Fuego
cruzado diplomático sobre Turquía/Ana Palacio, exministra de Asuntos Exteriores y exvicepresidenta primera del Banco Mundial, es miembro del Consejo de Estado de España.
Project
Syndicate | 27 de noviembre de 2015…
El
derribo por Turquía del caza ruso podría abrir un nuevo frente en la escalada
de violencia que asola a Siria, y dar al traste con las expectativas de
acercamiento entre Rusia y Occidente surgidas tras la masacre de París. Con los
presidentes de Rusia –Vladimir Putin– y de Turquía –Recep Tayyip Erdogan–
enredados en fintas verbales, y ante la escalofriante posibilidad de un
escenario más grave, la Unión Europea no debe escatimar esfuerzos para
racionalizar su relación con Turquía.
Antes
de la embestida terrorista, Erdogan parecía tener las riendas de esta relación.
El mes pasado, los dirigentes europeos, abrumados por la crisis de los
refugiados, aprobaron un plan de acción conjunta por el que a cambio de la
cooperación de Turquía en su contención, comprometían fondos, liberalización de
visados y –significativo– retomar las negociaciones sobre su adhesión a la
Unión.
Todo
ello benefició a Erdogan en su campaña para las elecciones generales del 1 de
noviembre pasado: tanto el plan de acción como la posterior visita de Merkel a
Estambul se percibieron en Turquía como apoyos de facto a su presidente en
funciones. Y, tras los comicios en los que el Partido de la Justicia y el
Desarrollo (AKP) de Erdogan recuperó una holgada mayoría parlamentaria, la
reciente Cumbre del G20 en Antalya debía consagrar el retorno triunfal de
Erdogan al escenario global. Pero los acontecimientos frustraron este elaborado
programa.
Con
las relaciones de su país con Rusia en el punto de mayor tensión desde el final
de la Guerra Fría, con una composición de fuerzas sobre el terreno en Siria
–indispensables para la derrota del Estado Islámico– inquietante para los
intereses de Turquía, y con la amenaza directa del EI –patente desde el doble
atentado suicida del mes pasado en Ankara–, la vulnerabilidad de Erdogan es
notoria. Además, frente a la ventajosa posición de ambigüedad estratégica que
Turquía adoptó cuando la anexión de Crimea por Rusia en 2014 quebró las
relaciones entre Occidente y el Kremlin, hoy el derribo del caza ruso y su
obstinada oposición a al Asad en cualquier negociación, agravan esta situación.
Por último, mientras Francia rehúye de la OTAN para coaligar la respuesta
internacional al EI, el enfoque turco de tolerancia cero hacia la intrusión en
su espacio aéreo ha tensado las relaciones entre Rusia y la Organización del
Tratado Atlántico. En este contexto, la actitud de la UE es trascendental.
Aunque
Turquía mantiene cierta ventaja negociadora frente a la UE –el flujo de
refugiados todavía representa un reto de calado para Europa–, hoy ambas partes
se encuentran en auténtico estado de necesidad, sin poder permitirse que la
situación, ya de por sí volátil, se complique más aún. Y esto ha de quedar
plasmado en la próxima cumbre del día 29.
Frente
al necesario apoyo real por parte de Turquía en materia de inmigración y
terrorismo, la Unión debe comprometerse en el establecimiento de garantías
creíbles para evitar que las potenciales zonas de seguridad del norte de Siria
–esenciales para contener los flujos migratorios y comenzar a estabilizar el
país– amenacen la seguridad interna de Turquía. Asimismo, Europa junto con
EE.UU. tienen la responsabilidad de utilizar todos los recursos a su
disposición para evitar la escalada entre Rusia y Turquía, y deben dejar claro
al gobierno turco que no contemplan el respaldo al Asad más allá de
–eventualmente– un primer período de pacificación y transición en Siria.
Turquía
debe ampliar sus miras. Los acontecimientos en su frontera sur trascienden la
cuestión kurda: la estabilidad de toda la región está en juego. La rotunda
victoria del AKP en las recientes elecciones brinda una buena oportunidad al
gobierno para asumir el liderazgo regional que le corresponde y volcar su
atención en la resolución de los problemas de su dilatado entorno, en lugar de
perseguir una agenda limitada a planteamientos romos.
Para
hacer frente a los retos más acuciantes de hoy, Turquía y la UE deben
comprometerse con la construcción de una alianza fundada en intereses comunes
como la seguridad, que supere los acuerdos transaccionales de respuestas
vaporosas a cuestiones puntuales, con la buena fe rigiendo las negociaciones
del proceso de adhesión.
La
cumbre UE-Turquía es importante. Ahora, más que nunca, sobre la Unión Europea y
Turquía recae la responsabilidad de actuar de consuno antes de que esta ya
execrable situación empeore.
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