De un multihomicidio
y la cacería que le siguió…/LUIS CHAPARRO
Revista Proceso
#1956, 26 de abril de 20014
Durante los últimos
cuatro meses de 2010, elementos de la agencia antidrogas de Estados Unidos
(DEA) intervinieron las frecuencias de los aparatos de radiocomunicación de las
bandas Barrio Azteca y La Línea en Ciudad Juárez. A raíz de ello lograron
atrapar a 35 sicarios, incluido Arturo Gallegos Castrellón, El Benny, y José
Antonio Acosta, El Diego, implicados en el asesinato de un empleado consular de
aquel país, su esposa y su hija de cinco años, así como de Jorge Salcido,
esposo de otra diplomática estadunidense, en marzo de dicho año.
EL PASO, TEXAS.- “Ya
estuvo, ahí quedó en la presidencia. Ahí quedó. Le corrió el güey, pero lo
alcancé”, dice por radio de comunicación el sicario apodado El Zorro mientras
se dirige hacia el poniente de Ciudad Juárez. En el lugar queda una Toyota
blanca con placas locales en cuyo interior están los cuerpos de Arthur Redelfs,
su esposa Lesley y su pequeña hija de cinco años…
El multihomicidio
ocurrió el 13 de marzo de 2010 a las 14:30 horas. Media hora antes, El Popeye,
otro sicario, hizo lo propio en un punto distinto de la ciudad: “Ahí quedó ya”,
dijo por radio, en referencia a Jorge Salcido, cuyo cuerpo sin vida yacía en el
asiento delantero de una Honda blanca con placas del estado de Chihuahua; en la
parte trasera lloraban sus tres hijos, todos ellos menores de edad.
Los dos casos están
relacionados: los esposos Redelfs trabajaban en el consulado general de Estados
Unidos en Ciudad Juárez; Salcido era esposo de Idahlí Estrada, también
funcionaria de esa oficina. Quien ordenó los asesinatos fue Arturo Gallegos
Castrellón –alias Farmero, El Benny o 51–, jefe de la pandilla Barrio Azteca en
Ciudad Juárez y lugarteniente de José Antonio Acosta, El Diego, jefe de La
Línea, brazo armado del Cártel de Juárez,
Lo anterior se
aclaró a mediados de febrero pasado durante el juicio contra Gallegos
Castrellón en la Corte Federal del Distrito Oeste de Texas, en El Paso, en el
cual testificaron más de 30 personas.
El pasado jueves 24
El Benny fue sentenciado a 10 cadenas perpetuas, seis de ellas consecutivas,
así como al pago de 900 mil dólares por concepto de reparación de daños a las
familias de las víctimas, según ordenó la juez Kathleen Cardone al emitir su
fallo. Previamente, el detenido había sido declarado culpable de 11 delitos,
entre ellos el asesinato de los Redelfs y el de Salcido.
Cadena de errores
El 13 de marzo de
2010 El Diego se comunicó con El Benny por el radio número 1 desde “la
oficina”, ubicada en la ciudad de Chihuahua, para ordenarle el asesinato de los
tripulantes de una camioneta Honda blanca modelo Pilot con vidrios polarizados
y placas del estado de Texas.
El sicario refirió
que El Diego le dio las señas para que los identificara: “uno chaparrito pelón,
como del sur; y otro igualito a Lupe, el (cantante) del (grupo) Bronco”.
La orden era una
más… En esa época, La Línea, en alianza con la pandilla Barrio Azteca, había
declarado la guerra al Cártel de Sinaloa. En 2010 hubo 3 mil 100 homicidios
sólo en Ciudad Juárez. Durante las audiencias del caso Gallegos Castrellón uno
de los testigos, Jesús Ernesto Chávez, El Camello, de Barrio Azteca, confesó
haber ultimado a más de 800 personas.
Sin embargo, aquel
13 de marzo El Benny y sus hombres se confundieron, según se deduce de las
grabaciones realizadas por la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA) durante
el proceso y que el reportero pudo escuchar.
Los audios revelan
que El Benny pidió a sus hombres acercarse a la intersección de la calle
Bustamante e Insurgentes, específicamente al salón de eventos Barquito de
Papel, en el sur de Ciudad Juárez. La mañana de ese 13 de marzo Lesley Enríquez
e Idahlí Estrada se encontraban ahí, donde se celebraba el cumpleaños del hijo
de una colega del departamento en el cual trabajaban ambas.
Lesley llegó
acompañada de su esposo y su hija de cinco años, la misma edad del cumpleañero.
Idahlí estaba con sus tres hijos: de dos, cuatro y seis años; su esposo, Jorge
Salcido, llegó a la fiesta una hora después, tras cumplir un compromiso de
trabajo.
Miguel Ángel Nevarez
Escajeda, El Lentes –uno de los líderes del Barrio Azteca en el área del Valle
de Juárez, autor confeso de 23 homicidios–, reportó por la frecuencia 2 de
radio haber encontrado “el encargo”: una camioneta Honda Pilot blanca con
placas del estado de Texas y vidrios polarizados. En realidad había visto dos…
o eso dijo.
Una pertenecía a la
familia Redelfs Enríquez, la otra a Jorge Salcido. Ambas estaban estacionadas
frente a un complejo de apartamentos, detrás del salón de fiestas.
“Es un 19 (hombre) y
una 20 (mujer)”, dijo El Lentes por el radio cuando vio a la familia Redelfs
abordar una de las camionetas: la Toyota cuyos vidrios no eran polarizados.
Acompañado por El Zorro –quien aún se encuentra prófugo–, el sicario siguió al
matrimonio en otro vehículo sobre Avenida Plutarco Elías Calles, con dirección a
El Paso.
El Benny se quedó en
el salón de eventos, en espera de que los propietarios de la otra camioneta
blanca la abordaran. El Popeye, también pistolero de Barrio Azteca, le pidió
por radio la localización exacta para unirse a sus otros dos compañeros.
–¡Simón, carnal!
Mira, es uno chaparrillo pelón y el otro es como el de Bronco, como el Lupe de
Bronco –le comentó El Benny.
El Lentes se metió a
la conversación para explicarle al sicario que en la camioneta que él y El
Zorro iban siguiendo viajaban una mujer y un hombre alto, delgado y con
anteojos oscuros.
–Sí, de una vez,
¿no? A los dos –comentó El Benny.
–Afirmativo. Con
todo y 20 –respondió El Lentes.
–Enterado. Váyase
acercando. Zorro, no te vayas a pasar; es pasando el Smart, es una Pilot blanca,
una Pilot blanca como la que… la que traías –insistió El Benny.
Pero el sicario se
confundió en ese momento y respondió que la camioneta que estaba siguiendo no
era la Pilot a la que El Benny se refería.
–No, no, esa no es.
Es la que está en el semáforo, ¿verdad? –preguntó El Zorro.
–Es la de las placas
del parque (de Texas) –insistió El Lentes.
–Ok. Aquí le voy a
dar, nomás chéqueme a las abuelas (soldados). Ya me voy a bajar –comentó El
Zorro.
–¿Está polarizada la
camioneta? Si no, esa no es, ¡eh, carnal! –le advirtió El Benny.
–¡Nel, carnal! Esta
no es una Pilot, es una Toyota. Está polarizada pero original –insistió El
Zorro.
–Si no está
polarizada, no es, ¡eh, carnal! No es, no es, no es –reiteró El Benny.
–Ahí te voy a decir
cómo es el 19 (hombre). No es la que me estás diciendo. Este bato, haz de
cuenta tu estampa, haz de cuenta tú –le contestó El Zorro.
–No, pos de todos
modos dale al güey y luego trucha para cuando salga la otra –ordenó El Benny.
–Bueno, ahí le voy a
dar pues al pinche becerro, pa’ que me cuide bien porque voy a salir por el
River Side rumbo a Sunland Park.
El Lentes iba a unos
metros de distancia del Zorro y los Redelfs. Su trabajo es cuidar al sicario y
apoyarlo en caso de algún problema.
–Pendientes, porque
en la Costa Rica lo voy a cachar –dijo El Zorro.
Luego de una pausa,
agregó:
–Está en verde el
pinche semáforo.
–Adelante. No se te
vaya a ir, Zorro –insistió El Benny.
–No, aquí lo traigo.
Nomás que alguien se pare atrás para que lo encajonen. Me voy a parar de
chingazo y me lo encajonan.
–Aquí me le voy a
poner atrás –respondió El Lentes.
–Aquí lo agarro…
El Popeye, quien
seguía a la camioneta donde viajaban Jorge Salcido y sus tres hijos, se sumó a
la conversación. Reportó que circulaba detrás del vehículo por la avenida
Plutarco Elías Calles; la esposa de Salcido iba unos metros atrás, en su propio
auto, dijo.
–Viene un infante,
¿no hay bronca? –preguntó El Popeye.
–No, pos trucha
nomás con el infante, güey. Aquí está el bato encima de la Pilot. Trucha con el
chavito nomás –comentó El Benny.
En ese momento El
Popeye alcanzó a la Honda Pilot blanca y disparó hacia el conductor. Como la
camioneta se detuvo, el sicario aprovechó para rematarlo. Idahlí bajó de su
auto y gritó que dejara de disparar: “¡Mis hijos están atrás!”.
Minutos después, El
Popeye habló por el radio de comunicación:
–Aquí vamos, ya
quedó. Ahí quedó ya.
–Ya está. Váyase
como le dije, no se vaya directo –corta El Benny.
Los radios de
comunicación quedaron en silencio por unos minutos.
La familia Redelfs
se dirigía a su casa en El Paso, e intentó tomar un retorno sobre la avenida
Heroico Colegio Militar, rumbo al Puente Internacional Paso del Norte.
Poco antes de
llegar, El Zorro se emparejó a la Toyota blanca y comenzó a disparar contra
Lesley, quien iba en el asiento del copiloto. Arthur aceleró pero metros
adelante El Zorro dio alcance a la camioneta y descargó 11 tiros contra Arthur.
En el asiento trasero iba la hija de Arthur y Lesley.
Sin control, la
Toyota se impactó con el auto de un joven que en ese momento apareció detrás de
la presidencia municipal de Ciudad Juárez.
Los radios de
comunicación se reactivaron:
–¡Ya estuvo, ahí
quedó en la presidencia. Ahí quedó. Le corrió el güey, pero lo alcancé!
–exclamó El Zorro.
El testigo “EQ”
Meses después, el 26
de noviembre de 2010, al filo de las 20:00 horas, se escuchó la voz de un
hombre en un radio de comunicación: “¡Ahí traen jodido al 51 los federales; lo
están rodeando…!”.
Arturo Gallegos
Castrellón estaba a punto de ser arrestado por la Policía Federal en un
operativo coordinado desde territorio estadunidense en el que también
participaban mexicanos.
La DEA contaba con
un radio conectado a las frecuencias por las que se comunicaban los miembros
del Cártel de Juárez y los del Barrio Azteca. La agencia federal antidrogas
podía escuchar los planes, así como los ataques, negocios e intentos de fuga
del Benny y sus colaboradores en tiempo real.
Logró interceptar
los diálogos de ambas organizaciones criminales gracias a un ingeniero en
telecomunicaciones identificado con el alias EQ, quien se convirtió en testigo
protegido durante el juicio contra Gallegos Castrellón. Sus declaraciones
fueron claves para incriminarlo. Con base en su testimonio en la Corte Federal
del Paso, Texas, el reportero pudo reconstruir el siguiente episodio.
En enero de 2010, el
ingeniero Sergio Arreola, propietario de la empresa de telecomunicaciones Rio
Grande Wirless, del estado de Chihuahua, presentó a EQ con su sobrino Jaime Bon
Arreola, también ingeniero en telecomunicaciones. El propósito era que ambos
fueran juntos a la ciudad de Chihuahua a una conferencia sobre una nueva
tecnología digital para los radios de comunicación que encriptaba la
información transmitida para evitar filtraciones, auspiciada por las empresas
Cellular Integrated Services Company (Ciscom) y Kenwood.
Al final de la
conferencia, Bon Arreola invitó a EQ a un negocio: “Me pidió que instalara todo
el sistema de radiocomunicación para una empresa de guardias de seguridad privada”,
relató EQ en una de las audiencias del juicio contra Gallegos Castrellón.
En marzo de 2010 EQ
instaló dos antenas repetidoras en el Cerro Bola de Ciudad Juárez; al mes
siguiente ya había programado 60 radios de comunicación divididos en dos
grupos: del 1 al 30 en el canal 1; y del 51 al 80 en el canal 2. Todas las
operaciones se hicieron mediante la empresa Río Grande Wireless.
Jaime Arreola le dio
a EQ los alias y los códigos utilizados para encriptar las conversaciones de
los miembros de Barrio Azteca y de La Línea, brazo armado del Cártel de Juárez.
Según EQ, durante
los cuatro años que trabajó para Arreola escuchó alrededor de 7 mil horas de
conversaciones sobre las actividades de Barrio Azteca y La Línea.
“Escuché asesinatos,
levantamientos, quemados, decapitados, pagos a la policía, movimiento de
mercancía…”, dijo EQ.
El primer grupo de
radios lo asignó a los líderes de La Línea; el segundo, a los de Barrio Azteca.
A Gallegos Castrellón se le asignó el número 51.
El 15 de julio de
2010 por la tarde EQ regresaba de El Paso a Ciudad Juárez cuando escuchó un
mensaje en su aparato de comunicación: “Muy bien, muy bien, para que aprendan
los pinches marranos. Buen trabajo. Y guárdense porque van a andar como
perros”.
Un canal de noticias
local había grabado la explosión de un coche bomba en el centro de Ciudad
Juárez. Arreola explicó por teléfono a EQ el incidente: el artefacto lo fabricó
un hombre identificado como El Lince, residente de la ciudad de Chihuahua y
experto en explosivos, le dijo.
Con ayuda del Lentes
y tres hombres, El Lince introdujo explosivo C4, así como fertilizante,
tuercas, tornillos y canicas en un automóvil robado. Instaló un sistema de
detonación que podía activarse mediante una llamada desde un radio de
comunicación.
El Lentes condujo el
automóvil hasta dicha intersección, donde además dejó el cuerpo sin vida de un
hombre vestido de policía con el propósito de atraer a más agentes y detonar el
artefacto cuando llegaran.
La televisora
proyectaba las imágenes de un uniformado tirado sobre la banqueta en las calles
Bolivia y 16 de Septiembre, mientras dos paramédicos y un doctor voluntario lo
atendían. Varias camionetas de la policía estatal y federal se habían reunido
en la zona cuando de pronto el destello de la explosión iluminó toda la
pantalla.
Al ver la explosión
en los noticiarios, EQ se asustó. Se dio cuenta, según expuso en la Corte de El
Paso, del “nivel de criminalidad que habían alcanzado los integrantes del
Barrio Azteca”. Decidió avisar a las autoridades mexicanas. Se presentó en las
instalaciones de la Procuraduría General de la República en la entidad, en las
de la Policía Federal y en las del Ejército pero en ningún lugar le hicieron
caso.
Luego acudió al
consulado de Estados Unidos en Ciudad Juárez. Urdió una estratagema para llamar
la atención de los funcionarios; les dijo que una bomba sería puesta en el
inmueble en los próximos días. Finalmente le hicieron caso y aprovechó para dar
información sobre el atentado con el coche bomba y los asesinatos de los funcionarios
consulares en marzo de 2010.
Las autoridades
estadunidenses lo sometieron a la prueba del polígrafo. EQ la aprobó. A partir
de entonces la DEA infiltró a La Línea y a Barrio Azteca. EQ entregó a la
agencia un radio conectado a las dos organizaciones, así como grabaciones
previas al atentado con el coche bomba. Incluso aceptó utilizar micrófonos
pegados a su cuerpo para escuchar sus conversaciones con los líderes de Barrio
Azteca.
Así, la DEA pudo
conocer en tiempo real los miles de asesinatos cometidos en Ciudad Juárez por
los sicarios de las bandas, e incluso de un segundo atentado con un coche bomba
que no detonó debido a un error técnico. Las autoridades mexicanas aseguran que
la agencia estadunidense nunca les avisó sobre los datos a los que tuvo acceso.
Optó por apoyarse en
el Buró Federal de Investigación (FBI, por sus siglas en inglés) y comenzó a
arrestar, uno por uno, a los 35 implicados en el homicidio de Arthur y Lesley
Redelfs y de Jorge Salcido. Los agentes comenzaron por los sicarios de los
rangos más bajos hasta llegar al Benny y poco después con El Diego.
La tarde del 26 de
noviembre de 2010, Alberto Núñez, Fresa, uno de los sicarios de Barrio Azteca,
esperaba frente a un fraccionamiento privado la salida de un hombre que
Gallegos Castrellón había ordenado asesinar. Sin embargo, la Policía Federal lo
aprehendió antes de que actuara. EQ sabía que Fresa era de las pocas personas
que contaba con la ubicación exacta de Gallegos Castrellón; también, que era el
último eslabón de la cadena de criminales buscados por la DEA.
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