el
dirigente de Los Zetas conoce el paradero de muchos de los secuestrados por ese
grupo criminal al cruzar el llamado “Triángulo de la Muerte”, el territorio
entre Nuevo Laredo, Reynosa y Monterrey. Son muchas las personas que buscan a
sus hijos, hermanos o cónyuges y tienen la esperanza de que las autoridades le
saquen la verdad al Z-40. Sólo así podrán ponerle fin a sus pesadillas.
Alfonso
Moreno Díaz extiende sobre la mesa de su oficina un mapa que muestra los
caminos rurales, semidesérticos, que se abren paso como várices por extensas
tierras deshabitadas –y salpicadas de pueblos casi fantasmas– entre Nuevo León
y Tamaulipas. Un círculo señala el tramo de estas carreteras que cruzan
territorio zeta donde fue capturado su hijo, el ingeniero Alejandro Alfonso
Moreno Baca, y en el que han desaparecido más de 220 personas.
“Este
es el ‘Triángulo de la Muerte’: las carreteras que unen Nuevo Laredo, Reynosa y
Monterrey, donde las organizaciones civiles han contado más de 200
desaparecidos de 2010 a 2012. Son muchos más si sumamos a los de todo el
noreste (Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila)”, dice este hombre, quien junto con
su esposa Lucía se ha dedicado a buscar a su hijo desde el 27 de enero de 2011.
Una
de las brechas se hizo famosa porque Miguel Ángel Treviño Morales, El Z-40, la
recorría aparentemente con un solo escolta. Al momento de su aprehensión
intentaba llegar a Anáhuac, Nuevo León. Sabía que hasta la caseta de Sabinas
Hidalgo el camino estaba libre de obstáculos.
En
medio de ese triángulo la tierra está sembrada de huesos y regada con sangre.
Sus huizaches ocultan ranchos que tienen a narcotraficantes como nuevos
propietarios, ayudados por notarios y pistoleros. Esconde campos de
entrenamiento para sicarios y galerones donde ocultan a seres humanos que
utilizan como si fueran mercancía.
Por
aquí son capturados cada tanto asesinos seriales, se encuentran complejos
equipos de comunicación y algunas veces instalaciones para la disolución de
cadáveres (las “cocinas”, como las nombran los judiciales).
Durante
años, de día y de noche un ejército de sombras a las órdenes del Z-40 se ha
dedicado a capturar personas para reclutarlas en sus ejércitos, quedarse con
sus vehículos, reducirlas a la esclavitud, castigar a sus objetivos o imponer
el terror.
Por
eso cuando se difundió la noticia de la captura del líder de Los Zetas, el
señor Moreno se comunicó con funcionarios de la Procuraduría General de la
República (PGR) y de la Secretaría de Gobernación: “Pedimos que digan dónde
quedaron los desaparecidos, los lugares donde los tienen trabajando, dónde
dejaron a la gente”, dice.
a
súplica de la familia Moreno-Baca es la misma que hacen cientos de familias.
Caseta
fatal
Al
día siguiente de la caída del capo, la religiosa Consuelo Morales, quien dirige
la organización Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos, A.C. (CADHAC), que
acompaña a familiares con desaparecidos en Nuevo León, pidió que se interrogue
al capo sobre el paradero de los capturados en sus dominios. Un clamor que
también hizo suyo la organización Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en
Coahuila (Fundec) y de México (Fundem), surgida en 2009, cuando los asesinatos
y las desapariciones forzadas en el noreste se convirtieron en epidemia.
En
las tasas de desapariciones por habitante que maneja la PGR, los municipios
tamaulipecos destacan como verdaderos hoyos negros. Entre los 30 lugares más peligrosos
están Mier, Guerrero, Camargo, Matamoros, Díaz Ordaz, Miguel Alemán, Nuevo
Laredo, Ciudad Madero y Valle Hermoso. También la ramificación zeta de Torreón,
Coahuila.
Según
datos de los demógrafos de Geo-México, hasta 2010 Mier, Guerrero y Miguel
Alemán, en Tamaulipas, y los nuevoleoneses General Treviño, Doctor Coss y
General Bravo, cercanos a Tamaulipas, forman parte de los municipios con
mayores tasas de asesinatos.
La
disputa entre Los Zetas y el Cártel del Golfo, así como la incursión de las
fuerzas federales provocaron éxodos masivos. En Ciudad Mier, por ejemplo, se
cometieron 2 mil 13 homicidios por cada 100 mil habitantes y su población se
redujo de 6 mil 539 a 4 mil 768, todo hasta 2010.
Cuando
se supo que El Z-40 fue capturado vivo palpitaron los corazones de muchos
familiares de desaparecidos en “zonas zeta”, muchos de ellos fuereños que
recorrían las carreteras del llamado “Triángulo de la Muerte” y nunca llegaron
a su destino.
Organizaciones
de derechos humanos y de familiares, como las ya mencionadas CADHAC y Fundec,
pero también el Centro Gerardi, la Fundación para la Justicia, el Movimiento
por la Paz y el Centro Victoria Diez, así como la red de albergues de migrantes
tienen registradas en sus bitácoras cientos de denuncias por desaparición en
los territorios que Treviño controlaba.
En
algunos casos, como en el de las carreteras, los patrones son similares. Más de
una decena de personas fueron secuestradas al cruzar la caseta de Sabinas
Hidalgo, Nuevo León, donde desapareció el ingeniero Moreno Baca. El 21 de enero
de 2011 desaparecieron ahí dos deportistas de Monterrey que iban a comprar
tenis para un maratón: Miriam Guadalupe Alemán y Perfecto Guzmán Campos.
El
22 de febrero siguiente fueron dos jóvenes de Monterrey que iban de compras a
Nuevo Laredo. Dos días después se esfumaron en la zona los tapatíos Juan
Jiménez Díaz, Mauricio Jiménez Cervantes, Juan Manuel Covarrubias Cerna, Luis
Esteban Díaz Escobar y José Robledo Botello.
El
1 de marzo fue Ismael Valenzuela, un estudiante de ingeniería de sistemas. En
agosto las víctimas fueron cuatro jóvenes de Guanajuato con residencia en
Estados Unidos: Javier y Saúl Téllez Durán, Mauricio Mendoza Lara y Gabriel
Durán López.
El
23 de septiembre desapareció el joven chofer José Adolfo Fermín Hernández con
todo y su camión. La lista se siguió engrosando en 2011, 2012 y hasta este
momento. “En esa zona se perdió mucha gente, tienen que interrogar a los jefes
que están en el penal”, pide un tío de José Adolfo.
A
pesar de que CADHAC y Fundec documentaron desapariciones desde 2010 en esas
zonas, las autoridades no reaccionaron a la emergencia. Todavía hoy
funcionarios federales se niegan a entregar información, solicitada por la Ley
de Transparencia, sobre lo ocurrido en esos caminos. La Secretaría de
Comunicaciones y Transportes señala que no tiene registros. Sólo hay datos
sueltos.
A
partir de una solicitud de información realizada por este semanario, el
Ejército informó que de 2011 a 2013 encontró 103 fosas comunes en el noreste
mexicano, territorio zeta, la mayoría en Tamaulipas, 10 en Nuevo León y cinco
en Coahuila. Tan sólo las de Tamaulipas contenían 269 cadáveres, aunque en
varios casos el número de cuerpos no se pudo precisar.
El
reporte también menciona el descubrimiento de entierros clandestinos en San
Luis Potosí, Durango, Zacatecas y Veracruz, también disputados por el cártel
mencionado.
La
boca del infierno
La
violencia que domina en el noreste hizo que pronto se encontraran las familias
que buscan a sus seres queridos, muchos de ellos desaparecidos en carreteras
tamaulipecas. Han pasado por el mismo peregrinaje: peinaron montes, recorrieron
carreteras y brechas, esquivaron halcones del narco, visitaron morgues y
acudieron a las procuradurías, la Marina, el Ejército, las policías, diversos
informantes, videntes y organizaciones de derechos humanos.
“En
CADHAC conocimos (a otros familiares de víctimas), nos dimos cuenta que fue en
la misma carretera”, dice Lucía Baca. Luego muestra un cartel con los datos de
su hijo Alejandro Alfonso, quien desapareció cuando conducía un Mazda 3 rojo,
con placas 187VCT del Distrito Federal.
En
un video que la pareja consiguió se ve el automóvil en la autopista 85D pasando
la caseta de Sabinas Hidalgo, Nuevo León, con rumbo a Nuevo Laredo, Tamaulipas,
a las 20:54 horas del 27 de enero de 2011. Por sus investigaciones saben que
pagó en efectivo, el nombre de la cajera y las coordenadas que marcaba su
teléfono celular.
La
última ubicación fue en Vallecillo, donde cruzó la carretera intermunicipal 26
a Palo Alto. Por lo que hoy se sabe, esa era la ruta habitual del líder de Los
Zetas y boca del infierno.
La
pareja Moreno Baca cuenta lo que vio de ese submundo después de buscar a
Alejandro en hospitales, agencias ministeriales, edificios públicos y bases de
fuerzas de seguridad:
“Un
comandante de la Policía Federal de Caminos en Nuevo Laredo dijo: ‘Señora, no
se preocupe, a su hijo se lo van a devolver en tres meses y el carro por ahí va
a estar circulando’”, recuerda la madre. “Nos dimos cuenta de lo peligrosa que
era esa carretera porque ahí quedan vehículos accidentados. En la presidencia
de Sabinas Hidalgo, municipio a donde llevan a los heridos, un guardia,
asustado, nos atendió y nos dijo: ‘Nomás les abro porque veo que son familia;
si trajeran policías municipales, no’. Íbamos avanzando, viendo, y nos aterraba
lo que escuchábamos. La gente nos decía: ‘No se metan más porque no saldrán con
vida’.”
Meses
después en esa zona acribillaron a unos policías federales que el gobierno
envió para comenzar los operativos. Posteriormente otros dos fueron degollados.
Por
notas periodísticas se han enterado de que en esa región se descubrieron campos
de entrenamiento para sicarios, ranchos con arsenales y casas de seguridad con
cientos de personas esclavizadas. Los Moreno Baca, como muchas familias, tienen
esperanza de que Alejandro Alfonso esté vivo, trabajando con otros ingenieros
secuestrados en esas zonas.
Según
información obtenida mediante la Ley de Transparencia, desde 2009 hasta febrero
de 2013 han sido liberados 2 mil 352 secuestrados en 531 operativos de la
Secretaría de la Defensa Nacional contra el crimen organizado. De éstos, 146 se
realizaron en Tamaulipas, donde se rescató a mil 111 personas.
También
se encuentran en la lista municipios de Nuevo León, Coahuila, Veracruz, Tabasco
y San Luis Potosí, a donde llegan los brazos del cártel fundado por exmilitares
de élite.
Un
funcionario que hace investigaciones en Tamaulipas y que por obvias razones
pide no publicar su nombre, señala que Los Zetas cuadriculan su territorio “por
franjas”. En cada una colocan a un líder y él crea sus propias estructuras de
control, cuenta con sus escoltas, contador, halcones, sicarios y alguien
dedicado a desaparecer gente.
Aunque
los padres de familia han pedido que se interrogue a los “jefes de plaza”
capturados, quienes generalmente mencionan que no recuerdan a sus víctimas,
tienen esperanza de que Treviño tenga más información.
No
sólo son las víctimas del Triángulo de la Muerte. También los desaparecidos en
otras carreteras, como Natanael Arturo y Josué Arcel Román García, hermanos
defeños que viajaron a McAllen a comprar ropa de bebé y antes de desaparecer
alcanzaron a enviar por celular un mensaje: “Nos acaban de secuestrar en San
Fernando, no hagas nada, si llega a pasar algo sólo avisale a mis papas. me
metieron en la cajuela. no me vayas a llamar ni nada”.
O
los poblanos Hugo y Moisés Juárez Martínez, y Jesús Asunción Montiel, quienes
el 6 de noviembre del año pasado desaparecieron entre Soto La Marina y Aldama,
Tamaulipas, cuando regresaban a casa con camionetas recién compradas que
revenderían. “A las 3:19 de la tarde mi esposo me dijo que habían tardado en la
garita, que ya habían pasado tres retenes, que estaban pasando la terracería
por Soto La Marina. Estuvimos esperando todo el día que llegaran pero los
teléfonos sonaban como fuera de servicio y ya no supimos de ellos”, dice Rubí
Ascensión, quien tiene parentesco con los tres, como hermana, esposa y cuñada.
Lo
mismo le ocurrió al joven Andrés Asención González y su amigo Braulio
Hernández, quienes desaparecieron en La Ribereña o la Carretera de la Muerte,
que bordea Texas, el 27 de marzo de 2011.
“A
las 9 de la noche mi hijo me llamó a la casa, que ya había llegado a Nuevo
Laredo, pero tenía 15 minutos que lo había agarrado un retén. Escuché que
Braulio le dijo que acelerara, le pregunté qué pasó, me dijo ‘nada’ y colgó. A
la fecha hemos andado de arriba abajo, los hemos buscado, no sabemos nada de
ninguno”, dice su madre, María Ignacia González Vela.
Nadie,
por el momento, ha sido señalado como responsable de las desapariciones en el
territorio dominado por Treviño. Sólo en Coahuila se contabilizan más de mil
600, en Nuevo León más de mil 200 y no se sabe cuántas en Tamaulipas.
“Lo
que las familias pedimos es que le pregunten a esta persona para que diga dónde
dejaron a la gente que se llevaron. Que no nada más le pregunten por las drogas
y el resto de la delincuencia, también por nuestros hijos, dónde los tienen
trabajando”, dice el señor Moreno.
1 comentario:
Dios bendito les devolverá a sus sere queridos!!!!
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