El
vecino terrorista/Shashi Tharoor is India’s Minister of State for Human Resource Development. His most recent book is Pax Indica: India and the World of the 21st Century.
Traducción de Kena Nequiz.
Project
Syndicate |18 de octubre de 2013
Incidentes
recientes en la línea de control (LoC) –la frontera entre India y Pakistán en
el estado de Jammu y Cachemira– han generado preguntas fundamentales sobre la
tensa relación nuclear armada entre dichos países. Temprano en este mes, el
ejército de India frustró una tentativa de incursión de un grupo de 30 o 40
militantes del territorio pakistaní, lo que condujo a los críticos indios a
desacreditar las propuestas de paz oficiales. En efecto, apenas dos semanas
antes del incidente más actual, el primer ministro indio, Manmohan Singh, se
había reunido con su homólogo pakistaní, Nawaz Sharif, durante la sesión de la
Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York.
Al
partir los británicos de la India en 1947 le arrancaron, como hogar para los
musulmanes indios, lo que pasaría a ser Pakistán, pero hasta hace poco (a
medida que la población pakistaní continúa creciendo a una tasa mayor que la de
India) más musulmanes permanecieron en India de los que se quedaron a vivir en
Pakistán. Desde entonces la relación bilateral se ha visto asolada por una
enconada disputa por el territorio dividido de Cachemira, el único estado de
mayoría musulmana en India (pero hogar de solo 3% de los musulmanes indios, que
están repartidos en grandes cantidades en todo el país).
Durante
décadas, el conflicto abierto y la hostilidad latente se han visto acentuados
por periodos cortos de afabilidad. El principal obstáculo a la paz ha sido el
respaldo de Pakistán a la militancia y el terrorismo en India, que culminaron
en los horribles ataques de Mumbai en noviembre de 2008. En ellos los comandos
mataron a casi 200 personas.
Avanzada
la década de los ochenta, Pakistán respaldó una insurrección de algunos
musulmanes cachemires y dio armas, reclutamiento y fondos a los militantes que
se infiltraron en la LoC. La insurrección, aún vigente, y la respuesta de las
fuerzas de seguridad indias, han causado enormes bajas humanas y pérdidas de
propiedad, y solo han destruido la economía del país, que depende en gran
medida del turismo.
En
el proceso, ambos países han sufrido gravemente. Muchos ciudadanos indios han
sido asesinados, mientras que el gobierno ha desplegado más de medio millón de
soldados para mantener la paz. Además, la estrategia de Pakistán de “sangrar a
India hasta la muerte con miles de heridas” mediante la insurgencia y el
terrorismo, ha logrado muy poco, mientras tanto ha hecho de su ejército un
actor interno muy poderoso y ha generado organizaciones terroristas (pero
algunas se han puesto en contra de sus patrocinadores).
En
junio, cuando Sharif se convirtió en el primero de los ministros en la
accidentada historia política de Pakistán que sucedió a un ministro
democráticamente electo mediante otras elecciones democráticas, en India había
la esperanza de que el balance de poder virara de un gobierno militar a uno
civil. Durante su campaña, y después de haber ganado, Sharif expresó su
determinación de hacer la paz con India. A pesar de la tendencia de los
dirigentes civiles pakistaníes de mantener conversaciones de paz mientras que
hombres armados atraviesan la frontera, muchos en India pensaban que esta vez
sería diferente.
Sin
embargo, otros permanecen escépticos. Las conversaciones entre Singh y Sharif
luego de una serie de incidentes en la LoC derivaron en un llamado de los
críticos de Sharif a que no prosiguiera con la reunión. Los críticos del
gobierno indio argumentan que este ha tomado por sí solo la enorme carga de las
conversaciones de paz con un gobierno que, cuando se trata de abordar las
verdaderas amenazas emanadas de su territorio e instituciones, ha mostrado su
torpeza en el mejor de los casos, y su hipocresía, en el peor. El intento más
reciente de infiltración –el cual señalan los dirigentes militares indios no
habría ocurrido sin la complicidad del ejército pakistaní– se suma a la
indignación contra el gobierno por su supuesta candidez.
Al
buscar la paz con Pakistán, el gobierno indio en efecto se está arriesgando.
Como lo han mostrado los ataques en Mumbai hace cinco años y los incidentes
recientes en la LoC, el desfase entre las declaraciones oficiales y sus
acciones militares sugiere que el gobierno civil, aunque sincero, es muy débil
para controlar su propio aparato de seguridad. Mientras que el gobierno de
Pakistán no tenga la capacidad o la voluntad de reaccionar contra los llamados
“actores no estatales”, que se dice están fuera de su control, ¿por qué India
emprendería el diálogo que suspendió en 2008?
Con
todo, los pacifistas indios no están equivocados. Un país que trata de
concentrarse en sus grandes desafíos de desarrollo debería hacer todo a su
alcance para calmar la hostilidad en sus fronteras. No conversar con Pakistán
no es realmente una política; se ha estado haciendo durante años, sin obtener
resultados significativos. Si la búsqueda de paz de India afianza a los
políticos pakistaníes que están luchando contra sus propios halcones, vale la
pena intentarlo. El beneficio de alcanzar la paz sería enorme para las dos
partes.
No
obstante, India, potencia del status quo, ha deseado siempre vivir en paz,
mientras que Pakistán, que anhela Cachemira, recurre a todos los medios a su
alcance para alterar el status quo. Por esta razón, el ejército indio debe
estar muy alerta y bien preparado para defender sus fronteras. Sin embargo, a
diferencia de Pakistán, el ejército indio no hace política exterior. Esa
prerrogativa le corresponde a un gobierno civil electo que esté decidido a
participar en un diálogo con los ojos abiertos (y sus armas listas).
Ayudaría
que el gobierno de Pakistán –que enfrenta el terrorismo originado en su propio
territorio, incluso cuando exporta terrorismo a sus vecinos– mostrara un poco
más de voluntad para unirse a la búsqueda de paz. Cuando las clases dirigentes
pakistaníes renuncien verdaderamente al terrorismo como instrumento de política
de Estado, las perspectivas de paz surgirán en el subcontinente. Por desgracia,
dichas perspectivas ni siquiera se vislumbran en el horizonte.
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