Vergüenza anglosajona/John Carlin
El País, 8 de junio de 2017
Los anglosajones han dejado de ser, si alguna vez lo fueron, un ejemplo democrático para el mundo
Tan antiguas las democracias, tan admirable el progreso científico, tan dominante su lengua pero hoy Reino Unido y Estados Unidos están haciendo el ridículo frente al mundo. Para Donald Trump ya no quedan adjetivos; la absurda realidad supera toda posibilidad de parodia. El espectáculo político que presentan los británicos no será tan grotesco, pero es casi igual de confuso. Los anglosajones han dejado de ser, si alguna vez lo fueron, un ejemplo democrático para el mundo.
Tan antiguas las democracias, tan admirable el progreso científico, tan dominante su lengua pero hoy Reino Unido y Estados Unidos están haciendo el ridículo frente al mundo. Para Donald Trump ya no quedan adjetivos; la absurda realidad supera toda posibilidad de parodia. El espectáculo político que presentan los británicos no será tan grotesco, pero es casi igual de confuso. Los anglosajones han dejado de ser, si alguna vez lo fueron, un ejemplo democrático para el mundo.
Tanto el laborista Jeremy Corbyn como la conservadora Theresa May son los principales candidatos en las elecciones británicas de este jueves. A mí me resulta imposible votar por cualquiera de los dos.
Ambos están anclados en el pasado: Corbyn en el de los sueños revolucionarios cubanos, sandinistas, chavistas; May en una imaginaria época dorada imperial en la que las clases sociales sabían cuál era su lugar en el mundo, los ricos comían sándwiches de pepino, los pobres, pasteles de carne y riñón y los europeos no habían contaminado la vieja Albión con sus “Spanish tapas”, vinos de Rioja, panettone, prosecco y demás nocivas influencias culturales.
May se presenta, sin querer, como una estricta directora de colegio; Corbyn como un despistado profesor de geografía. Pero en el fondo May teme a los niños bajo su mando, es decir, al electorado, y Corbyn no tiene la más mínima idea ni de cómo imponer orden en la clase ni tiene esquema cualquiera para ayudar a sus pupilos a aprobar los exámenes.
Ambos prometen, por supuesto, prosperidad e igualdad; May a base de recortes, Corbyn de más gasto público. Pocos les creen. En parte porque no convencen como líderes, pero principalmente porque ninguno de los dos ha ofrecido ninguna idea concreta sobre cómo piensan sacar el país del colosal lío en el que se ha metido con el voto a favor del Brexit en el referéndum del año pasado.
Hablar de lo que van a hacer con las pensiones o con la salud pública cuando no ofrecen ningún plan sobre cómo demonios Reino Unido va a salir de la Unión Europea sin que la economía colapse no tiene sentido. Si no hay dinero en las arcas públicas toda conversación sobre futura prosperidad o igualdad es puro humo.
La banalidad de la campaña electoral británica es fruto de las deficiencias de May y Corbyn, pero, para ser mínimamente justos con ellos, la decisión de sus compatriotas ingleses de salir de la Unión Europea ha puesto a ambos en una situación imposible. Repiten los mantras electorales habituales, intentan proyectar optimismo, pero los dos saben —May con más claridad, porque posee más información— que hay poco que hacer: el futuro de Reino Unido fuera de Europa es pobre, irrelevante y oscuro.
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