Columna Razones/Jorge Fernández Menéndez
Publicado en Excélsior, 5 de agosto
La comodidad eclesiástica con el narcotráfico
Algo extraño ocurre con la Iglesia católica: está muy incómoda con las madres solteras (conozco dos casos cercanos de ellas que han llevado a bautizar a sus hijos a distintas parroquias y fueron literalmente rechazadas por esa condición); con los homosexuales; con la despenalización del aborto. Exigen cada vez más condiciones para poder acercarse a la Iglesia, como si le incomodara que los “pecadores estándar” se acerquen a ella, pero no parece estar a disgusto con los narcotraficantes.
Resulta vergonzoso que la Conferencia Episcopal Mexicana haya presentado una queja pública el lunes pasado porque durante un servicio religioso en Apatzingán hayan incursionado agentes de la Policía Federal para detener a varios integrantes del cártel de La Familia, comenzando por Miguel Ángel Bezares, apodado La Troca y considerado el principal introductor de drogas sintéticas de esa organización criminal a Estados Unidos, junto con Rafael Hernández Harrison, La Cuchara o El Harrison, uno de sus principales colaboradores. El servicio religioso era una misa que se ofrecía en esa iglesia de Apatzingán para celebrar los 15 años de una hija de La Troca. La protesta de la CEM abarca no sólo la incursión de los policías y las detenciones, sino también su indignación porque fueron decomisadas las limosnas.
¿Desde cuándo la Iglesia se ha convertido en refugio de narcotraficantes que están acusados, no sólo de venta de drogas, sino también de asesinatos y torturas?, ¿por qué la dureza respecto a la intervención policial y el silencio en relación con lo que hacían La Troca, El Cucharas y otros 30 “invitados”, incluidos custodios armados, de ellos, en esa celebración? ¿No han comprendido los hombres de la Iglesia en México que esas “limosnas” que les decomisaron son en realidad “narcolimosnas”, dinero producto del tráfico de drogas?, ¿no han aprendido aún la lección del padre Montaño al llevar a la Nunciatura Apostólica a los Arellano Félix con el nuncio Girolamo Prigione luego del asesinato, por los Arellano Félix, del cardenal Posadas Ocampo? ¿No comprenden que la construcción del lujoso Seminario del Río, en Tijuana, financiado también por los Arellano Félix, o la construcción o remodelación de distintos templos en prácticamente toda la geografía del país pagadas por los narcotraficantes locales, legitima a los delincuentes y deslegitima a la Iglesia? ¿Le parece mucho más grave que una madre soltera quiera bautizar a su hijo (y se lo impiden) que contratar sus servicios para realizar una misa encargada por un narcotraficante? En realidad es una vergüenza que la Iglesia no esté al frente de una lucha que debería ser también suya en vez de convertirse en un instrumento más de legitimación de los criminales.
El tema parece ser la fe. Los integrantes de La Familia Michoacana, aunque en una forma heterodoxa, suelen hacer gala de su fe religiosa, lo que no les impide vender drogas que matan a jóvenes, hombres y mujeres, o asesinar a policías y a soldados o, como contaban los detenidos el sábado en esa misma misa, amenazar con la tortura o la muerte a sus integrantes si quieren dejar la organización. Lo mismo sucedía con la Iglesia en Baja California en la época de auge de los Arellano Félix, otros narcotraficantes provenientes de una familia muy religiosa. Tanto se coludieron los líderes eclesiásticos en la entidad con ese cártel, que se llegó al límite, en el caso de la muerte del cardenal Posadas Ocampo, de que se falsificara una fe de bautizo para intentar demostrar que los hermanos Arellano Félix, al momento del asesinato del purpurado, estaban en esa ceremonia como padrinos, en lugar de en Guadalajara matando a un príncipe de la Iglesia. Y no pasó nada: el padre Montaño, el mismo que ordenó la falsificación de ese documento, el que llevó a los Arellano con Prigione, sólo tuvo que sufrir un pequeño exilio, en California, amparado por la Iglesia, y hace ya varios años que ha regresado a Baja California donde continúa normalmente con sus labores.
Mientras la Iglesia se quejaba, también lo hacía, por el operativo, la Comisión de Derechos Humanos de Michoacán. Resulta que, en una terrible violación a los derechos de los detenidos, se les tuvo unas horas retenidos en la iglesia, mientras se investigaba su identidad (como se hace en todo operativo de estas características) y esas pobres personas sufrían, así lo han denunciado sus familiares y la Comisión, de hambre y sed. Para colmo, resulta que alguno de los detenidos, como ocurrió con Rafael Cedeño, apodado El Cede e ideólogo de La Familia, detenido en abril pasado, luego, también, de un bautizo de su nieta, portaba una credencial como observador de la Comisión de Derechos Humanos local. La institución, según ocurrió con El Cede , dijo que investigará si la credencial era auténtica o apócrifa. Todavía no ha dado respuesta en el caso de El Cede, quien manejaba, como lo hemos explicado aquí, toda una red de albergues supuestamente para el tratamiento de adicciones, amparado en una presunta convicción religiosa, donde se captaba a jóvenes adictos para ser formados como sicarios y prestar servicios a esa organización criminal.
La verdad es que no debería sorprendernos: si ese cártel ha logrado permear presidencias municipales, partidos, la estructura del gobierno local, las empresas, ¿por qué no podría introducirse en instituciones como la Comisión de Derechos Humanos local o en la Iglesia? Lo desconcertante es que, en vez de investigar qué sucedió para que esos hombres armados y sus respectivos custodios estuvieran en ese templo celebrando un servicio religioso ofrecido por la iglesia local, la CEM eleve una enérgica protesta contra las autoridades… quizá por el gravísimo pecado de exhibirlos. Y, para colmo, la policía decomisó, dicen, sus limosnas.
La comodidad eclesiástica con el narcotráfico
Algo extraño ocurre con la Iglesia católica: está muy incómoda con las madres solteras (conozco dos casos cercanos de ellas que han llevado a bautizar a sus hijos a distintas parroquias y fueron literalmente rechazadas por esa condición); con los homosexuales; con la despenalización del aborto. Exigen cada vez más condiciones para poder acercarse a la Iglesia, como si le incomodara que los “pecadores estándar” se acerquen a ella, pero no parece estar a disgusto con los narcotraficantes.
Resulta vergonzoso que la Conferencia Episcopal Mexicana haya presentado una queja pública el lunes pasado porque durante un servicio religioso en Apatzingán hayan incursionado agentes de la Policía Federal para detener a varios integrantes del cártel de La Familia, comenzando por Miguel Ángel Bezares, apodado La Troca y considerado el principal introductor de drogas sintéticas de esa organización criminal a Estados Unidos, junto con Rafael Hernández Harrison, La Cuchara o El Harrison, uno de sus principales colaboradores. El servicio religioso era una misa que se ofrecía en esa iglesia de Apatzingán para celebrar los 15 años de una hija de La Troca. La protesta de la CEM abarca no sólo la incursión de los policías y las detenciones, sino también su indignación porque fueron decomisadas las limosnas.
¿Desde cuándo la Iglesia se ha convertido en refugio de narcotraficantes que están acusados, no sólo de venta de drogas, sino también de asesinatos y torturas?, ¿por qué la dureza respecto a la intervención policial y el silencio en relación con lo que hacían La Troca, El Cucharas y otros 30 “invitados”, incluidos custodios armados, de ellos, en esa celebración? ¿No han comprendido los hombres de la Iglesia en México que esas “limosnas” que les decomisaron son en realidad “narcolimosnas”, dinero producto del tráfico de drogas?, ¿no han aprendido aún la lección del padre Montaño al llevar a la Nunciatura Apostólica a los Arellano Félix con el nuncio Girolamo Prigione luego del asesinato, por los Arellano Félix, del cardenal Posadas Ocampo? ¿No comprenden que la construcción del lujoso Seminario del Río, en Tijuana, financiado también por los Arellano Félix, o la construcción o remodelación de distintos templos en prácticamente toda la geografía del país pagadas por los narcotraficantes locales, legitima a los delincuentes y deslegitima a la Iglesia? ¿Le parece mucho más grave que una madre soltera quiera bautizar a su hijo (y se lo impiden) que contratar sus servicios para realizar una misa encargada por un narcotraficante? En realidad es una vergüenza que la Iglesia no esté al frente de una lucha que debería ser también suya en vez de convertirse en un instrumento más de legitimación de los criminales.
El tema parece ser la fe. Los integrantes de La Familia Michoacana, aunque en una forma heterodoxa, suelen hacer gala de su fe religiosa, lo que no les impide vender drogas que matan a jóvenes, hombres y mujeres, o asesinar a policías y a soldados o, como contaban los detenidos el sábado en esa misma misa, amenazar con la tortura o la muerte a sus integrantes si quieren dejar la organización. Lo mismo sucedía con la Iglesia en Baja California en la época de auge de los Arellano Félix, otros narcotraficantes provenientes de una familia muy religiosa. Tanto se coludieron los líderes eclesiásticos en la entidad con ese cártel, que se llegó al límite, en el caso de la muerte del cardenal Posadas Ocampo, de que se falsificara una fe de bautizo para intentar demostrar que los hermanos Arellano Félix, al momento del asesinato del purpurado, estaban en esa ceremonia como padrinos, en lugar de en Guadalajara matando a un príncipe de la Iglesia. Y no pasó nada: el padre Montaño, el mismo que ordenó la falsificación de ese documento, el que llevó a los Arellano con Prigione, sólo tuvo que sufrir un pequeño exilio, en California, amparado por la Iglesia, y hace ya varios años que ha regresado a Baja California donde continúa normalmente con sus labores.
Mientras la Iglesia se quejaba, también lo hacía, por el operativo, la Comisión de Derechos Humanos de Michoacán. Resulta que, en una terrible violación a los derechos de los detenidos, se les tuvo unas horas retenidos en la iglesia, mientras se investigaba su identidad (como se hace en todo operativo de estas características) y esas pobres personas sufrían, así lo han denunciado sus familiares y la Comisión, de hambre y sed. Para colmo, resulta que alguno de los detenidos, como ocurrió con Rafael Cedeño, apodado El Cede e ideólogo de La Familia, detenido en abril pasado, luego, también, de un bautizo de su nieta, portaba una credencial como observador de la Comisión de Derechos Humanos local. La institución, según ocurrió con El Cede , dijo que investigará si la credencial era auténtica o apócrifa. Todavía no ha dado respuesta en el caso de El Cede, quien manejaba, como lo hemos explicado aquí, toda una red de albergues supuestamente para el tratamiento de adicciones, amparado en una presunta convicción religiosa, donde se captaba a jóvenes adictos para ser formados como sicarios y prestar servicios a esa organización criminal.
La verdad es que no debería sorprendernos: si ese cártel ha logrado permear presidencias municipales, partidos, la estructura del gobierno local, las empresas, ¿por qué no podría introducirse en instituciones como la Comisión de Derechos Humanos local o en la Iglesia? Lo desconcertante es que, en vez de investigar qué sucedió para que esos hombres armados y sus respectivos custodios estuvieran en ese templo celebrando un servicio religioso ofrecido por la iglesia local, la CEM eleve una enérgica protesta contra las autoridades… quizá por el gravísimo pecado de exhibirlos. Y, para colmo, la policía decomisó, dicen, sus limosnas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario