Los
técnicos trabajan en reforzar la estructura pero alertan del deterioro del
subsuelo en el lugar sagrado de los cristianos
El
País, Jerusalén 26 NOV 2016
LOURDES BAEZA
El
equipo científico de la Universidad Politécnica de Atenas que restaura la tumba
de Cristo, en el interior de la basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén, ya ha
advertido a las diferentes confesiones religiosas que administran el lugar, de
que los actuales trabajos de renovación deberían ser complementados con una
intervención subterránea que consolide los cimientos de la estructura. “Hemos
hecho un estudio del subsuelo, los corredores, canales y túneles porque hemos
detectado grandes filtraciones de humedad y un aumento del nivel freático que
realmente pone en riesgo el Sagrado Edículo”, explica en el lugar la profesora Antonia Moropoulou, jefa de supervisión
científica de las obras.
Los
cincuenta expertos que la acompañan se centran ahora en consolidar las paredes
del edículo, la construcción erigida
para proteger el lugar donde según la tradición cristiana fue enterrado
Jesucristo tras ser crucificado. Ya han terminado de retirar las losas de
piedra pulida que lo revestían y, por primera vez en siglos, en algunos puntos,
se puede ver, tanto en el interior como el exterior del lugar, la roca original de la cueva. “En la
parte de la tumba, la roca llega hasta unos dos metros de altura. Durante la
restauración hemos podido constatar que fue protegida con otro muro de piedra
revestido a su vez con losas que parecen de mármol pero que en realidad son
otro tipo de piedra calcítica”, dice la profesora.
Moropoulou
introduce en la pared exterior del edículo una barra de titanio y da las
últimas instrucciones a dos de sus colaboradores sobre cómo debe ir emplazada
para sujetar correctamente las losas, retiradas hace menos de un mes y que
ahora están una planta más arriba, en el improvisado laboratorio para tratar las
piedras y almacenar las muestras, que han montado en dependencias privadas
franciscanas, en la galería que rodea el interior de la cúpula de la Basílica.
“La roca original de momento sólo será visible en la ventana ya construida
dentro de la tumba. Lo acordado por las
principales confesiones religiosas —griegos, franciscanos y armenios— es
que sea una restauración muy conservadora que respete al máximo el original”,
explica Fray Eugenio Alliata, arqueólogo franciscano que acompaña a Moropoulou
durante la subida a la galería.
Las
losas en mejor estado permanecen alineadas en el suelo mientras que las más
deterioradas, unas 150, se apilan cerca del cuarto que hace de laboratorio y
donde los investigadores llevan a cabo las tareas de conservación. “Habrá que
reemplazar una pequeña parte de las losas, no más de un 5%. Ahora estamos en la
segunda fase del trabajo, la de inyectar material de refuerzo para consolidar
la estructura y que después podamos reajustarlas a la pared con la ayuda de los
pernos de titanio traídos de Atenas y que dieron muy buen resultado en la
restauración de la Acrópolis. Las losas están muy degradadas sobre todo por el
estrés termal al que han estado sometidas”, explica Moropoulou.
Desde la construcción de la casita
-como se conoce comúnmente el edículo- en 1.810, las velas colocadas por los
peregrinos procedentes de todo el mundo alrededor de la construcción,
prácticamente no han dejado de arder pegadas a la piedra. Una costumbre que,
según los expertos “contribuye de manera muy significativa al deterioro del
edificio”. Pero no sólo de la piedra exterior. Los frescos del interior de la
capilla del Ángel -la antesala de la tumba- igualmente han sufrido los estragos
de décadas de humo. Apenas visibles por ser una zona permanentemente en penumbra,
serán objeto de restauración durante la última fase del proyecto en la que
también verá la luz la rica decoración del domo cubierto de plástico que corona
la casita.
Por
eso, el equipo de la profesora Moropoulou recomienda que se busque otra fórmula
para que los peregrinos puedan llevar a cabo sus rituales pero sin dañar una
estructura que, si todo va según lo
previsto, para Semana Santa podrá lucir en todo su esplendor. Por primera
vez en siglos podrán verse los colores rosados y beige originales de la piedra,
hasta ahora ennegrecida por el humo de los cirios, pero también podrá verse la
tumba sin la antiestética estructura de hierro colocada por los británicos en
1.934 para reparar los daños sufridos tras un terremoto en 1.927.
La apertura de la tumba
Para
Antonia Moropoulou, sin duda, el momento más importante de la restauración fue
la apertura de la tumba de Cristo, el pasado 26 de octubre. “Abrimos la lápida
para sellar la tumba y aislarla de las corrientes detectadas. Retirarla era muy
necesario porque esas corrientes hacían que la roca del Sepulcro se encontrara
en un estado muy vulnerable. De haberse retrasado unas décadas la piedra
original no hubiese resistido la degradación”, dice la profesora.
La cautela asoma a su rostro al
recordar cómo durante la retirada de la pesada piedra de mármol gris, en un
momento dado, todos los instrumentos que estaban utilizando dejaron de
funcionar sin aparente explicación lógica. “Nuestro trabajo es restaurar el
edículo, no datar o investigar si se trata o no de la tumba de Cristo o
confirmar científicamente las creencias religiosas. Pero que los instrumentos
dejaron de funcionar es un hecho y no podemos negarlo. Sucedió y no nos había
pasado antes. No podemos explicarlo pero así fue y estamos aquí para contar la
verdad”, sentencia sin querer hablar más del tema.
#
El sepulcro de Jesucristo, abierto
por primera vez en siglos
Las obras de restauración dejan al
descubierto la tumba donde, según la tradición cristiana, se enterró a
Jesucristo. La última vez que ocurrió fue en el Jerusalén de 1555
LOURDES BAEZA
El País, Jerusalén 30 OCT 2016
Vista de los trabajos arqueológicos
en la tumba de Jesucristo en Jerusalén el 28 de octubre.
Vista de los trabajos arqueológicos
en la tumba de Jesucristo en Jerusalén el 28 de octubre. ATEF SAFADI EFE
El sepulcro de Jesucristo, abierto
por primera vez en siglos Los cristianos aparcan la guerra religiosa por los
santos lugares para restaurar la tumba de Cristo
El sepulcro de la discordia
Renace la polémica en Israel sobre
el emplazamiento de la tumba de Jesús
Sin ceremonia alguna, al caer la
tarde, sin darle publicidad y con algunos representantes de las tres
principales confesiones que guardan el Santo Sepulcro de Jerusalén —franciscanos,
greco-ortodoxos y armenios—, el equipo griego que está restaurando el complejo
religioso retiró la pesada losa de mármol que cubre el lugar donde, según la
tradición cristiana, fue enterrado Jesucristo. Casi cinco siglos había
permanecido sellada la tumba, santuario de cristianos de todo el mundo, en el
interior de la basílica. Esta reapertura tuvo lugar, según fuentes del complejo
religioso, el miércoles pasado.
Varios sacerdotes esperaban ese día
con impaciencia en el exterior del edículo —el templete de mármol construido en
1810 para proteger el lugar—. Entre ellos, el patriarca de la Iglesia
greco-ortodoxa, Teófilo III, varios franciscanos, armenios y coptos así como
representantes de las familias musulmanas que desde tiempos otomanos custodian
la llave del Santo Sepulcro. También había turistas, sorprendidos por el
temprano cierre de la iglesia, que permanecieron en el interior siendo testigos
del histórico momento.
Bonifacio de Ragusa describió la
apertura de la tumba en el siglo XVI. Según los historiadores de la época,
sobre el enterramiento se encontró un trozo de madera que se dividió en tres
partes: uno de los pedazos fue enviado al Papa, Pío IV, otro al emperador
Carlos I de España y V de Alemania, y el tercero y último se conserva en
Jerusalén en la Custodia Franciscana. De Ragusa explicó también que encontraron
en la roca unos frescos que se desintegraron al entrar en contacto con el aire.
“Se ofreció a nuestros ojos el sepulcro del Señor de modo claro, excavado en la
roca. En él vimos representados dos ángeles, uno de ellos con una inscripción
que decía: “Ha resucitado, no está aquí”, mientras que el otro, señalaba al
sepulcro y proclamaba: “He aquí el lugar donde fue depositado”.
Es la primera vez que han podido
verse las paredes del Sepulcro completamente desnudas, sin cuadros, ni velas,
ni incensarios, tan solo con una polea colocada por el equipo griego, comandado
por Antonia Moropoulou, y las cinchas de hierro que pusieron los británicos en
1934 para reforzarlo tras sufrir un terremoto. De momento, es imposible saber
si lo que los investigadores encontraron tras esa segunda losa es solo la roca
original sobre la que fue depositado el cuerpo de Cristo o si hay alguna otra
sorpresa. El equipo lo mantiene en secreto aunque si se considera la anterior apertura
de la tumba, en el siglo XVI, cabe hacerse una vaga idea.
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Los cristianos aparcan la guerra religiosa
por los santos lugares para restaurar la tumba de Cristo
Tras décadas de disputas, tres
confesiones pactan restaurar el templete de la basílica del Santo Sepulcro
LOURDES BAEZA
El País, Jerusalén 8 JUN 2016
El destartalado templete que guarda
la tumba de Cristo dentro de la basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén ha
comenzado por fin a ser restaurado. Tras décadas de disputas, las tres
principales confesiones cristianas que guardan el santo lugar -católicos, ortodoxos
y armenios- se han puesto de acuerdo para abordar una reforma integral de la
también conocida como “la casita”, el pequeño templete que protege la lápida
que, según la tradición cristiana, recuerda el lugar exacto donde fue enterrado
Jesucristo, así como su antesala, la Capilla del Ángel.
El estado lamentable de la
estructura de mármol que cubre el lugar más sagrado para la cristiandad ha
hecho que las distintas confesiones - a veces nada bien avenidas a la hora de
administrar las diferentes dependencias del Santo Sepulcro- dejen a un lado sus
diferencias para evitar que se desplome el monumento. El año pasado, la policía
israelí llegó a cerrar temporalmente el espacio ante las insistentes
informaciones que hablaban del peligro real de derrumbe y del riesgo que podían
correr los peregrinos.
No era la primera vez que los
agentes hebreos entraban en el santuario. En 2008, en uno de los episodios más
representativos de la tensión entre las diferentes comunidades cristianas, la
policía tuvo que intervenir para separar a los sacerdotes armenios y
greco-ortodoxos que llegaron a las manos durante la celebración de una
procesión ante la entrada de la tumba.
El actual templete es custodiado
por los sacerdotes greco-ortodoxos, que lo construyeron en 1810. “En 1808 hubo
un gran incendio que devastó la basílica. Nosotros no podíamos afrontar el
gasto de la reparación porque España, que era la que nos mantenía
económicamente en Tierra Santa, estaba a otras cosas: las guerras napoleónicas,
la independencia de las colonias…”, relata el fraile franciscano Artemio
Vítores, antiguo vicecustodio de los santos lugares.
Por una vez habrá paz en el corazón
de Tierra Santa pero, por si los religiosos vuelven a las andadas, dos policías
israelíes velarán por el orden en el interior de la basílica, a escasos metros
de la tumba.
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LA CARA 'B' DEL MUNDO: JERUSALÉN
El sepulcro de la discordia
Un creciente número de protestantes
sitúa en la Tumba del Huerto el último descanso de Cristo
El lugar está a 600 metros del fijado
por la tradición católica
DAVID ALANDETE
El País, Jerusalén 10 AGO 2013
El angosto acceso a la Tumba del
Huerto, con una inscripción en la que se lee: “Él no está aquí pues resucitó”.
Según dice la Biblia, “en el lugar
donde fue crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el
cual todavía no habían sepultado a nadie”. Hay de hecho en Jerusalén un huerto
con una tumba, y dentro de ella dos cámaras. El umbral es tan pequeño que el
visitante debe encorvarse para pasar a su interior. En la habitación más
profunda yacen tres nichos. Sobre el del centro hay una cruz bizantina pintada
en carmesí en la pared, con unas iniciales que rezan “Jesús Cristo, Alfa y
Omega”. Cerca del sepulcro se encuentra un promontorio en cuya ladera se pueden
adivinar los ojos y la boca de lo que se asemeja a una calavera. Son estos
indicios suficientes para que una cantidad creciente de peregrinos protestantes
consideren que este huerto es el lugar al que aquella cita del evangelio de
Juan se refería, calvario y sepultura de aquel a quien en el cambio de era se
conoció como Jesús de Nazaret.
La Tumba del Huerto se halla 600
metros al norte de la iglesia del Santo Sepulcro, que la tradición católica y
ortodoxa defienden como calvario real. La nueva sepultura la encontró en 1867
un campesino que descubrió en su interior tierra y restos humanos. Por aquel
entonces el imperio otomano había abierto Palestina a peregrinos extranjeros.
Muchos protestantes habían llegado a Jerusalén para encontrarse con un Santo
Sepulcro caótico, sucio y ruidoso, en permanente disputa y constante algarabía.
No podía haber lugar más lejano a la sobriedad que buscaba su fe reformista.
Fue proverbial para ellos el descubrimiento de aquella tumba fuera de los muros
de la ciudad vieja. Los evangelios mencionan como lugar de la crucifixión el
Gólgota, o “lugar de la calavera”. Según la tradición judía y romana, una
crucifixión no pudo producirse intramuros, y, al fin y al cabo, el Santo
Sepulcro se halla dentro de los muros de la ciudad.
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El rey de Jordania financia la
restauración del Santo Sepulcro
El
monarca musulmán Abdallah II envió hace meses al patriarca greco-ortodoxo de
Jerusalén, Teófilo III, una donación personal para ayudar con los gastos
“Su majestad Abdallah II es quien ha pagado la
restauración de la tumba de Jesús en la iglesia del Santo Sepulcro de
Jerusalén”.
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