4 sept 2016

Las columnas políticas hoy, 4 de septiembre de 2016

 Las columnas políticas hoy, 4 de septiembre de 2016
Templo Mayor/ Reforma
ASÍ COMO en Estados Unidos republicanos y demócratas sacaron raja política de la reunión Peña-Trump, acá se anticipa algo similar.
 COMO GATOS relamiéndose los bigotes andan varios diputados y senadores de oposición ante la posibilidad de tener a tiro a los titulares de Hacienda, Luis Videgaray; de Segob, Miguel Ángel Osorio Chong, y de Relaciones Exteriores, Claudia Ruiz Massieu.
 Y ES QUE la glosa del Cuarto Informe de Gobierno será la ocasión ideal para citarlos a comparecer y cuestionarlos sobre el llamado "miércoles negro".

 PREPAREN las palomitas que el Canal del Congreso se va a poner mejor que el WrestleMania de la WWE.
VAYA REGAÑADA se llevaron ayer los liderazgos del PRI en Michoacán, entidad que perdieron tras el triunfo del perredista Silvano Aureoles el año pasado.
CUENTAN que en una reunión que sostuvieron con su dirigente nacional Enrique Ochoa, de plano les dijo que o se comprometían con el priismo o que mejor dejaran las filas tricolores.
A LO MEJOR es cierto que algunos priistas michoacanos acabaron quemados por acercarse demasiado al sol... azteca.
QUIEN reapareció ayer en Iztapalapa fue el ex delegado perredista Jesús Valencia, aquel que renunció al cargo luego de que se volcó en una camioneta propiedad de un constructor que tenía obra contratada con su administración.
LO VIERON en la Feria de la Enchilada y en la presentación gratuita de la ópera "Payasos" que hizo ayer el tenor Fernando de la Mora.

PERO cuentan que no fue nomás a comer y a divertirse, sino a tirar línea a sus huestes para que armaran un buen relajo en las elecciones vecinales de hoy para pegarle a la jefa delegacional Dione Anguiano. 
EL PLAN, dicen quienes oyeron algo de lo que decían los valencistas, es bloquear oficinas del INE para que no lleguen los materiales y no se instalen las casillas.
 SI resulta cierto quedará comprobado aquello de que el peor enemigo de un perredista es... ¡otro perredista!
 EL MOVIMIENTO del SME que comanda Martín Esparza terminó igual que como empezó casi 7 años después... al menos en lo futbolístico.
 EL 10 DE OCTUBRE de 2009, día en el que fue requisada Luz y Fuerza del Centro, México le ganó a El Salvador 4-1 y amarró su pase al Mundial de Sudáfrica 2010.
 Y EL VIERNES, justo cuando los integrantes del SME encendían la planta eléctrica que les regaló el gobierno para convertirlos en empresarios, el Tri volvió a jugar con El Salvador en partido eliminatorio y le ganó de nuevo, ahora 3-1.
 ¡QUÉ coincidencia!
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  Frentes Políticos/Excelsior
I.   Importancia. Tras un vuelo de 18 horas, Enrique Peña Nieto, el Presidente de México, llegó a China para participar en la cumbre del G20, donde se reunirá con algunos líderes mundiales. El titular del Ejecutivo y su esposa, Angélica Rivera, arribaron a Hangzhou, China; fueron recibidos por Julián Ventura y Qiu Xiaoqi, embajadores en China y México, respectivamente. Hoy domingo será recibido por su homólogo Xi Jinping. A la cumbre asisten mandatarios de varios países, entre ellos, Estados Unidos, Rusia, Francia, India y Japón. Lograr un sistema financiero más estable, resistente y transparente es su meta. Política de altura. Necesaria y oportuna.
 II.  ¿Suavecitos? Maestros disidentes votaron suspender el paro de labores emprendido al inicio del ciclo escolar, el 22 de agosto pasado, en protesta por la implementación de la Reforma Educativa que, según reiteran, va en contra de sus derechos gremiales. No dejarán de movilizarse. Sólo adelgazarán los contingentes. Por lo pronto, acordaron “realizar un cambio de modalidad, de masivo a representativo, con la consigna de trabajar y luchar”. Sus protestas ahora serán con el 20% de los agremiados en Oaxaca y 10% en la Ciudad de México. El resto dará clases. Qué bueno, pues para eso les pagan. Mientras tanto, en Chiapas, los maestros no dejan de vandalizar con bloqueos a plazas comerciales. Y siguen impunes.
 III. Pérdida de tiempo. A los partidos políticos de todo el mundo se les identifica por sus colores. En México no pasa inadvertido que el verde, blanco y rojo son del PRI; el azul y blanco del PAN, el amarillo del PRD o el rojo y amarillo del PT. Ahora, por un acuerdo entre todos los partidos, el Congreso y el Instituto Nacional Electoral, los colores se podrían desvanecer porque preparan un pronunciamiento nacional para que las autoridades y los servidores públicos se abstengan de usar los colores de sus partidos en edificios y bienes públicos, como automóviles. ¿Prohibir colores en qué ayuda? Sean serios. Suena a demagogia de la más barata. ¿A estas alturas?
 IV. Conveniencias. Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno de la Ciudad de México, afirmó que hacia las elecciones de 2018 la izquierda mexicana deberá buscar agruparse para competir por la Presidencia de la República y no se descartó para encabezar esa alianza. Dijo que es necesario crear un polo progresista que plantee una nueva forma de abordar el desarrollo del país. “No pensaría necesariamente en una alianza con el PAN, yo creo que el PRD tiene también otras fuerzas que siempre lo han acompañado, grupos ávidos de participar en un proyecto en el que ellos también sean escuchados”. Nada mal ponerse en los titulares. No tardan en arrancar las campañas virtuales para la sucesión en Los Pinos. En política, madrugar nunca ha sido malo.
 V.  Afinados. Después del encuentro nacional de diputados del sol azteca en Morelia, Michoacán, los perredistas salieron fortalecidos. “Legisladores del PRD cerramos filas para que desde los Congresos estatales trabajemos para mitigar la problemática que vive la gente”, aseguró Alejandra Barrales, líder nacional del PRD. “Lo que pasa hoy en el país nos obliga a estar abiertos a la crítica, al diálogo y a la discusión, para solucionar los problemas”, admitió. Tras agradecer a Silvano Aureoles, el gobernador de Michoacán, por la hospitalidad, Barrales aseguró que se trató de “un gran encuentro, de compromiso, diálogo y participación”. A ver cuánto tiempo le dura la sonrisa. La división persiste.
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Columna La estación/GERARDO GALARZA
Excelsior
Cuando estábamos peor
Con todo y su constitucional división de tres poderes de la Unión (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), sépase que el sistema político mexicano siempre ha sido y es un sistema presidencialista. En México, el Presidente de la República es jefe de Estado, jefe de gobierno y jefe del partido en el poder.
En el argot priista de siempre, ayer y hoy, y para los miembros de ese partido el Presidente de la República es líder nato, faro de la política nacional, líder único e indiscutible, dueño y señor de los tiempos y los vientos políticos y ahora como antes esperan a que designe al candidato presidencial del PRI, facultad clave en el absolutismo presidencial mexicano cuando esa designación equivalía, apenas hace 22 años, a la obtención de la Presidencia de la República.
Ese absolutismo presidencial consagró al 1º de septiembre, día de la apertura de sesiones ordinarias del Congreso de la Unión, como el Día del Presidente, ya que el titular del Poder Ejecutivo asistía como muestra de cortesía y colaboración entre los Poderes de la Unión a ese inicio y también por la obligación constitucional de informar a diputados y a senadores y a todos los mexicanos del estado de la nación.
El servilismo priista convirtió ese acto, en su origen democrático y de rendición de cuentas, en una ceremonia faraónica, fastuosa, entreguista, alejada de la práctica republicana y más cercana de las de una dictadura, porque hasta en los sistemas monárquicos hay límites.
Simbólicamente el derrumbe de la figura presidencial mexicana —que no del presidencialismo— comenzó poco después de las once de la mañana del jueves 1º de septiembre de 1988, cuando el diputado Jesús Luján, del Partido Popular Socialista y miembro de la bancaba del Frente Democrático Nacional (FDN), intentó interpelar al presidente Miguel de la Madrid durante la lectura de su Sexto Informe de Gobierno. “Una pregunta, señor Presidente”, gritó el diputado, puesto de pie, desde su curul, y con ella desató lo que en esos tiempos se conocía como un herradero legislativo; luego una veintena de legisladores imitó su ejemplo y todos los opositores, incluidos los del PAN, protestaron a lo largo de esa sacrosanta liturgia política mexicana. Del monólogo se pasó al griterío, sin pasar por el diálogo, describió entonces el periodista Elías Chávez, sin saber que ése iba a ser el futuro nacional.
Días después, optimistas los líderes panistas Abel Vicencio Tovar, Bernardo Bátiz y José Ángel Conchello, entrevistados por el reportero Pascal Beltrán del Río, decían que los hechos políticos de aquel año —las elecciones del 6 de julio, los colegios electorales e informe presidenciales— serían “una pequeñez” frente al futuro de la democracia en México, que lo vislumbraban luminoso. Heberto Castillo, candidato presidencial declinante en favor de Cuauhtémoc Cárdenas y viejo luchador demócrata, le decía al reportero Óscar Hinojosa que el poder político estaba al alcance de las manos de la oposición de izquierda, si no había sectarismo.
 Vicencio, Bátiz, Conchello y Castillo tuvieron razón, como muchos mexicanos más, en su pronóstico de los triunfos opositores, pero erraron en su previsión de un porvenir luminoso de la democracia en México.
 En resumen, el poder absoluto sigue en manos del Presidente de la República, aunque la figura presidencial, su investidura, se haya deteriorado y vulgarizado hasta el desprestigio del hazmerreír, al igual que las de los miembros del Congreso. Sólo hay que recordar que en el año 2002, un grupo de vándalos (ojo, señores de la Conapred: antes de emitir cualquier “medida precautoria” tomen en cuenta que el escribidor utiliza la palabra vándalo como sustantivo, no como adjetivo) irrumpió en la Cámara de Diputados montados en caballos, como “prueba” del, digamos, nuevo espíritu democrático.
 Hoy, desde hace diez años, el Presidente de la República no puede asistir a la republicana ceremonia de apertura de sesiones del Congreso ni cumple con la práctica democrática de la rendición de cuentas; el informe ha sido sustituido por un escenográfico talk show (“nuevo formato”, le llaman); en el colmo, un despreciable candidato presidencial gringo es invitado y recibido en la casa de todos los mexicanos; los legisladores dicen legislar, aunque siguen sujetos a las decisiones presidenciales mediante pactos entre fracciones políticas; por supuesto que no harán, igual que antes, ninguna “glosa” del informe presidencial, como siempre las palabras (así sean las de las leyes) están divorciadas de los hechos; la política, la cosa pública, sigue siendo coto de los políticos. Eso sí, y esto no es un avance, la corrupción se “democratizó”, alcanza para todos los miembros de la clase política, aunque sean de la oposición.
 No es —eso cree el escribidor porque conoció a algunos— el futuro que esperaban los luchadores por la democracia de hace 25, 50, cien años…  En diferentes entrevistas periodísticas, el comunista Gilberto Rincón Gallardo advirtió de la penetración de la cultura política priista en la sociedad mexicana, y el panista Juan de Dios Castro Lozano hizo lo mismo con lo que llamaba la “concupiscencia del poder”.
 Hoy a México le hacen falta estadistas (es decir, hombres de Estado, lo que no significa que hayan nacido en determinado estado de la República) que debatan y ayuden a rectificar el rumbo del país. De lo contrario, el cinismo se impondrá y algunos llegarán a la terrible conclusión de que “estábamos mejor cuando estábamos peor”.
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¡Tarjeta roja para “Cuau”!/Ricardo Alemán.
Milenio
De manera insólita, el llamado “árbitro electoral” escuchó y atendió una denuncia periodística y –¡¡¡milagro!!!–, decidió convocar a comparecer al exfutbolista y alcalde de Cuernavaca, Cuauhtémoc Blanco, junto con los dueños del PSD.
¿Por qué y para qué la convocatoria?
Por un milagro. Porque hasta hoy el INE se percató –un año después de la elección que hizo alcalde a Blanco–, de las presuntas faltas cometidas por el exfutbolista y que, frente a las evidencias, su candidatura –y su gobierno–, pudieran ser ilegítimos.
Y dicen los conocedores “de la cosa político electoral” que el escenario está puesto para que el INE y la Fepade –en mancuerna milagrosa–, “muestren tarjeta roja” a Cuauhtémoc Blanco, quien habría “vendido caro su amor” en los prolegómenos de su candidatura –la que le reportó siete millones de pesos–, y hasta podría terminar en prisión a causa de presuntas raterías cometidas en Cuernavaca.
Lo curioso –para los observadores profesionales del intríngulis político electorales–, es que la acción legal del INE se produjo luego de que se alinearon –en perfecta metáfora astrológica–, la denuncia periodística y la diligente orden del jefe del INE. ¿Y eso qué significa?
Casi nada, que el incentivo para la acción legal contra Cuau habría sido una entrañable amistad entre las partes denunciante en medios  y actuante en el INE. ¿Justicia a modo, por amiguismo?
Y es que resulta curioso que durante meses muchos denunciaron el contrato entre Blanco y los dueños del PSD –además de irregularidades en la candidatura y la elección de Blanco–, sin que le INE viera o escuchara.
El 29 de junio de 2015 –por ejemplo–, aquí dijimos que el PRI promovió un recurso de nulidad de la elección de Cuernavaca –con los documentos que hoy son revelación–, y que impugnaba “el cómputo, la declaración de validez de la elección y la elegibilidad de la planilla del PSD, así como la expedición de la constancia de triunfo, ya que violentan de manera flagrante postulados constitucionales y la ley electoral de Morelos”.
¿Y qué creen? ¡Nada!
El 22 de julio de 2016 denunciamos que Cuauhtémoc Blanco nombró como titular de la Dirección de Asuntos Jurídicos de Cuernavaca a Guillermo Arroyo Cruz, abogado que en mayo de 2009 defendió a la familia Pineda Villa; responsables del secuestro y crimen de Los 43. ¡Tampoco nada!
Pero hoy se hizo el milagro. ¡El INE despertó de buenas y dio señales de que no está sordo, ciego y tampoco tullido!
¡Benditas amistades!
¿Ahora si hará su trabajo?
Al tiempo.
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La visita de Masiosare/Juan E. Pardinas
Reforma,
04 Sep. 2016
 El 31 de agosto del 2016 será una fecha que los mexicanos recordaremos como una deshonra. Ese miércoles, la pena ajena se transformó en una vergüenza propia y colectiva. Nuestro jefe del Estado asumió el papel de anfitrión dócil frente al mayor sembrador de odio en contra de México. Donald Trump ha convertido el desprecio a nuestra identidad y nuestra gente en un movimiento político. Hoy el racismo y la xenofobia del Ku Klux Klan ya no se disfrazan con sábanas y capuchas blancas, sino con gorras que dicen Let's Make America Great Again. Esa aspiración pasa por romperle la vida a millones de mexicanos que viven y trabajan en Estados Unidos. Este evangelista del encono es el nuevo autoproclamado amigou del presidente de México.
 ¿Hubo acaso un método detrás de este error diplomático? ¿Tenía una estrategia esta secuencia de ineptitudes? ¿Cuál fue el propósito de este despliegue de servilismo? La visita se hizo atendiendo los caprichos, agendas y prioridades de Donald Trump. Ni siquiera se tuvo consideración de que el momento del viaje de Masiosare era el sabotaje perfecto en contra del Cuarto Informe de Gobierno de Enrique Peña Nieto. El "día del Presidente" y la escenificación de un diálogo con jóvenes quedó opacada por el error de agosto. Como sostiene el experimentado diplomático Andrés Rozental: "Sólo faltó que pusieran banderas en Reforma y tocaran los himnos nacionales".
 Cuando John McCain visitó México, en plena campaña presidencial del 2008, no hubo conferencia de prensa con Felipe Calderón, ni una aparición pública conjunta. El gobierno de Peña Nieto transgredió las reglas del protocolo para darle a un candidato el tratamiento reservado exclusivamente para jefes de Estado. La propia embajada de Estados Unidos en nuestro país desaconsejó la visita, por la desorganización y las prisas con que se ejecutó el periplo. Con una sola acción, Enrique Peña Nieto logró detonar la animadversión y desconcierto del gobierno de Obama y el equipo de campaña de Hillary Clinton. Esto sin contar la furia y el azoro de millones y millones de mexicanos que buscábamos darle una lógica a este absurdo. Al sexenio le faltan más de dos años de gobierno y al Presidente sólo le quedan tres pesos de capital político. ¿Por qué la urgencia de improvisar esta onerosa apuesta diplomática?
 El motor más importante que mantiene a flote a la economía mexicana es el Tratado de Libre Comercio para América del Norte. Proteger el TLCAN
debe ser asunto de máxima prioridad en la defensa de los intereses nacionales. El presidente Peña Nieto se refirió a cambios y mejoras hipotéticas al acuerdo comercial de una forma poco precisa. Esa ambigüedad genera una peligrosa incertidumbre. El gobierno de México debe plantear un mapa de ruta que permita preservar el texto original del Tratado, pero reformar la relación bilateral mediante acuerdos paralelos. Abrir la negociación del TLCAN equivale a destapar la caja de Pandora.
 El mandato de Enrique Peña Nieto despierta ciertas nostalgias sobre los antiguos gobiernos del PRI. En tiempos de los presidentes De la Madrid, Salinas o Zedillo, México tenía un sistema político premoderno, pero al menos había un sentido de Estado en nuestro trato con el vecino. La relación con Estados Unidos se negociaba desde una posición de dignidad y respeto. En esos sexenios priistas, México negoció los Acuerdos de Paz en Centroamérica, el TLCAN y el rescate financiero de la crisis de 1995. Cada uno de estos gobiernos supo usar sus cartas para avanzar los intereses nacionales. Eso faltó en la desafortunada visita de esta semana. El 31 de agosto de 2016, la residencia presidencial de Los Pinos se convirtió en el patio trasero de Donald Trump.
 @jepardinas
Consecuencias/Luis Rubio
Reforma
04 Sep. 2016
 Cuenta un cuento polaco que en un pueblo construyeron un puente pero no lo terminaron. Los vehículos subían y, al llegar a la cima, caían al vacío. Los líderes de la comarca se reunieron para decidir qué hacer y su respuesta fue construir un hospital debajo del puente para atender a los heridos que resultaban de la caída. Así parece ser nuestro gobierno: grandes iniciativas que no se concluyen, acciones desesperadas que no se piensan y, luego, consecuencias con las que hay que lidiar.
 Para ahora ya es bastante clara la sucesión de circunstancias y acciones que llevaron al gobierno a invitar a México al señor Trump. También es sabido que la invitación ocurrió semanas antes y al margen de los profesionales responsables de la conducción de la política exterior. Se invitó a un candidato y, luego, al cuarto para las doce, como se dice coloquialmente, se envió otra invitación a la candidata demócrata, como para no dejar. El señor Trump llegó, fue tratado como jefe de Estado, escuchó el discurso formal y respetuoso del presidente Peña y luego se fue feliz a Arizona a reiterar sus posturas respecto a México y los mexicanos.
 Además del regalo del trato, algo invaluable para Trump porque en eso su contrincante tiene amplia experiencia y reconocimiento, el candidato republicano se llevó lo más valioso con lo que cuenta México: sin que nadie se lo pidiera, el presidente mexicano fue obsequioso en ofrecerle la renegociación del TLC, algo que ningún país jamás hace porque eso implica, de facto, su anulación, justo lo que Trump ha propuesto. En unas cuantas horas, el presidente colocó al país, y a su gobierno, en la posición más vulnerable en que ha estado desde la era revolucionaria.
 En un artículo apropiadamente intitulado "Lo indescriptible e inexplicable", la revista inglesa The Economist afirma que el presidente mexicano ayudó a Trump en su campaña por lo que "aún si gana la señora Clinton, no se lo agradecerá. Si resulta que contribuyó a elegir al Sr. Trump, muchos mexicanos jamás se lo perdonarán a él o a su partido y tampoco lo hará el resto del mundo". No por casualidad, otros artículos se preguntan "¿en qué estaban pensando?". En unas cuantas horas, el gobierno perdió su relación privilegiada con la administración Obama, demostró actuar de manera irracional y probó ser un actor no confiable. México se convirtió en el hazmerreír del mundo.
 Cualquiera que haya sido la lógica al fraguar la invitación, ésta ignoraba la naturaleza de Trump, la absoluta imposibilidad de cambiar su discurso (porque ese es el corazón de su candidatura) y, sobre todo, que todo el riesgo era para México y todo el potencial beneficio era para Trump. La noción misma de que se podría "razonar" con él y convencerlo de suavizar su discurso es absurda.
 La pregunta es ¿qué sigue? Los próximos meses serán sin duda aciagos. Muchos interpretarán que se redujo la vulnerabilidad de la economía mexicana con la afirmación de Trump de que se renegociará el TLC (y, por lo tanto, que no se anularía). Esto quizá contribuya a apaciguar a los mercados financieros, al menos en el corto plazo, pero no va a satisfacer a los escépticos: no hay que olvidar que la principal justificación para poner en entredicho la calificación de grado de inversión de la deuda mexicana por parte de Moody's no fue la deuda misma sino los problemas políticos que caracterizan al país y que se reflejan en la forma en que se toman decisiones y la ausencia de Estado de derecho.
 En su libro sobre las circunstancias que llevaron a la devaluación de 1994, Sidney Weintraub* concluye que fue la ausencia de mecanismos de rendición de cuentas lo que hizo posible que los funcionarios de la administración saliente y entrante hicieran apuestas brutalmente peligrosas, algo inconcebible en una democracia representativa. Eso mismo es lo que se manifestó en el affaire Trump: el gobierno emprendió una serie de acciones sin necesidad de pensar en las consecuencias, sin medir los riesgos y sin discutir las alternativas porque así es nuestra realidad política: el gobierno no le rinde cuentas a nadie y sus integrantes no pagarán los costos de sus decisiones.
 Hay dos planos en los que hay que lidiar con las consecuencias. El primero es el obvio y urgente: reconstruir la relación con el gobierno de Estados Unidos y con la campaña de Clinton. No será fácil porque el problema es de confianza y, cuando ésta se ha perdido, es sumamente difícil recuperarla. Quizá esto sólo sea posible en la medida en que el presidente lleve a cabo un cambio radical en su gabinete, incorporando personas que gocen del absoluto respeto de la comunidad internacional en general, y de los estadounidenses en lo particular, en los ámbitos político, judicial, financiero y de política exterior.
 El otro plano es el del futuro. El presidente Peña ha desaprovechado cada oportunidad que se le ha presentado: pudo haberse convertido en el promotor de la lucha contra la corrupción (casa blanca) y la lucha contra la impunidad (Ayotzinapa), pero no lo hizo. Ahora tiene la última oportunidad: comenzar a forjar pesos y contrapesos para que jamás se puedan volver a tomar decisiones que vulneren de manera tan dramática la viabilidad del país.
* Financial Decision-Making in Mexico.
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