Se canoniza a la
persona, no las decisiones del Pontificado
Frente a las
polémicas sobre la canonización de Papa Wojtyla, respondió, de alguna manera,
él mismo hace 14 años, en ocasión de la beatificación de Pío IX y Juan XXIII
ANDREA TORNIELLI
VATICAN INSIDER, CIUDAD DEL VATICANO
El domingo 3 de
septiembre de 2000, al celebrar la ceremonia para la proclamación de cinco
nuevos beatos (dos de los cuales eran Papas: Mastai Ferretti y Roncalli), Juan
Pablo II pronunció palabras que son muy actuales hoy. Wojtyla dijo que «la
santidad se vive en la historia, y ningún santo está exento de las limitaciones
y los condicionamientos propios de nuestra humanidad». Añadió que «al
beatificar a un hijo suyo, la Iglesia no celebra opciones históricas
particulares realizadas por él; más bien, lo propone como modelo a la imitación
y veneración por sus virtudes, para alabanza de la gracia divina que
resplandece en ellas». Expresiones con las que se respondía a las polémicas
relacionadas con la beatificación de Pío IX y con las decisiones que tomó durante los años del Resurgimiento italiano.
Juan Pablo II
subrayó que con la beatificación, «es precisamente su santidad lo que
reconocemos hoy: santidad que es
relación profunda y transformadora con Dios, construida y vivida en el
compromiso diario de adhesión a su voluntad». Pero sin que esto quisiera decir
«beatificar» (o «canonizar») todas las decisiones que el futuro beato o santo
tomó, dado que ningún santo «está exento de las limitaciones y los
condicionamientos propios de nuestra humanidad».
Papa Wojtyla no
podía imaginarse que esas expresiones, con las que respondió indirectamente a
los que continuaban considerando controvertido el comportamiento de Pío IX,
podrían ser aplicadas hon en día a su figura. No han faltado en los últimos
días comentarios críticos sobre algunos aspectos del Pontificado de Wojtyla, en
particular vinculados con la gestión de las finanzas (el siempre presente IOR)
y al escandaloso caso del padre Marcial Maciel Degollado, el religioso fundador
de los Legionarios de Cristo que abusaba de sus seminaristas y que tenía una
doble vida.
En particular sobre
este último caso, la rapidez del proceso de beatificación no ha permitido
afrontar de manera profunda cada uno de los aspectos de la historia y de los
vínculos que se instauraron entre el mismo Maciel con varios personajes del
entorno wojtyliano. Pero sería un error pensar que la canonización, es decir el
reconocimiento por parte de la Iglesia de que la persona elevada a los altares
vivió santamente y que hoy se encuentra con Dios, representa también la
canonización de todo lo que hizo, de las decisiones tomadas. Sobre todo frente
a un Pontificado tan largo como el del ya casi “san” Juan Pablo II.
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