4 sept 2016

Los entretelones de una visita ignominiosa (de Trump)

Los entretelones de una visita ignominiosa/JESÚS ESQUIVEL Y JENARO VILLAMIL
Revista Proceso # 2089, 4 de septiembre de 2016.
La muy polémica visita del candidato republicano Donald Trump a México por invitación del propio Enrique Peña Nieto no fue un acto intempestivo o improvisado como pareció. En realidad la invitación se gestó desde meses antes y, de acuerdo con fuentes gubernamentales mexicanas, el artífice de la misma fue Luis Videgaray, quien logró imponer su idea sobre la de la canciller Claudia Ruiz Massieu, quien presuntamente intentó renunciar el jueves 1. Además del repudio generalizado en México, la presencia del magnate estadunidense en Los Pinos provocó una grieta profunda en el equipo gobernante y le dio un desastroso golpe a la ya de por sí maltrecha diplomacia mexicana.
 Desde mucho antes del 31 de agosto, la visita del candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, fue gestionada por el secretario mexicano de Hacienda, Luis Videgaray, y por sus dos piezas fundamentales en el entorno de Los Pinos: el jefe de la oficina de la Presidencia, Francisco Guzmán, y el subsecretario de Relaciones Exteriores para América del Norte, Paulo Carreño King.
 La decisión de invitar al magnate –revelaron a Proceso fuentes gubernamentales y diplomáticas– se tomó con el máximo sigilo, se ignoró la oposición de la canciller Claudia Ruiz Massieu y se provocó la peor crisis dentro del gobierno de Enrique Peña Nieto; también vino la crítica pública de dos exembajadores en Estados Unidos, Arturo Sarukhán y Miguel Basáñez, así como de Enrique Berruga, exsubsecretario de Relaciones Exteriores para América del Norte y asesor del presidente Enrique Peña Nieto.

 Rosario Green, exsecretaria de Relaciones Exteriores, considerada una de las máximas autoridades en el mundo diplomático mexicano, escribió una tarjeta informativa destinada a algunos líderes priistas y a la cual tuvo acceso este semanario. En ella, la exsenadora del PRI, quien fue canciller en el gobierno de Ernesto Zedillo (1998-2000), afirmó “de muy buena fuente” que la visita de Trump a México fue acordada entre Francisco Guzmán, Paulo Carreño y Luis Videgaray.
 Green señaló que la crisis de la diplomacia mexicana se vive desde los dos sexenios anteriores, los del PAN, pero se profundizó con la llegada de José Antonio Meade a la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) y con el desplazamiento del servicio exterior mexicano por panistas que venían de la Secretaría de Hacienda y del Sistema de Administración Tributaria.
 En el gobierno de Peña Nieto, anotó Green, la crisis se agudizó aún más con la llegada de Claudia Ruiz Massieu y el nombramiento de personajes sin experiencia en áreas tan delicadas como la subsecretaría para América del Norte, o la designación de exgobernadores acusados de corrupción, como Fidel Herrera, como cónsules o embajadores, así como de “juniors y protegidos del sistema”.
 Al referirse a la visita de Trump, que calificó de error, la embajadora y doctora honoris causa por dos universidades estadunidenses advirtió que Luis Videgaray “y su equipo serán conscientes de todo el daño que le han provocado al presidente Peña y a México. La soberbia y petulancia con la que han movido al país no tiene precedente”.
 Al respecto, y a petición de Proceso, la Secretaría de Hacienda fijó su posición el viernes 2 por la tarde: “La conducción de la política exterior es una facultad exclusiva del Presidente de la República. Por ende, la iniciativa y la decisión de invitar a los candidatos Clinton y Trump fue del Sr. Presidente. El secretario de Hacienda respalda y acata al 100% sus decisiones en ésta y en todas las materias”.
A su vez Enrique Berruga, exrepresentante de México ante las Naciones Unidas (2003-2007) y exsubsecretario para América del Norte, escribió un artículo en El Universal donde hizo un balance muy crítico de los resultados de la visita de Trump y se refirió a la humillación que el magnate les causó a Peña Nieto y a todos los mexicanos durante su discurso en Arizona, la misma tarde del miércoles 31.
 “El saldo inicial es que estamos peor que antes de la visita”, escribió Berruga. “Los demócratas molestos, los paisanos desamparados, los mexicanos sin sentir que se haya hecho una defensa de nuestros valores y nuestra posición en el mundo. Nos metimos a querer o no en la política interna de Estados Unidos, mientras el señor Trump termina la visita con aura de que, efectivamente, es capaz de imponerse sin concesiones y, ahora, con mayores posibilidades que ayer de convertirse en el próximo presidente de Estados Unidos. Nunca fue buena idea marginar a la diplomacia cuando más se necesita”, remató en su artículo titulado “Visita impecable para Trump”.
 Vía sus cuentas en Twitter, Miguel Basáñez y Arturo Sarukhán expresaron su desacuerdo con la visita. “Nadie como Trump ha puesto en tal nivel de peligro la relación de México y Estados Unidos en los últimos 50 años. Lamento profundamente la invitación”, afirmó Basáñez, exembajador de México en Estados Unidos durante sólo siete meses, en este sexenio.
 Sarukhán afirmó que la invitación de Peña Nieto al candidato republicano “manda la señal que golpear a México no tiene costo; valida la xenofobia de Trump; y lo legitima”.
La ruta de la invitación
Según fuentes gubernamentales de México consultadas por Proceso  y cuyas versiones fueron cotejadas entre sí, durante la celebración de la Cumbre de Líderes de América del Norte, en Ottawa, Canadá, el pasado 29 de junio, y luego de que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, invitara a Peña Nieto a reunirse con él en la Casa Blanca el 22 de julio, Videgaray comenzó a meter en la cabeza de su jefe la idea de invitar a Trump a México.
 Poco antes de la reunión trilateral en Ottawa, de la que fue anfitrión el primer ministro canadiense Justin Trudeau, cabilderos y asesores del Partido Republicano empezaron a establecer una relación formal “de consultas” con el secretario de Hacienda.
 “En esos momentos, previos a la reunión en Ottawa, había mucha presión sobre la Presidencia para que se respondiera con mayor severidad a las descalificaciones que Trump venía haciendo sobre los mexicanos”, explican funcionarios y diplomáticos que detallaron los eventos bajo la condición del anonimato.
 Cabilderos y consultores republicanos, dijeron las fuentes a Proceso, “aconsejaron a Videgaray que a México le convenía bajar el tono de los ataques a Trump, y esto fue por la comparación que había hecho Peña Nieto del candidato presidencial republicano con Hitler y Mussolini”.
 En la misma reunión en Ottawa, Peña Nieto concedió una entrevista a Fa­reed Zakaria, conductor de un programa de noticias de CNN.
 “En esa entrevista el presidente comenzó a cambiar el tono de su posición frente a Trump, porque fue en ese programa de Zakaria donde por primera vez aseguró que no intervendría en el proceso electoral de Estados Unidos”, anotan las fuentes.
 El cambio en el tono de Peña Nieto sorprendió “a varios de los integrantes de su gabinete”, sobre todo porque se había decidido responderle con severidad a Trump por las descalificaciones que venía haciendo a los mexicanos, tildándolos de violadores, narcotraficantes y criminales.
Los cabilderos y consultores republicanos le aclararon a Videgaray que tenían cercanía con la campaña de Trump, pero que no eran sus asesores. “Desde que terminó la Cumbre en Ottawa, y ya con la invitación que le hizo en Canadá el presidente Obama al presidente Peña Nieto para la reunión en la Casa Blanca, se intensificó el cabildeo de Videgaray para bajarle el tono a las respuestas a Trump y utilizar un lenguaje más conciliatorio”, aseguran las fuentes a Proceso.
 La noche del jueves 21 de julio, cuando Trump fue ungido candidato presidencial en Cleveland, en la Convención Nacional del Partido Republicano, en Washington Videgaray impuso su posición en la cabeza de Peña Nieto.
 “Hubo una reunión esa noche (21 de julio) en la Casa Blair –la mansión donde el gobierno de Estados Unidos aloja a los jefes de Estado y de gobierno en visitas oficiales o de trabajo– para determinar lo que se haría y se diría al día siguiente durante la reunión con Obama”, apuntan las fuentes.
 “En la reunión estuvieron el presidente, Videgaray, la secretaria (de Relaciones Exteriores) Claudia Ruiz Massieu; Francisco Guzmán Ortiz, jefe de la Oficina de la Presidencia; Carlos Pérez Verdía Canales, coordinador de asesores del presidente, y otros más. Ahí Videgaray propuso que en la conferencia de prensa con Obama, Peña Nieto empezara a hablar de la apertura y disposición del gobierno de México para hablar tanto con Trump como con Hillary Clinton, y así se hizo”, destacan los funcionarios consultados.
 La posición que asumió el gobierno de México ante los ataques de Trump a los mexicanos fue de que “no habría pronunciamiento negativo”, sino una “posición conciliatoria”.
 Desde esa fecha, la idea de Videgaray de invitar a México a Trump y a Clinton comenzó a materializarse.
 La posición de Ruiz Massieu
 De acuerdo con las fuentes, Ruiz Massieu y otros integrantes del gabinete expresaron a Peña Nieto su oposición a invitar a Trump –sobre todo a él– a México. El argumento de la canciller y de los otros que no comulgan con Videgaray fue que la invitación sería una contradicción a la posición de que México no intervendría en un proceso electoral exclusivo de los estadunidenses.
 Pérez Verdía Canales, quien fuera funcionario del Fondo Monetario Internacional gracias al respaldo de Videgaray, y posteriormente subsecretario de Relaciones Exteriores para América del Norte, también amparado por el secretario de Hacienda, fue despedido de la Cancillería por Ruiz Massieu. Al quedar sin empleo, según las fuentes,  Videgaray se lo propuso a Peña Nieto para que lo colocara como coordinador de asesores de la Presidencia, y éste lo aceptó.
 Por medio de Pérez Verdía Canales, Videgaray fortaleció sus intenciones de convencer a Peña Nieto de invitar a México a los candidatos presidenciales. “Aprovechó cualquier situación para recomendar la idea. Videgaray lo utilizó y el coordinador de asesores asumió la tarea como parte de su venganza contra Ruiz Massieu, por la forma en que lo corrió, de alcanzar el objetivo”, matizan las fuentes gubernamentales.
 Los pasados miércoles 24 y jueves 25 de agosto se llevaron a cabo dos encuentros en Los Pinos para tomar una decisión final sobre las invitaciones. En las dos sesiones participaron Peña Nieto, Videgaray, Guzmán Ortiz, Ruiz Massieu y Pérez Verdía Canales, entre otros.
 Fue el 24 de agosto cuando Peña Nieto respaldó finalmente la propuesta de Videgaray. La canciller insistió en que “no era una buena idea”, pero de nada sirvieron sus argumentos; se impuso la voluntad del secretario de Hacienda.
 Las fuentes afirman que Ruiz Massieu le aclaró a Peña Nieto que la invitación a los candidatos presidenciales significaría “meterse directamente en el proceso electoral de Estados Unidos”, lo cual sería contraproducente.
La misma noche del 24 de agosto, la orden de Peña Nieto tomó forma y se comunicaron con los equipos de las campañas electorales de Trump y de Clinton para darles la noticia.
Lo que no se sabía en la SRE es que Videgaray y sus amigos republicanos “ya tenían todo planchado”.  De acuerdo con las fuentes, días antes de que Peña Nieto diera el visto bueno  a Trump ya le habían informado que lo invitarían a México a una reunión formal con el presidente.
El 27 de agosto Ruiz Massieu viajó a Washington.
En el comunicado número 370, del sábado 27 de agosto, la SRE informó lo siguiente: “La canciller Claudia Ruiz Massieu se reunió con el secretario general de la Organización de los Estados Americanos, embajador Luis Almagro, para intercambiar puntos de vista sobre la evolución de los principales procesos que vive la región, así como la celebración del próximo periodo ordinario de sesiones de la Asamblea General de la Organización que se llevará a cabo en México en 2017”.
 La SRE no comunicó que Ruiz Massieu, pese a su oposición, llevó a Estados Unidos las invitaciones dirigidas a Trump y a Clinton para viajar a México y reunirse con Peña Nieto.
 “La misión fue aparentemente secreta”, destacan las fuentes.
 Raspones con la embajada
 El 28 de agosto el Servicio Secreto se comunicó con Roberta Jacobson, la embajadora de Estados Unidos en México, para informarle de la intención de Trump de viajar en breve a la capital mexicana.
 Jacobson, quien no estaba enterada de nada, de inmediato se comunicó con la Cancillería mexicana y ésta con la embajada de México en Washington para preguntar sobre la decisión tan intempestiva del candidato republicano de aceptar la invitación de la Presidencia mexicana.
 “La embajadora Jacobson estaba desconcertada, se sorprendió mucho”, aseguran las fuentes gubernamentales de Estados Unidos.
 Según otras informaciones recabadas por Proceso, Jacobson envió reportes diplomáticos a Washington expresando su malestar y considerando una “mala jugada” que la canciller Ruiz Massieu no le hubiera mencionado nada, a pesar de haber hablado apenas el lunes anterior con ella.
 La respuesta inmediata y formal de las campañas de los candidatos presidenciales a la invitación fue que les avisarían cuándo podrían llevarse a cabo los encuentros. Sin embargo, las fuentes consultadas observan un comportamiento “inusual” del equipo de Trump.
 “Toda la semana (del 21 al 27 de agosto pasados) en Estados Unidos se especulaba sobre el anuncio que se suponía haría Trump el día 25 sobre su estrategia de política migratoria”, comentan las fuentes. “Pero el propio Trump anunció que no estaba terminada y revisaba los detalles, por lo que la revelación de su propuesta se postergaría”, añaden los funcionarios.
 En la SRE había mucha molestia por el envío de las invitaciones. Ruiz Massieu no entendía por qué la invitación se hizo abierta, por qué no se invitaba primero a Clinton, o por qué, en todo caso, no condicionar a los candidatos sobre la logística y formato de la reunión con Peña Nieto.
 “Se impuso el secretario de Hacienda y no hubo marcha atrás”, enfatizan las fuentes gubernamentales.
 El 28 de agosto, según The Washington Post, Trump se reunió con sus hijos y con sus asesores más cercanos y tomó la decisión de viajar a México el 31 de agosto, mismo día en el que, en Phoenix, Arizona, daría a conocer su propuesta migratoria.
El propio 28 de agosto, el Servicio Secreto se volvió a comunicar con Jacobson para notificarle que “probablemente” Trump viajaría a México el día 31, y para pedirle que con las autoridades mexicanas se hicieran los arreglos necesarios para el encuentro del candidato republicano con Peña Nieto.
Ante la ambigüedad de la información, Jacobson se mantuvo en comunicación con el gobierno mexicano. No fue sino hasta la noche del 30 de agosto que el propio Trump, vía Twitter, se le adelantó al gobierno de Peña Nieto para anunciar que al día siguiente estaría en Los Pinos. El presidente de México no tuvo más remedio que aceptar y confirmar la noticia.
 “Muchos en el gabinete y en el gobierno sabían que la idea de Videgaray era un gravísimo error, porque Trump se aprovecharía de ello. Y así ocurrió”, rematan las fuentes gubernamentales mexicanas.
 Adam Lenert, vocero de la embajada de Estados Unidos en México, dice a Proceso que “la embajadora Jacobson estaba al tanto de la visita del señor Trump varios días antes de que ésta ocurriera”. Expresó que si bien “el Servicio Secreto de Estados Unidos apoyó durante dicha visita”, el equipo de campaña de Trump “no contactó a la embajada estadunidense para solicitar otro tipo de apoyo durante su visita a la Ciudad de México”.
 Precisa: “Dado que fue un encuentro entre el presidente de México y un candidato (de Estados Unidos), no con un funcionario del gobierno estadunidense, la embajada no brindó ningún tipo de apoyo adicional”.
 De acuerdo con el Hatch Act, que data de 1939, los funcionarios estadunidenses no pueden apoyar con recursos públicos a un candidato. Además, esta ley restringe la participación de los funcionarios en actividades partidistas, lo que explicaría la ausencia de la embajadora Jacobson en la visita de Trump.
 La “renuncia”
 Fuentes del PRI insisten en que Ruiz Massieu presentó su renuncia la víspera de la llegada de Trump a México, pero Peña Nieto no se la aceptó. Envió al secretario de Turismo, Enrique de la Madrid, para “hacerla recapitular”. Lo logró, muy a pesar de la canciller.
 Los rumores de la renuncia de Ruiz Massieu se divulgaron el jueves 1, en medio del balance negativo de la visita de Trump. Rafael Lugo, vocero de la cancillería, desmintió las versiones con un escueto mensaje en su cuenta de Twitter:
 “Niego rotundamente que Claudia Ruiz Massieu haya presentado su renuncia al cargo de secretaria de Relaciones Exteriores.”
 Pese a ello, la canciller no se presentó al programa nocturno de Televisa, conducido por Joaquín López Dóriga, donde se abordó el tema de los errores de la visita.
En su lugar estuvieron Luis Videgaray y el líder nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza, cercano también al primero, quienes insistieron en que el encuentro entre Peña y Trump “tuvo resultados positivos”.
Videgaray actuó como si fuera canciller y defendió durante todo el programa la decisión de haber invitado a Trump, pese a las críticas de Ricardo Anaya, líder del PAN, Armando Ríos Piter, senador perredista, y del historiador Héctor Aguilar Camín.
 Para el secretario de Hacienda “lo del muro es una tontería” y lo importante era asegurar el flujo de inversiones si ganaba Trump la Casa Blanca. Incluso mostró un ejemplar del USA Today, periódico sin influencia política en Estados Unidos, para demostrar que la visita fue “un éxito”.
 Proceso se comunicó con el equipo de campaña de Clinton para confirmar la fecha de entrega de la invitación para que visite México; un vocero de la demócrata se limitó a decir: “Recibimos la invitación hace unos días y la candidata tomará la decisión de asistir al encuentro en una fecha prudente y adecuada”.

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