Las
excavaciones de la memoria/Henry Kamen es historiador británico.
El
Mundo | 17 de enero de 2014;
Iniciar
el nuevo año con el sombrío tema de excavar tumbas puede parecer un ejercicio
macabro, pero también tiene sus razones. He estado mirando el estimulante nuevo
libro de Jeremy Treglown, Franco’s Crypt: Spanish Culture and Memory. A primera
vista parece seguir los pasos de los libros que tratan sobre la excavación de
los restos de los muertos de la guerra civil española, pero muy pronto abandona
el tema de las tumbas a favor de una amplia mirada a la cultura de España. El
título se refiere por supuesto a la tumba de Franco en el Valle de los Caídos,
pero Treglown utiliza el tema como punto de partida para examinar cómo los
españoles han venido manejando los mitos que heredaron de la década de 1930. Se
extiende sobre una amplia gama de materiales, poniendo especial atención a las
artes creativas del cine y la novela, ofreciéndonos en todo momento una
perspectiva refrescante e imparcial de la cultura de España. No omite el campo
de la historia, y nos da una entretenida crítica del Diccionario Biográfico
Español, un producto estrafalario de la historiografía oficial española que ha
añadido poco o nada a la reputación de los historiadores españoles. Es el tema
de las excavaciones, sobre el que el autor hace un breve resumen, lo que me
interesa por el momento.
El
propósito normal de la excavación arqueológica es descubrir la verdad.
Desenterrar el pasado, en teoría, revela lo que realmente pasó, y nos permite
evaluar los eventos con más conocimiento y más tranquilidad. Al menos, ese ha
sido el motivo en la mayoría de los casos. En España, sin embargo, las cosas
son inevitablemente diferentes. La Ley de la Memoria Histórica, aprobada por el
Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, fue descrita por él como «un
importante instrumento de reconciliación». Sin embargo, como sabemos, sucedió todo
lo contrario a pesar de que Zapatero había asegurado que «la memoria no ofende,
restituye». Pero la realidad es que hubo mucha ofensa y muy poca
reconciliación. ¿Cómo es que España hace todo lo posible para buscar la verdad
y termina reivindicando la mentira? ¿Por qué el Valle de los Caídos acaba, no
como un homenaje a los caídos, sino como un monumento a la memoria del
vencedor? Tengo que confesar que estoy de acuerdo con un colega mío de Estados
Unidos, quien recientemente comentó: «hacer un llamamiento a la ‘memoria
social’ es realmente incitar a perpetuar mitos, prolongar odios y justificar
conflictos».
Permítanme
comenzar con un famoso caso de mito creado por las excavaciones. En Masada, 100
km al sudeste de Jerusalén, se llevaron a cabo importantes excavaciones
arqueológicas entre 1963 y 1965,y los resultados valieron para mostrar cómo un
puñado de guerreros judíos se defendieron valientemente contra los opresores
romanos. Finalmente se suicidaron en masa en los últimos días de una revuelta
contra el Imperio Romano en el año 73 AC. Se convirtió en uno de los grandes
mitos del nacionalismo israelí. En un estudio sobre el tema publicado en 1998,
un erudito judío, comentó que «la información arqueológica se manipula para
fines nacionalistas», y se convirtió en uno de los muchos estudiosos que con
firmeza y eficacia demolieron el mito que se había creado en torno a los hechos
ocurridos en Masada.
El
más reciente ejemplo de mito y conflicto se ha producido con motivo del tercer
centenario de 1714, que Artur Mas quiere aprovechar para recuperar la memoria
histórica de Cataluña. Alrededor de 90 millones de euros se han gastado para
excavar esa memoria histórica de Barcelona en el Born, una zona del barrio de
la Ribera que fue derribada por las tropas de Felipe V, a fin de construir una
nueva ciudadela militar. El cuidadoso trabajo de la excavación ha dado algunos
resultados interesantes, sobre todo dentro del contorno de las casas que
estaban allí en el siglo XVIII. La experiencia profesional de los excavadores,
sin embargo, no ha sido correspondida por la sensibilidad de los políticos que
dirigen la empresa. Todo el trabajo se ha convertido en un ejercicio de
demagogia, con el propósito deliberado de falsificar la evidencia histórica.
Toda la presentación del nuevo centro es un intento de excitar la imaginación
con una serie de ficciones. Un destacado periódico nacional reseñaba la
utilización política de ese hecho histórico por los nacionalistas, que
pretenden ver en 1714 un enfrentamiento entre Cataluña y Felipe V y un choque
entre dos Estados. Apuntan esa fecha como el comienzo de la aplicación de una
política de terror por los vencedores e inciden continuamente en que el 11 de
Septiembre significó el fin del Estado catalán y trajo, además de violaciones
masivas de mujeres, el sometimiento de los desdichados catalanes a la tiranía
de las leyes e instituciones de Castilla y un expolio fiscal oprobioso.
La
repetición sistemática de mentiras degrada a los que las han inventado. Cada
una de las afirmaciones en la lista anterior de declaraciones es una simple
falsedad, lanzada con el único motivo de provocar la hostilidad entre el
Gobierno de España y los catalanes. Este no es el momento para examinar cada
una de esas elucubraciones. Cualquier historiador de ese periodo se halla en
una buena posición para juzgar. La mentira más notable de todas, repetida
constantemente en miles de textos por personas que no saben absolutamente nada
de lo que sucedió en ese año de 1714, es que la persona habitualmente acusada
de la construcción de la ciudadela de Barcelona es Felipe V y su «absolutismo».
Eso es una completa manipulación. Hay dos hechos muy sencillos que deben ser
repetidos a los que visitan la exposición en el Born. Como historiador, me
disculpo por tener que dar una lección de historia.
En
primer lugar, Felipe V se oponía a la construcción de la ciudadela de
Barcelona. La razón principal porque implicaba el derribo de las casas de la
Ribera. En una carta que escribió en octubre de 1714 desde El Pardo a su
abuelo, Luis XIV, le explicó que se trataba de un asunto importante, «en el que
a mí me parece que el duque de Berwick no piensa como yo». Berwick, consultando
con sus asesores, creyó que una ciudadela era necesaria. El rey, sin embargo,
consideró que si los ciudadanos realmente querían rebelarse otra vez, la
ciudadela no los pararía, y no tenía sentido construirla.
En
segundo lugar, el rey estaba preocupado de que muchas personas no estaban
siendo adecuadamente compensadas por la pérdida de sus casas. En teoría, las
autoridades de Barcelona debían indemnizar a cada cabeza de familia del barrio.
Las cifras exactas son que 4.000 residentes de la Ribera fueron desalojados de
sus hogares. Muchos, sin embargo, nunca fueron compensados, a pesar de las
expresas instrucciones escritas del rey (que he visto) de que se les pagara.
La
propaganda nacionalista, determinada a vilipendiar a un rey por razones que son
históricamente falsas, ha intentado utilizar las excavaciones del Born con
fines políticos. ¿A quién le importa lo que realmente pasó en Barcelona en esos
años? Parece que a muy pocos. Cuando se da prioridad a la ideología, los hechos
históricos se esfuman por la ventana. En tales circunstancias, la excavación ha
dejado de ser un intento de revelar la verdad, es un intento deliberado y
oficialmente financiado para falsificar la verdad en aras de la creación de una
memoria prefabricada del pasado.
Resulta
significativo que la Generalitat haya preferido poner toda la organización del
año 1714 en manos de periodistas y no de historiadores, en los que, por
supuesto, no puede confiar. No es la primera vez que los gobiernos creen que
los historiadores son un peligro. Los historiadores prefieren trabajar dentro
de los límites de lo que indica la evidencia, los políticos tienden a considerar
la evidencia innecesaria, porque ya tienen una visión preestablecida del
pasado.
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