27 abr 2014

Detalles previo a la Misa de canonización


Juan XXIII y Juan Pablo II ya son santos
IACOPO SCARAMUZZI
Vatican Insider, CIUDAD DEL VATICANO
 “Beatos Ioannem XXIII et Ioannem Paulum II Sancots esse decernimus et definimus, ac Sanctorum Catalogo adscribimus…”. 
Eran las 10:15 hrs. cuando Papa Francisco declaró santos a Juan XXIII y a Juan Pablo II. En la Plaza San Pedro estaba lloviznando, la multitud estaba en silencio. Para subrayar la gravedad de la decisión, el cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación de los Santos, se dirigió en tres ocasiones al Papa con tres “petitiones” para pedirle la canonización de sus dos predecesores. «Para honor de la Santísima Trinidad, para la exaltación de la fe católica y el incremento de la vida cristiana, con la autoridad de nuestro Señor Jesúcristo, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y Nuestra, después de haber  reflexionado largamente, invocada tres veces la ayuda divina y escuchado el parecer de muchos de Nuestros Hermanos en el Episcopado, declaramos y definimos Santos –fue la respuesta del Pontífice en latín– a los Beatos Juan XXIII y Juan Pablo II, y los inscribimos en el elenco de los Santos y establecemos que en toda la Iglesia ellos sean devotamente honrados entre los Santos». Un aplauso atravesó la marea humana de peregrinos extendida por las calles de Roma.

 Los dos Papas son santos. En el atrio de la Basílica vaticana, otros dos Pontífices están presentes. Benedicto XVI llegó poco antes de que comenzara la Misa. Vestido con los mismos paramentos litúrgicos, de color blanco simple, de los demás cardenales que se siguieron, se movía con pasos pequeños. Desde la multitud, que observa desde cerca el evento gracias a las mega-pantallas, se eleva un aplauso. A su lado esta mons. Georg Gaenswein, su secretario y Prefecto de la Casa Pontificia. Hasta entonces Gaenswein había estado recibiendo a los reyes, presidentes y mandatarios que participan en la celebración: el primer ministro italiano Matteo Renzi, acompañado por su esposa, el francés Manuel Valls, los reyes de Bélgica y España, el anicano y polémico presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, la cúpula de la Unión Europea (José Manuel Barroso e Herman Van Rompuy),  el primer ministro irlandés, Enda Kenny, el presidente libanés, Michel Sleiman,  el polaco Bronislaw Komorowksi, el presidente de Hungría, Janos Ader…
 Cuando llegó Ratzinger se sentó a la izquierda del altar, en el sector reservado a los purpurados; saludó desde lejos, se puso lentamente las gafas y abrió el libreto de la Misa. 
Antes de que los cardenales, formados, fueran a saludarlo (alguno incluso le besó la mano), el cardenal Roger Etchegaray, vice-decano del colegio cardenalicio, se entretuvo con él algunos instantes. También se le acercó Sor Tobiana, histórica colaboradora de Papa Juan Pablo II. Mons. Gaenswein recibió después al presidente italiano Giorgio Napolitano, acompañado por su esposa, la señora Clío, y los invitó a saludar al Papa emérito. Mientras tanto, Francisco llega al lugar, cerrando la breve procesión de los cardenales. Nuevos aplausos. Bendice el altar con el incienso y después se dirige, después de todos los cardenales, a saludar a su predecesor.
 Joseph Ratzinger se levanta y se abrazan. 
La multitud aplaude.


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