New
York Times y EPN/ Jorge G.Castañeda.
Milenio, 7 de enero de 2016..
Twitter:
@JorgeGCastaneda
El
virulento editorial de The New York Times contra la presidencia de Enrique Peña
Nieto ilustra tres verdades difícilmente refutables. El rotativo neoyorkino, al
que le he dado demasiada importancia y que sigue siendo el periódico más
influyente del mundo, centra su denuncia del Gobierno mexicano en tres casos:
la Casa Blanca, la fuga del Chapo y Ayotzinapa. En cada uno de ellos insiste en
los errores cometidos por el régimen mexicano, y subraya cómo han destruido el
legado de EPN al grado que no podrá hablarse de una presidencia con éxito sino
más bien fallida.
Las
tres verdades son las siguientes. Primera: los errores cometidos en el manejo
de las crisis no se han corregido, no se han olvidado y muchos no los han
perdonado. Son, en el caso de la Casa Blanca, encargarle a un colaborador y
amigo, carente de autonomía, la investigación del conflicto de interés; en el
caso del Chapo, no haber despedido al miembro del Gabinete responsable de la
fuga, cualquiera que ese fuera; en Ayotzinapa, no permitir que el GIEI hablara
con los militares del 27 Batallón acuartelados en Iguala esa noche. Estos tres
errores reaparecen en cada ocasión que los temas se tocan. No los borrará el
tiempo. El precio que Peña ha pagado por ellos sigue siendo elevadísimo.
Segunda
verdad: en el ámbito de las instituciones internacionales de un tipo o de otro,
la imagen de EPN, de su gobierno y de México como tal, además de ser
lamentable, se asocia directamente con estos acontecimientos. No se vincula a
las reformas estructurales ni a un inexistente éxito económico; las tres
desgracias se han vuelto acompañantes insustituibles de cualquier mención a
México en el mundo. ¿De qué ámbito se trata? De medios internacionales,
organizaciones no gubernamentales, cancillerías, bancos centrales y Ministerios
de hacienda, organismos internacionales tanto de derechos humanos como
financieros y políticos. En estos círculos, no es factible esperar que esta
versión cambie en lo que queda del sexenio. La mirada crítica que emane de
ellos en los años que siguen podrá ser más o menos estridente, certera,
distorsionada o demoledora, pero revertir esta impresión me parece imposible.
Tercera
verdad: es importante subrayar cómo ha retomado o silenciado este editorial de
NYT la prensa mexicana. No pude monitorear radio y televisión, pero de los
principales diarios del País, sólo Reforma dio la noticia del texto del NYT en
primera plana; Milenio no lo mencionó; La Razón, Excélsior y El Financiero
tampoco; y El Universal y La Jornada lo citaron en páginas interiores. He
sobreestimado la importancia de medios como NYT para países como el nuestro.
Pero de ahí a esta heterogeneidad hay un salto excesivo. Se puede explicar de
tres maneras: en los medios donde no apareció el editorial de marras, se decidió
que no revestía suficiente importancia para ser citado; en algunos medios el
gobierno hizo una labor eficaz para evitar su difusión; en otros, por tratarse
de principios de año, y la ausencia de algunos directivos, simplemente se pasó
por alto. Que cada quien escoja su explicación.
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