Colaborador Invitado / Pablo Salazar Mendiguchía: De martes a jueves
Reforma, 13 de octubre de 2018
En Oaxaca, el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, reiteró su compromiso de abrogar la mal llamada Reforma Educativa -como los maestros también la califican-, pero por primera vez puso una condición: "que no haya semanas de martes a jueves, semanas completas (de clases), ese es el compromiso, eso es lo que les pido", dijo.
La contraprestación pedida al magisterio radical agrupado en la CNTE llegó tarde. No quiero sugerir que el nuevo presidente no los conoce, pero faltó alguien que insistiera, le advirtiera del comportamiento de esta fracción del sindicato nacional, beligerante y proclive a no cumplir acuerdos.
La Coordinadora nació en Chiapas hace más de 30 años -no es algo para enorgullecernos-, y desde sus orígenes se guió por la práctica de una pedagogía de violencia. Democráticos, se hacían llamar, y Charros, llamaban a sus adversarios del SNTE. Fue tal la fuerza de su irrupción que lograron dividir a comunidades y pueblos enteros. Las escuelas tuvieron que dividir turnos; en uno, tomaban clases los hijos de padres que simpatizaban con los llamados Charros, y en otro, el de los Democráticos. Un nuevo elemento de segregación en una entidad ya de por sí marcada por sus históricas divisiones por religión, tierra, razas y luchas por el poder.
Los métodos para lograr que los oficialistas se pasaran a las filas de esta extraña versión democratizadora ya forman parte de las páginas más oscuras de la historia de Chiapas. Sin distinguir hombre o mujer, rapaban a los que se negaban a pasar a sus filas, antes los hacían caminar descalzos, y como trofeo de caza, el verdugo exhibía la cabellera del humillado (a) en plena plaza pública, como si fuera lucha libre o coliseo romano.
Así han transcurrido más de tres décadas entre plantones, marchas, bloqueos, tomas de edificios, saqueo de comercios, violencia callejera y repliegues tácticos.
En el lejano 2001, como Gobernador intenté un acuerdo con la Coordinadora, obligado, como hoy está AMLO, por los votos que me habían otorgado para ganar la gubernatura de Chiapas.
Fue presentado un diagnóstico basado en 4 grandes debilidades: deserción, reprobación, analfabetismo y ausentismo laboral. Entonces se les dijo algo que ellos sabían mejor: en comunidades rurales, los maestros llegaban el martes y se iban el jueves. De un calendario escolar de 200 días obligatorios de clases, solo se cubrían 80. Y la suma de tanto abandono derivado de sus luchas gremiales arrojaba ya, para ese entonces, la escalofriante cifra de ¡10 años de clases efectivamente perdidos!
Les fue planteado que eso no podía continuar y no formularon alguna propuesta. Entonces se les dijo que el gobierno de Chiapas se regiría por una premisa: el que no trabaja, no cobra.
Su mejor respuesta fue: usted nos quiere inmovilizar y no lo vamos a permitir, porque la movilización es la esencia de nuestra lucha.
Así transcurrieron 6 años de tensa relación con los líderes de la Coordinadora. Sin reflectores ni aspavientos, se logró que hubiera exámenes de oposición para todas las promociones, ingresos y ascensos, el alto a la venta de plazas, una drástica reducción a las plazas comisionadas y el fin de la doble negociación salarial. El resultado fue un incremento en la presencia en aulas, de 80 a 180 días de clases, y tan solo dos plantones en 6 años.
El gobierno electo de Morena firmó a la CNTE un cheque en blanco: abrogar la reforma a cambio de nada. Todavía están a tiempo. La asamblea reventada a sillazos en Guerrero es solo la visibilización del gen violento de esta facción magisterial. Ya consiguieron la cancelación de aquella, ahora van por las chequeras de los Estados donde no las tienen.
El autor fue Gobernador de Chiapas de 2000 a 2006.
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