Vatican Insider, 11/27/2015
El
Papa en la periferia de Nairobi: ustedes practican valores que no cotizan en la
Bolsa
El
"slum" de Kangemi(©Reuters)
Francisco
visita Kangemi, en donde viven más de cien mil personas sin servicios ni drenaje:
no se puede «desconocer la atroz injusticia de la marginación urbana. Son las
heridas provocadas por minorías que concentran el poder, la riqueza.
Comprometámonos juntos para que toda familia tenga un techo digno, tenga acceso
al agua potable, tenga un baño, tenga energía segura para iluminarse, cocinar,
para que puedan mejorar sus viviendas»
Nota de ANDREA
TORNIELLI
ENVIADO
A NAIROBI
«En
verdad, me siento como en casa compartiendo este momento». Papa Francisco, en
el último día de su visita en Kenya recorre la pequeña calle de Kagemi, una de
las zonas más pobres de Nairobi, situada en un pequeño valle que colinda con
otras zonas pobres. Aquí viven más de cien mil personas sin una red de drenaje
y sin servicios, en viviendas fabricadas con láminas y madera. El encuentro se
lleva a cabo en la Iglesia de San José Trabajador, de la que se ocupan los
jesuitas. Hay muchos niños sentados en el suelo. Bergoglio saluda a los
enfermos en silla de ruedas, pide que lo bendiga un sacerdote en silla de
ruedas.
El
Papa escucha los saludos de una de los habitantes del «slum», Pamela Akwede,
que le recuerda que el 60% de la población de Nairobi vive en estas zonas
pobres, que ocupan solamente el 5% del área de la ciudad. La gente aquí
«sobrevive con menos de un dólar al día. Hay focos de cólera, especialmente a
principios de este año». Mientras sor Mary Killeen recuerda que se necesita una
mayor presencia de religiosos en los barrios pobres.
Francisco,
cuando era arzobispo de Buenos Aires, mandó a muchos sacerdotes a vivir a las
«villas miseria», y está visiblemente contento: «En verdad, me siento como en
casa compartiendo este momento con hermanos y hermanas que, no me avergüenza
decirlo, tienen un lugar preferencial en mi vida y opciones». Pero antes de
«denunciar las injusticias que sufren» los habitantes de los «slums», Bergoglio
habla sobre la «sabiduría de los barrios populares», de esos «valores
evangélicos que la sociedad opulenta, adormecida por el consumo desenfrenado,
pareciera haber olvidado».
«Ustedes
—dice el Papa— son capaces de tejer lazos de pertenencia y de convivencia que
convierten el hacinamiento en una experiencia comunitaria donde se rompen las
paredes del yo y se superan las barreras del egoísmo». Y cita valores como «la
solidaridad; dar la vida por otro; preferir el nacimiento a la muerte; dar un
entierro cristiano a sus muertos. Ofrecer un lugar para el enfermo en la propia
casa; compartir el pan con el hambriento», porque «donde comen 10 comen 12»,
explica Francisco citando un documento de los sacerdotes argentinos
comprometidos en las «villas miseria». «Valores que se sustentan en que cada
ser humano es más importante que el dios dinero. Gracias por recordarnos que
hay otro tipo de cultura posible. Quisiera reivindicar en primer lugar estos valores
que ustedes practican, valores que no cotizan en Bolsa, valores con los que no
se especula ni tienen precio de mercado».
Después
de haber recordado que «el camino de Jesús comenzó en las periferias, va desde
los pobres y con los pobres hacia todos», el Papa dijo que no se puede «de
ninguna manera, desconocer la atroz injusticia de la marginación urbana. Son
las heridas provocadas por minorías que concentran el poder, la riqueza y
derrochan con egoísmo, mientras crecientes mayorías deben refugiarse en
periferias abandonadas, contaminadas, descartadas».
«Vemos
la injusta distribución del suelo (tal vez no en este barrio pero sí en otros)
—continúa el Pontífice—, que lleva en muchos casos a familias enteras a pagar
alquileres abusivos por viviendas en condiciones edilicias nada adecuadas.
También sé del grave problema del acaparamiento de tierras por parte de
‘desarrolladores privados’ sin rostro, que hasta pretenden apropiarse del patio
de las escuelas de sus hijos».
Un
problema grave, subraya Francisco, es «la falta de acceso a infraestructuras y
servicios básicos. Me refiero a baños, alcantarillado, desagües, recolección de
residuos, luz, caminos, pero también a escuelas, hospitales, centros
recreativos y deportivos, talleres artísticos». Sobre todo falta agua potable,
«un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la
sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de
los demás derechos humanos. Este mundo tiene una grave deuda social con los pobres
que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el derecho a la
vida radicado en su dignidad inalienable. Negarle el agua a una familia, bajo
cualquier pretexto burocrático, es una gran injusticia, sobre todo cuando se
lucra con esta necesidad».
Bergoglio
alude también a la violencia que se difunde y a las «organizaciones criminales,
al servicio de intereses económicos o políticos, utilizan a niños y jóvenes
como ‘carne de cañón’ para sus negocios ensangrentados. También conozco los padecimientos
de las mujeres que luchan heroicamente para proteger a sus hijos e hijas de
estos peligros. Pido a Dios que las autoridades asuman junto a ustedes el
camino de la inclusión social».
Todo
esto no es el resultado de «una combinación casual de problemas aislados.
Incluso son una consecuencia de nuevas formas de colonialismo que pretende que
los países africanos sean ‘piezas de un mecanismo y de un engranaje
gigantesco’. No faltan, de hecho, presiones para que se adopten políticas de
descarte, como la de la reducción de la natalidad, que pretenden ‘legitimar el
modelo distributivo actual, donde una minoría se cree con el derecho de
consumir en una proporción que sería imposible generalizar’».
Por
ello, insiste Francisco, hay que «retomar la idea de una respetuosa integración
urbana. Ni erradicación, ni paternalismo, ni indiferencia, ni mera contención.
Necesitamos ciudades integradas y para todos. Necesitamos superar la mera
proclamación de derechos que en la práctica no se respetan, concretar acciones
sistemáticas que mejoren el hábitat popular y planificar nuevas urbanizaciones
de calidad para albergar a las futuras generaciones». El Papa hace un llamado a
«todos los cristianos, en particular a los pastores, a renovar el impulso
misionero, a tomar la iniciativa frente a tantas injusticias, a involucrarse
con los problemas de los vecinos, a acompañarlos en sus luchas».
«Sé
que hacen mucho», reconoce Bergoglio, «pero les pido que recuerden que no es
una tarea más, sino tal vez la más importante, porque —como explicaba Benedicto
XVI— ‘los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio’». «Recemos,
trabajemos y comprometámonos juntos —concluyó Papa Francisco— para que toda
familia tenga un techo digno, tenga acceso al agua potable, tenga un baño,
tenga energía segura para iluminarse, cocinar, para que puedan mejorar sus
viviendas... para que todo barrio tenga caminos, plazas, escuelas, hospitales,
espacios deportivos, recreativos y artísticos; para que los servicios básicos
lleguen a cada uno de ustedes; para que se escuchen sus reclamos y su clamor de
oportunidades; para que todos puedan gozar de la paz y la seguridad que se
merecen conforme a su infinita dignidad humana».
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Papa
Bergoglio llega a Uganda(©Ap)
Francisco
fue recibido por el presidente Yoweri Museveni; elogió al país por acoger a los
refugiados y criticó la «globalización de la cultura del descarte»
Es
necesario «garantizar una buena y transparente gestión pública, un desarrollo
humano integral, una amplia participación en la vida nacional, así como una
distribución racional y justa de los bienes que el Creador ha otorgado con
abundancia a estas tierras». Lo dijo Papa Francisco en su primer discurso en
Uganda, segunda etapa de su viaje africano, después de Kenya y antes de la
República Centroafricana, a donde viajará el próximo domingo. Poco antes de las
17 (hora local), Francisco dirigió un discurso a las autoridades ugandesas,
guiadas por el presidente Yoweri Museveni, y al cuerpo diplomático presente en
el país, en el salón de conferencias de la State House di Entebbe.
«
Mi visita a su país —explicó el Papa— está orientada, sobre todo, a conmemorar
el quincuagésimo aniversario de la canonización de los mártires de Uganda por
mi predecesor, el Papa Pablo VI. Aunque espero que mi presencia aquí sea vista
también como un signo de amistad, aprecio y aliento a todo el pueblo de esta
gran nación. También nos recuerdan que, a pesar de nuestros diferentes credos y
convicciones, todos estamos llamados a buscar la verdad, a trabajar por la
justicia y la reconciliación, y a respetarnos, protegernos y ayudarnos unos a
otros como miembros de una única familia humana. Estos altos ideales son
especialmente importantes en hombres y mujeres, como ustedes, que han de
garantizar una buena y transparente gestión pública, un desarrollo humano
integral, una amplia participación en la vida nacional, así como una
distribución racional y justa de los bienes que el Creador ha otorgado con
abundancia a estas tierras».
«Mi
visita pretende también llamar la atención sobre África en su conjunto —añadió
el Pontífice—, sus promesas, sus esperanzas, sus luchas y sus logros. El mundo
mira a África como al continente de la esperanza. En efecto, Uganda ha sido
bendecida por Dios con abundantes recursos naturales, que ustedes tienen el
cometido de administrar con responsabilidad. Pero, sobre todo, la nación ha
sido bendecida en su gente: sus familias fuertes, sus jóvenes y sus ancianos.
Espero con alegría reunirme mañana con los jóvenes, para dirigirles palabras de
aliento y desafío. Qué importante es ofrecerles esperanza, oportunidades de
educación y empleo remunerado y, sobre todo, la oportunidad de participar
plenamente en la vida de la sociedad. Pero también quisiera mencionar la
bendición que ustedes tienen en las personas mayores. Ellas son la memoria viva
de todos los pueblos. Siempre hay que valorar su sabiduría y experiencia como una
brújula que consiente a la sociedad encontrar la dirección correcta para
afrontar los desafíos del presente con integridad, sabiduría y previsión».
En
el África Oriental Uganda ha demostrado, subrayó Francisco, «ha mostrado una
preocupación excepcional por acoger a los refugiados, para que puedan
reconstruir sus vidas con seguridad y con el sentido de la dignidad que
proporciona el ganarse el sustento mediante un trabajo honrado. Nuestro mundo,
atrapado en guerras, violencia, y diversas formas de injusticia, es testigo de
un movimiento de personas sin precedentes. La manera como los tratamos es una
prueba de nuestra capacidad de humanidad, de nuestro respeto por la dignidad
humana y, sobre todo, de nuestra solidaridad con estos hermanos y hermanas necesitados».
El Papa denunció la «globalización de la cultura del descarte» y concluyó su
discurso con la bendición de Dios en lengua local:«Mungu awabariki!».
El
encuentro fue presentado por el presidente Museveni, quien, para usar una
expresión utilizada por el portavoz vaticano, el padre Federico Lombardi, «está
gobernando el país con mano firme». El jefe de estado recibió a Francisco en el
cercano aeropuerto internacional y después se entretuvo con él en un coloquio
privado de casi una hora. Pocas horas antes de la llegada del Papa, el
parlamento ugandés aprobó una norma bastante controvertida sobre las
organizaciones no gubernamentales. Según los activistas, la ley «estrangulará»
cualquier forma de contestación contra el gobierno. «La ley fue aprobada por
unanimidad», dijo a la France Press la lideresa de la mayoría, Ruth Nankabirwa.
El presidente ugandés publicó en YouTube un mensaje de bienvenida para Papa
Francisco. «Que su visita pueda reforzar nuestro amor por el prójimo…
¡Bienvenido a Uganda, Su Santidad Papa Francisco!», expresó Museveni.
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